6 notables enfermeras judías y sus increíbles contribuciones

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Estas enfermeras judías hicieron que el mundo sea un lugar mejor.

Las mujeres judías tienen una larga y distinguida historia en el campo de la enfermería, desde la antigüedad hasta la actualidad. Aquí hay seis notables enfermeras judías y sus increíbles contribuciones.

Shifra y Puá

Cada Pésaj, relatamos la historia del escape del pueblo judío de la terrible esclavitud en Egipto. En un momento los judíos fueron tolerados como huéspedes en Egipto, incluso fueron bien recibidos, pero después asumió un nuevo faraón que los esclavizó y quiso borrar para siempre su singular forma de vida.

Los judíos desafiaron las expectativas del faraón y continuaron construyendo familias judías. Entonces el faraón encontró una forma todavía más severa de poner fin a la vida judía: decretó que todos los bebés varones debían ser arrojados al río Nilo apenas nacían. Los egipcios reverenciaban al faraón como si fuera un dios vivo; su palabra era la ley absoluta. Sin embargo, a pesar del terrible peligro que implicaba desafiar sus órdenes, Shifra y Puá se resistieron a cumplirlas.

El Midrash relata que cuando una mujer judía estaba a punto de dar a luz, Shifra y Puá corrían a su lado para ayudarla en el parto y mantenían en secreto el nacimiento de un nuevo bebé judío. Cuando los oficiales egipcios las cuestionaron sobre sus movimientos clandestinos, Shifra y Puá ocultaron sus actividades y mantuvieron en secreto la identidad de los bebés varones que habían visto nacer.

La tradición judía explica que en realidad Shifra y Puá eran Iojeved y Miriam, la madre y la hermana de Moshé. Rashi explica que “Shifra” viene de la palabra que significa “mejorar” y se refiere a que Iojeved, la madre de Moshé, limpiaba y cuidaba a los bebés judíos cuando nacían. “Puá” se refiere a los arrullos que Miriam hacía para calmar a los recién nacidos en los primeros momentos de sus vidas (que sonaban como puá) (Rashi, Éxodo 1:15).

Marat Yuská

En la Europa Medieval, las mujeres judías a veces trabajaban como consejeras médicas. Una de estas primigenias enfermeras o curadoras fue Marat Yuská, una mujer judía que vivió en el siglo XIII en las florecientes comunidades judías al norte de Alemania. Ella era especialista en problemas oculares. Pese al paso del tiempo, sobrevivió su detallada descripción de la manera en que preparaba la medicina para curar los ojos enrojecidos, y eso nos permite entender lo que era la medicina en la Edad Media.

“Tomar calamina que es similar a una piedra blanca… y quemarla. Sacarla con tenazas y colocarla en un frasco con vinagre fuerte…”. Aunque este consejo médico se opone al conocimiento actual de medicina, la prescripción de Marat Yuská se utilizó durante muchos años para tratar los ojos rojos y la nubosidad de la córnea.

Phoebe Yates Levi Pember

Si bien Florence Nightingale, la gran enfermera de los campos de batalla, a menudo es considerada la fundadora de la enfermería moderna por su atención a los soldados heridos durante la Guerra de Crimea de 1853-1856, menos de una década más tarde Phoebe Yates Levy Pember, una mujer judía de Charleston, Carolina del Sur, también ayudó a establecer la enfermería moderna cuando supervisó la atención de los soldados heridos en la Guerra Civil en lo que fue el mayor hospital militar del mundo.

Phoebe Yates Levy nació en 1823, tres años después que Florence Nightingale, y creció en una adinerada familia judía en Carolina del Sur y en Georgia. En 1862, cuando comenzó la Guerra Civil Norteamericana, ella se convirtió en la matrona principal del hospital Chimborazo en Rischmond, Virginia. Trabajó allí durante toda la Guerra Civil, supervisando la atención de más de 76.000 soldados confederados y revolucionando la forma en que los soldados eran asistidos.

Los cirujanos del ejército trataban las heridas de los soldados y Phoebe estaba a cargo de asegurar su comodidad, de asistir a sus necesidades emocionales y asegurar la compra de los suministros necesarios, cocinar miles de porciones cada día y dirigir un masivo hospital militar. Ella pasó innumerables horas con sus pacientes, jugando a las cartas con los soldados que se estaban recuperando, sentada al lado de los enfermos cuando sufrían, escribiendo cartas para los seres queridos de los heridos y rezando con los hombres que estaban a su cargo.

Phoebe escribió sobre sus experiencias como enfermera en tiempos de guerra en su autobiografía La historia de una mujer del Sur, publicada en 1879. Ella describe su primer día en el trabajo, cuando debió enfrentarse con hombres gravemente enfermos y preparar rápidamente comidas contando con una pequeña cocina mal equipada. Al parecer ella acudió a sus raíces culinarias judías, recurriendo a los alimentos que le brindaban confort cuando era pequeña. “Aparecieron unas hornallas, muy pequeñas y oxidadas, adecuadas para cocinar para una familia de seis personas. En la lista de las personas para quien la matrona debía cocinar había aproximadamente seiscientos hombres, los que estaban más enfermos y a quienes debía alimentarse con la comida que salía de mi cocina… En ese momento mi mente apenas podía pensar por la oscuridad que enfrentaba respecto a mis deberes especiales, pero entonces se me presentó un fantasma mental: sopa de pollo”.

Además de cuidar a los hombres de su hospital, Phoebe siempre estaba atenta a los ladrones que trataban de apoderarse de los suministros del hospital. Ella tenía en su oficina un revólver que usó en más de una ocasión para asustar a los posibles atacantes. En un pasaje de su libro ella describe cómo un ladrón “avanzó hacia (los suministros) y yo hice lo mismo… Me interpuse entre él y el objeto de sus deseos. Su rostro estalló de furia, me tomó con fuerza del hombro y me dijo una palabra que una mujer decente casi nunca escucha…” Phoebe describe que le mostró su arma: “Mejor que te vayas, le dije con calma… porque si una bala falla hay otras cinco preparadas y la habitación es demasiado pequeña para que incluso una mujer pueda fallar seis veces”. El ladrón huyó de inmediato.

Hanna Sandusky

Hanna Sandusky nació en 1827 en Kovno, Lituania, en una familia dedicada a la medicina. Su madre era partera y Hanna siguió sus pasos. Ella se casó con Louis Sandusky y se fue a vivir en Pittsburg en 1861, donde ejerció como enfermera y partera voluntaria en la Asociación de Ayuda de Mujeres Hebreas. Hanna era una mujer recta y devota que vivió una vida de servicio. Ella nunca cobró para ayudar en los partos y también buscó otras formas de ayudar a la gente. Además de la enfermería, cosía voluntariamente mortajas para la sociedad de entierros judíos y también actuaba como casamentera. Hanna tuvo siete hijos y fue muy activa en la Congregación Beth HaMidrash HaGadol en Pittsburg, que ella y su esposo ayudaron a fundar.

Hanna a veces ayudaba a un médico local en los partos que eran especialmente complicados, y él luego envió a Hanna y a su hijo a Alemania para que el hijo pudiera consultar a un famoso especialista ocular sobre un problema médico que tenía. Mientras su hijo se sometía a un tratamiento médico en Alemania, Hanna Sandusky estudió formalmente enfermería y se convirtió en una partera diplomada. Al regresar a Pittsburgh abrió un consultorio en la ciudad donde asistió a los pobres inmigrantes judíos que llegaban a Pittsburgh desde Europa Oriental y también trabajó con la comunidad negra.

Conocida como “Bobe (abuela) Hanna”, ella era un personaje querido del barrio. Usaba un bonete negro y una capa y siempre tenía en sus bolsillos caramelos para los niños. “Mi madre me contó que cuando venía Bobe Hanna corría a preparar café caliente porque ella era nuestra invitada de honor”, explicó Itta Meyers Katz en una entrevista sobre Hanna Sandusky. Hanna sólo se jubiló en 1909, a los 82 años, tras haber traído al mundo 3.571 bebés.

Florence Greenberg

Florence Greenberg es conocida en Inglaterra como una decana de los libros de cocina. Sin embargo ella también tuvo una carrera estelar, aunque poco conocida, como enfermera durante la Primera Guerra Mundial.

Florence Oppenheimer nació en Londres en 1882 y estaba decidida a ser enfermera, pero su padre se negó a darle permiso porque consideró que no era una carrera adecuada para una jovencita. A los 29 años, Florence pensó que muy pronto sería demasiado grande para que la aceptaran en la escuela de enfermería y volvió a pedir permiso a su padre, quien eventualmente se lo permitió y así se inscribió en la escuela de enfermería.

Florence se graduó en 1911 y muy pronto se vio involucrada como enfermera cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Florence trabajó en varios barcos hospitales asistiendo a los heridos británicos en la costa de Egipto y Turquía. Constantemente escuchaban los bombardeos y corrían riesgo de ser torpedeados por los botes alemanes. Florence le escribió a una amiga que finalmente había entendido lo que realmente implicaba la guerra. Un pequeño equipo médico de 10 personas atendía a 1.800 pacientes. Las condiciones a bordo eran difíciles, y las amistades se volvieron intensas. Florence recibió por lo menos una propuesta matrimonial de un médico de a bordo, pero se negó explicándole que ella era judía y que nunca consideraría casarse fuera de su fe.

Florence trabajó en el Medio Oriente, incluso trabajó como enfermera militar en el hospital británico de El Cairo, y pasó un tiempo en la Tierra de Israel antes de regresar a Londres. Por su servicio durante la guerra recibió una mención de honor de Winston Churchill, Secretario de Estado de Gran Bretaña durante la guerra.

Al regresar a la vida civil, Florence se casó en 1920 con Leopold J. Greenberg, un viudo de 58 años que era el editor del periódico judío británico Jewish Chronicle. Además de ser una talentosa enfermera, Florence era una cocinera fabulosa y Leopold la alentó a escribir en el periódico una columna de cocina. Eventualmente Florence escribió muchos importantes libros de cocina, entre ellos Florence Greenberg’s Cookery Book, que fue un clásico en las cocinas judías de Inglaterra. Ella mantuvo también su interés en la enfermería, fue miembro fundador del Hospital Judío de Londres y ayudó al establecimiento de una residencia para enfermeras anexa al hospital.

Selma Mair

Selma Mair transformó la enfermería en Jerusalem al introducir elevados niveles médicos al naciente estado judío y dedicando su vida a ayudar tanto a judíos como a no judíos en la Tierra de Israel. Ella era una devota judía ortodoxa que dedicó su vida a ayudar a los demás. Nació en 1884 en Hanover, Alemania, y su vida estuvo teñida por la tragedia. Su madre murió en un parto cuando Selma tenía sólo cinco años. Esta terrible pérdida impulsó a Selda a desear ayudar a los demás y a aprender todo lo que fuera posible sobre medicina. Ella fue una de las primeras mujeres que asistió a la escuela de enfermería en Alemania. En 1913 ella y otra enfermera fueron las primeras enfermeras judías diplomadas de Alemania.

Al principio Selma trabajó en el Hospital Salomón Heine en Hamburgo, cubriendo diversos departamentos. Buscaban mucho sus servicios profesionales y tenía que elegir sus trabajos. Sin embargo, en 1916 decidió partir para siempre de Alemania cuando fue reclutada por el gran médico judío alemán, Dr. Moshé Wallach. Dr. Wallach era un ardiente sionista que había fundado el Hospital Shaarei Tzedek, un hospital judío ortodoxo en las afueras de la Ciudad Vieja de Jerusalem. Él regresó a Alemania a buscar un profesional que pudiera ayudarlo a llevar la medicina moderna al Medio Oriente. Dr. Wallach se impresionó con Selma Mair y la contrató como jefa de enfermeras y matrona de Shaarei Tzedek.

De inmediato Selma impuso un orden riguroso y elevados niveles a la enfermería de Shaarei Tzedek. Ella entrenó a generaciones de enfermeras y parteras. También actuó como directora del hospital cuando este creció y supervisó el edificio y el equipamiento además de asegurar que las cocinas del hospital adhirieran a los más altos niveles de kashrut. Cuando el Dr. Wallach operaba, Selma Mair era su asistente. Los pacientes llegaban a consultarla desde todos los puntos de la ciudad. En los días que “Shvester Selma” (la enfermera Selma) tenía consultas, la línea de pacientes que esperaban su atención a veces daba la vuelta a toda la cuadra. Selma supervisó la atención de muchos judíos que resultaron heridos durante los pogromos árabes en Jevrón en 1929, y coordinó la atención a las víctimas de polio durante las epidemias periódicas en Jerusalem.

En 1936 Selma fundó la escuela de enfermería de Shaarei Tzedek y dictó todas las clases prácticas de enfermería. Uno de los objetivos expresos de la escuela era brindar un lugar para las mujeres judías que escapaban de la Alemania nazi y que pudieran aprender un oficio en la Tierra de Israel. Al darles un lugar para estudiar y vivir, Selma Mair y Shaarei Tzedek salvaron las vidas de una generación de jóvenes enfermeras judías.

Aunque nunca se casó, Selma Mair adoptó muchos hijos. Ella trabajó en Shaarei Tzedek durante sesenta y ocho años, hasta que falleció cuando tenía cien años.

Hoy, estas valientes enfermeras judías se ven acompañadas por innumerables enfermeras en las primeras líneas en la lucha contra la pandemia de COVID-19. Ellas son heroínas y les debemos nuestro agradecimiento y apoyo.

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