Cuando Gran Bretaña encarceló a los refugiados judíos

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Mi abuelo fue uno de los 60.000 judíos cuya pesadilla continuó al llegar al Reino Unido durante el Holocausto.

El agudo golpe a la puerta y ver a un policía aterrorizó a mi abuelo, Rav Dr. Paul Holzer, un judío alemán que había buscado refugio en Londres. Él había pensado que esas pesadillas habían acabado ahora que estaba seguro en el Reino Unido.

Pero era septiembre de 1939 y Gran Bretaña había entrado en guerra con Alemania. En Holanda, Noruega y otras partes de Europa habían encontrado a muchos espías y simpatizantes nazis entre los supuestos grupos antinazis y de refugiados judíos. Gran Bretaña temía estar hospedando sin saberlo a tales enemigos.

Campo de reclusión Hutchinson

La gran mayoría del público británico no sabía demasiado sobre lo que ocurría en los campos de concentración nazis. No sabían ni les importaba que la mayoría de los refugiados alemanes que estaban en el Reino Unido en ese momento fueran judíos que habían sufrido espantosamente antes de escapar a la seguridad de Inglaterra. La opinión pública estaba en contra de esos “extranjeros enemigos”, como les llamaban.

Detuvieron alrededor de 80.000 personas, de las cuales 60.000 eran refugiados judíos. Después de que se realizaran numerosas audiencias, la gran mayoría de los refugiados judíos fueron clasificados como inofensivos y decidieron que no era necesario encarcelarlos.

Sin embargo, las editoriales de los periódicos alimentaron la opinión pública en contra de todos los alemanes y austríacos, y también contra los italianos una vez que Italia entró en guerra con Gran Bretaña. Alimentado por la histeria y un poco de sentimiento antijudío, el gobierno entró en pánico y entonces tuvo lugar la legendaria declaración del entonces Primer Ministro Winston Churchill: “¡Arrestar a todo el grupo!”

La policía recibió instrucciones de arrestar a todos los alemanes, austríacos e italianos, incluso a los refugiados judíos que habían escapado de los campos de concentración.

La policía recibió instrucciones de arrestar a todos los alemanes, austríacos e italianos, incluso los refugiados judíos que habían escapado de los campos de concentración, sin importar si representaban o no una amenaza para la seguridad pública.

Presumiblemente para sentirse mejor, muchos oficiales afirmaron que en realidad esta medida fue para la seguridad de los extranjeros, para que los ciudadanos británicos no descargaran contra ellos sus sentimientos en contra de los alemanes y los atacaran.

La mayoría de los hombres fueron llevados a la Isla de Man, donde establecieron varios campos alrededor de la isla. Una vez que el número de detenidos sobrepasó la capacidad de la isla, las autoridades decidieron deportar a algunos a Australia y Canadá.

Douglas, la capital y la ciudad más grande de la Isla de Man, uno de los sitios en los que establecieron campos de reclusión.

El 2 de julio de 1940, el buque de vapor Andora Star, un barco de pasajeros británico que llevaba alrededor de 1.500 detenidos, la mayoría refugiados completamente inocentes, fue atacado con torpedos y hundido en el Océano Atlántico, camino a Canadá. La pérdida de tantas vidas inocentes como resultado de la frenética determinación del gobierno de aislar a esos potenciales traidores, hizo que el gobierno y el público en general se replanteara su política de deportación.

Mientras tanto, los residentes de la Isla de Man estaban perturbados por la transformación de su isla de un centro de vacaciones a un campo de prisioneros.

El 2 de julio de 1940, el buque de vapor Andora Star, un barco de pasajeros británico que llevaba alrededor de 1.500 detenidos, la mayoría refugiados completamente inocentes, fue atacado con torpedos y hundido en el Océano Atlántico camino a Canadá.

Los dueños de muchas hosterías (pequeños hoteles) frente al mar recibieron sólo una semana de notificación para desalojar sus hogares y encontrar otro lugar para vivir, dejando todo atrás excepto sus bienes personales.

Sus hogares fueron confiscados por las autoridades y utilizados para albergar a miles de extranjeros por una cantidad de tiempo indeterminada, mientras que los dueños legítimos tuvieron que salir a buscar otro lugar para vivir.

Hubo un resentimiento adicional sobre esta disposición ya que a los detenidos se les proveyó alimento y techo, mientras que la compra de alimentos básicos para los residentes locales dependía de tarjetas de ración y muchas cosas estaban completamente agotadas. Muchos de ellos se convirtieron en indigentes.

Allí estuvo recluido mi abuelo

Mi abuelo, Rav Paul (Pinjas) Holzer

Los reclusos sentían fuertemente la injusticia, especialmente los detenidos judíos que habían soportado ya tanto sufrimiento en Europa antes de llegar a Gran Bretaña.Mi abuelo estaba entre esos hombres que fueron recluidos en la Isla de Man en el campo Hutchinson, en Douglas. Allí no todos eran judíos, pero el gobierno intentó alojar juntas a personas con antecedentes similares. En el campo abundaban los artistas, músicos y autores, abogados, científicos, matemáticos y otros académicos, y muy pronto comenzó una “universidad” gratuita.

Mi abuelo organizó servicios religiosos para aquellos que estaban interesados y de los mismos participaron muchos hombres que antes habían tenido poco que ver con cualquier cosa judía. Él comprendió que esos rezos diarios y de Shabat daban una sensación de estabilidad a la vida de los detenidos y mantenía su moral alta cuando muchos otros se hundían en la depresión.

Mi abuelo también dio clases y para muchos esta fue la primera oportunidad de sentir el sabor del estudio de Talmud.

Mientras tanto, mi abuela, quien había sermoneado ferozmente a los nazis en Hamburgo para tratar de liberar a su esposo del campo de concentración Sachsenhausen, ahora estaba decidida a liberarlo de la reclusión. El gobierno lentamente iba facilitando la liberación de muchos de los “extranjeros” leales que habían sido recluidos y de acuerdo con la leyenda familiar, mi abuela consiguió la ayuda del arzobispo de Chichester, quien finalmente logró liberar a mi abuelo.

Reclusos en el patio

Varios de sus amigos reclusos judíos le escribieron a mi abuelo una carta de agradecimiento cuando fue liberado, reconociendo el rol que él tuvo en guiarlos y mantener su ánimo alto. Estoy segura de que ayudar a sus hermanos judíos, tal como lo había hecho durante toda su vida, ayudó a mi abuelo a atravesar esa época difícil y desafiante.

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