Más de 200 judíos se unieron a mí en Twitter para rezar por los rehenes en Texas

4 min de lectura

En un mundo polarizado y desconectado, encontramos una comunidad compartida, leyendo juntos Salmos en Twitter.

No fue un sábado a la noche sencillo.

Después de Shabat, abrí mi teléfono y me enteré que una persona armada había tomado como rehenes a cuatro judíos en una sinagoga en Texas.

La noticia me perturbó y me golpeó de cerca. Ese mismo Shabat, había rezado en mi sinagoga, la cual fue víctima de diversos actos de vandalismo durante el verano. Los ataques a los judíos en las calles y en las sinagogas siguen incrementándose y, como judíos, estamos aterrorizados de poder convertirnos en los próximos blancos.

Esa sinagoga hubiera podido ser la nuestra. Es aterrador ver, sin poder hacer nada, cómo atacan a los judíos. Por mucho que entrenemos a los miembros de la comunidad en protocolos de seguridad y de que efectuemos simulacros de francotiradores, no hay casi nada que podamos hacer cuando algo sale mal en otro lado del país o del mundo. Casi nada.

Me sentí tan alejado del evento, separado por más de 2.400 kilómetros. Sin embargo, el dolor de la comunidad judía de Texas era el dolor de todos los judíos en todos los rincones del mundo. Quise hacer algo y pensé en acudir al libro de Salmos, una fuente de plegarias para las comunidades en momentos de problemas y angustia.

Pero no quería sólo rezar, quería hacer algo que también me ayudara a sentirme menos solo. Acudí a un amigo que tiene una plataforma más amplia que yo y le pedí si quería hacer un Twitter Space (una sala de audio virtual por Twitter) para recibir a quienes desearan recitar juntos Salmos. Me dijo que no deseaba hacerlo, pero que promovería el mío si yo lo abría. No sabía de qué otra manera podía comenzar a rezar con otros judíos con tan poco tiempo de preaviso. Así que abrí un espacio.

Primero estaba solo. La aplicación te muestra la burbuja de tu propio perfil, tu propia imagen hablando, y puedes ver que le hablas a nadie. Nunca sentí que tuve un gran impacto con mi presencia en los medios sociales y siempre me preocupó que nadie me escuchara. No estaba seguro si debía esperar o explicar lo que estaba haciendo cuando una persona apareció en el espacio y volvió a desaparecer. Comencé a leer en voz alta. No tenía un plan. Había 150 Salmos para elegir. Leí uno entrecortado. Leí otro más. Aparecieron un par de personas y se quedaron. Canté los Salmos en tono de plegaria comunitaria. "Hashem te salvará de todo mal". ¿Qué más podía hacer sino seguir adelante?

Pensé que llevaba 10 minutos leyendo. Al principio no pareció que alguien estuviera escuchando. Traté de prestar atención al par de personas que estaban presentes mientras intentaba cuidar mi lugar en el texto en hebreo. Ante mis ojos aparecían y desaparecían burbujas, y mis ojos pasaban del sidur a la pantalla. Leí también la traducción al inglés, en caso que alguien lo deseara. Mientras tanto, sin que yo lo supiera, el espacio fue compartido y reenviado por Twitter, dispersándose entre judíos con quienes nunca había interactuado. Alrededor de 30 personas se reunieron en el espacio mientras yo no presté atención, y alguien me preguntó si podían leer Ajeinu, una plegaria por todo el pueblo judío que se encuentra en problemas y precisa nuestras plegarias.

De repente, mis mensajes se vieron inundados por extraños. "Gracias por tu espacio hoy. Es lo único que me hizo sentir mejor". "Gratitud y solidaridad desde Gran Bretaña".

Entonces había más de 80 personas escuchándome. De repente, mis mensajes se vieron inundados por extraños. "Gracias por tu espacio hoy. Es lo único que me hizo sentir mejor". "Rezo contigo desde Australia". "Gratitud y solidaridad desde Gran Bretaña". "Esto era lo que necesitaba encontrar en este día espantoso". "Me dio mucho consuelo ser una comunidad". "Me fue muy difícil procesar lo que está ocurriendo y nuestras plegarias comunitarias me ayudaron a mantenerme calmo y centrado". "Realmente necesitaba estar con la tribu, unidos en plegaria y solidaridad. Baruj Hashem".

Mi garganta estaba seca, pero continué leyendo con pocos descansos. Tenía que seguir adelante. Entre los capítulos, explicaba por qué estábamos rezando, qué era lo que estábamos pidiendo. Muchos versículos expresaban esperanza por la venganza y la destrucción de nuestros enemigos. Todo lo que queríamos era paz. Seguía leyendo. ¿Qué más podía hacer? Más de 200 personas estaban sentadas conectadas por Twitter, rezando, pidiendo, esperando. Una mujer en Costa Rica leyó el Salmo 27 en inglés, tratando de mantener la compostura al leer las palabras: "No ocultes Tu rostro de mí… No me entregues al deseo de mis enemigos". Una mujer en Canadá compartió sus esperanzas de que nuestras plegarias pudieran ayudar a cambiar algo. Un ex soldado del ejército de Israel habló sobre la importancia de la seguridad en los centros judíos.

Yo observé cómo judíos de todas las denominaciones y con todos los grados de fe se unían y escuchaban. Éramos un único cuerpo rezando. Recibía agradecimientos y elogios, apenas podía aceptarlos. ¿Qué otra cosa hubiera podido hacer fuera de lo que había crecido haciendo? Yo sabía cómo leer Salmos, sabía cómo hablar respecto a por qué era importante lo que estábamos haciendo. Pero eso no provocaba que lo que yo hice fuera especial. Yo no era nada sin la comunidad que se había formado en nuestro espacio esa noche. Sin ellos, yo hubiera sido miserable, cerrando Twitter después de rezar 12 minutos, y luego abriéndolo nuevamente para revisar diversas cuentas de todo lo que no sabíamos.

Después de rezar durante dos horas, Jess (la mujer de Canadá), volvió para informarnos que los rehenes habían sido liberados. Me quedé helado. Les dije: "Nos aseguremos que la información es correcta y mientras tanto sigamos rezando". Recibí más mensajes y tweets de periodistas y de oficiales del gobierno confirmando que nuestras plegarias habían sido aceptadas. Parecía imposible poder pedir algo y recibir respuesta tan pronto. No es que yo no creyera en Dios, no creía en mí mismo. Sin embargo, allí estábamos.

No fue una noche de sábado sencilla, pero nos teníamos mutuamente.

"No podemos rezar sólo por lo malo, tenemos que rezar también por lo bueno", dije. Leí los cuatro versículos del Salmo 100 que comienzan diciendo: "Un Salmo de agradecimiento. Grite jubilosamente a Dios toda la tierra". Alguien entonó las palabras de la Havdalá, el servicio que concluye el Shabat: "Los judíos tuvieron luz y alegría, regocijo y honor. Que así también sea con nosotros".

Posteriormente, continué recibiendo algunos mensajes de gente que se había quedado impactada con la experiencia compartida. No fue una noche de sábado sencilla, pero nos teníamos mutuamente. Pensé que iba a estar solo con mis miedos, mis esperanzas y un par de plegarias. Imagino que los demás en el grupo pensaron lo mismo. Muchas personas me agradecieron por dirigir las plegarias. Yo estoy agradecido con cada uno de ellos, descubrí una comunidad que se unió en la oscuridad y encendió una luz que nos permitió ver que no estamos solos.

Espero que podamos seguir encontrando una comunidad entre todos los judíos, sin importar cuán lejos estemos ni qué diferentes seamos. Y rezo para que no necesitemos otra tragedia para lograrlo.

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