Israel
Rehenes, horror y esperanza: Una visita al kibutz Nir Oz
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Una cosa es sentir miedo, y otra cosa es rendirse a él.
He visto el video de los militantes palestinos en Ramallah, Cisjordania, prendiendo fuego la bandera argentina, en vísperas del partido de fútbol Argentina vs. Israel, siguiendo las órdenes del presidente de la Federación Palestina de Fútbol, Jibril Rajoub, que invitaba a quemar camisetas argentinas y efigies de Messi, y a “abandonar” a nuestro astro.
No recuerdo, en toda la historia de los mundiales, que nuestro país haya sufrido semejante injuria contra nuestra identidad nacional ni semejante amenaza contra la integridad física de nuestros jugadores.
Es lógico sentir miedo frente a esta intimidación violenta: fueron precisamente terroristas palestinos, con el mismo sentido ideológico que estos que queman nuestra bandera, quienes masacraron a once atletas israelíes en las Olimpíadas de Munich en 1972.
El evento deportivo no es para estos militantes un espacio excepcional para el intercambio pacífico entre los pueblos, sino el escenario propicio para asesinar o dañar a deportistas desarmados. Pervierten a conciencia el ideal olímpico y deportivo. Pero una cosa es sentir miedo, y otra rendirse a él.
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