El Primero de los Caídos

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Conocí a Dvir en su funeral.

Los judíos alcanzan un gran nivel de unidad… en los funerales. Así, en el funeral de ayer en la noche del Sargento Dvir Emmanueloff, el primer soldado caído en la Guerra de Gaza, se presentó todo el espectro del pueblo judío. Hombres religiosos de sombrero negro con barba blanca junto a hombres (que sólo por la ocasión) usaban una Kipá sobre sus cabellos largos. Hombres jóvenes sollozando, soldados en uniforme esperando ser llamados al frente de batalla (un poco asustados), residentes de Guivat-Zeev (el suburbio de Jerusalem donde vivía Dvir) y veteranos que conocían el Monte Hertzel, Cementerio Nacional de Israel, demasiado bien. Todos habían venido a enterrar al soldado que había sido asesinado el día anterior en la mañana en la incursión terrestre de Israel en contra de los terroristas de Hamás.

Este soldado de 22 años de edad ha muerto para que nosotros podamos vivir seguros en nuestra tierra, sin ataques de nuestros enemigos.

La mayoría de los miles de deudos eran como yo y como mi esposo, no sabíamos de la existencia de Dvir hasta que vimos en Internet el anuncio de su muerte acompañado de una foto de un joven atractivo de una gran sonrisa. ¿Por qué salimos todos en esa fría noche de enero? ¿Porqué había una muerte en la familia? No, hay judíos que son enterrados todos los días. Más bien, salimos porque todos sabemos que este joven de 22 años murió por nosotros, para que podamos vivir seguros en nuestra tierra, sin ataques de nuestros enemigos.

Dvir no tenía que estar ahí con su excelente unidad de combate cuando se embarcaron a Gaza el sábado por la noche en un esfuerzo por detener los ataques con misiles a lo largo del borde sur de Israel. Él estaba en un curso de entrenamiento para oficiales y estaba exento de pelear la guerra. En la tarde del viernes llamó a su madre y le dijo que había optado por abandonar el curso para unirse a su unidad de infantería, reunida en el borde de Gaza esperando órdenes de ataque. "Mamá, tengo que luchar, tengo que estar ahí".

Dvir no amaba pelear; él amaba a la gente. Y amaba a los judíos del sur de Israel. Había estado en la ieshivá secundaria en el sur de Netivot, una pequeña ciudad que ahora se encontraba bajo ataque de misiles de largo alcance provenientes de Gaza. Dvir quería proteger a esas personas.

Conocí a Dvir a través de las elogias en su funeral. Un Rab que había sido su profesor en la secundaria habló. Él contó como este verano pasado en Tishá BeAv (el día de duelo por la destrucción de los dos Templos Sagrados), la unidad de Dvir tenía programado un arduo ejercicio de entrenamiento. Dvir no pudo contactar a su Rab para preguntarle si estaba exento del ayuno, entonces ayunó. Corriendo con equipos muy pesados en su espalda en un día caluroso de verano, sus amigos le imploraron que tomara agua, pero Dvir persistió en su ayuno hasta que un Rab militar le ordenó tomar.

La hermana mayor de Dvir, Hadasa, habló, o mejor dicho trato de hablar entre lágrimas. Ella describió a su hermano, quien era colaborador, entretenido, entusiasta y amoroso. Dvir había sido consejero de un grupo de jóvenes religiosos. Incluso después de entrar al ejército, Dvir llamaba a los jóvenes en sus cumpleaños para saludarlos. También les enviaba a cada uno de ellos, todos los años, una tarjeta de Rosh Hashaná.

Cada una de las personas que habló menciono la sonrisa constante de Dvir.

Mientras las elogias continuaban, la tragedia de la muerte de Dvir se hacía cada vez más profunda. El Rab de la familia recordaba como exactamente hace 2 años y 10 meses atrás, se había sentado en la cama de hospital del padre de Dvir y había visto el monitoreo de sus signos vitales hasta que se detuvieron. ¿Qué? Pensé yo. ¿Su madre enterró a su esposo hace menos de tres años atrás, y ahora está enterrando a su hijo?

Otro orador presentó sus condolencias a la Madre de Dvir y a sus tres hermanas. ¿Qué? Pensé yo. ¿Él es su único hijo hombre? ¿Su viuda madre está enterrando a su único hijo hombre? ¿Que estaba haciendo este niño arriesgando su vida en Gaza?

El amigo de toda su vida, Amijai Peretz, respondió a mi angustiosa pregunta. Amijai contó como él y Dvir habían perdido a sus padres poco antes de entrar al ejército. Dvir, en ese entonces el hombre de la casa, luchaba con la inquietud de seguir adelante o no con su sueño de pertenecer a una unidad de combate. Amijai había perdido no sólo a su padre sino que también a su hermano mayor, que fue asesinado en acción en el Líbano. Dvir fue a hablar con la madre de Amijai, él estaba conciente de que servir en una unidad de combate podía transformar a su propia madre en una victima similar de una doble tragedia. Al final, como explicó Amijai, "Dvir pensó que era importante defender al país y al pueblo judío".

"Dvir pensó que era importante defender al país y al pueblo judío"

Dvir no estaba combatiendo junto con su unidad de infantería en Gaza porque era inconciente del peligro. Él combatió a pesar del peligro. Él estaba arriesgando su vida porque creía en algo más importante que su propia vida; defender la vida de otros judíos.

En dos de las elogias se mencionó que el día sábado en la noche, horas antes de morir, Dvir había recitado la bendición de la luna. Esta bendición mensual es recitada el sábado a la noche, después de que la luna, habiendo desaparecido en la oscuridad, nuevamente reaparece para transformarse en clara y visible luz creciente. Nuestra tradición compara al pueblo judío con la luna; nuestra fortuna ha crecido y decrecido a través de la historia.

Hoy día en Israel estamos rodeados de oscuridad; la creciente ola del radicalismo islámico nos amenaza, la bomba atómica está siendo preparada por Irán para destruirnos, la censura internacional cuando sea que nos atrevemos a defendernos, la decreciente identificación del pueblo judío con el destino de Israel, nuestra propia corrupción y confusión, y la crisis financiera que ha devastado la caridad judía, dejando a un tercio de los niños israelíes en la pobreza y el hambre.

Pero todo lo que necesita un judío para recitar la bendición de la luna es ver un pequeño rayo de luz. La vida de Dvir Emmanueloff y los miles de soldados como él, que arriesgan sus vidas en Gaza por el bien de la nación judía, son nuestro rayo de luz. Que sean bendecidos.

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