Ángeles en la Oscuridad

7 min de lectura

La sorprendente historia de supervivencia en las alcantarillas de Lviv.

Fue a finales de mayo, en 1943, cuando el sector judío de Lviv estaba ardiendo en llamas. En la que una vez había sido la tercera comunidad judía de Polonia, de los 100.000 judíos de Lviv ahora quedaban menos de 8.000. “¡Están matando a la policía judía del ghetto! ¡Este es el fin!”, se oyó un grito desde el ghetto.

Enormes edificios, cuadras enteras se estaban quemando. Los judíos corrían en todas direcciones. Cientos se lanzaron a las alcantarillas, esperando evitar ser detectados por los crueles perros alemanes y sus amos inhumanos. Los niños judíos eran acorralados y arrojados como sacos de papas crudas a camiones que los aguardaban. Observando impotentemente el destino de sus hijos, algunas mujeres se lanzaban desde varios pisos de altura. La pequeña Krystyna Chiger contempló todo esto con miedo y terror.

Por meses, un pequeño grupo de judíos se estaba preparando para este momento. Yaakov Berestycki entendió que el destino de los mártires judíos de Lviv pronto sería el suyo. Diariamente, él y algunos otros arañaban el piso de concreto con cucharas y tenedores y otras pequeñas herramientas desde el departamento de un judío llamado Weiss, para cavar una entrada hacia las alcantarillas.

Ignacy Chiger era el líder. Semanas antes de la destrucción del ghetto ellos atravesaron y descendieron a las alcantarillas de Lviv. Mientras buscaban un lugar que pudiera ser su “casa”, fueron descubiertos por tres trabajadores de alcantarillas polacos.

Los tres polacos podrían fácilmente haberlos entregado a los Nazis para obtener como recompensa un poco de comida muy necesitada en ese entonces.

Los tres polacos podrían fácilmente haberlos entregado a los Nazis para obtener como recompensa un poco de comida muy necesitada en ese entonces. Sin ninguna escapatoria, Weiss y Chiger explicaron lo que habían hecho. Un polaco con mirada angelical llamado Leopold Socha estaba entretenido. Siguió el camino excavado y se levantó a través del piso del departamento del ghetto. Observó la mirada desafiante de una madre judía, Paulina Chiger, agarrando firmemente a dos niños contra su pecho. Profundamente conmovido por los aterrorizados niños, el dejó escapar una magnífica sonrisa.

Leopold Socha no era un trabajador de alcantarillas cualquiera; él era el supervisor jefe de todas las alcantarillas de Lviv. Él conocía los mejores escondites y cómo desviar a los inspectores alemanes que cazaban judíos.

Para Krystyna, su hermano Pavel y el resto, el escape a las alcantarillas fue una pesadilla. Acompañados de gritos y chillidos en una cámara de piedra y cal que atrapaba todos los sonidos, los judíos entraron a un mundo de fría oscuridad. El sonido ensordecedor de las aguas del río aterrorizaba a Krystyna. Su mundo subterráneo estaba habitado por ratas que no escondían su presencia y ella no podía ver hacia dónde iba.

El laberinto subterráneo de Lviv había sido, de hecho, una obra de arte complicada, diseñada por ingenieros italianos de principios del siglo 20. Mientras se abría camino debajo de los más grandes hitos y calles, el río Peltew de 6 metros de ancho rugía poderosamente, arrebatando a todos aquellos que se acercaban demasiado, incluyendo al querido tío de Krystyna, Kuba.

Otro judío que descendió a las alcantarillas ese terrible día de mayo de 1943 era un ingenioso y animoso judío llamado Mundek Margulies. Su nombre estaba en varias listas de deportación. Cada vez se las arreglaba de otra manera para escapar. Mientras estaba en el ghetto creció su aprecio por Klara Keller. Mundek la había convencido de descender a las alcantarillas, dejando atrás a su hermana Mania.

Socha le prometió a Chiger que protegería a 20 judíos - por un precio.

Socha le prometió a Chiger que protegería a 20 judíos - por un precio - los Chigers le dieron su porción de dinero y algunas cosas valiosas que habían escondido antes de la guerra. Socha les traía cada día, cualquier comida que pudiera conseguir, así como noticias de un lugar llamado "Tierra". Les traía páginas del periódico y se llevaba sus ropas a lavar cada semana. Para Pesaj les llevó papas.

Con el tiempo los 20 judíos escondidos se redujeron a 10. Después de vivir en condiciones inhumanas por algunos meses algunos murieron y algunos se fueron simplemente por locura. Un bebé recién nacido fue asfixiado por su madre para salvar la vida de los otros que temblaban con el sonido de sus lastimosos llantos.

Este pequeño grupo de judíos luchó por mantener algún aspecto de vida judía en su escondite subterráneo. Yaakov Berestycki, un jasid, encontró un lugar relativamente limpio donde ponerse los tefilin cada mañana.

Paulina Chiger le pedía a Socha algunas velas. Ella quería traer la luz de Shabat a las alcantarillas. Socha amaba a aquellos que amaban a Dios tanto como él y estaba emocionado por el desafío. Cada viernes, Ignacy le pagaba a Socha y Paulina prendía sus velas.

Socha le hablaba a los niños. Jugaba con ellos y trataba de animar a todos “sus judíos”. Llevó a Krystyna a un lugar donde podía ver la luz que entraba a las alcantarillas, mientras se sentaba en sus hombros.

Mundek Margulies hacía atrevidas incursiones al ghetto para traer cualquier cosa que se hubiera quedado y que hiciera la vida de sus amigos más soportable. Había decidido casarse con Klara después de la guerra. Eventualmente supieron que la hermana de Klara, Mania, había sido enviada al campo de concentración de Janowska. Klara se culpaba por haberla abandonado.

En el infernal mundo de los campos de concentración Janowska era particularmente horrorífico. La gente era dejada durante la noche en tinajas con agua congelada para ver cuánto se demoraban en congelarse hasta morir. Cada mañana eran preparados nudos corredizos en un gran cuadrado. Los judíos era “invitados” a “ser voluntarios” para ser colgados. Trágicamente no había falta de voluntarios. A pesar de todo esto, Mundek decidió infiltrarse en Janowska para rescatar a Mania y a otros judíos.

Era una locura. Era imposible. Pero los ángeles pueden volar.

Era una locura. Era imposible. Pero los ángeles pueden volar. Mundek intercambió su identidad con un esclavo judío de un grupo de trabajo al que espió en uno de sus valerosos vuelos fuera de la alcantarilla. Se infiltró en Janowska con el grupo de trabajo en la tarde.

Un día después, localizó a Mania detrás de una reja. Mania le dijo que ella simplemente no podría vivir en una alcantarilla y le escribió una nota a Klara rogándole que no se culpara. Bendijo a Klara con vida.

Mundek se encontró con otros judíos y los incitó a escapar. Le agradecieron y lo bendijeron. Pero ellos estaban débiles y aterrorizados. El ángel regresó a la alcantarilla solo.

Después de varios meses el dinero de Chiger se acabó. Se encontraron con Socha y él les dijo que ese enorme riesgo requería una compensación; que Wrobleski y Kowalow, sus dos amigos polacos, no iban a colaborar de otra manera. Se despidieron y se desearon buena suerte uno al otro.

Al día siguiente, se escucharon unos pasos familiares. ¡Era Socha! Se había comprometido tanto con preservar sus vidas que no encontró otra alternativa que utilizar su propio dinero. Pero estaba preocupado de que sus amigos, al darse cuenta de que el dinero era de él, se retiraran de la operación. Entonces, le pidió a Chiger que pretendiera que había encontrado un dinero extra y que era realmente dinero judío el que se estaba pagando a Wrobleski y Kowalow.

Un día Socha reveló a los judíos el motivo del rescate. Él había sido un delincuente convicto, había estado un tiempo considerable en prisión antes de la guerra. Esta misión era su forma de retornar a Dios y de demostrar que era un hombre cambiado.

Alas protectoras cobijaron a los judíos escondidos. Sobrevivieron el descubrimiento de un polaco que abrió una alcantarilla y gritó: “¡Es cierto! ¡Hay judíos en las alcantarillas!” (Socha los trasladó a un lugar más seguro). Sobrevivieron la colocación de minas sólo días antes de que los alemanes abandonaran Lviv, mientras el ejército ruso se acercaba. Socha y Kowalow gritaron con toda la autoridad que hombres en guardapolvo pueden reunir delante de soldados alemanes bien vestidos. Ellos les advirtieron que habían tuberías de gas justo debajo de donde ellos estaban excavando para poner las minas. Los alemanes volarían toda la calle, incluyéndose a sí mismos.

Era una mentira. Y salvó a los judíos subterráneos.

Ellos sobrevivieron el deshielo de la nieve y las fuertes lluvias de la primavera en el invierno de 1944. El agua llenó su pequeña cuenca y se elevó hasta la altura de sus cuellos. Krystyna le gritó a Yaakov, el jasid, “¡Reza, Yaakov! ¡Reza a Dios para que nos salve!”. Yaakov rezó y el agua se retiró. Sesenta años después ella dijo, “Fue un milagro”.

Después de 14 meses bajo tierra, Socha levantó la tapa de la alcantarilla, diciéndole a los judíos que ¡eran libres!

El largamente esperado día de la liberación llegó. En julio de 1944, después de 14 meses bajo tierra, Socha levantó la tapa de la alcantarilla, diciéndole a los judíos que ¡eran libres! Como criaturas de otro planeta, (encorvados por haberse escondido en un lugar con techo bajo), diez andrajosos, flacos y sucios sobrevivientes se encontraron rodeados de polacos que se quedaron boquiabiertos al ver que: “¡Realmente vivieron judíos en las alcantarillas!”. Después de meses de oscuridad, sus ojos estaban cegados por la luz del sol. Todo parecía rojo, “bañado con el color de la sangre”. Socha los llevó a cuartos oscuros donde sus ojos pudieran acostumbrarse a la luz.

Meses después de la liberación, Socha y su hija estaban andando en bicicleta en la calle. Vino un camión en dirección de la pequeña hija de Socha y él la empujó rápidamente fuera del camino. Una vez más salvó una vida – la de su hija – pero Socha murió, su sangré goteaba dentro de la alcantarilla. “Sus” judíos, dispersos en Polonia y Europa, regresaron para dar sus últimos respetos.

Krystyna todavía no puede llorar. En la alcantarilla aprendió a sufrir en silencio. Su cuerpo se traga sus lágrimas. Ella teme al sonido de aguas corriendo y a los momentos de oscuridad. Pero es una persona que cura a otras – una profesional médica con oficina en Nueva York, y ha criado una familia judía. Su hermano Pavel sirvió en el ejército israelí y también crió una nueva generación. Ignacy y Paulina vivieron su vida en Israel donde Paulina continuó llevando la luz de Shabat a su casa.

Yaakov se mudó a Paris, donde también él crió una familia judía y vivió una vida completa. Todos lo que estaban en la alcantarilla, excepto Krystyna, han pasado a mejor vida.

Mundek y Klara se casaron poco después de la guerra. Después de mudarse desde Polonia a Londres se establecieron con un floreciente negocio de comida casher, que todavía maneja la familia. Él bailaba en el centro mismo de cada celebración en la que servía su comida, agarrando las manos de sus clientes y mostrando una gran sonrisa, porque su mundo judío se había revivido. Cada alegría judía era su alegría. El mundo de oscuridad que una vez conoció estaba ahora lleno de luz.

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