[Historia Judía #67] El milagro de la historia judía

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En el análisis final, la historia judía no hace sentido desde un punto de vista lógico.

El 16 de enero de 1996, el entonces presidente de Israel, Ezer Weizmann, dio un discurso en el parlamento de Alemania. Él dio su discurso en hebreo a los alemanes, cincuenta años después del Holocausto, y en él resumió bellamente la historia judía. Dijo:

“Fue el destino lo que nos puso a mí y a mis contemporáneos en esta grandiosa era en la que los judíos volvieron a su reestablecida tierra patria…

Ya no soy un judío errante que migra de país en país, de exilio en exilio. Pero cada judío en cada generación debe considerarse como si hubiera estado en las generaciones, lugares y eventos previos. Por lo tanto, continúo siendo un judío errante, pero no por los remotos caminos del mundo, sino que ahora migro por los caminos del tiempo, de generación en generación, por los senderos de la memoria…

Fui esclavo en Egipto. Recibí la Torá en el Monte Sinaí. Junto a Yehoshúa y Eliahu crucé el Río Jordán. Entré a Jerusalem con David y fui exiliado con Ezequías. Y no la olvidé junto a los ríos de Babilonia. Cuando Dios hizo retornar a los cautivos de Sión soñé junto a los constructores de sus murallas. Peleé contra los romanos y fui desterrado de España. Fui atado a la estaca en Mainz. Estudié Torá en Yemen y perdí a mi familia en Kishinev. Fui incinerado en Treblinka, me rebelé en Varsovia y emigré a la Tierra de Israel, el país desde el cual fui exiliado en un comienzo, el país en el que nací, del cual vengo y al que volveré.

Soy un judío errante que sigue los pasos de sus antepasados. Y así como yo los acompaño, ahora y en el futuro, mis antepasados me acompañan y están conmigo aquí hoy.

Soy un judío errante que lleva el manto de la memoria sobre sus hombros y el bastón de la esperanza en su mano. Estoy en un momento decisivo del tiempo, al final del siglo XX. Sé de dónde vengo y con esperanza y aprensión intento descubrir hacia dónde voy.

Somos el pueblo de la memoria y la plegaria. Somos el pueblo de las palabras y la esperanza. No hemos establecido imperios, castillos ni palacios. Sólo hemos puesto palabras, unas sobre otras. Hemos moldeado ideas. Hemos construido memoriales. Hemos soñado torres de anhelo, de Jerusalem reconstruida, de Jerusalem unida, de una paz que se establecerá pronto en nuestros días, amén”.

Sobrenatural

Cuando miramos la historia del pueblo judío —la cual acabamos de analizar rápidamente en esta serie—, hay una cosa que debemos tener en mente:

La supervivencia del pueblo judío, desde que se tienen registros, es claramente milagrosa. Que los judíos existan como nación en la actualidad es un testimonio de la existencia de Dios, que interviene en la historia. De acuerdo a cualquier parámetro histórico el pueblo judío debería haber desaparecido hace mucho tiempo.

Quien mejor expresó esta idea fue David ben Gurión, el primer Primer Ministro del Estado de Israel. Dijo: “Un judío que no cree en milagros no es realista”.

¿Por qué lo dijo? Porque los milagros son la única manera de explicar la existencia del pueblo judío.

Hace más de 300 años, el Rey Luis XIV de Francia le pidió a Blaise Pascal, el gran filósofo judío, que le diera una prueba de lo sobrenatural. Pascal respondió: “Los judíos, su Majestad… los judíos”.

Una respuesta sorprendente. La mejor prueba de lo sobrenatural que se le ocurrió a Pascal fue “los judíos”.

No tenemos que especular sobre a qué se refería Pascal cuando dio esa respuesta, porque se tomó la molestia de explicarlo (ver Pensees, para. 620, p. 285). Pascal dijo que el hecho de que el pueblo judío hubiera sobrevivido hasta el siglo XVII (época en la que él vivió) no era nada menos que un fenómeno sobrenatural.

Simplemente no había una explicación lógica.

Como vimos en esta serie, la historia judía no sigue las reglas del resto de la historia; simplemente no tiene sentido.

Muchos eruditos, historiadores y escritores hay advertido esto y han comentado al respecto.

Mark Twain (conocido también como Samuel Clemens), el gran escritor norteamericano que era agnóstico y se definía como escéptico, escribió lo siguiente en 1899 en la revista Harper’s:

“El egipcio, el babilonio y el persa se elevaron, llenaron el planeta con sonidos y esplendor, luego se desvanecieron y desaparecieron. Los griegos y los romanos los siguieron, hicieron mucho ruido y desaparecieron. Otros pueblos han aparecido, manteniendo su antorcha en alto durante un tiempo, pero finalmente se apagó y ahora están en la oscuridad o han desaparecido. El judío los vio a todos, los venció a todos y ahora es lo que siempre fue, sin exhibir ninguna decadencia, ningún achaque por la edad, ningún debilitamiento de sus partes, ninguna merma en sus energías, ningún entorpecimiento de su mente alerta y agresiva. Todas las cosas son mortales, salvo el judío. Todas las otras fuerzas pasan, pero él permanece. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?”.

Leo Nikolaivitch Tolstoy, a diferencia de Twain, no era agnóstico. Era un cristiano ortodoxo ruso muy religioso. También fue un autor muy famoso del siglo pasado, conocido principalmente gracias a su obra Guerra y paz. Escribió lo siguiente en 1908:

“El judío es el emblema de la eternidad. Es a quien ni el asesinato ni la tortura de miles de años pudieron destruir, a quien ni el fuego, ni la espada, ni la inquisición pudieron borrar de la faz de la tierra. Fue el primero en producir los Oráculos de Dios. Es quien ha sido por tanto tiempo el Guardián de la Profecía y se la ha transmitido al resto del mundo. Tal nación no puede ser destruida. El judío es tan duradero como la eternidad misma”.

En 1935 Nikolai Berdyaev, uno de los filósofos rusos más famosos del siglo XX, escribió:

“El judío ha jugado un rol crucial en la historia. Su destino está demasiado imbuido con lo metafísico como para ser explicado en términos materiales o históricos… su supervivencia es un fenómeno misterioso y maravilloso que demuestra que la vida de este pueblo está gobernada por una predeterminación especial que trasciende el proceso de adaptación… La supervivencia de los judíos, su resistencia a la destrucción, su resistencia bajo condiciones absolutamente peculiares y el rol desafortunado que han jugado en la historia, todo apunta a la esencia particular y misteriosa de su destino”.

Conservando la fe

Existe otra razón por la que el pueblo judío ha sobrevivido como nación durante todo este tiempo y durante todas las persecuciones que hemos mencionado en esta serie: se ha aferrado a su religión.

“Más de lo que los judíos han cuidado Shabat, el Shabat ha cuidado a los judíos”.

Una de las enseñanzas más importantes de la historia judía es que cuanto más conectados han estado los judíos al judaísmo (en estilo de vida, educación, etc.), más probable ha sido que sus hijos y nietos permanecieran judíos en lugar de asimilarse en el olvido.

En la actualidad hay unos 12-13 millones de judíos en el mundo, siendo que debería haber 500 millones. Las razones son: 1) persecución y 2) asimilación.

La mayor fortaleza del pueblo judío es también su mayor debilidad.

Los judíos son un pueblo “duro de cerviz” o “terco”. Se han aferrado neciamente a sus creencias y, como resultado, sobrevivieron a todos los imperios antiguos de la historia al mismo tiempo que transformaron la forma en la que el mundo entero ve la moralidad y el concepto de Dios. Las ideas judías (de un Dios, de un Dios que ama a sus creaciones, de una visión universal para la humanidad) iban en contra de las filosofías de todos esos imperios; aferrarse a esa visión demandó una increíble fortaleza de carácter.

Pero aún así, ¿cuál es la mayor debilidad del pueblo judío? Su individualismo necio los hace inflexibles. Todo judío cree tener la razón. El trabajo más difícil del mundo es probablemente unificar y liderar al pueblo judío.

Obviamente esta necedad, cuando ha sido enfocada en la dirección correcta (por medio de educación y valores judíos (1), le ha permitido al pueblo judío lograr cosas grandiosas. Cuando está unificado, el pueblo judío es una fuerza invencible en la historia humana. Como declara el Tikunei haZóhar (60a):

“La Torá es como una lámpara de aceite e Israel es su mecha, haciendo que la luz de Dios brille sobre toda la creación”.

La misión

La historia judía es un rompecabezas de 6000 piezas. Al comienzo arrojas las piezas sobre la mesa y nada tiene sentido. Pero a medida que encajas una pieza tras otra, comienza a aparecer una imagen. Una imagen que registra la acción de Dios en la historia. Y aquí no hay lugar para la casualidad. Todo ocurre por una razón.

De acuerdo al cálculo judío, ya hemos ensamblado casi todas las piezas; sólo nos quedan un par de cientos para terminar (2). La historia se acerca a su conclusión, a su destino final.

Ese destino final fue descrito por el profeta Isaías con las siguientes palabras:

“En los días venideros, el Monte de la Casa de Dios se erguirá firmemente sobre las montañas; sobresaldrá sobre las colinas. Y todas las naciones lo mirarán con alegría, Y los pueblos irán y dirán: ‘Vengan, subamos al Monte de Dios, a la Casa del Dios de Yaakov, que Él nos instruya sobre sus caminos, y caminaremos en sus caminos’. Porque la instrucción saldrá de Sión, la palabra de Dios desde Jerusalem. Así, Él juzgará entre los diferentes pueblos. Y arbitrará para la multitud de naciones. Y ellos convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en podadoras. Ninguna nación levantará su espada en contra de otra. Nunca volverán a saber sobre guerra” (Isaías 2:2-4, ver también Mica 4:1-4).


Notas:

(1) El Talmud (Beitzá 25b) escribe: “¿Por qué la Torá fue entregada a Israel? Porque son agresivos y necios… si la Torá no hubiese sido entregada a Israel, ninguna nación ni lengua podría tolerarlos…”. Rashi, el grandioso comentarista bíblico medieval, al comentar esta cita escribe: “La Torá fue entregada a los judíos porque son sumamente agresivos y la Torá sirve para moderar su energía y subyugar su corazón”.

(2) Las 6000 piezas del rompecabezas surgen de la idea de los 6000 años de historia mencionados en el comienzo de esta serie. Los 6000 años mencionados en el Talmud (Sanhedrín 97a) no se calculan a partir de la creación del universo, sino del nacimiento de Adam, y se comparan al ciclo semanal (el año 2000 EC fue equivalente al año judío 5760). Así como la semana judía comienza el domingo y sigue hasta el viernes, la historia humana comprende un máximo de seis milenios de historia como la conocemos. Al final de este ciclo semanal entraremos en Shabat, un día de espiritualidad y descanso, por lo que después de un máximo de 6000 años de historia, la humanidad entrará en el séptimo milenio, llamado el Mundo Venidero (Olam Habá en hebreo).

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