[Historia Judía #17] David: Pastor y guerrero

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Siendo aún demasiado joven como para luchar en el ejército, David se convirtió en una celebridad israelí cuando mató a Goliat.

Después de darse cuenta que Shaul y sus descendientes no continuarían gobernando Israel, el profeta Shmuel fue en búsqueda de otro candidato.

Guiado por Dios, Shmuel se encontró en la ciudad de Beit Léjem (Belén), visitando a un hombre llamado Ishai entre cuyos hijos se encontraba el próximo rey.

Ishai presentó a siete de sus hijos, y Shmuel vio que eran todos excelentes hombres – de buen físico, bien educados en ley judía y dedicados a Dios. Pero ninguno era lo suficientemente bueno. el Tanaj relata que mientras Shmuel estaba admirando a uno de los hijos de Ishai, recibió un mensaje de Dios:

Dijo Hashem a Shmuel: ‘No mires su figura, ni lo elevado de su estatura, porque lo he desechado, pues no es [dependiente de] lo que ve la persona, porque la persona ve con los ojos, pero Hashem mira el corazón’" (Shmuel I, 16:7).

Entonces, Shmuel preguntó: "¿Tienes más hijos?". Ishai, un poco confundido, respondió: "Bueno, tengo también un hijo menor, pero está afuera atendiendo las ovejas".

Aquel pequeño era David. Shmuel le pidió a Ishai que lo fuese a buscar y, tan pronto como el pequeño pelirrojo David apareció, Shmuel supo que era el indicado. A pesar del hecho de no tener un físico tan impresionante, sí tenía lo que hacía falta para ser el fuerte líder que Israel necesitaba.

Esto nos enseña una lección muy importante sobre cómo se supone que debemos juzgar a las personas. Vivimos en un mundo muy superficial. Somos juzgados en base a la apariencia, y es por eso que la cirugía plástica y el verse eternamente joven son cosas tan importantes. El judaísmo dice que la verdadera grandeza de la persona no es medida por la apariencia externa; la verdadera grandeza reside en el alma.

El Ungido

Shmuel tomó un tarro de aceite y lo vertió sobre la cabeza de David. Esto es llamado "unción" – en hebreo, moshaj, que es de donde deriva la palabra Mashiaj, o Mesías.

Que Shmuel ungiese a David no significaba que se hubiese convertido en rey; significaba que había sido designado por Dios para ser el siguiente en la monarquía.

Mientras tanto, Shaul continuó reinando sin saber lo que había pasado, a pesar de que Shmuel le había dicho previamente que sus días estaban contados.

La Biblia relata que en el momento en que David fue ungido, "el espíritu de Dios abandonó a Shaul" y él cayó en depresión. Para ayudar a aliviar su angustia, sus consejeros decidieron traer un arpista, razonando que escuchar música lo haría sentir mejor.

Y así es como David, que todavía era pastor, fue llevado al palacio – él tocaba el arpa hermosamente, y su música alivió al Rey Shaul, quien aún no sabía que aquel joven pronto lo reemplazaría.

David y Goliat

Durante esa época, Israel estaba constantemente en guerra con los filisteos (a quienes introdujimos previamente).

Sabemos que las guerras antiguas estaban muy ritualizadas. En la Ilíada de Homero podemos ver cómo se realizaban las batallas en los tiempos antiguos, mediante la historia del sitio de Troya (alrededor de 1200 AEC). Allí vemos que cada lado enviaba a su mejor guerrero, quien peleaba en defensa de su pueblo. A menudo, la batalla terminaba en eso, porque independientemente de qué guerrero ganase, el otro lado quedaba tan desmoralizado que se retiraba de la batalla.

En la historia judía, en ese tiempo, la situación era la misma – los filisteos tenían un guerrero que era bastante impresionante. Su nombre era Goliat y era inmenso.

(En el mundo de la lucha libre solía haber un hombre llamado Andre el Gigante. Lo recuerdo perfectamente. Medía 2.3 metros y pesaba 200 kilos. Luchaba contra tres oponentes al mismo tiempo. Goliat era aún más grande que él).

El problema es que las fuerzas judías no tenían ningún guerrero de ese calibre.

Las tropas judías estaban situadas a un lado del Valle Ela, al sur de Jerusalem – un lugar que se puede visitar incluso hoy – y los filisteos estaban ubicados al otro lado. Goliat iba marchando al frente de las líneas filisteas, y mientras lo hacía, iba insultando a los judíos y desafiándolos a que alguien combatiese con él:

"Elijan ustedes a un hombre y que descienda hacia mí. Si puede pelear conmigo y matarme, entonces seremos vuestros siervos; pero si yo prevalezco sobre él y lo mato, entonces ustedes serán nuestros siervos y nos servirán". (Shmuel I, 17:8-9)

El mortificado ejército israelí debía escuchar diariamente estas burlas, ya que nadie estaba dispuesto a combatir con Goliat.

Un día, David – que todavía era un pastor y no un soldado – apareció en el frente de batalla llevando comida para sus hermanos, y quedó sorprendido por lo que vio.

Fe en Dios

Indignado por los insultos de Goliat, David se ofreció como voluntario para pelear contra Goliat, pero le resultó muy difícil convencer a todos de que le permitiesen hacerlo. Finalmente, gracias a su firme confianza en Dios, convenció al Rey Shaul:

Y dijo David: "Hashem me salvó de las garras del león y de las garras del oso, Él me salvará [también] de las manos del filisteo" (Shmuel I, 17:37).

A lo que Shaul respondió:

"Anda y que Hashem esté contigo".

David salió a encontrarse con Goliat sin espada ni armadura, sólo con su honda, unas cuantas piedras, y su profunda fe en Dios.

Al verlo, Goliat se rió:

"¿Acaso soy un perro para que vengas a mí con palos?" (Shmuel I, 17:43).

Pero David no se perturbó:

"Tú vienes a mí con una espada, una lanza y una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Hashem de los Ejércitos, el Dios de las Huestes de Israel a las cuales tú has insultado. En este día te entregará Hashem en mi mano… Y sabrá toda esta congregación que no es con espada y con lanza que salva Hashem…" (Shmuel I, 17:45-47).

Mientras Goliat avanzaba hacia él, David utilizó su honda para arrojar con fuerza una roca directo a la cara del gigante. Lo golpeó en la frente y éste cayó al suelo, de plano sobre su cara. David le quitó su espada y lo decapitó.

Los asombrados filisteos comenzaron a correr, perseguidos por el ejército israelí. El resultado final fue una tremenda victoria para los judíos.

No por la Fuerza

Las palabras que David dijo en el campo de batalla son muy poderosas. Él enfatizó que la verdadera fortaleza del pueblo judío es Dios, y el mismo mensaje sería transmitido después en las famosas palabras del profeta Zacarías:

“‘No por la fuerza, no con poder, sino con Mi espíritu’, dice el Señor de las Huestes” (Zacarías 4:6).

Los judíos tienen que recordar que ganarán si Dios está con ellos pero, apenas pierdan eso de vista, estarán en problemas. Veremos eso cuando lleguemos a la historia moderna de Israel – la gran victoria de 1967 y la terrible derrota de 1973.

El pueblo judío debe recordar siempre cuál es la fuente de su fortaleza.

David era un líder judío que nunca olvidaría eso, a pesar de que de la noche a la mañana se hubiese convertido en una celebridad. Como recompensa por su valor, le fue dada como esposa la segunda hija de Shaul, Mijal. Incluso fue compuesta una canción sobre él, la cual se hizo muy popular: "Shaul ha matado a sus mil, y David a sus diez mil".

El ascenso de la popularidad de David era proporcional al incremento de los celos de Shaul hacia él.

"'¡A David le atribuyeron diez mil, mientras que a mí sólo me atribuyeron mil! Lo único que le falta es el trono’. Y Shaul comenzó a sospechar de David desde ese día en adelante.

Fue al otro día, que un espíritu malo [emanado] de Hashem se apoderó de Shaul, y éste profetizaba dentro de la casa, mientras David tocaba [el arpa]… y la lanza estaba en la mano de Shaul. Y alzó Shaul la lanza [para arrojarla] diciendo [para sí]: ‘Heriré a David [clavándolo] a la pared’. Pero David se apartó de delante de él dos veces". (Shmuel I, 18:8-11)

Shaul lo persiguió por todo el país, por lo que David tuvo que refugiarse.

Pero a Shaul no le quedaba mucho reinado por delante; estaba a punto de morir en batalla.

La Batalla Final de Shaul

Los filisteos atacaron de nuevo – cerca del Monte Gilboa, en el norte de Israel y al norte de la ciudad de Beit Shean.

Es asombroso lo lejos que los filisteos lograron entrar en el país. Ya no estaban sólo en la costa, sino que habían penetrado hasta la parte este de Israel por la principal ruta de comercio en el antiguo Cercano Oriente – la Vía Maris (Camino del Mar) – que iba desde la costa, por el Valle de Jezreel, hacia el oeste del Monte Gilboa. Desde allí la ruta zigzagueaba hacia el oeste del Mar de Galilea y luego hacia arriba a través de las Alturas del Golán y hasta Damasco. Estratégicamente, estaban en un mal lugar para el pueblo judío. Shaul marchó hacia allí con su ejército para luchar contra ellos.

Shaul siempre sabía el resultado de cada batalla ya que lo preguntaba al profeta Shmuel; pero ahora el profeta había muerto. Se las ingenió sin embargo para contactarlo en el otro mundo, y Shmuel le dijo que no tenía ninguna posibilidad de vencer, ya que Dios no estaba más con él.

Sin embargo, Shaul no se acobardó y lideró al pueblo judío a la batalla a pesar de las probabilidades en su contra. Sus hijos fueron asesinados ante sus ojos y la derrota se hizo inminente. Para evitar ser capturado por el enemigo, el herido Shaul cayó sobre su espada y falleció.

Los filisteos tomaron el cuerpo de Shaul y le cortaron la cabeza, y ésta fue enviada a una gira por todo el país. Colgaron su cuerpo y los cuerpos de sus tres hijos en las paredes de la ciudad de Beit Shean, pero los judíos volvieron por la noche, robaron el cuerpo decapitado y lo enterraron.

Mientras tanto, David reapareció en el sur, en la ciudad de Jebrón, donde fue coronado rey; y es precisamente la historia de su reino la que estudiaremos a continuación.

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