¿Cómo es posible que el mundo crea las mentiras de Hamas?

4 min de lectura

En un verdadero estilo orwelliano, la verdad se presenta completamente invertida.

Por más que lo intento, hay ciertas cosas que no logro entender.

Una de ellas es que muchos (en los círculos políticos, los medios de comunicación e incluso en algunos segmentos de la comunidad judía) no logren entender la poco envidiable situación de seguridad de Israel en su frontera con Gaza.

Nunca se lo puede repetir demasiado. Israel salió de Gaza en el 2005 y le dio a la Franja la primera oportunidad en su historia de gobernarse a sí misma, algo que nunca nadie más hizo (ni siquiera Egipto, que ocupó la franja costera hasta 1967).

De hecho, los israelíes fueron incluso más allá. Como una señal de buena voluntad, Israel dejó intactos sus invernaderos, con la esperanza de que eso ayudara a dar un impulso a la economía de Gaza.

¿Pero qué ocurrió?

En pocos días los invernaderos habían desaparecido, saqueados por los residentes locales.

Y en dos años, Hamas ya se había apoderado del control, eliminando a la Autoridad Palestina (en algunos casos, incluso arrojaron a sus miembros desde los techos de los edificios) y estableciendo un enclave jihadista, basado en la sharia (la ley islámica).

¿Qué es Hamas?

A esta altura, la respuesta debería ser obvia.

Pero queda claro que no lo es, por lo menos si juzgamos la manera en que algunos reaccionan ante los hechos actuales.

Para ellos, Hamas no es nada más que un símbolo de la “resistencia”, de los “oprimidos”, los “ocupados” y los “indefensos”.

Esto, por supuesto, es un argumento sumamente conveniente y reconfortante: si Hamas representa a la “víctima” de la historia, entonces, por definición, Israel representa al “villano”.

Al fin de cuentas, dicen estas personas, miren la cantidad de muertos. ¿Cómo es posible que la razón la tenga el lado que sufre menos muertes? ¿Cómo se atreven los israelíes a tener la audacia de defenderse a sí mismos de una forma tan “injusta”?

Entonces, las personas de las que estamos hablando, se envuelven de pies a cabeza con un manto de virtud y empatía hacia los “débiles” y se apresuran a criticar sin misericordia a Israel.

Bueno, puede que sea conveniente, pero en un verdadero estilo orwelliano, la verdad se presenta invertida.

Para comenzar, Hamas no es exactamente una empresa de “paz y amor”. Para saber esto, no es necesario que crean mis palabras. Es suficiente con leer las afirmaciones de los líderes de Hamas y leer la declaración de principios del grupo.

Las palabras son claras y estremecedoras. Allí no hay ambigüedad ni dudas.

Hamas busca eliminar a Israel, pura y simplemente. No les interesa en absoluto qué partido político gobierna en Israel. Para Hamas el problema no es la política israelí sino la sociedad israelí.

Hamas es una extensión de la Hermandad Musulmana. Ellos aspiran a un gobierno de califato acorde con su interpretación de la ley islámica. Su enemigo mortal es Egipto, con quien comparten una frontera (aunque no escucharán mucho al respecto) y otros países árabes sunitas que se interponen en su camino.

Hamas no ve de buen grado la igualdad de las mujeres, los derechos de LGBT, el pluralismo religioso, el gobierno de la ley y la posibilidad de disentir, y eso crea una ironía inconfundible cuando vemos quiénes son muchos de los que los alientan en el Occidente.

Hamas es una organización terrorista, designada oficialmente como tal tanto por los Estados Unidos como por la Unión Europea.

Hamas ha desperdiciado el futuro de Gaza desviando la ayuda internacional que reciben con el objetivo de destruir a Israel.

Hamas no duda en enviar a sus mujeres y niños a la frontera con Israel con la esperanza de crear incidentes sangrientos que los medios de comunicación difundirán a todo el mundo.

En vez de construir escuelas, cloacas, plantas para el tratamiento del agua y viviendas, los valiosos fondos son dedicados a fábricas de armas y a la construcción de un túnel tras otro, para llegar a Israel con la meta de matar, mutilar y secuestrar.

Hamas no duda en utilizar como instrumentos a sus mujeres y niños, enviarlos a la frontera con Israel con la esperanza de crear incidentes sangrientos que los medios de comunicación difundirán a todo el mundo. Por cierto los medios lo han hecho a menudo. Sin ofrecer ninguna explicación ni contexto, sólo imágenes de los “poderosos” enfrentando a los “indefensos”.

¿Cómo se supone que debe reaccionar Israel cuando ese grupo celebra la muerte, al saber que eso despertará una respuesta empática en ciertos corredores de Occidente?

¿Qué haría cualquier otro país si se encontrara en el lugar de Israel? Sin duda es muy fácil emitir a la distancia declaraciones santurronas, llamar a la calma, instar al control y la abstinencia y votar en la ONU resoluciones unilaterales que condenan ciegamente a Israel. Eso no cuesta nada.

Pero si ellos tuvieran que enfrentar a Hamas en sus propias fronteras, ¿alguien duda que correrían a pedir ayuda a Israel para aprender cómo minimizar las víctimas pero mantenerse firmes, y cómo asegurar la resiliencia de la población local que se ve afectada de forma directa?

Yo no lo dudo, porque eso es exactamente lo que los europeos y otros países han hecho en los últimos años. Al enfrentar una creciente amenaza jihadista, ellos acudieron a pedir el consejo y el entrenamiento de Israel, el mismo Israel que a menudo y sin dudarlo atacan cuando allí enfrentan peligros similares.

En nuestro mundo, oímos interminables mantras respecto a la necesidad de “aprender las lecciones de la historia” y “no repetir los errores del pasado”. ¿Acaso estas son sólo palabras vacías, sin ningún significado real?

Cuando veo consternado cómo responden algunos a la situación actual, incluyendo a ciertos legisladores de los Estados Unidos, a personalidades de Hollywood, comentadores mediáticos y líderes europeos, no puedo evitar recordar la impresionante miopía de Walter Lippman, el legendario periodista norteamericano.

En 1933, varios meses después de que Adolf Hitler subiera al poder, él escribió en el New York Herald Tribune:

“Negar hoy que Alemania pueda hablar como un poder civilizado, porque en Alemania se dicen y se hacen cosas no civilizadas, es en sí mismo una profunda forma de intolerancia. Como toda intolerancia esto revela una falta de sabiduría moral, en este caso la sabiduría moral del entendimiento religioso de la naturaleza dual del hombre… Por lo tanto el mundo exterior haría bien en aceptar la evidencia de la buena voluntad de Alemania y buscar de todas las formas posibles la manera de encontrarla y justificarla”.

Lippman era judío. Su error fundamental en la lectura de la “naturaleza humana” en la Alemania totalitaria no fue única, pero resultó ser muy costosa.

Si en estos días queremos aprender las lecciones de la historia, entonces un buen lugar para comenzar sería entender la naturaleza de Hamas.

Este artículo fue publicado originalmente en el “Times of Israel”.

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