Catalina la Grande y los judíos

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Últimamente Catalina la Grande apareció en las noticias. Conocida como la gran modernizadora de Rusia, Catalina defendió la salud pública durante su reinado entre 1762 y 1796, y en una subasta vendieron por una suma récord una carta que ella escribió instando a vacunar a toda la nación contra la viruela. El exitoso show "The Great" protagonizado por Elle Fanning, describe el ascenso al poder de Catalina.

La emperatriz Catalina fue la primera persona de Rusia que fue inoculada contra la viruela. Su esposo, Pedro III, se vio completamente desfigurado por la enfermedad. Muchos historiadores consideran a Catalina como una gobernante ilustrada y piensan que su reinado fue una era dorada para Rusia. Sin embargo, en lo que respecta a los judíos, Catalina fue marcadamente menos liberal. Aquí hay cinco hechos sobre Catalina la Grande y los judíos sobre quienes gobernó.

Elle Fanning como Catalina, y un retrato de la emperatriz rusa.

Catalina la Grande heredó un país inundado por un odio intenso hacia los judíos

Catalina se convirtió en una de las emperatrices más famosas de Rusia, pero las costumbres del país en un primer momento le resultaban extrañas. Ella había nacido en una familia noble de Prusia en 1729, su nombre original era Sofía y creció hablando en alemán. Cuando tenía quince años, la brutal zarina Isabel Petrovna la invitó a Rusia para que se casara con Pedro, el sobrino de Isabel y heredero del trono. Antes de casarse con Pedro, Sofia se convirtió de luterana a la religión oficial de Rusia, ortodoxa cristiana, y cambió su nombre a uno que sonaba más ruso Ekateria (Caterina o Catalina).

A los judíos que se negaban a abandonar su fe por lo general les prohibían vivir en el interior del país.

La familia real rusa a la que entró Catalina era intensamente antisemita. Pedro el Grande gobernó Rusia de 1682 a 1725 y declaró: "Preferiría ver entre nosotros naciones que profesan el mahometismo y el paganismo en lugar de los judíos. Ellos (los judíos) son astutos y tramposos. Mi esfuerzo es para erradicar el mal, no para multiplicarlo".

En gran medida a los judíos les prohibieron vivir dentro de Rusia. Los conversos al cristianismo eran tolerados, pero a los judíos que se negaban a abandonar su fe por lo general les prohibían vivir en el interior del país.

La hija de Pedro, la zarina Isabel, quien invitó a Rusia a Catalina la Grande para que se casara con su heredero, tampoco era amiga de los judíos. Presentándose como una defensora del cristianismo, ella se apoderó del poder en un golpe de estado en 1741 durante el cual blandió una gran cruz de plata y declaró que se oponía a todos los "enemigos de la fe cristiana". Al año siguiente, en 1742, Isabel firmó una orden de expulsión, declarando ilegal que cualquier judío permaneciera en Rusia.

Esta ley radical se mantuvo incluso cuando Rusia se expandió hacia el occidente, adquiriendo territorios donde existían comunidades judías. Cuando la ciudad de Riga (formalmente cedida por Suecia a Rusia en 1721 y actualmente la capital de Latvia) le pidió a Isabel que permitiera que se quedaran en el lugar los comerciantes judíos, Isabel declaró: "Yo no deseo obtener ningún beneficio ni ganancia de los enemigos de Jesucristo", e insistió en que los judíos de Riga debían partir o convertirse al cristianismo si deseaban quedarse. El historiador Martín Gilbert estima que en 1770 vivían en Rusia unos 100.000 judíos, pero su presencia apenas era tolerada y a duras penas era reconocida por los oficiales rusos.

Catalina la Grande invita a los extranjeros a ir a Rusia, pero sólo si no eran judíos.

En contraste con la familia rusa real, Catalina la Grande parece haber tenido un odio menos visceral hacia los judíos. Después de arrebatarle el poder a su esposo en 1762 con un golpe de estado, Catalina se instaló como emperatriz de Rusia. Uno de sus primeros actos en 1763 fue emitir un "ukaz", un decreto que permitió por primera vez que los extranjeros se establecieran en Rusia. Se asume que los extranjeros que ella esperaba que llegaran eran de origen étnico alemán, como ella misma, cuya presencia ella suponía la ayudaría a modernizar su país adoptivo. Sin embargo, una laguna en la redacción de la ley provocó que fuera ilegal que los extranjeros que fueran judíos se establecieran en Rusia.

Los judíos estaban excluidos de este decreto. Sin embargo, en algunos casos específicos, Catalina intervino directamente. Ella permitió que algunos judíos vivieran por ejemplo en la ciudad de Riga. Catalina había establecido una oficina especial para regular a los "extranjeros" en Rusia, y el 11 de mayo de 1764 escribió una carta al gobernador general de la ciudad de Riga pidiéndole que permitiera que los comerciantes judíos se establecieran en la ciudad y que fueran tratados de la misma forma que cualquier otro extranjero. Al final de esta carta oficial, Catalina escribió a mano su propia posdata en alemán explicando que había escrito una segunda carta secreta asegurando la protección para ocho judíos específicos para que pudieran viajar a Rusia y establecerse en Riga. Los comerciantes incluían a un Rabino llamado Israel Jaim, un mohel llamado Lasar Israel y otros. “Halten Sie dieses alles geheim”, escribió Catalina, "mantengan todo esto en secreto".

Aparentemente Catalina también intervino en otras instancias para garantizar los derechos de algunos judíos que vivían en Riga y en St. Petersburgo. En 1769, cedió todavía más y permitió que los judíos se establecieran en las provincias rusas recién adquiridas, en particular en las estepas del sur de Rusia, escasamente pobladas, como cualquier otro "extranjero" en su reino.

De repente se convirtió en la gobernante de la comunidad judía más grande del mundo.

En una serie de turbulentas alianzas, Catalina la Grande se alió con Prusia y Austria, y logró dividir el Commonwealth polaco-lituano. En 1772, Polonia fue dividida y Catalina se convirtió en la gobernante de otros 600.000 judíos en sus nuevos territorios. Con la segunda partición de Polonia en 1793, Catalina adquirió otros 400.000 súbditos judíos. En 1795 ganó más territorios e incorporó otros 250.000 nuevos súbditos judíos. De este modo Catalina la Grande se convirtió en la gobernante de la comunidad judía más grande del mundo entero.

Al parecer no le gustaban demasiado los judíos. Al visitar algunos de sus nuevos territorios, Catalina notó que la población judía local (pero no otros, en su opinión) se veía "terriblemente sucia". De todos modos, ella aparentemente no odiaba a los judíos con el mismo odio visceral de los previos zares y zarinas, y evitó la violencia extrema de sus predecesores hacia sus súbditos judíos. (Por ejemplo, cuando el zar Iván "el terrible" que gobernó Rusia entre 1530 y 1584, conquistó la ciudad de Pskov, cerca de Estonia, él ordenó que todos los judíos que vivían allí fueran ahogados en el río Velkaya que atravesaba la ciudad).

De acuerdo con el historiador nacido en Rusia Herman Rosenthal, quien fue Jefe del Departamento Eslavo de la Biblioteca Pública de Nueva York, los eruditos se dividen en sus opiniones respecto a porqué Catalina parecía reacia a perseguir a los judíos tal como lo hicieron los zares y zarinas previos. Como forastera, Catalina había crecido sin los sentimientos antijudíos profundamente arraigados de algunos rusos.

Catalina emitió una serie de edictos gobernando sus nuevos territorios en Lituania y Rusia, garantizando a todos los residentes igualdad de derechos. La mayoría de sus edictos contienen la frase "sin distinción de religión ni de nacionalidad". En 1772, poco después de que el primer gran grupo de judíos polacos se convirtieran en rusos, Catalina emitió un edicto garantizando que "a las comunidades judías que residen en las ciudades y en los territorios ahora incorporados al imperio ruso se les debe permitir disfrutar de todas estas libertades con respecto a su religión y su propiedad que posean en este momento". Era un decreto promisorio, garantizando la continuación de la vida judía en Europa Oriental, por lo menos durante un tiempo.

Catalina creó la "zona de asentamiento", decretando dónde podían vivir los judíos.

Sin embargo, no siempre Catalina fue tan benéfica. Al enfrentar intensas presiones para mantener la antigua política rusa de no permitir que los judíos vivieran dentro de Rusia, Catalina restringió los derechos de sus nuevos súbditos judíos, insistiendo para que se quedaran en Polonia y Lituania. En diciembre de 1791, ella creó una "zona de asentamiento" formal en la parte occidental del territorio de Rusia, donde podían vivir los judíos. Otras partes de Rusia estaban estrictamente prohibidas.

Los límites de la zona de asentamiento cambiaron a lo largo de los años. Posteriormente Catalina agregó tierras conquistadas al imperio otomano. Ella también alentó a los judíos a mudarse al área alrededor de Odessa en Ucrania. Con el aliento de Catalina, muy rápido este se convirtió en el principal centro judío de Europa y vio florecer generaciones de vida judía. Las fronteras de la zona de asentamiento finalmente fueron formalizadas en 1813, cuando el zar Alejandro I decretó que 25 provincias desde el Báltico hasta el Mar Negro eran las únicas regiones de Rusia en donde los judíos podían vivir o viajar sin permisos especiales. Los judíos podían vivir fuera de la zona de asentamiento, pero sus peticiones casi siempre eran rechazadas.

La zona de residencia no fue el único intento de Catalina de intervenir cuando se trataba de los judíos. Siempre una reformista, Catalina creó nuevas categorías sociales en Rusia, incluyendo siervos, habitantes urbanos, comerciantes, habitantes de pueblos pequeños, etc. Los judíos tenían permitido entrar a las categorías urbanas (llamadas en ruso soslovie) y ser clasificados como habitantes de la ciudad y habitantes de pueblos. Técnicamente, los judíos que recibían estas clasificaciones no se suponía que pudieran vivir en el campo ni en las aldeas, pero la prohibición se aplicó de manera muy desigual. Algunos judíos se vieron obligados a trasladarse a las ciudades mientras que a otros les permitieron permanecer en sus pequeñas aldeas y shtetls.

Catalina creó en Rusia un legado duradero y dañino de considerar a los judíos como "extranjeros".

En 1785, Catalina la Grande decretó que los judíos de Rusia eran "extranjeros" y que tenían todos los derechos y las protecciones que ella ofrecía a las personas que no eran rusas que vivían en sus territorios. Pasara lo que pasara, a menos que un judío se convirtiera al cristianismo, nunca podía ser considerado ruso, ni siquiera podía ser un ciudadano naturalizado. Ella restringió todavía más las oportunidades comerciales de los judíos en 1792 cuando dictaminó que los judíos no podían ingresar a los gremios de comerciantes en Moscú y en la ciudad de Smolensk. La distinción entre judíos y rusos, siempre visible, se fue ampliando lentamente.

Finalmente, en 1794, Catalina declaró formalmente que los judíos eran "extranjeros" completamente separados de los rusos, y duplicó los impuestos que los judíos debían pagar. Fue un movimiento siniestro y marcó el tono de la forma en que los judíos fueron tratados en Rusia durante los dos siglos siguientes, como una entidad separada, a veces como un enemigo interno.

El historiador Max Diamant señala que Catalina, así como sus sucesores, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para proteger las mentes de los campesinos rusos, llamados muzhiks, de la supuestamente maligna influencia de los judíos. De esta manera, "la mente de los muzhiks, los campesinos rusos, tenían que mantenerse dóciles e ignorantes. Aunque los judíos podían vagar por Polonia, Lituania y Ucrania, no podían hacerlo en la Santa Madre Rusia, donde vivían los muzhiks, que conformaban el 95 por ciento de la población".

Si bien ella otorgó algunos derechos a los judíos, también restringió sus movimientos y los convirtió en extranjeros acosados en su propio país.

Diamant señala que los judíos eran considerados un grupo maligno, y se manutuvieron completamente separados, tanto que cuando los campesinos rusos llegaron por primera vez a Moscú durante la revolución bolchevique en 1917 y vieron inventos modernos, creyeron que las comodidades modernas habían sido creadas por demonios judíos. Aunque el imperio ruso era hogar de millones de judíos en ese entonces, la mayoría de las personas que vivían dentro de Rusia nunca habían conocido a un judío en sus vidas, gracias al legado de las comunidades separadas y la zona de asentamiento que inventó y defendió Catalina la Grande.

Catalina la Grande es recordada en gran parte del mundo como una reformadora, pensadora de la ilustración e idealista que intentó modernizar Rusia. Su largo reinado fue una época de turbulencias, guerras y grandes victorias para el vasto imperio ruso que gobernó. Sin embargo, para los judíos de Rusia, Catalina la Grande fue una figura compleja. Si bien otorgó algunos derechos a los judíos, también restringió sus movimientos y los convirtió en extranjeros acosados en su propio país.

Su legado continúa hasta la actualidad. Los judíos continúan viviendo en grandes números en las áreas de la zona de asentamiento que estableció Catalina la Grande. El estigma de los judíos como "extranjeros" y de alguna manera "malignos", sigue vivo en Rusia hasta el día de hoy. Una encuesta reciente reveló que la mitad de los rusos sienten que los judíos tienen "demasiado poder". Este es un sentimiento que hubiera estado fuera de lugar durante el largo y tumultuoso gobierno de Catalina la Grande, pero es algo que sus políticas ayudaron a crear.

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