3 jóvenes israelíes secuestrados

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¿Cómo deben responder los judíos ante esta crisis?

No nos enteramos del secuestro por Internet. El viernes por la tarde, mi esposo estaba rezando la plegaria vespertina en una antigua sinagoga de nuestro barrio, en la ciudad vieja de Jerusalem. Quien dirigía las plegarias agregó los salmos 121 y 130 a la liturgia regular, como se acostumbra a hacer cuando se necesita con urgencia una dosis extra de misericordia divina. A continuación, mi esposo preguntó quién estaba enfermo, y entonces se enteró de las aterradoras noticias.

Tres estudiantes de Ieshivá habían sido secuestrados el jueves por la noche por terroristas árabes. Naftali Frenkel, 16, Gilad Shaar, 16, y Eyal Yifrach, 19, estaban estudiando en su Ieshivá en Gush Etzion, un área de poblados judíos y villas árabes que se ubica al sur de Jerusalem. Después que terminó la sesión de estudio nocturna, los jóvenes fueron vistos por última intentando pedir un aventón en un importante cruce del área. Uno de ellos utilizó su teléfono celular para llamar al número 100, el teléfono de la policía israelí, y se las ingenió para decir: “Nos secuestraron”. Luego se cortó la comunicación.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (F.D.I) lanzaron una intensiva búsqueda en Gush Etzion y Hebrón. También sellaron todas las entradas principales a Gaza en un intento de prevenir que se repita lo vivido con el secuestro de Gilad Shalit. Gilad fue retenido por terroristas de Hamas en un sótano de Gaza por cinco años, y luego fue intercambiado por mil terroristas que estaban prisioneros.

“Nuestros niños fueron secuestrados por una organización terrorista. No hay duda de ello”, dijo el Primer Ministro Benjamín Netanyahu en una declaración oficial. “Estamos en medio de una gran operación para localizar y traer de vuelta a los tres jóvenes estudiantes de Ieshivá. Hablé con sus padres y les dije que estamos haciendo todo lo posible y más para traer de vuelta a sus hijos, quienes también son nuestros hijos”.

El Primer Ministro Netanyahu le informó al embajador de Estados Unidos en Israel, Dan Schapiro, que uno de los jóvenes secuestrados era ciudadano estadounidense.

Mientras tanto, durante todo el día viernes hubo celebraciones en Gaza y en otras ciudades de la Autoridad Palestina. Un video mostraba a los residentes flameando banderas de Hamás y de la ANP y distribuyendo caramelos, al tiempo que se escuchaba una alegre música de fondo.

Le pedimos a todo Am Israel que recen por que los tres jóvenes desparecidos puedan volver a casa donde sus familias sanos y salvos.

A medida que se acercaba Shabat sin que hubiesen noticias sobre el paradero de los jóvenes, sus familias emitieron un comunicado al pueblo judío: “El encendido de las velas tiene el poder de traer salvación y les pedimos a todos, incluso a quienes no rezan regularmente, que recen por el éxito de las F.D.I. en la búsqueda de los jóvenes desaparecidos. Le pedimos a todo Am Israel que recen por que los tres jóvenes desparecidos puedan volver a casa donde sus familias sanos y salvos”.

La vida sin asumir cosas

Justamente el viernes por la mañana, después de que mi hijo se fue de casa para volver a su Ieshivá, me senté a doblar la ropa que había lavado y me puse a pensar en cuán bien se siente tener una vida llena de cosas que podemos asumir. Durante cuatro años, entre el 2000 y el 2004, mientras duró la Guerra del Terrorismo en la cual los terroristas árabes asesinaron a más de mil víctimas inocentes israelíes, vivíamos una vida en la que no podíamos asumir nada. Cuando nuestras hijas iban a la ciudad a comprar zapatos, no podíamos asumir que volverían a casa sanas y salvas. Cuando nuestros hijos se subían por la mañana al bus para ir a la escuela, no podíamos asumir que llegarían vivos a ella. Cuando nuestros esposos salían a trabajar, no podíamos asumir que los volveríamos a ver. Durante esos años, cada partida iba acompañada de un intenso rezo y cada regresó iba acompañado de un intenso agradecimiento.

Pero la Operación Escudo Defensivo limpió los nidos de terroristas, arrestando y encarcelando a miles de yihadistas cuyo sueño más deseado era asesinar judíos. Y lentamente nuestros buses, cafés y centros comerciales volvieron a ser lugares seguros. Lentamente volvimos a ser capaces de asumir cosas en nuestras vidas.

Seguramente el domingo pasado cuando Rajel Frankel, Bat Galim Shaar e Iris Yifrach besaron a sus hijos al despedirse de ellos cuando partían hacia su Ieshivá, asumieron que volverían a casa el jueves por la noche como lo hacían cada semana. Pero en lugar de eso, cayeron presas de un abismo de incertidumbre y temor, un remolino que es sentido por todo Israel.

Cuando se ponía el sol el viernes por la tarde y escoltaba la entrada de Shabat, la melancolía descendió sobre Israel. Como les había dicho el Primer Ministro a las familias de los jóvenes desaparecidos, “sus hijos también son nuestros hijos”.

Hice lo que pidieron las familias. Encendí mis velas de Shabat, recé por que los jóvenes volvieran sanos y salvos y luego me senté y recite salmos. Shabat se supone que debe ser un tiempo de trascendencia, de luz, alegría y paz. Hay muchas historias de grandes almas que experimentaron tragedias antes de Shabat o en Shabat mismo y no se permitieron a sí mismos estar de duelo sino hasta que el día hubiese acabado. Yo no estoy en su nivel. Mis pobres intentos de trascender por sobre la calamidad que se desarrollaba a mi alrededor fueron similares a los de un pájaro que intenta volar con las alas amarradas.

En el Kotel

Fuimos a cenar donde unos amigos acá en la ciudad vieja de Jerusalem. La conversación durante la cena giró obviamente en torno al secuestro. Entonces uno de los invitados anunció que los Grandes Rabinos de Israel habían solicitado que la gente fuera al Kotel a las 11:30 PM a rezar por los jóvenes.

Habían cientos de personas, de todas las ramas del espectro religioso.

A las 11:15 me encaminé junto a Leib, mi esposo, rumbo al Kotel con gran pesar en el corazón. Había tan sólo un puñado de personas en el área frente al histórico muro, el último resto del segundo Templo. “Es demasiado tarde y la gente está muy cansada”, pensé al tiempo que tomaba un libro de Salmos por quince minutos antes que una voz irrumpiera en el silencio. Cuando me di vuelta, me sorprendí al ver a cientos de personas allí, de todas las ramas del espectro religioso.

Un hombre alto con una kipá blanca, a quien apenas reconocí, nos guió en la recitación de los salmos. Él decía un versículo y nosotros lo repetíamos. El hombre rezaba con gran fervor y sentimiento. Sólo después de unos minutos entendí la profundidad de su empatía. Mi esposo se dio cuenta que se trataba de Rav Tuvia Lipshitz, cuyo hijo Yohai había sido asesinado en el ataque terrorista a la Ieshivá Mercaz HaRav hace seis años.

A mi lado estaba rezando Devori Franklin, una joven mujer de nuestro barrio. Su hermana mayor, Mijal, había sido asesinada en su último día de la secundaria por un terrorista suicida.

Ahí estábamos rezando, un pueblo destrozado y devastado, desgarrado por conflictos internos, atacado por nuestros enemigos y vilipendiados por las otras naciones. Las palabras de los salmos expresaban tanto nuestra angustia como nuestra fe. ¿Cuál de ellas prevalecería?

A medianoche, terminamos de decir el último salmo. Pensé que cerraríamos nuestros libros y cada uno se iría a su casa, pero en lugar de eso, la gente comenzó a cantar espontáneamente una conmovedora melodía, ajeinu kol Beit Israel…

Nuestros hermanos son toda la familia de Israel.
Quienes están sufriendo y quienes están en cautiverio,
Ya sea en el mar o en tierra seca.
Que Dios tenga misericordia por ellos,
Y que los traiga de vuelta de la aflicción al alivio,
De la oscuridad a la luz,
De la esclavitud a la liberación,
Ahora, rápidamente y prontamente,
Y digamos Amén.

La canción nos elevó a todos, y cuando terminó, la cantamos nuevamente. Y otra vez. Y otra vez. “Nuestros hermanos son toda la familia de Israel”. Mientras cantábamos, nos fuimos uniendo en una sola congregación de ávidas almas que le suplicaban a Dios por la salvación de tres jóvenes y 14 millones de judíos, “toda la familia de Israel”.

La canción de pronto se transformó en otra canción, una frase del Séder de Pésaj que se ha transformado en un himno popular:

Y ella es la que sostuvo a nuestros padres y a nosotros;
Pues no sólo uno se ha alzado contra nosotros para exterminarnos,
Sino que en cada generación se alzan sobre nosotros para exterminarnos,
Y el Santo, bendito sea, nos salva de sus manos.

La luna llena brillaba tras las piedras del Kotel mientras cientos de voces, fuertes y determinadas, se elevaban en crescendo.

Habíamos estado perdidos todo el día en un bosque de oscuridad y temor. Pero a medianoche, mientras la luna aclaraba el paisaje, nos encontramos unos a otros. En el mérito de los judíos a lo largo del mundo que se unen en plegaria, quiera Dios que encontremos pronto a nuestros hijos perdidos.

Por favor reza por el pronto y sano retorno de:

Yaakov Naftali ben Rajel Debora
Gilad Mijael ben Bat Galim
Eyal ben Iris Teshura

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