¿Fue el Holocausto sólo en contra de los judíos?

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¿Es preciso referirse al Holocausto como una “Guerra Contra los Judíos”?

En las décadas recientes, la atención del mundo ha sido correctamente atraída por el gran número de víctimas no judías que causó la Alemania nazi. Además de los 6 millones de judíos, entre 5 y 12 millones de otras personas fueron asesinadas antes y durante los años de la guerra. Wikipedia pone las estadísticas relativas a los grandes grupos afectados aproximadamente así:

  • 2 millones de polacos étnicos.
  • 6 millones de ciudadanos soviéticos.
  • 2 millones de prisioneros de guerra soviéticos.
  • 1,5 millón de gitanos.
  • 200.000 alemanes minusválidos y retardados mentales.
  • 5.000 -15.000 homosexuales.

La teoría racial nazi clasificó a toda la población no aria como seres inferiores – con los esclavos, los polacos y los rusos casi al final de la lista, los escandinavos cerca de la cima y el resto de los europeos en el medio (1). Los gitanos, una población sin tierra e indefensa, fueron relegados a un estatus sub-humano similar al de los judíos. Los alemanes retardados mentales y homosexuales fueron eliminados por ser considerados individuos defectuosos que dañaban la pureza y el futuro de la raza superior aria. Los no judíos murieron en las cámaras de gas, fueron torturados, murieron por inanición y fueron asesinados a tiros al igual que sus pares judíos en grandes cantidades; claramente fueron también un objetivo del satánico plan nazi.

Entonces, ¿es correcto referirse al Holocausto como una “Guerra Contra los Judíos” como ha sido llamada, o necesitamos desarrollar un entendimiento más amplio de los eventos de esos terribles años y su significado para la humanidad?

Sin menospreciar de ninguna forma la gravedad de los crímenes perpetrados en contra de todas las víctimas del nazismo, parecieran haber importantes diferencias entre sus víctimas judías y no judías:

Sólo los judíos fueron señalados para la destrucción total. A partir de los principios ideológicos formulados en Mein Kampf para la legislación original anti judía en la Alemania de 1930, los judíos fueron escogidos como el foco de la furia alemana. De acuerdo a los Comentarios de las Leyes Alemanas de Razas de 1936:

Las Leyes de Protección de la Sangre tratan sobre la segregación de la sangre judía y alemana desde el punto de vista biológico… al ser los judíos una peligrosa amenaza para el pueblo alemán, la ley apunta primeramente a la prevención de la mezcla de sangre con los judíos” (2).

Los pogroms auspiciados por el gobierno en noviembre de 1938 no incluyeron a los ciudadanos o comerciantes polacos ni a las iglesias católicas. En ese momento el único objetivo alemán era la emigración en masa de los judíos. La formulación de la “Solución Final” al problema judío en enero de 1942 no trató el problema étnico polaco y ruso, ni describió la exterminación mundial de los homosexuales, sino que trató exclusivamente sobre el plan de exterminación de los 11 millones de judíos de Europa. Hasta este punto, no hubo ningún plan formal ni informal para la matanza total de otra población fuera de los judíos.

Las 8 millones de muertes soviéticas representaron el 15% de su población.

El porcentaje de judíos que se perdió fue mucho más alto que su equivalente en la población no judía de cualquier otro grupo: mientras que fue asesinado el 90% de la población judía polaca, el 94% de los cristianos polacos sobrevivió. Cerca del 60% de la población total de judíos europeos fue asesinada, mientras que los millones de muertes rusas representaron el 15% de su población. Un gran número de polacos y rusos fueron asesinados durante la invasión y ocupación alemana de sus tierras, y muchos soldados rusos murieron en cautiverio, siendo violados varios tratados internacionales. A pesar de que el racismo fue un factor innegable en el tratamiento que recibieron, parecería incorrecto clasificar esas muertes como víctimas del Holocausto.

Estas distinciones entre víctimas judías y no judías continuaron hasta los días finales de la guerra. Cuando el ejército alemán se retiraba tanto del frente oriental como del occidental, el esfuerzo por exterminar la mayor cantidad de judíos que fuera posible continuó intacto. El ideal de reducir las “inferiores” poblaciones polacas y rusas para hacer espacio para un Imperio Alemán expandido no se podría materializar, pero la extirpación de la escena mundial de tantos judíos como fuese posible se mantuvo como la mayor prioridad alemana; siguieron destinando recursos para este objetivo incluso cuando la guerra estaba siendo perdida. Los judíos tampoco recibieron la oportunidad de cambiar o corregir sus modos. Los homosexuales alemanes deseosos de aceptar terapia y rehabilitación pudieron haberse salvado, así como también las masas de polacos y rusos que aceptaron la conquista aria de sus tierras.

No existió tal opción para los judíos.

Guerra Espiritual

Los textos religiosos, objetos, edificios o líderes espirituales de otras poblaciones no fueron nunca atacados como sí lo fueron los de los judíos. La guerra nazi en contra de los judíos fue tanto racial como espiritual; su enemistad a todo lo que el judaísmo representaba tiene sus raíces en la historia, en la antigua lucha por evitar la propagación de la Divinidad en el mundo del hombre. Este aspecto único de la guerra nazi con los judíos fue expresado elocuentemente en el periódico clandestino de Agudat Israel en el gueto de Varsovia:

Amalek (un pueblo edomita que atacó a los judíos inmediatamente después de su éxodo de Egipto) no está tan preocupado por los judíos como por el judaísmo: la perspectiva judía, la visión judía del mundo, el sentido judío de honestidad, el sentido judío de justicia, la actitud judía hacia el pobre y el necesitado… todo está opuesto diametralmente al amalekismo… Amalek y Hamán están apuntando a los judíos no tanto como un pueblo sino más como un pueblo Divino” (3).

Hitler mismo dijo:

La Providencia ha ordenado que debo ser el más grande liberador de la humanidad. Estoy liberando al hombre de las restricciones de una inteligencia que ha tomado las riendas, de las sucias y degradantes auto mortificaciones de una visión falsa llamada conciencia y moralidad, y de las demandas de una libertad y de una independencia personal que sólo algunos pueden soportar” (4).

La autora Esther Farbstein observa:

El Holocausto fue un acontecimiento sin precedentes que combinó una guerra contra el judaísmo con una guerra contra los judíos. Los elementos de la guerra en contra del espíritu judío (por ejemplo el maltrato a los rabinos, la violencia en los días sagrados judíos, la profanación de sinagogas y objetos sagrados, la destrucción de libros religiosos) no sólo fueron medios de opresión espiritual, sino un fin en sí mismo, tal como lo era su muerte.

Este aspecto único estaba enraizado en la ideología antisemita y especialmente en las creencias nazis. Por primera vez en la historia, la raza biológica estuvo relacionada con el espíritu, la cultura y la moralidad humanos. El ‘germen Judío’ no era sólo la sangre que se había mezclado con las otras naciones, sino los principios de moralidad, el espíritu de liberalismo y la civilización que el judaísmo había introducido en Europa - todo esto representaba la antítesis del nazismo. Hitler, como el sucesor de los anti semitas del siglo diecinueve, predicó en contra del judaísmo no menos que en contra de los judíos” (5).

A la luz de esos hechos, replantear el Holocausto como un estallido de racismo o esfuerzo del Fascismo por erradicar la libertad humana no es menos que una distorsión consciente de la historia y una negación de las lecciones que necesitan ser aprendidas. El genocidio de pueblos inocentes considerados inferiores o improductivos emanó de la iniciativa alemana nazi de exterminar el sistema de valores judíos que enseña los derechos humanos inherentes a todo pueblo. La ley de la fuerza bruta buscó quitar la presencia de la Divinidad en el mundo del hombre; y los judíos, representantes de esta realidad, fueron los primeros y los continuos blancos de esta lucha eterna.


Fuentes:

  1. Nejama Tec Dra. en Filosofía, citada en “The Hidden Children”, página 277.
  2. “The Yellow Star”, p. 17.
  3. E. Farbstein, “Hidden in Thunder”, p. 446.
  4. Herman Rauschning, “Hitler Speaks”.
  5. “Hidden in Thunder”, página 162.
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