Polonia, las mujeres y el Holocausto

4 min de lectura

3 obras revolucionarias revelan hechos perturbadores sobre los perpetradores del genocidio.

Los horrores del Holocausto exigen de nosotros más que un mero recuerdo o conmemoración.

Es loable que hayamos erigido monumentos para los seis millones y que encendamos velas por la memoria de quienes fueron tan cruelmente asesinados. El problema es que encender velas no nos ilumina a nosotros ni nos ayuda a entender los eventos del pasado para que podamos prevenir que vuelvan a ocurrir.

Más que los monumentos conmemorativos, lo que a largo plazo será más significativo es el tipo de trabajo basado en investigaciones serias que nos permiten ver las verdades (a menudo ocultas de la opinión pública) que hicieron que el Holocausto fuera posible. Revelar esas verdades es darle a las víctimas el más grande tributo posible, ya que esto impide que se repita el destino que sufrieron.

Y eso es lo que considero que hace que estas tres innovadoras obras sean tan importantes.

La primera es el libro: Hunt for the Jews: Betrayal and Murder in German-Occupied Poland (Caza de judíos: traición y asesinato en la Polonia ocupada por Alemania), que fue publicado en octubre del 2013. Escrito por el historiador polaco Jan Grabowski —hijo de un sobreviviente del Holocausto, graduado de la Universidad de Varsovia y que en la actualidad se desempeña como profesor de historia en la Universidad de Ottawa—, esta obra registra las masacres de los judíos a manos de sus vecinos en su nativa Polonia, un capítulo de la historia del Holocausto que hasta ahora no había sido muy relatado.

Grabowski ha sufrido amenazas de muerte pero insiste en que no renunciará a su lucha para exponer la verdad.

Boicoteado en la comunidad polaca canadiense en la que vive actualmente y habiendo dejado de ser bienvenido en su tierra natal, Grabowski ha sufrido incluso amenazas de muerte, pero insiste en que no renunciará a su lucha para exponer la verdad.

El objetivo de mi investigación era descubrir la condición de los judíos que se las ingeniaron para evitar ser enviados a los campos de exterminio y eligieron vivir a escondidos. Mi investigación me llevó a casos individuales de personas que eligieron esconderse. Traté de entender cómo fue que sólo unos pocos de los judíos que decidieron esconderse lograron permanecer con vida hasta 1945”, dice Grabowski.

Grabowski entrevistó a sobrevivientes del Holocausto y a residentes locales, principalmente en Polonia, Israel y Alemania. Además, había estudiado previamente resultados no publicados de docenas de juicios a residentes polacos que fueron juzgados por el régimen comunista por haber tomado parte en el asesinato de sus vecinos judíos.

Para su consternación, Grabowski descubrió que muchos polacos siguen siendo incapaces de enfrentar el pasado y que muchos de sus ancestros tuvieron un rol activo en el exterminio de los judíos.

Vecinos de Jedwabne

El mismo tema es el mensaje de la película Poklosie (Secuelas), que llegó a las pantallas a finales del año 2013. Esta película está basada en Vecinos, la explosiva obra del profesor de Princeton Jan Gross que examina la masacre de los judíos del pueblo Jedwabne en la Polonia ocupada por los nazis y revela que fueron los polacos, y no los nazis, los culpables de dicha masacre.

“Un día, en julio de 1941, la mitad de la población de una pequeña ciudad de Europa Oriental asesinó a la otra mitad, unos 1.600 hombres, mujeres y niños”.

Un día, en julio de 1941, la mitad de la población de una pequeña aldea de Europa Oriental asesinó a la otra mitad, unos 1.600 hombres, mujeres y niños”. Así es como el historiador Jan Gross resumió la masacre que ocurrió en Jedwabne, al noreste de Polonia. Gross describió las atrocidades con un nivel de detalle casi intolerable: hombres y mujeres fueron acuchillados hasta la muerte con ganchos de hierro, hachas y cuchillos. Los niños pequeños fueron empujados con tridentes hacia las fogatas. La cabeza de una mujer decapitada fue pateada como si fuese un balón de futbol. Los hombres locales, convertidos en vándalos, tomaron palos con clavos en sus puntas y otras armas y persiguieron a los judíos por las calles. Muchos trataron de escapar a los campos cercanos, pero sólo siete de ellos lo lograron. Los matones asesinaron a tiros a muchos judíos después de forzarlos a cavar fosas comunes. Empujaron a los cientos de judíos restantes dentro de un granero, el cual empaparon con kerosene y luego le prendieron fuego. Afuera, algunas personas tocaron instrumentos musicales para ahogar los gritos de las víctimas.

Hasta ahora los historiadores habían culpado por dicha masacre a los nazis. Gross argumenta que “la ocupación alemana liberó un violento antisemitismo polaco”.

Vecinos pone las cosas en su lugar respecto a la identidad de los criminales. Como lo dice Publishers Weekly, la famosa publicación especialista en reseñas de libros: “Al hacerlo, Gross aseguró que los historiadores futuros del Holocausto, particularmente en Polonia, sean más honestos, porque los historiadores futuros podrán responder con su argumento, diciendo que la maldad de los nazis no sólo fue forzada sobre los polacos; en lugares como Jedwabne, fue bienvenida por ellos”.

La nueva película, Secuelas, trae enérgicamente ese mensaje a la pantalla. Al igual que Grabowski, Maciej Stuhr, la estrella de la película, ya ha recibido amenazas de muerte y en muchos foros de internet hubo comentarios como: Ya no eres polaco, te has convertido en un judío.

Mujeres y genocidio

Finalmente, hay una adición más a la literatura reciente sobre el Holocausto que merece ser mencionada por su revolucionaria información. Hitler's Furies (Las Furias de Hitler), publicada también en octubre del 2013, es la obra de Wendy Lower que es producto de una exquisita investigación, y fue finalista en el Premio nacional del libro de Estados Unidos en el 2013.

Lower nos obliga a reconocer que los historiadores han ignorado hasta ahora el papel de las mujeres alemanas en la historia del genocidio nazi y el plan de Hitler para la Solución Final. Su libro es una crónica profundamente perturbadora sobre la participación de las mujeres en el Holocausto, no sólo como asesinas de escritorio (secretarias y administradoras cuya arma fue una máquina de escribir en lugar de una Luger o de una cámara de gas), sino que también, como revela Lower con un escalofriante nivel de detalle, fueron capaces de la misma brutalidad que sus pares masculinos. La escritora se toma el trabajo de enfatizar que este es un hecho a menudo pasado por alto por los historiadores y eruditos del Holocausto, una sorprendente verdad cuya evidencia ha sido escondida durante más de 70 años. “El genocidio”, dice Lower, “también puede ser cosa de mujeres”.

Ya ha pasado más de medio siglo desde el Holocausto. Los testigos vivientes pronto ya no estarán disponibles. Lo único que nos quedará son sus registros, sus testimonios y sus historias. Nuestra misión es entenderlos en una forma que nos ayude a asegurar que la locura de ese tiempo no manche nunca más la historia de la civilización. Las investigaciones que descubren la verdad deben ser apreciadas como un noble y necesario esfuerzo hacia ese objetivo.

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