Los violines de Auschwitz y el Estado Judío

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Estos violines, que llegaron desde Auschwitz a Israel, expresan la esperanza del pueblo judío de retornar a su patria.

El sonido del violín despierta al alma. Su llanto refleja el sufrimiento del pueblo judío y al mismo tiempo nos da esperanzas. De manera similar al Hatikva, el himno nacional de Israel, sus cualidades emotivas resuenan a través de los siglos de sufrimiento que ha soportado la neshamá (alma) judía, ansiando retornar a casa, a Israel, así como la esperanza de nuestra redención.

Oír el llanto de un violín del Holocausto evoca imágenes y emociones de espantoso dolor que lentamente restauran la resiliencia de un pueblo que nunca se rindió ante el mal. Las lágrimas llenaron la conferencia de AIPAC en Washington D.C. el año pasado cuando 18.000 personas se emocionaron por el sonido de un violín del Holocausto en manos de Amnon Weinstein, un israelí especializado en restaurar violines de ese período. Como conmemoración, Weinstein afirmó: “Para mí, el violín simboliza las voces del pasado. El sonido de seis millones de nombres cuyas voces no llegamos a escuchar. Un monumento de sonido para todos aquellos cuyas voces fueron silenciadas”.

Cada violín tiene una historia y un espíritu que sobrevivió. Weinstein explicó que uno de sus violines estaba “en un vagón ferroviario desde Drancy hacia Auschwitz. Durante el viaje, el propietario arrojó el violín por la ventana y gritó: “Atrápenlo, porque en el lugar al que voy no tendrá una oportunidad”. Eventualmente, el violín llegó a manos de Weinstein para ser restaurado.

Después de que un arco ha raspado las cuerdas creando sonidos para los judíos que morían en los campos de concentración, ¿cómo puede ser posible llegar a restaurarlo verdaderamente? ¿Cómo el polvo de la muerte impregnado en la madera puede cambiar la profundidad de su sonido? ¿Qué clase de emoción intensa puede llegar a evocarse cuando el instrumento vivo atraviesa el corazón de una generación de vidas perdidas? Sin embargo, el ‘Pueblo del Libro’ continúa floreciendo cada primavera desde las profundidades de la destrucción conmemorada por Iom HaShoá y Iom HaZicarón, hasta la alegría de Iom HaAtzmaut, el día de la independencia de Israel, porque por la gracia Divina, sobrevivimos. ¡Israel vive!

La marcha por la vida

El año pasado participé en la Marcha anual por la Vida, el viaje a Polonia en el cual decenas de miles de personas marchan en silencio entre Auschwitz y Birkenau, el mayor campo de concentración nazi de la Segunda Guerra Mundial. El sentimiento de “Nunca más” es intrínseco en la siguiente generación que enfrentará esta responsabilidad, mientras marchan para tratar de comprender lo indescriptible. La presencia de estudiantes de escuela secundaria da testimonio de la supervivencia del pueblo judío. Aquí estamos, sanos y salvos.

De hecho, Israel no sólo ha sobrevivido sino que florece y es la única democracia del Medio Oriente. La nación de avanzada que salva miles de vida en todo el mundo con tecnologías innovadoras, técnicas de socorro y ayuda humanitaria para quienes sufren emergencias médicas ya sea al otro lado de la frontera, en Siria, o en Haiti, en Nueva Orleans, Kashmir, Gaza, Indonesia, Sri Lanka y muchos otros lugares.

La presencia judía en Israel se extiende miles de años hacia atrás

El Estado de Israel renació en mayo de 1948, pero para el pueblo judío esta tierra fue su patria ya 3000 años antes. La prueba física de esto fue exhibida en el Museo de la Biblia en Washington D.C. La prueba de que los judíos vivieron en la Tierra Santa durante el período del Segundo Templo, el siglo I AEC, es un pergamino que contiene pasajes de la historia de Iaakov, quien iba a encontrarse con su hermano Esav (Génesis 32:3:6), tal como está escrito en los Rollos del Mar Muerto.

Las monedas de la revolución de Bar Kojva, del año 132 EC, prueban que los judíos permanecieron en Israel después de la caída del Segundo Templo en manos de los romanos. A pesar de que el general romano Julio Severo prohibió que los judíos entraran a Jerusalem, los símbolos judíos en las monedas representan al Kodesh HaKodashim, el Arca del Pacto y la inscripción: “Por la liberación de Jerusalem”, de los años 132/133 EC, probando su existencia en Jerusalem. En ese momento, los romanos, al igual que algunos islamistas modernos, intentaron borrar la conexión entre los judíos y Jerusalem renombrando a la ciudad Aelia Capitiolina y construyendo sobre las ruinas de Jerusalem. El emperador Adriano cambió el nombre de Judea por Siria Palestina.

Durante más de 2000 años, sin importar en dónde vivieron los judíos, el foco de sus plegarias siempre fue en dirección al este, hacia Jerusalem. Como un sistema de GPS, el alma judía busca el camino para acercarse a la santidad en donde se reúne con su Creador, en el Templo Sagrado. El Salmo (137:5) advierte: “Si olvidara a Jerusalem, entonces que mi mano derecha olvide su fuerza”. La identidad judía está directa e inexplicablemente conectada con Jerusalem y al recordar este lugar sagrado los judíos abrazan su esencia interna. De generación en generación durante miles de años, los judíos se mantuvieron firmes en su anhelo por el retorno de todos los judíos en el exilio a su patria. Tres veces al día rezamos en dirección a Jerusalem, suplicando nuestro retorno a Tzión. Al finalizar el Séder de Pésaj, exclamamos: “¡El próximo año en Jerusalem!”. Y en la jupá, uno de los momentos más felices de nuestra vida, recordamos nuestro anhelo por retornar a Jerusalem. Sólo entonces el pueblo judío podrá ser uno con Dios.

El sonido del violín del Holocausto es el llanto del alma colectiva del pueblo judío expresando su dolor y su gratitud a los judíos que sufrieron por el derecho a la autodeterminación y a la libertad. Si estos violines pudieron encontrar su camino desde Auschwitz hasta Israel, entonces existe la esperanza de que también el pueblo judío en el exilio encuentre la unidad y sea redimido y restaurado. ¡Am Israel Jai!

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