El asesinato de Zidan Saif

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El nuevo héroe del Estado judío no es judío.

Oficiales de la policía israelí cargan el ataúd de su colega Zidan Saif, un árabe druso que murió luego de recibir un disparo en el ataque terrorista en una sinagoga de Jerusalem.Oficiales de la policía israelí cargan el ataúd de su colega Zidan Saif, un árabe druso que murió luego de recibir un disparo en el ataque terrorista en una sinagoga de Jerusalem.

El miércoles 19 de noviembre, miles de personas se dirigieron a Yanuh-Jat; israelíes de todos los tipos se abrieron paso hacia el remoto distrito de la Galilea, donde un héroe caído sería enterrado lleno de honores. El presidente de Israel, Reuven Rivlin, estaba ahí para presentar sus respetos, al igual que el ministro de seguridad interna y el jefe de la policía nacional. De todos los rincones del país, cientos de judíos ultra ortodoxos de sombrero negro viajaron en buses alquilados, uniéndose a la multitud de drusos que vestían sus tradicionales turbantes blancos, a los oficiales de policía con sus vestimentas azules y a tantas otras personas, que incluso los techos de las casas cercanas estaban llenos con espectadores.

Todos habían ido a despedirse de Zidan Saif, el oficial de policía druso que acudió primero a la sinagoga de Jerusalem en la cual ocurrió una masacre el pasado martes 18 de noviembre. Saif se puso entre los terroristas y el resto de la gente, y recibió un balazo en la cabeza que le causó la muerte esa misma noche. Como es apropiado para quien murió cumpliendo su deber, su ataúd estaba envuelto con la bandera de Israel, con la estrella de David en el centro.

Al igual que muchos de los leales hijos y héroes del estado judío, Saif no era judío. Pero eso no lo hacía ser menos israelí, tal como las considerables minorías árabe y no judías no hacen que Israel deje de ser un estado soberano judío. Y tampoco hizo que se redujeran ni siquiera un poco los honores y la gratitud que expresaron por él los israelíes de todos los tipos. En su funeral, el presidente de Israel elogio a Seif llamándolo "uno de los primeros guardianes de Jerusalem". Un rabino de la sinagoga de Jerusalem donde ocurrió la matanza le dijo a los residentes de la villa que había viajado hasta allá "simplemente para estar con ustedes y para llorar con ustedes", y se refirió a la "devoción y determinación" del policía de 30 años como un "ejemplo para todos nosotros".

Siempre han habido pesimistas convencidos que la democracia multi étnica del estado judío está destinada a fracasar. Para algunos, la horripilantes imágenes de la sinagoga Bnei Torá —en la cual pacíficos estudiosos fueron atacados mientras rezaban, con su sangre corriendo por sus filacterias y enrojeciendo sus mantos de rezo— sólo fomenta dicho fatalismo.

"El ataque a la sinagoga de Har Nof", escribió el comentarista Joe Pollak, envía el mensaje de que "los judíos y árabes no pueden vivir en paz en el mismo país". Una columna de análisis del periódico New York Times fue titulada: "En la 'Guerra de los barrios' de Jerusalem, las diferencias no son negociables".

A pesar de la brutalidad del terrorismo que ha mandado a tantos inocentes a la tumba a lo largo de los años, el funeral de Saif es sin embargo una conmovedora evidencia de que una coexistencia pacífica no sólo es posible en el estado judío, sino que es una realidad diaria que se encuentra tejida en la trama misma de la vida israelí.

Obviamente hay tensiones, disputas y resentimientos, tal como ocurre en cualquier democracia imperfecta (¿y qué democracia no es imperfecta?). Sin embargo, Israel ha enfrentado desde sus inicios el desafío de construir una sociedad que se mantenga unida por fuerzas centrípetas más fuertes que las diferencias centrífugas que intentan separarla. De hecho, la declaración de independencia de Israel, que fue proclamada por David Ben Gurión en mayo de 1948, implora explícitamente a los habitantes no judíos de Israel a que se queden y "participen en construir el estado sobre las bases de ciudadanía completa e igualitaria". Una gran cantidad efectivamente se quedaron —incluyendo a muchos miles de árabes drusos— y compartieron las bendiciones de la libertad, democracia e igualdad israelíes.

Todavía es un trabajo en progreso, pero en términos generales ha sido exitoso. El pequeño estado judío —el cual cuenta con una notable minoría árabe— no sólo sobrevive sino que prospera, a pesar de la implacabilidad de sus peores enemigos y de la violenta inestabilidad de los países que lo rodean. Así es, el terrorismo es una triste plaga. Y sí, la cultura política palestina que lo incita es aún peor. Pero a pesar de todo, Israel se las arregla para destacar como un oasis de pluralismo, respeto y tolerancia en una parte del mundo que no se destaca por dichas cualidades.

El oficial de policía israelí Zidan Saif sostiene a su pequeña bebé en una foto familiar. Saif fue asesinado mientras cumplía su deber el 18 de noviembre de 2014.

Una de las condenas más fuertes en contra de la carnicería que ocurrió en la sinagoga vino sorprendentemente del ministro del exterior de Baréin, quien condenó el "asesinato de inocentes en una casa de rezo". Khalid bin Ahmed Al-Khalifa advirtió que "quien pagará el precio por el asesinato de inocentes en una sinagoga judía y por haber recibido con júbilo las noticias del crimen es el pueblo palestino".

Fue sorprendente ver un lenguaje tan fuerte de un alto oficial de gobierno árabe, especialmente cuando muchos oficiales de gobierno palestinos "celebraron el crimen" de forma exuberante y abierta. Pero como dijo la periodista Evelyn Gordon, los gobiernos árabes pragmáticos como el de Baréin saben muy bien que en una época en la que los musulmanes son asesinados por fanáticos a lo largo del Medio Oriente, "las mezquitas en Israel y Judea y Samaria —incluyendo la mezquita de Al-Aqsa de Jerusalem— se mantienen entre los lugares de rezo más seguros del Medio Oriente para los musulmanes".

Y eso no es poco decir, incluso en un mundo que lo da por sentado. Puede que los terroristas hayan matado a Zidan Saif, pero su recuerdo se mantendrá como una bendición, tanto para judíos como para no judíos.

Este artículo apareció originalmente en el periódico Boston Globe.

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