Señales de Vida

15 min de lectura

Cómo un padre y un hijo sobrevivieron a un ataque suicida.

El 21 de marzo del 2002, un ataque suicida en la calle King George mató a tres personas e hirió a 87. Dada la gran cercanía de la casa de mi familia al centro de la ciudad de Jerusalem, puedo recordar el estruendoso ruido sordo en nuestro departamento, las únicas noticias que retuve de ese ataque en particular eran tangenciales: unos minutos antes de morir, una pareja de cerca de veinte años había recibido los resultados de un examen de ultrasonido. Para su sorpresa y alegría, ella estaba embarazada de mellizos.

 Debe haber habido algo en los periódicos acerca de un niño de siete años llamado Jonathan, que quedó ciego y paralizado por las esquirlas. Pero durante una intifada, los detalles como esos se escapan; apenas una tragedia ha entrado a nuestra conciencia, ya ha sido eclipsada por otra catástrofe familiar.

 

* * *

 

El Dr. Abraham Bauer, originario de Chicago, se graduó de Harvard en 1987 y obtuvo su doctorado en bioquímica en la Universidad de Wisconsin. Se mudó a Israel en 1992, se casó en 1994 y cuatro años después fundó la compañía israelí de biotecnología BSD, cuyo laboratorio de investigación dirige en el centro de Jerusalem. Los Bauers tienen cuatro hijos, de los cuales Jonathan es el mayor.

Nos sentamos en la mesa del comedor de su casa remodelada en Jerusalem, donde su esposa yemenita nació y creció. Entrando y saliendo de la cocina y de los cuartos del fondo, Revital Bauer, pequeña y rápida, se disculpa con una sonrisa por no acompañarnos; está arreglando a los niños para una boda familiar esa noche. “Y la verdad”, dice ella y hace una pausa larga para agregar, “es que beemet (realmente) no me gusta recordar lo que ocurrió”.

Los niños aparecen fugazmente en el comedor, uno detrás del otro, para escuchar a escondidas algo de la conversación por algunos segundos antes de seguir adelante. Su juego era altercado y ruidoso en el jardín pero sus ojos oscuros eran tímidos y sonrientes al evaluar cuidadosamente al extraño que estaba escribiendo algo sobre el ataque. Me pregunto cuál de ellos es Jonathan, pero ninguno de ellos parece de la edad correcta – debería tener unos 13 años ahora. Le pregunté a Abraham si estaba ahí.

“Sí, anda por ahí”.

“¿Puedo hablar también con él?”

“Bueno… Jonathan no habla de eso”.

“¿Sabe él por qué estoy aquí?”

Abraham mueve sus ojos en círculo y sonríe. “Oh sí”.

Uno de los hijos, Yehuda, de cerca de cinco años, se trepa a la falda de su padre y se vuelve hacia mí con una mezcla de curiosidad y aburrimiento. Apenas nuestra conversación se reanuda, Yehuda empieza a jugar con las orejas de Abraham y con los botones de su camisa, mientras emite un monólogo. Él no habla inglés, pero sus determinantes interrupciones me hacen notar que sabe de qué estamos hablando. Su padre insiste en sacarlo de su falda, diciéndole que vaya a buscar a su madre, finalmente Yehuda se va y es ahí donde se despliega la historia.

 La Onda Expansiva

“Era un día frío y desagradable de invierno, la semana antes de Pesaj, y Jonathan no se había estado sintiendo bien. Así es como todo esto comenzó – tenía una inflamación en la garganta, difícilmente podía hablar. Recién lo había llevado al doctor y tenía la prescripción en mi bolsillo – iba a parar en la farmacia a comprar – los dos íbamos camino a casa, caminando de la mano por la calle King George”.

“El tipo se explotó a un metro de nosotros”.

Todo estaba cubierto de humo y yo no podía ver nada.

“No vi cuando Jonathan se cayó. Yo fui empujado hacia adelante por la onda expansiva. Imagínate a alguien empujándote poderosamente desde atrás y tú no tienes ningún control. Fui lanzado como un saco de papas cerca de cinco metros y lo siguiente que supe, es que mi brazo estaba sangrando”.

“Yo sabía lo que había ocurrido; no me tomó mucho tiempo darme cuenta. Me levanté y me volteé”.

“La primera sensación era de completo y total silencio. Y de perfecta quietud. Todo estaba cubierto de humo, como niebla y yo no podía ver nada. Nada se movía. Era surrealista. No había ningún sonido”.

“Las personas a la vuelta de la esquina habían oído la masiva explosión, pero en la zona inmediata al estallido donde todo había volado, no había sonido. No habíamos escuchado nada”.

“Lo busqué y no pude encontrarlo. Luego lo vi, acostado boca abajo en la acera. Lo tomé de debajo de los brazos y lo sostuve frente a mí en alto, con sus piernas colgando para verlo. Estaba gimiendo. Esa fue la primera señal de vida”.

“Corrí con él lejos del lugar de la explosión y lo acosté en la acera. Dos policías ya estaban ahí y un grupo de gente se había juntado alrededor, tratando de ayudar. Jonathan estaba gimiendo pero no estaba totalmente receptivo. Vi que se estaban encargando de él entonces corrí para atrás a buscar mi bolso que tenía mi teléfono celular, para poder llamar a Revital. Todo estaba dado vuelta. No podía escuchar y estaba gritando por el teléfono. Le dije a ella que habíamos estado en la explosión y que estaban encargándose de nosotros. Cuando estaba arrodillado al lado de Jonathan, tratando de hablarle, había un hombre – todavía no sé quién era, a pesar de que está en una de las fotografías – que curó mi brazo”.

“Lo pusieron en una camilla. Fue al primero que pusieron en una ambulancia – en la primera ambulancia que llegó a King George. Empecé a subirme pero me cerraron la puerta y empezaron a empujarme hacia afuera – ellos no sabían quién era. Grité, “¡Ani ha aba! (¡Soy el papá!)”. Se detuvieron, me dejaron entrar y partimos hacia el hospital”.

“En la ambulancia, los médicos le quitaron la ropa a Jonathan y no encontraron nada malo. No había ninguna señal externa de nada en su cuerpo. Ahora estaba oscilando entre estar totalmente callado y estar agitando sus brazos y gritando, pero los médicos no podían encontrar nada, y entonces fue cuando revisaron la toalla debajo de su cabeza”.

“Estaba totalmente empapada de sangre”.

“El trayecto en la ambulancia duró una eternidad. Todo Jerusalem pasó a través de la ventana. Recuerdo cómo el vidrio estaba salpicado de lluvia”.

“Tuve que llamar a Revital otra vez – le tenía que avisar a dónde nos estaban llevando – pero todas las líneas se habían caído. En todo Jerusalem la gente estaba llamando a sus seres queridos. Desde el momento en que hice la primera llamada desde el lugar de la explosión hasta que la llamé nuevamente desde el hospital, pasaron 25 minutos, sin que ella supiera cuál era la situación”.

“Determinaron que Jonathan estaba paralizado de su lado izquierdo y ciego”.

“En Hadassa, el escáner mostró que Jonathan había sufrido una herida cerebral severa. Un pedazo de esquirla había pasado por el lóbulo occipital derecho del cerebro y se había alojado en el hueso frontal del cráneo. Determinaron que Jonathan estaba paralizado de su lado izquierdo y ciego”.

Revital se detiene en uno de sus trayectos a través del comedor para hacer notar que desde su casa, ellos siempre habían escuchado las explosiones que habían ocurrido en el centro de la ciudad. “Cuando explotó la pizzería Sbarro, vimos el humo. El café Moment, también lo escuchamos. Escuchamos el ataque en el mercado de Majané Yehuda. No sabemos por qué no escuchamos nada esta vez. Estaba tratando de llamar a Abraham pero no podía localizarlo. No sabía nada. No sabía qué hacer ni a dónde ir. Mi hermano corrió inmediatamente a la calle King George pero no pudo encontrarlos. Cuando llegué finalmente a Hadassa, nuestro rabino ya estaba ahí. Él estaba en shock”.

 Hablando un Nuevo Idioma

“En el hospital”, dijo Revital, “me llevaron a ver a mi marido – lo estaban preparando para cirugía. Luego me llevaron a ver a mi hijo. Él ya estaba anestesiado, y le habían puesto un aparato ortopédico, así que sólo le di un beso. Después me quedé esperando que terminaran las cirugías. Por algunas horas estuve saltando de una pieza a la otra”.

Le pregunto a Abraham acerca de su herida y me muestra un extraño antebrazo desfigurado. “Dos esquirlas (tornillos) pasaron por mi brazo izquierdo. Una pasó por aquí y atravesó completamente, saliendo por aquí, y la otra se alojó en la muñeca. Cada una golpeó una arteria. La bomba fue a las 4:20 de la tarde. Mi cirugía, que incluyó dos injertos de piel y una vena sacada de mi pierna izquierda, comenzó a las 6 PM. Y duró cerca de 6 horas. A las 2 AM, me dieron esto”.

El sostenía una de las esquirlas en su mano, un oxidado tornillo, y lo observaba con forzada seriedad, como quien contempla un hallazgo arqueológico antiguo que no deja de sorprender. Parece estar recordando algo, con una expresión que de alguna forma se asemeja a una sonrisa, y relata que el viernes en la mañana, el día después del atentado, recibió un mensaje de voz de su optometrista. “Él no sabía que habíamos estado en el ataque. Me llamó para avisar que mis lentes de contacto estaban listos”.

“En un día normal, eso habría sido importante para mí: mis lentes de contacto estaban listos. Ahora eso no tenía importancia. Ninguna importancia”.

“Ahí fue cuando me di cuenta: estábamos en un nuevo mundo. Estábamos hablando un nuevo idioma, utilizando una nueva divisa… en donde estábamos ahora, los lentes no tenían valor”.

“Todo había cambiado”.

 El Comienzo de la Recuperación

Durante ese período, Abraham trató de mantener el balance interno entre la objetividad y la esperanza.

“A la mañana siguiente del ataque, cuando vi a Jonathan por primera vez después de la cirugía, sus ojos estaban completamente grises. Ver su cabeza era algo terrorífico. Me senté junto a él y dije el Shemá. Luego salí y lloré”.

“Cuando me llevaron a mi habitación luego de mi propia cirugía, había un joven soldado en la cama opuesta a la mía que había sufrido una herida penetrante en la cabeza, bastante parecida a la de Jonathan. Su condición es definitivamente mejor ahora, pero en ese momento estaba cerca del estado vegetativo. Durante la semana que yo estuve en esa sala de hospital, recibiendo medicamentos para recuperarme, fue una dura tarea interactuar con él y con su familia. No quería extrapolar su situación a la condición que estaba desarrollando Jonathan”.

“Cualquier conclusión a la que pudiera haber llegado o a la que tenía miedo de haber llegado, basada en la condición de alguien más que ha pasado por un evento casi idéntico, tendría de hecho ningún significado. Lo que Dios planea para una persona, por ningún motivo es indicación de cuáles son Sus planes para otra persona. Dios decide el destino de cada persona. Yo estaba tratando de no comparar 'herida cerebral' con 'estado vegetativo', tratando de mantenerme lejos de esa conclusión”.

“Los primeros tres días, Jonathan estuvo inconsciente y estaba médicamente sedado para permitir que se drenaran los fluidos del cerebro y que la presión de ellos retornara a la normalidad. Cuando los doctores decidieron sacarlo del estado de sedación, todo el equipo vino a ver. Querían ver cómo iba a reaccionar a las preguntas y a algunas órdenes generales – para ver qué podía y qué no podía hacer”.

“Primero me pidieron a mí que interactuara con él”.

“Luego le pidieron a Revital que le dijera algo, y apenas escuchó su voz, Jonathan abrió sus ojos y dijo, “Ima. Ani ohev otaj” (Mami, te quiero).

“Todos en la habitación empezaron a llorar”.

“Ese fue el comienzo de la recuperación”.

 Un Reporte Positivo

Las siguientes semanas Jonathan estuvo en cama, ciego y sin capacidad de mover su lado izquierdo. “Tenía un tremendo dolor de cabeza”, dice Avraham. “Lloraba, gritaba de dolor. No sabíamos si era parte de su proceso de curación o si estaba pasando algo adentro que necesitaba atención médica. Entonces le hacían exámenes y escáneres casi todos los días. No podían explicar que estaba pasando en su cerebro”.

“Su visión va a volver – y su función del lado izquierdo también. Va a volver a caminar”.

“Uno de mis compañeros de cuarto en Harvard se había convertido en neurocirujano. Una semana y media después del atentado él se enteró y se puso en contacto, ofreció darle una mirada a las imágenes de rayos X y a todo el material médico. Desde ese momento, se mantuvo en contacto con los doctores de Jonathan. Después de ver las imágenes me dijo, “Su visión va a volver – y su función del lado izquierdo también. Va a volver a caminar”. Revital y yo sabíamos que eso no era una garantía. Sabíamos que mi amigo no era profeta y él mismo dijo, “Yo no soy Dios”. Pero también sabíamos que él no lo estaba diciendo para alegrarnos. Hizo su pronóstico de acuerdo al trayecto que había seguido el tornillo en el cerebro y nos dio tremenda esperanza. Escuchar un reporte positivo fue una enorme ayuda. Por otro lado, no sabíamos cuán significativo era, cuán seriamente podíamos tomarlo. Tal vez ni siquiera significaba nada. No había forma de saber”.

“Tratas de ver a tu hijo en forma objetiva, pero lo ves sufriendo. Puedes distraerlo. Leerle historias. Pasábamos tiempo, horas y horas, leyéndole cuentos. Pero cuando tu hijo no puede ver y se está retorciendo de dolor… hay un límite. Un límite de cuanto confort uno puede proveer”.

“Meses después, alguien nos dijo que un respetado médico experto había ido a la unidad de cuidados intensivos de pediatría durante las primeras horas después del ataque, había examinado a Jonathan y había dicho una sola cosa. “Ein ma laasot” (No hay nada que hacer). Gracias a Dios, nadie nos lo mencionó en ese momento”.

“Y Dios tuvo la última palabra. Después de tres semanas y media en Hadassa, pudo sentarse en una silla de ruedas. Fue en ese momento que llevamos a sus hermanos a verlo por primera vez desde que sucedió todo – ellos tenían 6, 4 y 1 año. Luego Jonathan fue trasladado al hospital Alyn y en su primera noche allí, yo estaba sentado al lado de su cama cuando de repente él me dijo, “Puedo ver, dice 'Spring' en la botella de jugo”.

“Yo estaba en shock. Era sobrecogedor. Desde ese momento en adelante, cada vez más, le gustaba describir el mundo alrededor de él. Y poco tiempo después de eso, empezó a caminar nuevamente”.

“Un mes después o algo así, antes de la operación para remover la esquirla del cerebro de Jonathan, el neurocirujano Dr. Constantini estaba revisando los escáneres y dijo, “Sabes, si yo tuviera que poner una bala dentro de la cabeza de alguien, este es el trayecto exacto que habría elegido – no le dio a ningún vaso sanguíneo ni a ninguna región crítica””.

En este punto de nuestra conversación, un niño muy delgado, casi etéreo, pasa discretamente a través del comedor con una mirada baja en dirección hacia mí – algo sobre su paso vacilante, me indica instantáneamente que es Jonathan. Él está concentrado en una broma que quiere jugarle a sus hermanos, que involucra colgar un gran artefacto de papel sobre la puerta de enfrente que va a caer cuando alguien entre. Me doy cuenta que lo que yo vi como paso vacilante, puede ser realmente una ligera cojera, le pregunto a Abraham sobre eso.

“Sí, un poco. Todavía está en rehabilitación para recuperar sensibilidad y movimiento en su lado izquierdo. Y su visión no es completa. No ve los extremos del campo visual. Pero está bien, su mente está completamente bien”.

“En estos días tenemos que decidir en cuánta rehabilitación debemos insistir. Vuelve a la casa de su Talmud Torá y quiere jugar, no quiere ir a una clínica a hacer ejercicios y nosotros tenemos que recordar que es un niño. Tenemos que dejarlo ser niño”.

“Estamos tremendamente agradecidos con Dios”.

 Perspectivas de Fe

Le pregunté a Abraham Bauer si alguna vez le pregunta a Dios por qué tuvieron que pasar por esto. Piensa por algunos momentos, y luego responde:

“En cualquier situación como esta, te preguntas, “¿Por qué pasó todo esto?” Y puedes responder de tres formas”.

“La primera respuesta es, “Fue un evento azaroso. Estuve en el lugar equivocado a la hora incorrecta””.

“La segunda es, “Pasó por culpa de los árabes; los árabes tienen el poder de herir a la gente””.

“Ahora, si crees en cualquiera de esas dos, estás repudiando la Torá. La Torá está llena de versículos que dicen que no hay nada parecido al azar y que no hay nada aparte de Dios. Podría alguien decir, “¿Acaso Dios estaba tomándose un café cuando esto sucedió?”. Y si crees que los árabes tienen un poder independiente al deseo de Dios, estás negando la Divina Providencia y el hecho de que Dios es Uno”.

“Queda sólo una posibilidad: que todo viene de Dios y que Dios es sólo bondad. Todo lo malo en el mundo está bajo el control de Dios. El Ramjal escribe esto y la persona tiene que verlo claramente; todo está controlado por Dios. A pesar de que podemos no entenderlo, esta es la base de la vida: todo lo que ocurre es para bien. A pesar que fue muy doloroso y lloramos mucho, lo que pasamos fue sólo "la Mano de Dios". Con respecto a esto, nunca hubo un momento de duda”.

“¿Nunca hubo un momento de duda? ¿De verdad, Abraham?”.

“Mira, en la vida cotidiana puedo perderme un bus. Alguien puede abollar mi auto. ¿Acaso creo que estos eventos son muy insignificantes como para haber sido dirigidos por Dios? Siempre se necesita la fe en nuestra vida, pero algunas veces es un desafío de mayor grado – como los desafíos físicos, emocionales y espirituales asociados con temas de vida o muerte. Digamos que una persona tiene un extintor en su casa. Puede estar ahí por años pero es solamente cuando hay fuego que él corre a usarlo”.

“Cuando algo así ocurre, tu fe, o se fortalece enormemente o se cae”.

“Cuando algo así ocurre, tu fe, o se fortalece enormemente o se cae. O empiezas a tener todo tipo de preguntas y toda clase de dudas o te refugias en Dios. No hay término medio. En un evento de cinco segundos, nuestras vidas se dieron vuelta. Si no tienes fe, puedes saltar por la ventana”.

“Sabíamos que sin importar lo que pasara con Jonathan habían dos posibilidades, o Dios dirige el mundo, o el hecho de que “Dios es Uno” no es verdad”.

“Había un montón de decisiones cruciales que tomar cada día – todavía hay muchas decisiones – y lo único que podíamos hacer era acudir a Dios para que nos mostrara el camino correcto. Por ejemplo, el hospital quería realizar una determinada cirugía y nos presionaba para que la hiciéramos, pero otras personas nos aconsejaban que no la hiciéramos. Las decisiones las teníamos que tomar nosotros, sólo nosotros. Ningún mortal podía darnos la respuesta”.

“La decisión más difícil que tuvimos que afrontar fue dos meses después del atentado, cuando llegó el momento de remover la esquirla del cerebro de Jonathan, tuvimos que elegir un neurocirujano. La enormidad de esta decisión nos abrumó. No sabíamos a quién acudir. La persona más conocida por su consejo experto en esta materia era el que había dicho, “No hay nada que hacer”.

“Ese día, mientras luchábamos con esta pregunta, la hermana de Revital estaba esperando en la fila en un local de fotocopias y escuchó a un hombre delante de ella, hablando sobre la exitosa cirugía de cerebro de su hija. Ella le preguntó quien había sido el cirujano y él dijo que el Dr. Shlomi Constantini, del hospital Ijilov de Tel Aviv”.

“Llamamos al Dr. Constantini, fuimos a una cita con él y decidimos tomarlo como cirujano. Aún si hubiéramos realizado una investigación internacional sobre el mejor cirujano y hubiésemos buscado el consejo de todos los expertos del mundo, la operación no hubiera tenido un resultado tan exitoso como el que tuvo”.

“A partir de nuestra fe desarrollamos una perspectiva del evento, y no sólo sobre lo que había ocurrido, sino sobre cómo seguir adelante. Finalmente es un gran desafío ser judío, tomar los principios que afirmamos en nuestros rezos cada día y realmente aplicarlos a la vida. Una persona vive una experiencia y tiene que decidir, ¿Voy a abandonar lo que creo? ¿Voy a dejar mi destino en las manos de los doctores?”.

“Nuestras vidas no fueron más lo que eran y tal como siempre ocurre durante una crisis o tragedia, la habilidad de los seres humanos de entender y de empatizar es limitada, lo que hace evidente una nueva conciencia de que sólo tenemos a Dios”.

Vuelvo a la pregunta de si Abraham alguna vez le preguntó a Dios por qué ocurrió esto y él contesta:

“Lo voy a poner de la siguiente manera. Cuando algo malo ocurre, debes mirar alrededor y preguntarte, “¿qué está tratando de decirme Dios?”. En Tishá Be Av preguntamos “¿por qué?”, no está prohibido. Esto no significa, que recibiremos la respuesta. El Jafetz Jaim dice, “No podemos entender”. Pero podemos tratar de entender qué hicimos nosotros que puede haber ayudado a que esto sucediera, algo que causara que fuéramos probados de esa manera”.

“Hay dos formas de relacionarse con Dios. Puedes verlo como omnipresente y omnipotente, el Creador, el Gobernador de todo el mundo y ver que yo soy una pequeña cosita dentro de su creación. O puedes decir, “Soy un genio, yo puedo entender”. En nuestro atentado, hubo alrededor de 80 heridos y si entrevistas a cada uno de ellos, vas a recibir un montón de distintas perspectivas de vida, diferentes respuestas. Tal vez hay algunos que dirán, “Si hubiera ido caminando un poco más rápido, no habría resultado herido”.

“En un momento de verdad como ese, una persona se da cuenta realmente donde está parada”.

 Luchando por Unidad

“¿Qué le dirías al resto de las personas, como resultado de lo que tú viviste?”.

“Soy la última persona para dar consejo, pero lo que diría es: Hay que luchar por unidad, ajdut. Fue un evento horrible pero vimos que trajo tremendo Ahavat Israel, amor por los demás judíos, y en otras circunstancias no habríamos tenido el mérito de verlo”.

“En el caso del terrible atentado al bus #2, tal vez te acordarás que la mayoría de los heridos eran religiosos, pero después del ataque, alguien del partido Shinui (anti-religioso) fue a visitar a los heridos al hospital. Él sintió, “Seres humanos han resultado heridos, quiero ir a verlos”, eso es lo que yo espero. Que nos comportemos así con los demás. Que reconozcamos nuestra unidad sin necesidad del fuego y las esquirlas. Unidad sin terror”.

“Nuestra familia recibió una tremenda cantidad de asistencia Celestial. Las familias aquí en Shaarei Jesed nos cocinaron comida por dos meses, cada día. Nos dieron comidas para Pesaj, para Shavuot y para cada Shabat. Cuando les dije que podían parar, dijeron que había gente que ya había cocinado y congelado comidas para las próximas dos semanas – porque las personas que organizan lo hacen con dos semanas de anticipación – y que se sentirían mal si no las recibíamos, porque significaba mucho para ellas”.

“La gente cuidaba a nuestros niños en la casa para que mi esposa y yo pudiéramos estar en el hospital. Otros dormían en el hospital para que nosotros estuviéramos con los niños en la casa. Para que Revital y yo pudiéramos dormir un poco como la gente normal… y para que nuestros hijos nos vieran a los dos en la casa… Nos dieron ayuda económica. Payasos y magos venían para dar espectáculos gratuitos a los niños…”

“No le deseo a nadie lo que nos pasó, pero debo decir que mi esposa y yo estábamos abrumados con la verdadera calidez y sinceridad y con la ayuda que recibimos de nuestros amigos y de personas completamente extrañas”.

“Todos salimos mejor de lo que entramos”.

“Un niño de la clase de Jonathan dijo que no iba a hacer fiestas de cumpleaños hasta que él regresara. Cada niño le escribió una nota diciéndole cuánto lo extrañaba y adjuntaba un regalo – algo nuevo o algo querido. Uno de ellos trabajó cinco semanas para recibir un pequeño martillo de juguete, algo muy preciado. Para un niño de siete años, eso es extraordinario. Mi esposa y yo llorábamos, observando la sinceridad de los niños. Ellos se preocupaban mucho por él. Decían Salmos. En Shabat venían caminando a verlo.

“En Pesaj decimos Halel para alabar a Dios por nuestra liberación de Egipto, pero ignoramos el hecho de que fue él quien nos mando allí. Si alguien te encierra en un closet por tres días no lo vas a abrazar y besar cuando te deje salir. Entonces, ¿Por qué estamos tan agradecidos?”.

“Una de las respuestas que se da es: Dice en los versículos que cuando llegamos a Egipto éramos 70 almas, pero que cuando salimos, éramos uno, éramos un pueblo unido”.

“Eso es lo que ocurrió con este atentado. Todos salimos mejor de lo que entramos”.

Revital, ya vestida para la boda, ha regresado y se sienta al lado de su esposo. “Años antes del atentado”, dice ella, “nuestro rabino nos dijo: 'Una persona debe sentir la Mano de Dios en su hombro'. Él nos dijo que debíamos sentir que Dios está con nosotros en momentos de dificultad. Luego del atentado, la gente nos decía, “Dios está con ustedes”. Pero nosotros realmente lo veíamos. Realmente sentimos a Dios. Quiero sentir la dulzura de la cercanía con Dios sin el sufrimiento”.

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