Estados Unidos mueve su embajada a Jerusalem

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La implicación espirirtual de este histórico hecho.

Ayer, domingo 13 de mayo celebramos Iom Ierushalaim, el día de Jerusalem. Si 1948 nos permitió ser testigos del milagro de la redención nacional después de casi 2000 años de exilo con el nacimiento del estado de Israel, el 28 de iar de 1967 nos permitió regocijarnos con el cumplimiento de la promesa del profeta Zejariá respecto a que “llegará el día en que los ancianos y las ancianas habiten en las calles de Jerusalem… Y las calles de la ciudad se llenarán con niños y niñas jugando”.

En hebreo, el número 28 forma la palabra koaj, que significa fuerza. La tierra física de Israel fue el hogar de nuestros ancestros, el área prometida a nuestros patriarcas. Jerusalem es mucho más. Ella representa la fuerza de nuestra espiritualidad, la fuente de nuestra singularidad, la razón de nuestra misión de llevar la santidad del Templo al resto del mundo.

Hicimos un juramento sagrado, registrado en el libro de los Salmos: “Si te olvidara, Jerusalem, que mi diestra pierda su destreza, que se pegue mi lengua a mi paladar si no te recuerdo, si no enaltezco a Jerusalem por encima de mi mayor alegría” (Salmo 137). Jerusalem se convirtió en una ciudad sagrada hace más de 3000 años y durante todo ese tiempo los judíos se mantuvieron fieles a ella. A través de nuestro largo exilio, los judíos rezamos en su dirección, mencionamos su nombre constantemente en nuestras plegarias, concluimos los servicios de Iom Kipur y de Pésaj con el anhelo de “El próximo año en Jerusalem”, y recordamos a la ciudad en la bendición al finalizar cada comida. Ayunamos el día de la destrucción del Templo, dejamos nuestros hogares parcialmente sin terminar como un recordatorio constante de su pérdida y rompemos una copa de vidrio al concluir cada ceremonia de boda para indicar que incluso en los momentos de suprema alegría personal, nuestra dicha es incompleta sin la verdadera fortaleza de nuestro pueblo: nuestra ciudad capital espiritual.

En 1967, en la fecha hebrea que forma la palabra koaj (fuerza), Jerusalem y el pueblo judío se reunieron.

Nos alegramos. Llamamos a este día Iom Ierushalaim, una festividad moderna. Pero el mundo después de 1967 continuó adelante con sus esfuerzos para negar tanto el pasado como la realidad contemporánea. Israel tiene la distinción de ser el único país del mundo al que no se le permitió designar su propia ciudad capital. Como una nación soberana, su conexión de 3000 años con Jerusalem no fue considerada suficiente para garantizar el reconocimiento diplomático de las otras naciones, cuya existencia no era más que una pequeña fracción de la de la ciudad que santificó el rey David hace un milenio.

Finalmente los Estados Unidos cumplirán su promesa del Acta de la Embajada de Jerusalem, la cual declara que “Jerusalem debe ser reconocida como al capital del estado de Israel”

Por lo tanto, no debemos disminuir el significado de lo que va a ocurrir este año el lunes 14 de mayo, un día después de Iom Ierushalaim. Finalmente los Estados Unidos cumplirán su promesa, un compromiso adoptado en 1995 por el congreso norteamericano con el Acta de la Embajada de Jerusalem, en la cual declararon que “Jerusalem debe ser reconocida como la capital del estado de Israel”. Una moción condenando la decisión fue propuesta en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero fue vetado por los Estados Unidos después de una votación de 14 contra uno. Posteriormente la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una moción condenando el anuncio de los Estados Unidos por 128 votos contra 9, con 35 abstenciones. Al parecer, cuando se trata del pueblo judío el mundo sigue sin estar dispuesto a reconocer la profecía bíblica o los hechos actuales.

Los períodos del tiempo bíblico se miden en ciclos de 50 años. Todos conocemos el concepto del año del jubileo, la cuenta de 50 años después de que la tierra retornara a su dueño original. También conocemos la cuenta del Ómer, desde Pésaj hasta Shavuot. También aquí se cuentan 50 días, que marcan la transición de la libertad física de la esclavitud en Egipto a la elevación espiritual lograda en el Monte Sinaí al aceptar la Torá.

Por razones que sólo Dios conoce, durante 50 años se nos negó el reconocimiento de nuestro centro geográfico espiritual. Ahora, el 14 de mayo del 2018, comenzamos una nueva cuenta, una cuenta que enfatiza que nuestra autodefinición espiritual cuenta tanto como nuestras aspiraciones nacionales.

¿Qué más nos indica el calendario para alertarnos sobre el significado de este momento?

El domingo siguiente, el 20 de mayo, los judíos de todo el mundo celebraremos Shavuot y reviviremos la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, el evento que le dio significado a nuestras vidas y un propósito universal a nuestro pueblo. Estudiaremos durante toda la noche para demostrar nuestro amor hacia el regalo que recibimos, el único libro cuyos valores y enseñanzas transformaron al mundo.

Los comentaristas formulan una pregunta fascinante. Si la Torá fue entregada allí, ¿por qué el Monte Sinaí no recibió la distinción de ser el lugar más sagrado del planeta? ¿Por qué fue elegido el Monte Moriá como el sitio para la construcción del Templo en vez del lugar en donde oímos retumbar la voz de Dios al pronunciar los Diez Mandamientos?

En el Monte Sinaí, Dios le reveló al hombre Su grandeza; en el Monte Moriá el hombre le revela su grandeza a Dios.

El Rav Soloveichik responde a esta pregunta con una declaración extraordinaria: en el Monte Sinaí, Dios le reveló al hombre Su grandeza; en el Monte Moriá el hombre le revela su grandeza a Dios. En el Monte Moriá Abraham demostró la fuerza de la fe completa y superó su décima prueba. En el Monte Moriá Iaakov se acostó a dormir y soñó con una escalera por la que los ángeles subían hacia el cielo y regresaban a la tierra; una escalera que unía el mundo inferior con el mundo superior y ángeles que tenían su raíz en el potencial humano para la grandeza.

La santidad de Jerusalem es un testimonio no de la convocatoria de Dios sino de nuestra respuesta. La santidad del Monte Moriá es superior a la del Monte Sinaí porque abarca los sacrificios de todos nuestros ancestros, no solamente la obvia santidad de Dios.

Shavuot viene después de Iom Ierushalaim. Este año las dos montañas se encuentran. Rezamos para que ahora que se comienza a cumplir la profecía de Jerusalem, el antiguo sitio de nuestro Templo, como la capital de nuestro pueblo reconocida por los Estados Unidos, también veamos rápidamente el reconocimiento universal de la fuente Divina de las palabras entregadas en el Sinaí.

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