Un nazi en la familia

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Hace tres años descubrí que mi abuelo fue miembro de las SS y que fue arrestado por crímenes en contra de la humanidad.

El año pasado leí una entrevista con un rabino en la ciudad donde estudié, Manchester, en la que dijo que la situación está tan difícil que no se veía a sí mismo terminando sus días en Inglaterra. Quise llorar, ¿cómo podía eso estar ocurriendo en mi propio país? Sus palabras tuvieron una importancia especial para mí, ya que en ese momento yo estaba terminando de escribir mi libro sobre mi propio abuelo, un perpetrador activo durante el Holocausto.

Mi abuelo alemán murió antes de que yo naciera. Mi padre me había dicho que su padre, Karl Niemann, era un “empleado de banco”, un “empleado raso”. También me había dicho que su padre fue miembro del partido nazi. Por vergüenza, le oculté esa información a mis amigos judíos.

Hace tres años, mientras mi esposa preparaba una conferencia en Berlín, hubo una revelación mucho más terrible. Decidí unirme a ella en la capital alemana durante unas vacaciones cortas. Le pregunté a mi papá en dónde había vivido durante la guerra. Buscaría el lugar, quizás tomaría algunas fotos de la casa para mostrarle. Busqué en internet información sobre la calle.

Karl fotografiado en su uniforme del ejército al inicio de la Primera Guerra Mundial.Karl fotografiado en su uniforme del ejército al inicio de la Primera Guerra Mundial.

Mientras buscaba, apareció una página que contenía las palabras: “SS Hauptsturmführer Karl Niemann… crímenes en contra de la humanidad… labores forzadas”.

Entonces descubrí que, en mayo de 1945, mi abuelo fue arrestado en los Alpes por soldados estadounidenses y aprisionado durante tres años en campos para prisioneros de guerra. Mi familia cerró ese capítulo sórdido y jamás volvieron a hablar del tema. Pero, siendo un escritor de 50 años de edad, tuve la obligación de excavar en esta verdad recientemente encontrada y escribir sobre ella. Rastreé archivos, fui a campos de concentración, hablé con historiadores del Holocausto y con parientes y comencé a armar la historia, no sólo la de Karl Niemann, sino también la de mi familia, que vivió en Berlín una vida tanto bizarra como escalofriantemente normal.

Mi abuelo supervisó trabajos forzados y visitó Auschwitz, Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen.

Mi papá tenía recuerdos vívidos de una infancia en la que vio mucho pero entendió poco. Durante la guerra, su padre siempre iba a “viajes de negocios”. Apenas volvía ya se estaba preparando para partir de nuevo. En realidad, era un supervisor de trabajos forzados y las “fábricas” que visitaba eran Auschwitz, Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen.

Los oficiales de las SS solicitaban prisioneros para las tareas incómodas de la casa. Mi papá recordó hombres vistiendo “trajes sucios, grises y a rayas con la inscripción “Jude” en la espalda”. Trajeron muebles, cosieron ropa, hicieron camas cucheta y un refugio anti ataques aéreos en el jardín. Su madre les daba café y torta. Le dijeron que les gustaba venir a la casa. Los niños —mi padre y sus hermanos— jugaban en los cráteres de bomba; estaba a años luz de distancia del régimen asesino del que su padre era un participante activo.

Karl fotografiado en su uniforme del partido nazi junto a su esposa Minna, 1933.Karl fotografiado en su uniforme del partido nazi junto a su esposa Minna, 1933.

¿Cuánto sabía mi abuelo sobre el Holocausto y cuál fue su involucramiento? En las últimas semanas de la guerra, fue uno de los cuatro oficiales a los que se les ordenó trasladarse junto a sus familias desde Berlín a los Alpes. El cortejo se detuvo durante dos o tres noches en Dachau y mi papá recordó oír una conversación subida de tono entre sus padres mientras miraban un edificio bajo con una chimenea alta y humeante. Su madre dijo: “¿Sabes lo que están haciendo allí? Están matando judíos y quemando sus cuerpos”. Su padre fue tajante: “No, no harían eso”, insistió.

Simplemente, había demasiada evidencia contraria como para que su negación fuese creíble. En un tribunal en 1948, la fiscalía no obtuvo los documentos incriminatorios que estaban siendo usados en ese mismo momento para ayudar a colgar a Oswald Pohl, el jefe de Karl, que era el supervisor general de los campos de concentración. El auditor Karl Niemann había preparado informes para el año 1942, en los cuales lamentaba la “pérdida” de 8.000 trabajadores de Majdanek. Ocho mil judíos habían sido ejecutados y Karl había escrito la fecha exacta de los asesinatos.

Afirmó nunca haber estado en Auschwitz, a pesar de que fue la segunda “fábrica” más grande de la SS y un historiador del Holocausto me dijo que era inconcebible que nunca hubiera estado allí. ¿Y cómo pudo haber ido de campo en campo sin ver todos los indicios de tortura, las figuras esqueléticas, sin haber sentido el olor de la muerte? Mi abuelo encontró prisioneros que atestiguaron a su favor diciendo que no había abusado físicamente de ellos. Pero, ¿qué hay de la aceptación pasiva que le permitió trabajar para la SS durante 10 años?

Lo más molesto de todo fueron los comentarios del juez. Él dijo que cuando le presentaron los cargos a Karl este no mostró ninguna señal de arrepentimiento por su participación en la esclavización y el asesinato de personas inocentes.

Fue difícil ser objetivo. Hubo ocasiones en las que odié a mi abuelo. Y en una oportunidad, hubo una pequeña ventana de esperanza, cuando descubrí que él hizo tratos con la Gestapo para la liberación de prisioneros; en ese momento creí que mi abuelo era quizás una especie de Oskar Schindler. Pero, al final, acepto que fue un individuo con defectos que actuó muy mal y busco cosas positivas en otros lados.

“Me resulta difícil, pero es cierto, y debo contarlo todo”.

Y efectivamente hay cosas positivas que salen de esta historia atroz. Está la reacción de mi familia ante la publicación del libro, principalmente la de mi tío, que continúa viviendo en Alemania y después de leer un borrador me dijo: “Me resulta difícil, pero es cierto, y debes contarlo todo”.

Bernhard Gelderblom fue una luz guía, cuyo padre murió siendo un perpetrador impenitente. Bernhard dedicó su etapa de jubilación a enseñarles a niños en ciudades y pueblos locales sobre la vida de las comunidades judías antes de la llegada de los nazis. Inspiró a personas en esos lugares a restaurar cementerios judíos destrozados durante Kristallnacht.

Durante todo este proceso fui conmovido, no por hostilidad, sino por bondad. Pareciera que los más cercanos al Holocausto están llenos de compasión. Algunos archivistas me han dicho con voz suave: “No es tu culpa”. Una señora que perdió a su familia en Auschwitz me dijo: “Quizás tu abuelo no pudo hacer nada”. Palabras amables, sí, pero por el bien de la verdad, debo colocar la honestidad por sobre todo y relatar la historia.

El autor, Derek Niemann.El autor, Derek Niemann.

A medida que los sobrevivientes del Holocausto van muriendo, entiendo que yo y otros en mi posición tenemos un rol. Como nieto de un criminal nazi, puedo decirles a los jóvenes lo que ocurrió, y puedo decirles también que no comparto las creencias de mi abuelo ni concuerdo con lo que hizo. En las semanas posteriores a la publicación de mi libro, encontré a otros que están en una situación similar a la mía y también quieren llevar una antorcha en contra del odio y el fanatismo.

Me conmovió profundamente que aishlatino.com me pidiera que escriba este artículo. El hecho de que esto sea posible, habla muchísimo sobre la voluntad de las personas buenas, más allá de la fe, para encontrar entendimiento y humanidad en común.

A Nazi in the Family (Un nazi en la familia) de Derek Niemann, fue publicado por Short Books en mayo de 2015 y está disponible como un e-book (en inglés) Haz clic aquí para ordenar.

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