El descubrimiento de una fosa común del Holocausto no detendrá la construcción de un lujoso condominio

5 min de lectura

La sangre de 1.214 almas judías clama. ¿Acaso no escucharemos sus voces?

Al mirar por su ventana, Tatyana Lakhay descubrió los horrores del Holocausto desenterrados frente a sus ojos.

Tatyana vive en Brest, Bielorrusia. Un día observó por su ventana el sitio de construcción de un nuevo y lujoso complejo de departamentos. En vez de los habituales obreros, vio soldados con máscaras y guantes sacando de la tierra esqueletos humanos. Los huesos de 1.214 seres humanos, para ser exactos. En los cráneos había agujeros de balas.

Esos son los restos de judíos que fueron asesinados por los nazis y arrojados a una fosa común. Tatyana recuerda que en ese momento, cuando aún no terminaban de sacar los huesos de la tierra, pensó: “¡Dios mío! ¿Qué está ocurriendo?”.

Irina Lavrovsky, una arquitecta local, pidió que el sitio de la construcción se convierta en un parque memorial en recuerdo de los judíos asesinados por los nazis. Su pedido fue rechazado. Al final de cuentas, los lujosos departamentos son necesarios. Lavrovsky recuerda que cuando era una niña pequeña en los años 50 vio que sacaban restos humanos de otro sitio en construcción en los alrededores. “En todo el barrio había un olor espantoso. Era tan espantoso que era imposible ocultarlo”.

Zapatos de cuero extraídos de la fosa común en Brest, Bielorrusia.

De acuerdo al New York Times: “Probablemente la mayoría de los restos pertenecen a judíos que en un primer momento lograron esconderse o escapar, pero que luego fueron descubiertos por los nazis, después de que destruyeran el gueto judío de Brest en octubre de 1942”. En 1941 los judíos constituían aproximadamente la mitad de la población de 60.000 habitantes de Brest. Se piensa que la gran mayoría fueron asesinados en un bosque alejado. Allí los llevaron en tren, para poner a prueba la logística de la “Solución Final” de Hitler, y los asesinaron a sangre fría. El olor de la muerte llenaba el aire. A nadie le importó.

Recordé la pregunta que Dios le formuló a Caín después de que matara a su hermano Abel: “¿Dónde está Abel, tu hermano?”.

Caín respondió: “No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?

Dios no le permitió a Caín ocultarse de su espantoso acto.

“¿Qué has hecho? ¿No escuchas las voces? ¡Las gotas de sangre de tu hermano claman a Mí desde el suelo!”.

¿No debemos formular nosotros la misma pregunta? ¿No clamaremos y lloraremos por la sangre de nuestros hermanos y hermanas derramada en esa tierra maldita? ¿No escucharemos sus voces?

The Times habla de “los restos en el sitio”. Yo no veo "restos"; yo veo en mi mente los rostros de niños, la agonía de los padres y el terror en los ojos de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Yo escucho sus gritos. Ellos siguen llenando la atmósfera y suben al cielo. Ellos no serán silenciados. Son 1.214 almas judías.

La Torá describe “las gotas de sangre de tu hermano” en plural, porque cuando matas a una persona no sólo le robas el alma a esa persona. También has matado a sus hijos y a los hijos de sus hijos. La masacre no tiene fin.

Una vez más enfrentamos el odio y el veneno del antisemitismo. ¿Quién hubiera creído que iban a volar balas frente al arca sagrada de nuestra sinagoga? Los judíos son atacados por una sola razón: por haber nacido judíos. No hablamos de los guetos de Europa hace 75 años. Estamos hablando de la vida judía actual en los Estados Unidos y en el resto del mundo. Nuestros hijos e hijas en las universidades confrontan mentes retorcidas que amenazan con dispararles. Eligen a aquellos que orgullosamente colocaron mezuzot en las entradas de sus departamentos, y pegan allí falsos avisos de desalojo.

Cuando pintan esvásticas, ya nadie se sorprende. Hacer declaraciones contra Israel se considera “de onda”. Pero nosotros sabemos la verdad: es el peligroso antisemitismo que vuelve a levantar su espantosa cabeza. La envoltura parece diferente, pero el contenido es el mismo. No sólo los judíos deben tomar conciencia. Todo ser humano que tenga conciencia debe abrir los ojos.

“¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Sí. Las palabras de Caín deben repercutir en todos nosotros.

El secreto de la supervivencia judía

Pienso en Brest, en la masacre que tuvo lugar allí. En la matanza y en el odio. Pienso en todo el odio que hay en el mundo hacia nuestro pueblo. ¿Ahora qué va a pasar?

Estamos en los días de la Cuenta del Ómer, hasta llegar a la festividad de Shavuot, cuando recibimos la Torá. Estos son también días de duelo por los 24.000 alumnos de Rabí Akiva que murieron trágicamente por no haberse respetado entre ellos lo suficiente, a pesar de su enorme erudición.

Sólo con unidad y amor mutuo podemos encontrar la fuerza para enfrentar nuestros desafíos como nación. Cuando el pueblo judío estuvo en el Monte Sinaí, la Torá describe que acampó como un solo individuo, “un solo hombre con un solo corazón”. Esa es la dirección que debemos seguir.

Tenemos que comprender que sólo si estamos unidos podremos mantenernos firmes. En cada generación hay quienes nos desprecian, nos disparan e intentan destruir nuestros cuerpos y nuestros espíritus.

Pero nunca lo lograrán.

El pueblo judío sigue vivo. Pero individualmente, cada uno tiene que elegir vivir como judío.

La ciudad de Brest una vez fue llamada Brisk, y en ese entonces, era un noble bastión del estudio de Torá. Cuando entraron los nazis el 22 de junio de 1941 no se salvó ni un solo judío. En dos semanas, todos los judíos fueron obligados a llevar una señal amarilla en el pecho y en la espalda. Obligaron a los judíos a mudarse al gueto. La bella Sinagoga Coral en la entrada principal del gueto fue convertida en un depósito para los bienes confiscados a los judíos. Después de la guerra, la pared de piedra de la sinagoga fue tapada para ocultar su forma original y convirtieron al edificio en un cine. La escritura en hebreo se preservó en una habitación en el piso inferior que fue convertido en un baño. El cementerio judío se transformó en un estadio deportivo. Las lápidas judías de buena calidad fueron recicladas como caminos y pavimento. La ciudad moderna de Brest fue construida sobre tumbas judías. Allí hay sangre en el suelo.

¿El consuelo ante toda esta tragedia?

La semana pasada coloqué mis manos sobre las cabezas de mis hijos y los bendije antes de que regresaran a Jerusalem. Mi hijo y su esposa, apenas un año después de haberse casado, están unidos en su misión de construir un hogar repleto de Torá. Mi hijo estudia en la Ieshivá Brisk, manteniendo viva la sabiduría de nuestros grandes sabios que vivieron alguna vez en esa ciudad.

Puede ser que los ladrillos y los edificios no lograron sobrevivir, pero las apasionadas palabras de Torá siguen retumbando con fuerza y claridad. Este es el secreto de la supervivencia judía.

Con amor en nuestros corazones, nos mantenemos conectados a nuestras raíces y llevamos con nosotros la Torá de nuestros padres, sin importar adónde nos lleve la vida. Vivimos con coraje como judíos.

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