[Historia Judía #59] El rostro del antisemitismo

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Incluso en naciones tan civilizadas como Francia y Estados Unidos, el antisemitismo nunca desapareció por completo.

En este capítulo examinaremos brevemente el antisemitismo que, con la llegada de la Ilustración en el siglo XVIII, se ocultó detrás de la máscara de la sociedad “civilizada”, sólo para terminar mostrando su malvado rostro en el Holocausto.

(Para un análisis más detallado del antisemitismo en general, haz clic aquí para ver el seminario “¿Por qué los judíos?”)

Obviamente en Rusia y en la Zona de Asentamiento de Europa Oriental, el antisemitismo nunca se escondió (como vimos en los capítulos 56 y 57). Sin embargo, en el Mundo Occidental la situación fue diferente.

Algunos de los peores casos de antisemitismo previos al surgimiento de los nazis en Alemania fueron instigados por los franceses, cuyo país fue el lugar de nacimiento de la Ilustración.

Es sorprendente enterarse, por ejemplo, que fue el cónsul francés Ratti-Menton quien en 1840 generó un libelo de sangre en contra de los judíos, cuando un monje capuchino desapareció en Damasco, Siria. En respuesta a sus acusaciones, las autoridades sirias secuestraron a más de sesenta niños judíos para forzar a sus padres a confesar. Muchos judíos fueron arrestados y torturados. Dos murieron a causa de la tortura y muchos otros quedaron permanentemente discapacitados; uno “confesó”.

Presionados por las autoridades francesas, los sirios habrían enjuiciado a esos judíos bajo cargos falsos si no fuera porque el mundo judío reaccionó. Varias organizaciones judías instigaron una protesta de líderes ingleses y estadounidenses (incluyendo al presidente Martin Van Buren) que causó que los sirios abandonaran los cargos.

Sin embargo, el antisemitismo francés continuó.

En 1886 La France juive, un violento libro antisemita, fue el libro más leído de Francia. Esto fue seguido por la fundación de un periódico antisemita llamado La Libre Parole. Escribe Berel Wein en su obra Triumph of Survival (p.233):

En ningún lugar [La Libre Parole] fue más popular que entre los oficiales del ejército francés… Punzados por los anarquistas y pacifistas de la izquierda, humillados por su derrota absoluta en la guerra franco-prusiana de 1870, el ejército francés estaba frustrado, enojado y paranoico. Uno de sus enemigos principales era ‘la influencia judía’ en la vida francesa. Esto hizo que el ejército fuera el candidato lógico para un incidente antisemita, el cual no tardó mucho en venir.

El Caso Dreyfus

Ese incidente antisemita —que en Francia llegó a ser conocido como “L’Affaire”— fue el famoso caso de Alfred Dreyfus, un capitán de la Armada Francesa que en 1894 fue acusado falsamente de espiar.

El verdadero espía no era un judío (sino el Comandante Esterhazy), pero a pesar de que este hecho fue descubierto en 1896, la Armada Francesa ignoró o escondió la evidencia en contra de Esterhazy y no retiró las acusaciones por motivos antisemitas. Se fabricaron documentos “secretos”, algunos de los cuales eran falsificados, y Dreyfus fue enjuiciado y condenado por traición en una corte cerrada antes de que hubiera un tribunal militar [1]. Se le quitó su rango y se lo sentenció a prisión perpetua en la Isla del Diablo, cerca de la costa de Guayana Francesa en Sudamérica. El 3 de enero de 1895 fue paseado por las calles de París mientras una multitud abucheaba “Muerte a los judíos”.

(Cabe mencionar que uno de los que cubrieron el fiasco fue un periodista judío húngaro proveniente de Austria, Theodor Hertzl, que se sorprendió muchísimo al ver que el odio a los judíos estaba absolutamente arraigado en la Francia “civilizada”. Posteriormente escribió en su diario: “¿En dónde? En Francia. En la Francia republicana, moderna y civilizada, a unos cien años de la Declaración de los Derechos Humanos”. Si bien Hertzl era secular y estaba bastante asimilado, el juicio a Dreyfus causó una impresión muy fuerte en él y lo acercó a convencerse de que el único lugar seguro para los judíos y la única respuesta ante el antisemitismo era la tierra propia, la Tierra de Israel (2). A pesar de que Hertzl no fue el fundador del sionismo, subió a la cima y convocó el Primer Congreso Sionista en Basilea, Suiza, en 1897. En ese congreso se estableció la Organización Sionista Mundial (hablaremos en detalle sobre el sionismo más adelante en otro capítulo).

Mientras tanto, la farsa del juicio a Dreyfus creó una gran controversia. Emile Zola, el más grandioso escritor francés, publicó en un periódico en 1898 un bellísimo artículo titulado “J’accuse” (Yo acuso) acusando al gobierno de un mal manejo judicial. Por esto, Zola (que no era judío) fue condenado por difamación y tuvo que huir a Inglaterra.

Después de otras dos farsas en las que Dreyfus fue condenado nuevamente, finalmente fue perdonado y, después de pasar cinco años en la Isla del Diablo, fue restituido a su rango militar anterior (¡no fue completamente exonerado sino hasta 1906!).

Primera Guerra Mundial

El 28 de junio de 1914, el príncipe de la casa de Austria, Francis Ferdinand, claro heredero del trono húngaro, fue asesinado en Sarajevo por un nacionalista serbio. Un mes después, después de que sus exigencias no fueran aceptadas, Austria-Hungría le declaró la guerra a Serbia. De inmediato siguieron otras declaraciones de guerra y en poco tiempo toda potencia importante de Europa estaba en la guerra. Por un lado, estaban los Aliados (principalmente Francia, Inglaterra, Rusia y luego Estados Unidos), y por otro lado estaban los Poderes Centrales (el Imperio austro-húngaro, Alemania y Turquía (es decir, el Imperio otomano)).

La Primera Guerra Mundial, que duró cuatro años, fue una guerra increíblemente destructiva en la que murieron diez millones de personas y otros veinte millones fueron heridos. Esto se debió principalmente a que cuando estalló la Primera Guerra Mundial, ya se habían fabricado armas letales capaces de matar grandes cantidades de personas. Los soldados ya no necesitaban estar cerca unos de otros para matarse. Las ametralladoras y la artillería pesada hacían la tarea por ellos. El resultado final fue terriblemente devastador.

La guerra también demostró ser muy nociva para el bienestar tanto espiritual como económico de las comunidades judías, particularmente en Europa Oriental. La pobreza y las dificultades aumentaron en gran medida. El caos originado en el despertar de la guerra, combinado con la propagación del marxismo, el socialismo y otras ideas revolucionarias, debilitó considerablemente la cohesión espiritual de la judería de Europa Oriental.

Respecto a los judíos, 1,5 millones lucharon en la Primera Guerra Mundial. Los judíos lucharon en el ejército austriaco, en el alemán, en el ruso, en el francés. Los judíos —alineados con sus países de origen— incluso lucharon contra otros judíos en este conflicto, y unos 140.000 de ellos murieron.

Interesantemente, la Primera Guerra Mundial —que sin duda preparó el escenario para el Holocausto— comenzó el primero de agosto de 1914 (cuando Alemania le declaró la guerra a Rusia), correspondiendo con el 9 del mes hebreo de av (Tishá B’Av), la peor fecha de la historia judía. Este fue el mismo día en que fueron destruidos el Primer y el Segundo Templo, así como muchas otras cosas terribles que le ocurrieron al pueblo judío, como hemos visto en capítulos anteriores.

De hecho, la Primera Guerra Mundial desató una reacción en cadena que terminó siendo catastrófica para los judíos.

Los dos eslabones principales de la reacción en cadena fueron la Revolución Rusa y la llegada al poder del Partido Nazi en Alemania.

De no haber sido por la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, Hitler nunca hubiese llegado al poder. Como resultado de la derrota —con el Tratado de Versalles que castigó a Alemania durísimamente y la depresión mundial que siguió a la guerra— Alemania quedó sumida en un caos económico. ¿Y a quiénes culparon los ilustrados alemanes por el aprieto económico? Obviamente a los judíos.

La Segunda Guerra Mundial, que aconteció tan sólo veintiún años después de la Primera, fue en muchos aspectos una continuación del mismo conflicto, como veremos a continuación.

La Revolución Rusa

Inicialmente, al gobierno zarista le fue bien en la Primera Guerra Mundial contra el Imperio austro-húngaro, pero se vio muy golpeado por el ejército alemán. Con el avance de la guerra, la cantidad de muertes y los reveses militares demostraron ser más de lo que Rusia podía tolerar.

Los muchos años de corrupción del gobierno zarista habían llevado anteriormente a Rusia a una revolución fracasada en 1905. En marzo de 1917, la revolución finalmente fue exitosa. En un principio el zar fue removido (el zar y la familia fueron asesinados por los bolcheviques en 1918) y reemplazado por un gobierno socialista (menchevique), que mantuvo a Rusia en la guerra (una movida no muy popular entre las masas, que estaban cansadas de la guerra). Luego, en noviembre, el gobierno fue derrocado por un gobierno marxista (bolchevique) que sacó a Rusia de la guerra. La conquista bolchevique gatilló una guerra civil que duró hasta 1921. La victoria bolchevique llevó a la creación de la Unión Soviética, que continuaría en el poder hasta su colapso en 1990.

Obviamente los judíos —que estaban entre los pueblos más oprimidos de Rusia y que siempre gravitaban a los movimientos que profesaban “cambiar el mundo”— jugaron un rol importante en la Revolución Rusa (vimos anteriormente que el fundador de la ideología comunista fue Karl Marx, un judío que se convirtió al cristianismo y que luego abandonó toda religión).

El lema del partido comunista, “de cada uno en base a su capacidad, para cada uno en base a su necesidad”, era atractivo para la mayoría de los judíos liberales que, imbuidos con el fuerte sentido de justicia social que viene del judaísmo, sintieron que el gobierno socialista beneficiaria mucho a las masas y mejoraría las condiciones de Rusia. De hecho, muchas de las personas clave de la Revolución Bolchevique eran judías (ver más adelante).

Los judíos que se unieron al Partido Comunista no eran religiosos, pero la motivación de hacer tikún olam (reparar el mundo) no había muerto. De hecho, en ausencia de una expresión religiosa, esta motivación (lo que el judaísmo identifica como la utopía mesiánica) dominaba sus almas. El crítico literario estadounidense Edmund Wilson (1895-1972) resumió la atracción judía hacia el comunismo de manera excelente, cuando dijo:

“El judío se acerca con facilidad al comunismo porque este le permite dedicarse a una causa elevada que involucra a toda la humanidad, características que le son naturales como judío” (3).

Obviamente, el hecho de que algunos judíos seculares se hayan involucrado en la Revolución Rusa no significó que los judíos de los shtetls se hayan salvado del conflicto. De hecho, durante la Revolución Rusa fueron asesinados muchos judíos.

El líder de la Revolución Rusa, Vladimir Illych Lenin (1870-1924) trató de desarraigar el antisemitismo. Se irguió con gran fuerza en su contra, porque era una política sumamente intrínseca al gobierno zarista. Es más, Lenin estaba muy consciente de que probablemente no habría habido una Revolución Rusa sin los judíos.

Por desgracia, esos judíos comunistas estaban siguiendo la máxima marxista de que “la religión es el opio de las masas”, por lo que hicieron su mejor esfuerzo para erradicar el judaísmo de Rusia como religión.

Presento un extracto de una propaganda de Yevsektsiya (el departamento especial del gobierno soviético creado para lidiar con los judíos), titulado “La liquidación de las instituciones burguesas”, publicado en octubre de 1918:

“La comunidad judía ha sido, hasta ahora, dominada por miembros de la clase propietaria que quiere mantener a las masas en la oscuridad imponiéndoles una cultura hebrea. Mientras que las clases altas han estado enviando a sus hijos a escuelas públicas, sólo han provisto escuelas primarias y sinagogas oscuras para la descendencia del proletariado, en donde lo único que se enseña son tonterías (…) En la lucha contra la comunidad judía organizada, no se puede resignar a nada con la burguesía” (4).

Así el gobierno comunista de Rusia, al igual que había hecho el gobierno zarista, se embarcó en una política de secularización forzada de los judíos (para ser justos, también lo hicieron con la Iglesia Ortodoxa Rusa).

Consecuentemente, los judíos de Rusia fueron deliberadamente privados de su legado, dando como resultado una inmensa población judía increíblemente ignorante de judaísmo. Esto era un evento único en la historia humana: la secularización intencional de una comunidad de manera tan amplia y durante tanto tiempo (ocurrió sólo en la Unión Soviética, y luego fue copiado por otros regímenes comunistas, en particular por China).

Stalin y Trotsky

Cuando Lenin murió en 1924, hubo una lucha de poder y eventualmente Iosef Stalin (1879-1953) alcanzó el poder. En 1935, inició una serie de purgas que devastaron Rusia.

Esas purgas convirtieron a Stalin en el segundo mayor asesino en masa del siglo XX (después de Mao Tze-tung), si consideramos el número total de personas que ordenó asesinar y otros a quienes condenó a muerte en una amplia red de campos de trabajos forzados. Se estima que Stalin es responsable por la muerte de un estimado de veinticinco millones de personas (el doble que Hitler, aunque quizás la mitad que Mao).

Siendo un antisemita de primera clase, incluso después del Holocausto, planeaba deportar a dos o tres millones de judíos a Siberia, en donde hubieran sido asesinados. Sin embargo, murió bajo circunstancias misteriosas antes de poner en marcha su plan (5).

Sin embargo, sí consiguió purgar a todos los judíos del gobierno comunista de Rusia. El más famoso de ellos fue León Trotsky (1879-1940). Trotsky, cuyo nombre real era Lev Davidovich Bronstein, fue el judío más importante de la Revolución Rusa y un líder organizador del Ejército Rojo. Planeó, junto a Lenin, la toma del poder bolchevique en 1917. Cuando Lenin murió, él y Stalin fueron rivales para sucederlo.

Stalin ganó y primero exilió a Trotsky como comisario de guerra, luego lo expulsó del partido y finalmente lo deportó de Rusia, lo cual ocurrió en 1929. Trotsky sobrevivió en el exilio durante más de diez años, hasta que fue asesinado en Ciudad de México en 1940 por orden de Stalin.

En un principio, se suponía que Stalin compartiría el poder con dos hombres más: Lev Kamenev y Grigori Zinovev, ambos judíos, pero Stalin los hizo arrestar y ejecutar después de juicios arreglados en 1936.

El antisemitismo estadounidense

Hasta aquí, hemos hablado sobre el asesino antisemitismo de los rusos y el insidioso e “intelectual” antisemitismo de los franceses. ¿Qué hay de Estados Unidos, la “tierra de la tolerancia”?

En Atlanta, Georgia, en 1913, un judío llamado Leo Frank fue acusado falsamente del asesinato de una niña cristiana de trece años. El antisemitismo era tan fuerte en el sur de Estados Unidos que se permitió, por única vez en esta región racista, que un negro atestiguara en contra de un hombre blanco. Obviamente el hombre blanco era judío.

Irónicamente, el “testigo” negro era el asesino, un hecho que le había confesado a su propio abogado pero que fue mantenido en secreto. También había un testigo real, pero salió a la luz recién muchos años después.

Frank fue condenado y sentenciado a muerte, pero el gobernador de Georgia, John Slaton, estaba convencido de que Frank era inocente y cambió su sentencia.

Luego ocurrió algo horrible.

Una muchedumbre secuestró a Frank de la prisión y lo linchó. El linchamiento fue fotografiado y se hicieron postales con esas fotos, que fueron vendidas con gran éxito.

Fue recién en 1986, ¡73 años después!, que Frank recibió el perdón póstumo del Estado de Georgia.

El caso de Frank llevó a la fundación de la Liga Antidifamación por parte de la Bnei Brit, la cual se convirtió en la agrupación líder en la lucha contra el antisemitismo en Estados Unidos y tuvo mucho trabajo para hacer, particularmente después de 1918, el final de la Primera Guerra Mundial, y en 1929, cuando el mercado de valores se derrumbó y las cosas se pusieron feas para los judíos en Estados Unidos.

Como mencionamos anteriormente sobre los Protocolos de los sabios de Sión (ver capítulo 57), uno de los grandes promulgadores del antisemitismo en Estados Unidos fue Henry Ford, quien usó mucho de su propio dinero para que los Protocolos fueran traducidos al inglés y distribuidos en Estados Unidos tan ampliamente como fuera posible.

Los Protocolos fueron el segundo libro más vendido en Estados Unidos en las décadas del 20 y el 30 (después de la Biblia).

La planta de la Ford Motor Company en Dearborn, Michigan, tenía el siguiente cartel en su estacionamiento:

LOS JUDÍOS SON TRAIDORES DE ESTADOS UNIDOS Y LOS GENTILES NO DEBERÍAN CONFIAR EN ELLOS. LOS JUDÍOS ENSEÑAN COMUNISMO, LOS JUDÍOS ENSEÑAN ATEÍSMO, LOS JUDÍOS DESTRUYEN EL CRISTIANISMO, LOS JUDÍOS CONTROLAN LA PRENSA, LOS JUDÍOS PRODUCEN PELÍCULAS SUCIAS, LOS JUDÍOS CONTROLAN EL DINERO.

Henry Ford no era el único; también había otros.

Hubo muchos partidos políticos conservadores cristianos muy antisemitas, como el Silver Shirts de William Pelley. El periódico antisemita The Defender, de Gerald B. Winrod, tenía 110.000 suscriptores.

Esos antisemitas estadounidenses eran fascistas incipientes. Bajo el disfraz del patriotismo, defendían la idea de que los judíos eran la raíz de los problemas económicos de Estados Unidos, como el derrumbe del mercado de valores en 1929, porque eran los judíos quienes controlaban el comercio y los bancos. Este tipo de antisemitismo emuló al de Europa en el mismo período, pero, a diferencia del de Europa, nunca llegó a causar las mismas fatales consecuencias.

Pero todo este odio a los judíos sí sentó las bases para el apaciguamiento con Hitler cuando llegó al poder en Alemania. También fue una de las razones principales por las que Estados Unidos no hizo más para salvar a los judíos una vez que estos comenzaron a huir del Holocausto, como veremos a continuación.


Notas:

(1) El único miembro del ejército francés que estaba interesado en la verdad y que descubrió que Esterhazy era el espía, fue el Teniente General George Picquart. Fue ignorado consistentemente y acosado por el ejército francés. Cuando Esterhazy fue finalmente traído a juicio, fue absuelto y tristemente fue Picquart quien fue enviado a prisión durante 60 días.

(2) Irónicamente, la excusa principal para odiar a los judíos en la actualidad es el sionismo y el Estado de Israel. Si bien es sólo una excusa, las acusaciones en contra de Israel y la supuesta ocupación de las tierras palestinas son el combustible usado para mantener con vida al antisemitismo, y han causado ataques tanto contra judíos como contra blancos judíos en todo el mundo.

(3) Allan Gould ed., What Did They Think of the Jews? (Jason Aronson Inc., 1997), p.337.

(4) Paul Mendes-Flohr y Yehuda Reinharz ed., The Jew in the Modern World, (Oxford University Press, 1995), p.431-432.

(5) Este evento, conocido como El complot de los doctores, fue supuestamente una conspiración para eliminar al liderazgo de la Unión Soviética mediante el uso de doctores judíos que envenenarían al liderazgo. Después de la muerte de Stalin en marzo de 1953, los nuevos líderes soviéticos declararon que el caso fue inventado. Fue sólo una variación moderna de los más antiguos libelos de sangre de la Europa Medieval.

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