Nuestro impulso hacia una vida con sentido

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El sentido es una de las necesidades más grandes del hombre. ¿Acaso la vida puede tener sentido si la existencia es producto de una ocurrencia al azar?

En “El hombre en Busca del Sentido”, Viktor Frankel cuenta lo que le pasó a "F", un compañero suyo en Auschwitz:

“Me gustaría decirle algo, Doctor. Tuve un sueño extraño. Una voz me dijo que podía pedir saber algo, que sólo tendría que decir qué es lo que quería saber y todas mis preguntas serían contestadas. Yo quería saber cuándo nosotros, nuestro campo, sería liberado y nuestro sufrimiento llegaría a su fin”.

 "¿Y cuándo tuviste este sueño?" - le pregunté.

 “En febrero del 1945” - respondió. En ese momento era el inicio de marzo.

 “¿Qué es lo que contestó la voz de tu sueño?”.

 Secretamente me susurró: “El 30 de marzo”.

 Cuando "F" me contó acerca de este sueño, él estaba lleno de esperanza y convencido de que la voz de su sueño era correcta. Pero mientras se acercaba el día deseado, las noticias de guerra que llegaban a nuestro campo hacían parecer que sería muy improbable que nos liberaran en la fecha prometida. El 29 de marzo, "F" se enfermó repentinamente con temperatura muy alta. El 30 de marzo, el día que su profecía le había dicho que la guerra y el sufrimiento llegarían a su fin para él, deliró y perdió la conciencia. El 31 de marzo, estaba muerto. Aparentemente, había muerto de tifoidea.

Tener sentido en la vida es una de nuestras necesidades más básicas. Sin él no podemos vivir. Para el prisionero "F" de Auschwitz, la promesa de la liberación se convirtió en su propósito de vida. Cuando ese día pasó, su deseo de vivir se evaporó.

Con sentido, es posible sobrevivir el inexplicable horror de un campo de concentración. Frankel escribe:

“No hay nada en este mundo, me atrevo a decir, que ayude a una persona a sobrevivir inclusive en las peores condiciones, como el conocimiento de que la vida tiene sentido. Hay mucha sabiduría en las palabras de Nietzsche: "Aquel que tiene un porqué vivir, se puede enfrentar a todos los 'cómo vivir'". (Victor Frankel, “El Hombre en Busca del Sentido”).

¿Accidente o intención?

La profunda convicción de que existe un sentido en la existencia; de que vale la pena vivir, recae en el axioma de que la vida no es un accidente. Hay una razón para nuestra existencia.

Imagínate sacar de una gorra una serie de barajas al azar y escribir los números que te salieron.

Un amigo pasa caminando y ve la serie de números que habías escrito, sin saber que el orden no tiene razón de ser. Se queda viendo los números, rompiéndose la cabeza y de repente, exclama: “¡Lo tengo! ¡Esta es la razón por la cuál los pusiste en este orden!” - e inmediatamente comienza a darte una explicación.

El comentario brillante de tu amigo sobre la razón de la secuencia de los números no cambia la realidad: No hay sentido en el orden. Es pura suerte, sacado de una gorra sin intención alguna.

Si la vida es el mero resultado de una ocurrencia sin objetivo ni dirección, ¿qué sentido tendría finalmente la existencia? La vida sería sólo un accidente, una bocanada espontánea saliendo del caos, sin rima ni razón. Puede ser posible fabricar un sentido y un contexto, añadiéndole un poco de razón y de orden como hizo el amigo con la serie de los números, pero al final, la realidad permanecería inmutable - seguiría sin existir un propósito real para la vida.

Creencia existencialista

La cuestión del "sentido inventado" es la diferencia básica entre el judaísmo y el existencialismo.

El judaísmo mantiene que la vida no es al azar. Existe un Dios que nos creó por una razón y, el propósito es inherente en la existencia. El existencialismo mantiene que no hay un propósito intrínseco. No existe un Dios que creó el universo con intención; la existencia es un accidente.

¿Cómo es que el existencialista se levanta cada mañana listo para lidiar con los dolores y frustraciones de la vida - sin propósito? ¿Qué es lo que le impide tomar la salida final?

La solución existencialista: El ser humano tiene el desafío de “crear” un sentido.

“Por lo tanto, no hay una naturaleza humana, porque no hay un Dios que tenga la concepción de ella. El hombre simplemente es… El hombre es simplemente lo que hace de sí mismo. Ese es el principio del existencialismo” (Jean-Paul Sartre, “Existencialismo”).

Pero entonces, ¿hasta dónde llega este “sentido creado”?

La enigmática tragi-comedia de Samuel Beckett “Esperando a Godot” trata este dilema. Los dos personajes de la obra son vagabundos atrapados en el mundo representado por el escenario. Parecen incapaces de tomar una salida, incluso cuando a veces desesperadamente se quieren ir. Y el repetido refrán a lo largo de la obra es:

“Bueno, vamos”.

 “No podemos”.

 “¿Por qué no?”.

 “Porque estamos esperando a Godot”.

 “Ohhhh”.

Atrapados en este mundo carente de sentido, están siempre tentados por la idea de dejarlo todo atrás. “Vamos”. Pero la opción del suicidio es demasiado difícil - “No podemos”. Al mantenerse vivos están confrontados inmediatamente con la necesidad de justificar su dolorosa y absurda existencia: “¿Por qué no?”. ¿Cuál es nuestro propósito de estar aquí?

“Estamos esperando a Godot. Ohhh…”. Ese es el propósito fabricado - esperar que al misterioso Godot se le ocurra llegar. La tragedia tiene dos lados: Godot nunca se presenta, e incluso peor, no hay ningún Godot. Realmente no existe - lo inventaron. Para estos vagabundos, su sentido es una ilusión. Puesto que viven en un mundo en donde no existe ningún Dios, la cruda realidad es que la vida es un accidente y no tiene ningún sentido.

En las palabras del existencialista Albert Camus: “Sólo hay realmente un verdadero problema filosófico y ese es el suicidio”. Para el existencialista confrontar la realidad directamente lleva eventualmente a la desesperación y finalmente a la necesidad de escaparse de una vida sin utilidad alguna. La única opción para la supervivencia es sumergirnos en una ilusión de significado, un mundo de hacer-creer.

Dostoyevsky dijo 'Si Dios no existiera, todo sería permisible'. Ese es el punto de partida del existencialismo. De hecho, todo es permitido si Dios no existe, y como resultado el hombre está desamparado, porque ni dentro ni fuera encuentra nada para agarrarse” (Jean-Paul Sartre, “Existencialismo”).

Existencia diseñada

El judaísmo es justo lo opuesto. La realidad debe ser abrazada y no esquivada. La existencia de Dios significa que la vida no es un accidente sin sentido. La vida fue creada, fue diseñada por un Ser con sentido. Existe un sentido automático, una razón para la existencia que es objetiva y real, no inventada.

En el judaísmo, la esperanza y la celebración reemplazan al suicido como respuestas naturales a la realidad. El propósito te hace tomar un compromiso para construir una vida de integridad, una pasión para abrazarte a la belleza y la santidad que conlleva el universo. El amor verdadero, la bondad y el significado no son sólo fragmentos ilusorios de una desesperada imaginación. Son el alma de la existencia.

El existencialismo y el judaísmo presentan dos visiones diametralmente opuestas:

Existencialismo: La realidad no tiene un sentido genuino.

Judaísmo: La realidad tiene un sentido genuino.

Existencialismo: Dios es sólo otra figura de Godot, inventada para apaciguar una vida vacía.

Judaísmo: Dios es objetivamente real, la fuente del verdadero sentido y de la bondad.

Existencialismo: Sentimientos de amor, de conexión y de ser bondadosos son ilusiones. La virtud no tiene una realidad objetiva.

Judaísmo: El amor, la espiritualidad y el ser bondadosos, son oportunidades auténticas de experimentar la esencia de la vida. La virtud tiene una absoluta existencia.

¿Donde estás tú? Como cualquier asunto importante que se puede ver desde puntos de vista opuestos, nuestra labor es tratar de descubrir la verdad lo mejor posible, tomar decisiones basadas en evidencia suficiente, razón y experiencia.

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