7 mujeres judías extraordinarias

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En la historia judía abundan la mujeres fuertes que aseguraron la supervivencia del pueblo judío.

Aquí hay siete mujeres destacables cuyos legados nos continúan influyendo hasta el día de hoy.

La Reina Ester

La Reina Ester, la famosa heroína de la historia de Purim, era una huérfana judía a quien el rey Ajashverosh eligió para ser su esposa cuando gobernaba sobre un imperio poderoso con su centro en la antigua Persia. Cuando Hamán, el malvado ministro del rey, propuso matar a los judíos, Ester intervino y arriesgó su vida para suplicarle al rey piedad por su pueblo.

Hay muchas cosas que no se saben sobre la Reina Ester. Por ejemplo, que su nombre no era Ester, sino Hadasa, pero ella adoptó un nombre que sonara más persa para su imagen pública. Cuando Ester fue elegida reina, ella pensó que lo más prudente era revelar lo mínimo posible sobre sí misma. Su nuevo esposo era brutal y no hacía mucho tiempo que había asesinado a su primera esposa, Vashti. Sin embargo Ester, sola en el palacio, nunca olvidó quién era.

La tradición judía enseña que Ester sólo comió semillas y legumbres, cocidas en su propia cocina privada, por lo que nunca transgredió las leyes de los alimentos kasher. En secreto ella contaba los días para saber cada semana cuándo era Shabat.

Quizás fue esta férrea determinación lo que le dio a Ester el coraje para confrontar al Rey Ajashverosh después de que él firmara una orden para asesinar a todos los judíos del reino. Ester acudió a su comunidad fuera de las murallas del palacio y pidió que todos los judíos ayunaran y rezaran pidiendo que ella tuviera éxito. Luego juntó coraje y se arriesgó a despertar la ira del rey y a una muerte casi segura al entrar a su recámara sin haber sido llamada. Avadti, avadti, le dijo Ester a su tío Mordejai: Si muero, moriré. Ester sabía que hay cosas por las que vale la pena arriesgarlo todo.

Sara Schenirer

Sara Schenirer nació en 1883 en Cracovia, Polonia, en una familia judía jasídica. En esa época los niños judíos aprendían sobre su religión en escuelas judías especiales, y las niñas asistían a las escuelas públicas y en el hogar recibían educación judía a través de sus padres. Este modelo había funcionado en las generaciones previas, pero Sara Schenirer vio que las niñas judías se estaban volviendo completamente ignorantes sobre los temas judíos y comenzaban a asimilarse. Ella vio emerger una crisis.

Sara misma dejó la escuela a los 13 años y se convirtió en modista. A diferencia de muchas de sus pares, ella continuó leyendo libros judíos y formándose a sí misma respecto al judaísmo y el pensamiento judío. Cuando las jovencitas iban a encargarle nuevas prendas y a medirse la ropa que ella cosía, Sara comenzó a desear poder mostrarles la belleza de su herencia. Las niñas mayores simplemente se burlaron de ella, por lo que Sara decidió comenzar a educar a las niñas pequeñas y soñó con abrir una escuela judía para niñas.

Ella fue a visitar al Rebe de Belz, el líder espiritual de la comunidad de Sara, para pedirle su bendición. Muchos pensaron que fracasaría: ella estaba divorciada y no tenía hijos, además proponía un cambio radical que ni siquiera los mayores líderes judíos de la época habían logrado hacer. Sin embargo, el Rebe le dijo dos palabras muy poderosas: berajá vehatzlajá, bendiciones y éxito. En 1917 Sara Schenirer abrió una escuela con 25 alumnas a la que llamó Beit Iaakov.

Muy pronto otros pueblos comenzaron a ponerse en contacto con Sara y a pedirle que abriera allí otras escuelas Beit Iaakov para niñas. En 1937, dos años después del fallecimiento de Sara Schenirer, había 248 Beit Iaakov en donde se educaba a 35.000 niñas. Hoy Beit Iaakov continúa floreciendo en todo el mundo. Sólo en Israel hay más de 100 escuelas Beit Iaakov con más de 15.000 alumnas y Sara Schenirer es universalmente reconocida como una educadora visionaria que salvó al pueblo judío.

Jana Senesh

Jana Senesh nació en 1921 en Budapest, en una familia judía asimilada. Desde pequeña Jana se sintió atraída hacia el sionismo y las actividades del grupo juvenil sionista. Cuando tenía 18 años hizo aliá (se fue a vivir a lo que pronto sería el estado de Israel) y se asentó en el kibutz Sedot Iam, donde escribió poesías y tuvo un rol importante en la vida del kibutz.

En 1943, cuando ardía la Segunda Guerra Mundial, Jana se ofreció como voluntaria para el Ejército Británico, donde le presentaron una propuesta difícil: ¿acaso ella estaba dispuesta a bajar en paracaídas sobre la Europa ocupada por los nazis para ayudar en los esfuerzos aliados por organizar los movimientos de resistencia locales contra los nazis? Jana aceptó hacerlo y se convirtió en uno de los 33 soldados elegidos para esa misión ultra secreta y peligrosa. En marzo de 1944 ella bajó en Yugoeslavia, bajo dominio nazi, donde luchó con las tropas de resistencia de Tito durante tres meses. Luego cruzó la frontera hacia su tierra nativa, Hungría, donde la atraparon.

La policía húngara la torturó cruelmente durante varios meses, pero Jana se negó a dar detalles sobre su misión. El 7 de noviembre de 1944, a los 23 años, Jana fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento. Ella se negó a aceptar que le vendaran los ojos y en cambio prefirió mirar a sus asesinos.

Después de su muerte, encontraron en su celda el siguiente poema:

Uno, dos… Dos metros y medio
os pasos para cruzar, el resto es oscuridad…
La vida es un signo de interrogación transitorio
Una, dos… quizás otra semana
O el próximo mes pueda encontrarme aún aquí
Pero siento que la muerte está muy cerca
Podría cumplir 23 años en julio
Aposté a lo más importante, tiraron los dados. Yo perdí.

En 1950 los restos de Jana Senesh fueron transportados a Israel y fue enterrada en el Monte Herzl. Muchos de sus poemas, así como su diario, forman parte de la literatura hebrea clásica.

Dulcea de Worms

Gran parte de lo que sabemos sobre Dulcea, una mujer judía que vivió en la Edad Media en la ciudad alemana de Worms, se debe a la poesía de su esposo, Rav Eleazar ben Iehudá de Worms (1165-1230). Sus logros y sus cualidades transmiten la imagen de una destacada líder comunitaria, que encabezaba una floreciente comunidad judía sobre el marco del reino de terror de las Cruzadas.

Dulcea mantenía a su familia y a su comunidad con uno de los únicos medios comerciales que estaban permitidos a los judíos de la época: el préstamo de dinero. Dulcea dirigía los fondos de su comunidad, invertía el dinero de sus vecinos en forma conjunta para obtener las tasas más rentables. Sin embargo, lo que impresionaba a los demás no era tanto su visión para los negocios como su intensa vida espiritual.

Luego de la devastación de la Primera Cruzada en 1096, donde asesinaron brutalmente a miles de judíos europeos, Dulcea y su esposo se convirtieron en miembros de un grupo intelectual que estudiaba y escribía textos judíos. Dulcea enseñaba a las mujeres y las ayudaba a expresar su espiritualidad.

Además de sus emprendimientos comerciales, Dulces era una hábil artista y bordadora. Ella cosía libros y unió los paneles de pergamino para crear cuarenta rollos de la Torá. También era una casamentera y ayudaba a las novias judías a prepararse para sus bodas. Además efectuaba la tahará, lavaba y preparaba a los muertos para su entierro.

Dulcea fue asesinada junto con sus hijas Bellete y Jana en noviembre de 1196, cuando dos hombres armados irrumpieron en su hogar y atacaron a la familia, así como a un maestro y varios estudiantes que estaban en ese momento con la familia. El esposo de Dulcea sobrevivió al ataque y escribió sobre el mismo para la posteridad. Aunque él no escribió que los atacantes eran cruzados, muchos historiadores consideran que quienes atacaron a Dulcea era cruzados errantes, quizás porque conocían sus actividades como prestamista y esperaban encontrar en su hogar un tesoro.

Deborá

En la época de los jueces del antiguo Israel, Deborá fue una profetiza y líder, una estratega militar que ayudó a Israel en sus luchas y a prevalecer contra el represivo rey canaanita Iavín. Si bien en la Torá hay siete profetizas, Deborá es la única que se distingue como líder militar del antiguo pueblo de Israel. La Torá la describe en estos términos: “Deborá era una profetiza, la mujer de Lapidot, ella era la jueza de Israel en ese momento” (Jueces 4:4).

La Torá cuenta que Deborá se sentaba a juzgar al pueblo debajo de una palmera y todos los que tenían una disputa iban a ella para que arbitrara. La tradición judía nos da una pista para entender por qué Deborá se considera una jueza tan destacada. Ella era una mujer sabia, que había estudiado; sin embargo su esposo, Lapidot, era un simple trabajador, sin estudios. Deborá ansiaba elevar a su marido y lo hizo de una manera poco habitual. Al ver que él era hábil fabricando mechas para las lámparas de aceite, Deborá lo alentó a llevar sus mechas al sitio donde se efectuaba el servicio Divino en Shiló y a donarlas para que las utilizaran allí con fines sagrados. Ella no lo alentó a hacer nada diferente ni a cambiar de forma radical. Simplemente identificó sus fuerzas y lo alentó a aprovecharlas al máximo.

Bajo su guía, Lapidot comenzó a innovar sus mechas, elevando la luz del santuario en Shiló. Deborá alentó hábilmente a su esposo a maximizar sus mejores cualidades y aprovecharlas para algo más importante. Esta era la sabiduría de sus juicios: discernir el potencial de las personas y alentarlas a utilizarlo para bien.

Shlomtzión, la Reina Salomé Alexandra

El hecho de que la Reina Salomé Alexandra fuera llamada “Reina” es controversial. Su esposo, Iehudá Aristóbulus I, gobernó al pueblo judío durante el tumultuoso período de luchas internas durante el Siglo I AEC. Él fue el primer líder de Israel después de la destrucción del Primer Templo que utilizó el título de “Rey”. Cuando murió Iehudá Aristóbulus, Salomé se casó con su hermano, Alexander Ianai, un gobernador cruel y malvado.

Durante años Alexander estuvo ausente, luchando en guerras lejanas, y la Reina Salomé dirigió sola a Israel con juicio y sabiduría. Ella alejó a los blasfemos que ocupaban puestos en su gobierno y los reemplazó con los mejores sabios y Rabinos de la época, incluyendo entre ellos a su hermano, Rabí Shimón ben Shetaj. Rabí Shimón, junto con Rabí Iehoshúa ben Gamla, instituyeron una regla que se convirtió en un modelo de vida judía durante miles de años, al ordenar que cada pueblo y cada ciudad estableciera escuelas judías para educar a los niños del lugar. Los niños pobres recibían educación gratuita si no podían pagar sus estudios. Salomé fue tan popular que comenzaron a llamarla Shlomtzión, la “Paz de Tzión”

Alexander Ianai regresó a Israel y tomó el poder de manos de su esposa. Él utilizó su tiempo al poder para revertir muchos de sus decretos progresivos y asesinó a cientos de sabios judíos. Cuando Alexander Ianai murió en el año 76 AEC, la Reina Salomé recuperó el poder y reinó por otros nueve años hasta su fallecimiento en el año 67 AEC. Ella fortaleció el ejército de Israel, construyó fortalezas y la tradición judía recuerda su reinado como una época de paz y prosperidad, cuando las cosechas eran milagrosamente abundantes y reinaba la prosperidad.

Sara Aaronsohn

Sara Aaronsohn formaba parte de una gran familia que escapó de la persecución antisemita en Rumania y se fue a vivir a la tierra de Israel. Ellos se asentaron y ayudaron a construir el pueblo de Zijrón Iaakov al norte de Israel. Sara nació en 1890, era culta y bien educada, hablaba con fluidez varios idiomas. También era una buena jinete y experta tiradora. Su hermano mayor, Aarón, se convirtió en uno de los más famosos agrónomos del mundo, y Sara a menudo lo acompañaba en sus viajes para reunir ejemplares de plantas y ayudarlo en sus investigaciones.

Durante su infancia, el Imperio Otomano dominaba lo que hoy en día es Israel, y las autoridades locales no tenían la mejor disposición hacia los judíos, haciendo todo lo posible para dificultar la vida de la comunidad judía. Al llegar a la adultez, Sara comprendió todavía con mayor profundidad las crueldades del imperio otomano. En 1915, al viajar en tren desde Estambul hacia Zijrón Iaakov, ella fue testigo de la violencia de lo que se convertiría en el genocidio armenio, donde las fuerzas otomanas asesinaron a un millón de hombres, mujeres y niños.

En medio de la Primera Guerra Mundial, los turcos luchaban del lado de Alemania. Sara Aaronsohn estaba convencida de que si ellos ganaban la guerra, los turcos asesinarían a todos los judíos de la región, tal como habían asesinado a la minoría armenia. Sara, su hermano Aarón, sus otros hermanos y algunos amigos decidieron formar una red secreta de espionaje para espiar los movimientos militares turcos y transmitir la información a Gran Bretaña. Ellos llamaron a su grupo NILI, una sigla formada por las primeras letras de Netzaj Israel Lo Ieshaker, “La Gloria de Israel no miente” (Samuel I 15:29). Rápidamente NILI se convirtió en la mayor red de espionaje pro-británica en todo el Medio Oriente.

Sin que las autoridades turcas lo notaran, los jóvenes miembros de NILI registraron la información de las tropas turcas y enviaron mensajes codificados a las fuerzas británicas. Cuando su hermano Aaron partió para ayudar a los británicos en Egipto, Sara se hizo cargo de NILI, y dirigió la red de espionaje desde el hogar de la familia. En 1917 las autoridades otomanas interceptaron uno de los mensajes secretos de NILI. Sara rechazó el consejo británico de escaparse para salvar su vida y permaneció en Zijrón Iaakov. Ella fue arrestada el 1 de octubre de 1917 y brutalmente torturada durante cinco días. Sara se negó a divulgar las identidades de otros miembros de NILI.

Finalmente, el 6 de octubre de 1917, le dijeron a Sara que la transferirían a Damasco para ser sometida a peores torturas. Como temía quebrarse y traicionar a sus compañeros, Sara pidió permiso para volver por última vez a su hogar. Mientras la llevaban por la calle principal de Zijrón Iaakov, ella entonó una canción sobre un pequeño pájaro que volaba muy lejos: un mensaje secreto a sus compañeros de NILI, informándoles que la red se había anulado. Una vez en su hogar, Sara sacó en secreto una pistola que tenía oculta en un recoveco de la pared, se encerró en el baño y se disparó a sí misma.

Tras la victoria británica en la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña le agradeció formalmente a NILI, y dijo que sin sus actividades, Gran Bretaña no hubiera sido capaz de ganar la guerra.

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