Recuérdame, ¿Por qué continuamos juntos?

6 min de lectura

Una pareja emprende una solución radical para salvar la distancia en sus 25 años de matrimonio.

"Nos estamos divorciando”, dijo la voz de mi amiga por teléfono.

Sentí un escalofrió en la espalda. ¿Un divorcio después de tantos años de matrimonio? ¿Después de haber pasado por tantas cosas juntos y de haber criado hijos juntos? ¿Por qué? ¿Qué fue lo que sucedió?

Pero ya sabía la respuesta. La había oído numerosas veces últimamente por parte de amigos y conocidos: el aburrimiento, la creciente distancia, el sentarse el uno frente al otro y no tener nada que decir, la falta de romance e intimidad, el sentirse como dos extraños, el hecho de no tener que seguir aguantando ahora que los niños han crecido, la oportunidad de encontrar a alguien que realmente pueda satisfacer las necesidades de uno.

En medio de toda esta confusión, no podía dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo en mi matrimonio. Cuando los niños estaban en casa, nuestras conversaciones se centraban en ellos, en el trabajo y en cómo llevar adelante un hogar funcional. Después de que nuestros hijos se fueron de la casa, empezamos a experimentar algunas de las mismas dificultades que nuestras amistades estaban enfrentando. Se había creado un vacío, y la cuestión era cómo llenarlo.

La tasa de divorcio para las personas de 50 años o más, se ha duplicado en las últimas dos décadas. Los sociólogos están llamando a este fenómeno "La Revolución del Divorcio Gris".

No es de extrañar que la tasa de divorcios en los Estados Unidos sea una de las más altas del mundo, sobrepasando el 50%. Sin embargo, lo que resulta verdaderamente sorprendente, es que la tasa de divorcio para las personas de 50 años o más, se ha duplicado en las últimas dos décadas. Los sociólogos están llamando a este fenómeno "La Revolución del Divorcio Gris". Los expertos predicen que la tasa de divorcios en este grupo continuará aumentando en el futuro. Aunque el estudio formal de este fenómeno recién ha comenzado, se cree que la causa principal es el énfasis en la realización personal y el individualismo por la generación “yo, yo y yo”. Los efectos negativos de la filosofía de "¿qué has hecho por mí últimamente?" se están haciendo sentir.

Con el fin de evitar que nuestra relación pasara a ser parte de esta tendencia creciente, mi marido y yo decidimos tomar una acción rápida y definitiva.

Siempre había creído que conocía a mi esposo como la palma de mi mano y que nada que él pudiera hacer o decir me asombraría. Pero un día me sorprendió de una manera tal que nunca pensé que sería posible. Se me acercó y me preguntó: "¿Qué tal si nos tomamos un año sabático para viajar, aprender y reconectarnos?".

Me quedé atónita. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Tomar un año sabático y hacer algo que va en la dirección diametralmente opuesta de lo que están haciendo todos nuestros pares? ¡Una idea brillante!

Pero ¿cómo podremos lograrlo? Si bien yo disponía de un poco de flexibilidad, mi esposo tenía un trabajo muy demandante como un alto ejecutivo de una gran empresa. Nunca le permitirían tomarse un año libre.

"Voy a renunciar", sugirió Eli. "O mejor dicho, me voy a ofrecer de voluntario para que me despidan. La empresa necesita disminuir sus gastos", agregó.

"¿Renunciar, ser despedido...?". ¿Pero qué hay de todos los gastos y las cuentas que debemos pagar? ¿Es prudente dejar un trabajo bien remunerado y estable, mientras aún tenemos dos hijos en la universidad y la economía está siendo afectada por un desempleo sin precedentes?

"¿Estarías dispuesta a realizar algunos recortes de presupuesto si fuera necesario al regresar?", me preguntó.

Y en ese momento, de repente, me percaté de que estaba experimentando el sabor de la libertad, el darme cuenta de que no estamos atrapados, tenemos opciones y todo depende de las elecciones que hacemos. Mi esposo hablaba en serio y este era el momento para decidir.

Confiaba en que al regresar podríamos encontrar una manera de sobrevivir, pero tendría que estar dispuesta a realizar algunos recortes de presupuesto y hacer ciertos sacrificios. Sólo me tomó unos segundos hasta que me oí a mí misma decir: "¡Hagámoslo!"

Informamos a nuestros familiares y amigos. Nuestros hijos fueron muy alentadores, al igual que mis padres. Incluso mi padre, que siempre ha sido un adicto al trabajo, citó (sin saberlo) Ética de Nuestros Padres, diciendo: "Si no es ahora, ¿cuándo?" Entre nuestros amigos hubo reacciones diversas. Algunos pensaban que era una idea maravillosa, mientras que otros creían que habíamos perdido la cabeza. Pero para nosotros, el tren estaba por partir de la estación y estábamos decididos a tomarlo.

Todo ocurrió mucho más rápido de lo que esperábamos. Dos meses más tarde estábamos en camino.

Israel: Enfrentando Nuestros Conflictos

Decidimos empezar nuestro viaje en Israel ya que la espiritualidad y la religión siempre han sido temas polémicos en nuestra familia. Mi marido creció en California y proviene de una familia secular. Yo crecí en Argentina, en una comunidad judía unida más por lazos culturales que religiosos. Cuando nos casamos y me fui a vivir a Estados Unidos, me asombró lo fácil que resultaba ser la integración y la asimilación a la cultura americana. Noté que muchos olvidaban su identidad judía por completo. Por ello, decidí enviar a los niños a una escuela judía donde pudieran aprender judaísmo de maestros que viven y creen lo que enseñan. Eli accedió a la situación por el bien del Shalom Bait (paz en el hogar) pero sin entusiasmo. Con el tiempo, nuestros hijos y yo nos volcamos más hacia la religión y al introducir unilateralmente más judaísmo en nuestro hogar, esto se convirtió en un conflicto en nuestra relación.

Israel era el lugar ideal para poder confrontar directamente las cuestiones que nos habían llevado en diferentes direcciones. Durante unos meses, fui cada mañana para aprender a Neve Yerushalayim, un seminario para mujeres jóvenes que desean explorar su judaísmo. Eli asistió al programa de Essentials en Aish HaTorá, un programa de introducción al judaísmo dirigido principalmente a jóvenes, aunque esta abierto para todas las edades. La transformación de nuestro matrimonio fue inmediata.

Delante de nosotros se abrieron nuevas puertas y surgieron nuevos horizontes. Por primera vez, tuvimos la oportunidad de estudiar de lleno Torá y nuestro apetito por seguir aprendiendo era insaciable. Esto nos ayudó a obtener una nueva perspectiva y nos llevó a cuestionarnos sobre nuestras vidas y metas como individuos y como pareja. No podíamos esperar a vernos y compartir las cosas nuevas que habíamos aprendido. ¡Teníamos tanto que hablar!

En el caso de Eli, algo se despertó dentro de él. Esta fue la primera vez que tenía la oportunidad y las ganas de explorar, cuestionar, examinar, comprender y comenzar a forjar una relación con Dios. Esto fue crucial para nuestra relación. Ahora, en lugar de que ser yo la que empuja, logramos crecer y caminar juntos, lado a lado. De hecho fue él quien sugirió que comenzáramos a cuidar Shabat.

Lo que hemos aprendido en Israel tuvo un impacto significativo en nuestra relación Por ejemplo, nos ha resultado muy interesante la noción de que el cónyuge actúa como un espejo que refleja y expone las debilidades de uno mismo, lo cual bien utilizado, conduce al crecimiento. El matrimonio no se supone que sea sólo diversión y buenos momentos, sino una relación de interdependencia que desafía a cada cónyuge a crecer y a esforzarse por alcanzar su potencial. Este concepto nos ha ayudado a hacer frente a nuestras diferencias.

Hoy en día, cuando tenemos desacuerdos, en lugar de ser un motivo para distanciarnos, es una oportunidad de crecimiento. Esto no quiere decir que estos conflictos sean bienvenidos, pero siempre hay algo positivo para aprender.

Visitando el Mundo

Después de Israel, nuestro viaje continuó por otros países tales como Australia, Nueva Zelanda, Botswana, Sudáfrica, Italia, Francia, Inglaterra y varios más. Cada pocos meses, sin embargo, sentimos la necesidad de regresar a Israel para recargar nuestras pilas "espirituales". Llegamos a la conclusión que el nivel de conciencia y de conexión que se encuentra en Jerusalem, no tiene paralelo en el mundo.

Sin embargo, en cada lugar que visitamos, tuvimos experiencias inolvidables y aprendimos mucho. Entre otras cosas, descubrimos que a pesar de que estábamos pasando la mayor parte del viaje durmiendo en pequeñas habitaciones en hoteles o departamentos de una habitación, nos sentíamos felices. La cantidad de ropa que necesitamos fue mucho menos de lo que creímos en un principio. Empezamos con cuatro maletas grandes y gradualmente nos limitamos a dos. Aprendimos que en otros países la gente vive y disfruta de la vida con menos estrés y sin tanta presión para trabajar incesantemente para adquirir continuamente nuevos bienes materiales. Hemos descubierto que podemos vivir con menos, trabajar de una manera más equilibrada e invertir nuestro tiempo en lo que es realmente importante: la familia, la Torá, y nuestra relación.

La nuestra fue una oportunidad que no se presenta comúnmente. No todos tienen el recurso financiero, la disponibilidad de tiempo o la inclinación para emprender un viaje así. Sin embargo, no es necesario tomarse un año de descanso para tener un matrimonio exitoso y satisfactorio. Todo lo que se necesita es darle a la pareja la prioridad número uno y estar dispuesto a hacer lo necesario para nutrir la relación. Hay que tomarse el tiempo para estar juntos, invertir en la pareja, ser dadivosos, agradecidos, hablar con amabilidad y cariño, incorporar un poco de diversión y sentido del humor a la relación, tratarse mutuamente con respeto, estudiar Torá y crecer juntos.

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