Mordejai, la reencarnación y el orgullo judío

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La respuesta ante un mundo repleto de antisemitismo debe ser el orgullo, no la subordinación

Hay una remarcable tradición mística sobre Mordejai, basada en una creencia aceptada por los Maestros de la Cábala y por muchos otros sabios rabínicos.

El judaísmo cuenta con diferentes opiniones respecto al concepto de reencarnación. Es cierto, la idea de que podemos pasar por esta tierra más de una vez no es un dogma incuestionable. Sin embargo, cuenta con un número suficiente de adherentes dentro de las fuentes judías para darle no sólo una gran medida de credibilidad sino también para permitirnos aprender fuertes mensajes a partir de algunas de sus enseñanzas.

El punto fundamental es que aquello que vemos tal vez no sea la historia completa. Lo que queda sin resolver en el Primer Acto de nuestra primera vida, puede ser rectificado en las siguientes “escenas”. La Cábala entiende que la reencarnación cumple un propósito importante: nos otorga una segunda oportunidad para enfrentar los desafíos que previamente nos vencieron, para que podamos superar los defectos que arruinaron nuestros esfuerzos por llegar a ser dignos de ocupar un lugar adecuado ante la Presencia de Dios.

En cierta forma esto se asemeja a la historia del cantante de ópera cuya presentación mediocre fue recibida con fuertes gritos de la audiencia pidiendo: “¡Otra!”. Después de repetir el aria y volver a recibir la misma respuesta, él agradeció al público y gentilmente se negó a volver a hacerlo. Pero una vez más volvió a escuchar el mismo pedido. Sin embargo, esta vez el público dejó en claro la razón de su reacción: “¡Otra, otra! ¡Hazlo hasta que aprendas a hacerlo bien!”, le gritaron.

Un ejemplo que ofrecen los Sabios para ilustrar la reencarnación como un medio para rectificar una debilidad de una vida previa, es el de Iaakov en la Biblia. Iaakov tuvo una vida ejemplar, sin embargo hubo algo en lo que falló.

En Génesis 33:1-3 leemos:

“Iaakov alzó sus ojos y miró; y he aquí que Esav venía y cuatrocientos hombres con él. Dividió entonces a los niños entre Leá y Rajel y entre las dos siervas. Puso a las siervas y a sus hijos al principio, a Leá y a sus hijos después y a Rajel y a Iosef al último. Él pasó delante de ellos y se postró en tierra siete veces hasta llegar a su hermano”.

Iaakov se postró siete veces ante Esav. Siete veces, uno de nuestros patriarcas asumió una postura de subyugación ante un ser humano en vez de reservar ese gesto solamente para Dios. Siete veces Iaakov se prosternó ante una creación Divina en vez de hacerlo ante el Creador.

Un hombre recto que confía en Dios nunca debe prosternarse ante otro ser humano. Por eso, algunos Sabios consideran que el hecho de que Iaakov se postrara fue un pecado. Fue un defecto que requería una rectificación para que su alma pudiera lograr la perfección.

Todos se prosternaban ante Hamán, excepto Mordejai

Muchas generaciones después, en el Libro de Ester, leemos la historia de Mordejai. Una de las características que se resaltan como una señal de su grandeza es:

“Todos los sirvientes del rey que estaban ante la puerta del rey se prosternaban y reverenciaban a Hamán, porque el rey había ordenado que lo hicieran. Pero Mordejai no se prosternaba ni lo reverenciaba” (Meguilat Ester 3:2)

Todos se prosternaban ante Hamán. Eso era lo que estaban obligados a hacer. Era lo que se esperaba que hicieran. Pero Mordejai no lo hacía. Sin importar cuáles fueran las consecuencias, Mordejai era el judío que no se prosternaba ante otro ser humano. Mordejai no iba a doblar sus rodillas ni a prosternarse frente a una fuerza secular. Y esto se debe a que de acuerdo con la tradición mística, esa era la razón por la cual había regresado a la tierra: para corregir el pecado de su pasado como Iaakov y de esta forma completar su camino hacia la perfección.

Como la reencarnación del Iaakov de la Biblia, la misión de la vida de Mordejai era demostrar esta enseñanza fundamental. Sin importar si Mordejai era o no la nueva versión de Iaakov, el énfasis en la historia de Mordejai como el judío orgulloso que se negó a subyugarse es sin duda la clave del libro bíblico cuya historia tuvo lugar en la Diáspora y que habla de la supervivencia judía en una tierra extraña.

Nuestra generación enfrenta un desafío similar. Vivimos en un mundo en el cual a menudo es difícil identificarse a uno mismo en público como un judío y un amante de Tzión, o de Israel y Jerusalem.

Hay algunos que siguen temblando de miedo porque la designación de Jerusalem como la capital de Israel incita el antisemitismo y provoca amenazas de violencia. Aquellos judíos para quienes prosternarse a la voluntad de los demás se ha convertido no sólo en una segunda naturaleza sino también en el ideal de la política nacional israelí, piensan que tal vez debemos someternos más a la opinión pública, responder más a las expectativas de aquellos que nos odian.

Los judíos sólo se prosternan ante Dios, y esa es la manera más segura para vencer a todos los Hamanes de la historia

Menajem Beguin, ex primer ministro de Israel, tenía una frase magnífica para los tímidos sionistas de esta generación que consideran que prosternarse a la voluntad de nuestros enemigos es la política ideal para sobrevivir. Él los llamaba “sionistas a los que les tiemblan las rodillas”. Cuando durante los años difíciles del comienzo de Israel se vio confrontado con una amenaza de los Estados Unidos de cortar toda ayuda a Israel a menos que siguiéramos obedientemente los dictámenes no comprometidos que nos habían presentado, Beguin no dudó en responder:

“No nos amenacen con cortar su ayuda. Eso no funcionará. Yo no soy un judío al que le tiemblan las rodillas. Yo soy un judío orgulloso con 3700 años de historia de civilización. Nadie nos ayudó cuando estábamos muriendo en las cámaras de gas y en los hornos. Nadie nos ayudó cuando luchamos para crear nuestro país. Nosotros pagamos por eso. Luchamos por eso. Morimos por eso. Vamos a mantenernos firmes con nuestros principios. Vamos a defenderlos. Y cuando sea necesario, volveremos a morir por ellos, con o sin ayuda. Estamos agradecidos por la asistencia que hemos recibido, pero no estamos dispuestos a ser amenazados. Yo soy un judío orgulloso. Me apoyan más de tres mil años de cultura y ustedes no me van a asustar con amenazas”.

No es sólo un asunto de ayuda de los Estados Unidos. Va más allá de eso. Es vivir en una época en la cual todo el mundo cree que tiene el derecho de decirle a Israel cómo debe relacionarse con las amenazas cotidianas contra su vida, las vidas de sus hijos y la misma existencia del estado de Israel.

La respuesta ante un mundo repleto de odio por nuestro pueblo, así como por la tierra a la cual hemos regresado después de miles de años de exilio, nunca puede ser la subyugación. Mordejai es nuestro modelo. Si Iaakov pecó al prosternarse, Mordejai y el mensaje de Purim deben recordarnos que los judíos sólo nos prosternamos ante Dios, y ese es el camino más seguro para derrotar a todos los Hamanes de la historia.

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