La tragedia en Merón: unidos en el dolor

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No debemos enfrentar la tragedia culpando a los demás, sino haciendo nuestro propio examen de conciencia.

Ya pasaron más de cuarenta y ocho horas y todavía no es posible digerirlo.

Lag BaÓMer conmemora el fallecimiento de Rabí Shimon bar Iojai, el erudito de la Mishná y autor del Zóhar, el libro básico de misticismo de la Torá. El día del fallecimiento de Rabí Shimon, el pueblo judío celebra nuestro potencial interminable de entendimiento más allá de donde puede llevarnos la lógica, y nuestra capacidad de elevarnos y conectarnos con la fuente infinita de toda la existencia: el Creador.

En Israel, donde está enterrado Rabí Shimon, la tradición es conmemorar el día con fogatas y cánticos relatando la grandeza de Rabí Shimon. Cientos de miles de judíos llegan a su tumba, en Merón, para rezar, cantar y bailar alrededor de las fogatas, y para conectarse con el Creador y con sus hermanos judíos.

Incuestionablemente, el aspecto más bello de las celebraciones de Lag BaÓmer en Merón, es la manera en que judíos de todas clases y de todos los colores celebran juntos. Nada es más alentador que unirse a un círculo donde bailan judíos de todos los orígenes étnicos y de todas las afiliaciones. Sin mencionar la abundancia de alimentos y bebidas provistos por organizaciones e individuos judíos de todo el mundo. Quizás esta sea la expresión más vívida de esa conciencia sobre la que no se habla de que en esencia todos somos una sola cosa, y que a pesar de nuestras diferencias ideológicas y culturales todos nos amamos profundamente.

Eso es lo que hace que la tragedia sea mucho más dolorosa. ¿Cómo puede ser que esta celebración que se destaca por la unidad se vea empañada porque sin darse cuenta la gente se fue aplastando hasta la muerte?

La tradición enseña que la tragedia no debe enfrentarse culpando a los demás sino haciendo nuestro propio examen de conciencia.

Sí, tendrán que investigar a aquellos en quienes se confió la responsabilidad por la seguridad de decenas de miles. Pero para el resto, la pregunta respecto a qué fue lo que estuvo mal debe llevarnos a pensar sobre la sinceridad del amor que exhibíamos hacia nuestros semejantes. ¿Acaso aplastamos a los demás con nuestras declaraciones y actos sin considerar las consecuencias?

Para las familias de las víctimas y los jóvenes y ancianos que resultaron seriamente heridos, la vida nunca volverá a ser lo que era. Debemos asegurarnos de no regresar a la vida cotidiana como si no hubiera pasado nada. Debemos internalizar la destrucción que somos capaces de provocar y aprender a no estar de acuerdo cuando sea necesario, pero nunca sentir ni expresar odio.

Que Hashem alivie nuestro dolor y nos salve de cualquier tragedia futura. Y que el pueblo judío ahora unido en el duelo permanezca unido para siempre.

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