¡Recuerda tu Patrimonio!

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Cómo sobreviví en la Hungría de los tiempos de Guerra pretendiendo ser no judía.

Yo nací en Berettyoufalu, Hungría, en una familia de dinastía rabínica. El bisabuelo de mi padre, el Rabino Shmuel Frankel, era considerado uno de los rabinos más importantes de Hungría en el siglo 19. Mi padre era el rabino en una aldea llamada Zsaka. .

Cuando mis hermanos y yo crecimos un poco, nuestra familia se mudó a una ciudad cercana, Debrecen, que tenía mejores escuelas.

En 1941, me casé con Shimon Friedman, un descendiente de una familia prominente. Él fue reclutado para el ejército húngaro inmediatamente después de nuestra boda, en el medio de la celebración de nuestro Sheva Brajot. Cuando le llegó la noticia del reclutamiento, yo le rogué que se escondiera. Yo estaba dispuesta a esconderme con él en un maizal, pero él estaba asustado y se rehusó a hacerlo. Se lo llevaron a un campo de trabajos forzados en Ucrania.

Yo recibí pocas cartas de él, pero percibía que las cartas estaban escritas bajo la presión y estricta censura de sus captores. Igualmente, era un signo de vida y un rayo de esperanza de que algún día volvería. Cuando pasaban días y semanas sin recibir una carta, yo estaba llena de preocupación y desesperación. Luego, de pronto, una carta llegaba, situándome nuevamente dentro del ciclo de fluctuación entre esperanza y desesperación.

Al final de 1942, las cartas frenaron completamente. Yo estaba absolutamente devastada. Shimon y yo habíamos estado juntos como una pareja casada por unos pocos días, mientras yo todavía era una adolescente. Y a medida que los años pasaban, yo me volvía loca, sin prueba de si él estaba vivo o no.

Mi padre me despertó en la mañana temprano y me dijo: "Esther, tienes que esconderte".

En la mañana del 16 de abril de 1944, mi padre me despertó en la mañana temprano, y con una voz atragantada por la emoción, dijo: "Esther, siempre has confiado en mí. Es un momento oscuro para el pueblo judío. Tienes que esconderte. Toma el próximo tren a Szbadka, una pequeña ciudad en Hungría, y trata de establecerte en un departamento como una no judía. Luego enviaremos a tu hermano Yidel, y posiblemente a algunos otros miembros de la familia. Por favor cuida de Yidel para que al menos dos miembros de nuestra familia sobrevivan. Y principalmente, recuerda que eres judía. ¡Recuerda tu patrimonio! Cuida todas las mitzvot lo mejor que puedas dadas las circunstancias".

Los dos lloramos mientras yo dejaba la casa en las horas anteriores al amanecer para tomar el tren a Szabadka. Sabíamos que esa podía ser la última vez que nos veíamos. Desafortunadamente, así fue.

En el tren, traté de mantener la compostura y contener las lágrimas. Era difícil para mí, siendo una mujer joven viajando sola, hacia una ciudad desconocida, sin contactos ni destino real. Mi padre me había dado dinero que me podía sustentar por un tiempo, pero no por mucho.

Cuando llegué a Szabadka, me registré en un hotel por la noche. Al día siguiente, fui a buscar trabajo y departamento. Yo era muy ágil con las manos, y pude encontrar trabajo entrelazando pelo de conejos. También pude conseguir un cuarto para vivir.

Reunión de Hermanos

Pasaron meses. Un día vi una cara familiar en la calle. Pasamos uno al lado del otro y después nos dimos vuelta. ¡Era mi hermano Yidel! Era difícil reconocerlo con su inusual sombrero del ejército. Él me contó acerca de sus experiencias difíciles, como haberse escondido en un árbol por dos días sin comida. En Szabadka, había sobrevivido utilizando un documento de identidad no judía que había encontrado y que había sido guardado por mi padre para "momentos difíciles". Mi madre había sacado a Yidel del gueto, a través de un agujero que ella cavó bajo la reja. Me dijo la mala noticia de que mi padre había sido arrestado y enviado a un campo de trabajos forzados.

(Más tarde, mi madre intentó utilizar el mismo plan de escape con mi hermano menor Simjá, que en ese momento tenía 14 años. Sin embargo, fue capturado, golpeado, y devuelto al gueto).

Nos dividimos, para que si uno de los dos era atrapado, el otro sobreviviera.

Después de darle a Yidel algo de comida, y dejarlo dormir en mi departamento, fuimos a buscar un cuarto para él. Mi padre nos había instruido hacer esto, para que si uno de los dos era atrapado, el otro tuviera posibilidades de sobrevivir.

Con providencia Divina, mi jefe en el trabajo me preguntó si conocía a alguien que pudiera ayudar con el trabajo de entrelazado porque uno de los dos trabajadores se había enfermado. Sugerí inmediatamente a Yidel. Además del ingreso adicional, era importante que no fuera visto vagando sin trabajo. Yidel no tenía papeles para trabajar, por lo que fui a la policía para conseguirle los documentos apropiados. Era más seguro para una mujer estar en las calles, porque los hombres judíos a menudo eran detenidos y eran examinados por la "señal física" de ser judío.

Durante este período, Yidel no tenía Talit ni Tefilin, pero se escondía en un armario para rezar llorando. Él era un joven adolescente, con una madurez muy grande en relación a su edad. Él se preocupaba por sus padres y por sus hermanos, y nunca dejaba de rezar por ellos.

Tarde en las noches mientras estaba acostada despierta, débil y fatigada por mi estilo de vida clandestino, a veces escuchaba los trenes con cargamento humano acelerando en las vías cercanas. Hasta podía oír los llantos angustiados de niños y adultos, atiborrados en los coches de carga, casi sin aire ni agua. Ríos de lágrimas fluían en esos trenes, y en mi pequeño cuarto en Szabadke, yo me unía a sus llantos y plegarias.

Luchando por Sobrevivir

Debido a que Yidel estaba siempre rezando y estudiando Torá de memoria, y nunca socializaba, su casero sospechó que era judío. Un día, cuando Yidel volvió del trabajo, su casero le preguntó por sorpresa: "¿Qué estás haciendo aquí todavía? La policía te está buscando". Nos dimos cuenta de que el casero era un informante, y decidimos dejar Szabadka inmediatamente.

En el medio de la noche, huimos de la ciudad, y nos escondimos en un bosque lejano. Las palabras de despedida de mi padre sonaban fuerte en mis oídos: "Cuida de Yidel, para que al menos dos miembros de la familia puedan sobrevivir".

Estábamos asustadísimos en el bosque, podían atraparnos y enviarnos a nuestra muerte. Nos sentimos como animales siendo cazados, luchando por sobrevivir. Rezamos y lloramos hasta que vimos la primera luz del día. Caminamos hacia otra ciudad, y tomamos trenes de manera indirecta para llegar hasta nuestro destino: Budapest. Teníamos entendido por los reportes de la radio y los periódicos que el "malvado decreto" no incluía, al menos por el momento, a los judíos de Budapest.

Cuando llegamos a Budapest, fuimos a la casa de unos conocidos de la familia, el señor y la señora Mandel. Sin decir una palabra, nos alimentaron y nos dieron camas en donde dormir. Cuando nos despertamos, fuimos a buscar cuartos para alquilar en la sección no judía de la ciudad. Encontramos cuartos, y nos asentamos.

Salvando a la Familia Frank

Yidel era muy atrevido y a menudo trepaba las paredes del gueto judío para proveer comida a familias necesitadas. Esto involucraba arriesgar su vida.

Un día se anuncio un decreto en el gueto, que todos los judíos físicamente sanos entre las edades de 18 y 40 debían reportarse para "reubicación" (Esto típicamente significaba trabajos forzados o cámara de gas). Cuando Yidel escuchó esto, se trepó hacia el gueto y fue a hablar con Edith Frank, cuya familia habíamos conocido desde antes de la guerra. Ella le dijo que estaban planeando cooperar y ser deportados. Yidel estaba horrorizado: "¡No se están reportando para deportación! Esto es una sentencia de muerte. Hoy, yo vendré a la medianoche y los ayudaré a escapar".

Edith estaba plagada de dudas: "Aun si podemos superar los obstáculos físicos del escape, ¿en dónde encontraremos refugio?". Pero igual el deseo de vivir tomó su decisión: "¡No iremos como ovejas a la matanza, al menos trataremos de escapar!".

Yidel sobornó al guardia con algo de whisky, y todos treparon la reja.

Llegó la noche, se hizo oscuro y Yidel mantuvo su promesa y llegó. Este no sería un plan de escape fácil, había 17 miembros en la familia Frank, adultos, niños y bebés también. Yidel sobornó al guardia con algo de whisky. La familia Frank se arrancó sus estrellas amarillas, y tomaron sus documentos falsos que habían preparado.

La parte difícil era que todos tenían que trepar la puerta y saltar de una gran altura, sin hacer ningún ruido. Yidel tomó al bebé en sus brazos y trepó la puerta. Mientras trepaba, el guardia borracho comenzó a gritar: "¿Quién está allí? Yidel se quedó congelado en su lugar, hasta que el guardia eventualmente se calmó y volvió adentro. El milagro real fue que el bebé no hizo ningún sonido.

Yidel sacó a la familia Frank a cambio de whisky y los trajo a mi pequeño cuarto rentado. Como yo estaba disfrazada como no judía, y mi casera alemana no tenía idea de que yo era judía, esto era un riesgo tremendo para mi vida. Pero mi casera había salido por la noche para visitar parientes. A excepción de esa noche crucial, ella raramente dejaba su departamento para pasar la noche en otro lugar.

La familia Frank, los 17, se las arreglaron para entrar en mi pequeño cuarto, con gente durmiendo arriba y debajo de la mesa y de la cama. Era muy aterrador. Estábamos preocupados principalmente de que el bebé no alertara a los vecinos con su llanto.

A la mañana siguiente, la familia se dividió y fuimos a buscar un departamento. Pero a pesar de todo el cuidado que tuvimos para ocultar su presencia, mi casera llegó a casa y encontró un par de flecos de tzitzit olvidados por uno de los niños. Ella me confrontó en un tono acusador: "¿Qué es esto?".

Durante esos tiempos desafiantes y peligrosos, yo aprendí a responder de manera rápida y clara, y sin emoción ni temor. "Nunca he visto eso", dije. "¿Para qué se usa?". Ella estaba convencida de que no tenía nada que ver conmigo.

Mi casera era una antisemita despiadada. Ella maldecía y degradaba constantemente al pueblo judío. Yo tenía que escuchar todo eso sin responder. Hasta se jactaba de las fiestas que brindaba para soldados alemanes en un restaurante local. Todos los domingos, yo desaparecía de la casa, simulando estar en la iglesia. Ella hacía mi vida miserable, controlando cada uno de mis movimientos. Pero ella estaba convencida de que yo no era judía.

(Después de que terminó la guerra, yo me preocupé de visitarla. Le dije que era judía, y cuanto despreciaba su comportamiento desdeñable. Cuando ella escuchó esto, casi se desmayó, pero no dijo ni una palabra).

Una Casa Segura

Después de un tiempo, cuando empezó a resultarme muy difícil escuchar todos los comentarios antisemitas de mi casera, me mudé a un edificio que se utilizaba como un hogar seguro para judíos. Era una fábrica de vidrio que le pertenecía a un judío adinerado, Arthur Weiss, quien sacrificó su vida para establecer este hogar seguro. El señor Weiss ofreció un gran soborno, y su propia vida, a cambio de los miles de judíos que ayudó a salvar. Él fue capturado por la SS, y desafortunadamente nunca volvió. Bendita sea su memoria.

Algunos activistas pudieron obtener protección diplomática suiza para el edificio y sus ocupantes. La comida era distribuida con mucha moderación. La higiene era atroz. Todos estaban llenos de piojos. Había dos baños provisorios. Y aun así, judíos de todos lados estaban constantemente implorando para entrar a este hogar seguro. Cuando las condiciones se tornaron insoportables, el edificio contiguo también fue rentado.

Nosotros nos quedamos en la "casa de vidrio segura" hasta la liberación de Budapest por los rusos en enero de 1945.

Después de la guerra, Yidel y yo decidimos ir a casa a Debrecen, para ver si otros miembros de la familia habían sobrevivido. No teníamos dinero para viajar. Yidel nos consiguió pasajes en un tren ofreciéndose para ayudar a poner carbón en la máquina con una pala.

Cuando llegamos a casa, nos dimos cuenta de la magnitud de la tragedia. De nuestra familia, no había otros sobrevivientes. Nos enteramos que mi madre y hermanos habían sido transportados a Auschwitz, en donde todos fueron asesinados.

Yidel y yo estábamos solos en el mundo. Formamos un hogar allí, y nos ganamos la vida comprando y vendiendo joyería.

Durante todos esos años, nunca supe cuál había sido el destino de mi marido.

Pasaron unos meses y mi primo Mendel Waldman vino de visita, en busca de parientes. Salimos por un corto tiempo, y decidimos casarnos. Pero, para casarnos (de acuerdo a la ley judía), debíamos tener alguna evidencia de que nuestras parejas anteriores habían muerto. Habían pasado más de dos años desde la última información que había recibido de mi marido Shimon. Fue en ese momento que un testigo reveló que en 1943 él había sido quemado vivo en un granero. Durante todos esos años, nunca supe su destino. Ahora, en base a esta información, yo podía volver a casarme.

Después de mi casamiento con Mendel, nos mudamos a Francia, en donde nació nuestro primer hijo. Unos pocos meses después recibimos finalmente nuestras visas para ingresar a los Estados Unidos.

Gracias a Dios, Mendel y yo pudimos reconstruir nuestras vidas, y tenemos una hermosa familia con hijos, nietos y bisnietos, en la que todos siguen los pasos de nuestros padres, con exactamente el mismo espíritu de las palabras de despedida de mi padre: "¡Recuerda tu patrimonio!".

Después de la guerra, la familia Frank se mudó a Israel y a Nueva York. Muchos de ellos aún están vivos. Los que están en Nueva York se mantuvieron en contacto conmigo, y a menudo nos encontramos en el vecindario y nos reunimos en celebraciones familiares.

El año pasado, cuando visité Israel, tuve una reunión (después de 63 años) con algunos de los miembros más jóvenes de la familia Frank. Juntos recapitulamos los eventos de esa crucial y fatídica estadía en mi departamento. Ellos me dijeron como estarían eternamente agradecidos por haber salvado sus vidas.

Mi hermano, el rabino Yidel Frankel, tuvo una vida productiva continuando su camino de auto-sacrificio para salvar a otros. Por muchos años, fue la mano derecha del Rebe de Klausenburger. Yidel también construyó el shul Imrei-Sefer en el barrio de Har Nof en Jerusalem, y estableció varias instituciones de estudio de Torá. Él falleció durante Januca en 2005, bendita sea su memoria.

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