La teoría de la nación unificada

4 min de lectura

Pensamientos sobre el funeral de los tres jóvenes.

El calor del desierto derritió nuestras diferencias sociopolíticas, religiosas y étnicas. Todos fluimos como un solo río humano, moviéndonos al unísono a lo largo del sinuoso camino al que los Macabeos alguna vez llamaron hogar, para acompañar a tres jóvenes inocentes a su lugar de descanso.

No había gritos pidiendo venganza, ni muestras de enojo. Los jóvenes estallaron espontáneamente en una canción.

¿Por qué están todos tan calmados y pacíficos?, me pregunté.

Entonces entendí. Por 18 días, tres madres judías se habían parado valientemente y habían declarado: Creo, con fe perfecta, que Dios es justo, que Dios es amable y que Dios es uno.

Al hacerlo, ellas elevaron a toda una generación. Ya fuese que en las ieshivot y sinagogas recitaron salmos por los jóvenes, o que el Ministro de finanzas de Israel rezó por primera vez en muchos años, fueron millones de personas las que fortalecieron su fe en Dios.

Esta tranquilidad sólo es posible para quien fluye con los giros y vueltas de la orquestación divina, reconociendo que hay un propósito superior detrás de todo.

Es una tranquilidad saber que, habiendo visto la cara del mal, estamos más confiados que nunca de la justicia de nuestra causa.

La condición previa al Sinai

Por 18 días, nos sumergimos en la meta de #BringBackOurBoys (Devuelvan a nuestros niños), generando una unión nacional que yo no había visto en los 25 años que llevo viviendo en Israel.

Por 18 días, todos sentimos el dolor de las familias, sabiendo que podría haberse tratado de nuestro hijo o hermano.

Los inquisidores, las tropas de asalto y los terroristas suicidas no diferencian entre religiosos y seculares, ashkenasim, sefaradim, jasídicos, reformistas o cualquier otra etiqueta.

Todos los judíos estamos conectados y somos iguales en un nivel más profundo.

Hace 3.300 años en el monte Sinai, cuando el plano del destino judío fue revelado, nos paramos como “una persona con un corazón”.

Ahora, en las colinas de Modin, las divisiones nuevamente desaparecieron, dejando entrever como podría ser —o como va a ser— el futuro que tanto anhelamos.

Actos de misericordia

Por 18 días, pese a que estábamos ansiosos por que retornaran sanos y salvos, rezamos para que los jóvenes volvieran a casa y no sufrieran en las manos de bestias. A pesar de que no fue de la forma que esperábamos, Dios sí respondió nuestras plegarias. Ejecutados a los pocos minutos de la abducción, los jóvenes se salvaron de una inconmensurable agonía emocional y tortura física. Y sus cuerpos volvieron a casa, un acto de misericordia que Rajel Frankel mencionó en el funeral.

Sin embargo, si todo termino tan rápido para los jóvenes, ¿por qué este sufrimiento se tuvo que extender por 18 días?

Quizás, en cierto nivel, nuestra nación requería un proceso de 18 días, para masticar y absorber el mensaje, para mover el destino judío otro paso hacia delante.

No es por nada que el sufrimiento duró 18 días. 18 es el valor numérico de la palabra jai —vida— y constituye el número judío más famoso. Somos una nación que celebra la vida.

A pesar de que simultáneamente al funeral de los jóvenes llovían los misiles desde Gaza, no lograran desalentar nuestro milagroso retorno a la Tierra Prometida.

A pesar del enfermizo odio que nos rodea —los palestinos que bailaron y repartieron golosinas para celebrar los secuestros, y la madre de Amer Abu Aysha que declaró que “si él hizo el secuestro, estoy orgullosa de él”— nosotros no rebajamos nuestra propia humanidad.

Durante esos 18 días, la ONG Salva un corazón de niño realizó 5 cirugías de corazón a niños palestinos las cuales les salvaron la vida, y admitió a 8 nuevos pacientes palestinos a su programa gratuito.

A pesar de que los tres jóvenes no regresaron vivos, nuestros esfuerzos no fallaron. Toda la búsqueda, plegarias y tweeting realinearon a nuestra nación, causando que nos paremos orgullosamente y proclamemos al unísono ante el mundo: Am Israel Jai.

El gran principio

Mirando hacia adelante, ¿cómo podemos hacer para mantener esta unidad?

Hay que comenzar con preocuparnos por el otro, como instruye claramente la Torá: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). Esto significa intentar preocuparnos por el otro tanto como nos preocupamos de nosotros mismos por medio de nulificar nuestros hábitos egocéntricos.

“Ama a tu prójimo” es lo que Rabi Akiva describió como “el gran principio de la Torá”, porque es el gran unificador. Una vez que conocemos nuestro lugar, les damos espacio a los otros para que también encuentren el suyo.

El famoso cabalista del siglo XIV conocido como el Arizal identificó “Amar a tu prójimo” como la intersección en la cual el destino del individuo se une al de la nación.

Todo comienza con darnos cuenta de que a pesar de que nuestro prójimo puede ser diferente, no está separado.

Somos una familia. Somos una tribu.

Nos paramos como una persona, con un solo corazón.

Somos parte de la misma unidad, conectados a la fuente de todo.

Y compartimos la misma meta de Tikun Olam, de llevar al mundo a su estado de perfección.

En el funeral, Rav Dov Zinger, director de la Ieshivá Mekor Jaim, que es donde estudiaban dos de los jóvenes, dijo que a pesar de que todos hemos escuchado el dicho “dos judíos, tres opiniones”, en realidad hay una línea más: “Dos judíos, tres opiniones…. pero un solo corazón”.

Tres vidas fueron cortadas de forma aterradora. Cada uno de nosotros está impactado, y cada uno de nosotros debe responder.

Aquí hay dos simples pasos para concretizar esta inspiración y hacer que se prolongue.

  • Estudia las “5 formas de construir unidad”.

  • Comprométete a decir cada mañana: Voy a esforzarme por cumplir con la mitzvá de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Haz que la unión que hemos logrado sirva como un mérito eterno para los tres jóvenes que unieron a nuestra nación: Gilad Mijael ben Ofir, Eyal ben Uri, y Yaakov Naftali ben Avi, Hy"d.

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