[Historia Judía #58] La vida judía en Estados Unidos

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Los judíos se enriquecieron increíblemente en Estados Unidos, pero todo fue a costa de sus tradiciones y espiritualidad.

Cuando interrumpimos nuestro relato sobre los judíos de Estados Unidos —a comienzos del siglo XIX— había apenas unos 6.000 judíos allí. La idea de que en Estados Unidos había libertad sólo si no eras “demasiado judío” mantuvo a la mayor parte de los judíos al margen.

Pero eso cambió alrededor de 1820, cuando comenzaron a llegar los judíos alemanes.

Los judíos alemanes no eran “demasiado judíos”. Eran judíos reformistas que habían abandonado las ideas fundamentales del judaísmo tradicional (ver capítulo 54) o judíos seculares “ilustrados” que habían abandonado el judaísmo por completo.

En 1850 había unos 17.000 judíos viviendo en Estados Unidos. Para 1880 eran unos 270.000.

La mayoría de esos judíos se mudó al área de Nueva York, que para entonces tenía 180.000 judíos. Pronto llegaría a 1,8 millones.

En la ciudad de Nueva York, el área judía era el Lower East Side en Manhattan. Quienes progresaban se mudaban rápidamente al Upper East Side. Y a estos judíos les fue impresionantemente bien en el Nuevo Mundo. Algunos famosos judíos que se hicieron ricos fueron:

  • Marcus Goldman, fundador de Goldman, Sachs & Co.

  • Yosef y Lyman Bloomingdale, fundadores de la tienda departamental Bloomingdale.

  • Henry, Emanuel y Mayer Lehman, fundadores de Lehman Brothers.

  • Abraham Kuhn y Solomon Loeb, fundadores de la firma bancaria Kuhn, Loeb and Co.

  • Yaacov Schiff, yerno de Loeb e importante financista norteamericano.

  • Yosef Seligman, quien comenzó como vendedor ambulante y se convirtió en uno de los banqueros más importantes de Estados Unidos.

Estos son sólo algunos nombres. Hubo muchísimos más (1).

El Movimiento Reformista Estadounidense

Los judíos alemanes de Nueva York construyeron la sinagoga reformista más grande del mundo, el Templo Emanuel del Upper East Side, y muchas más. Para 1880 había unas 200 sinagogas en Estados Unidos, cuya mayoría (90%) era reformista, porque estos eran los judíos que estaban llegando al país desde Alemania.

Con esta migración, el foco del Movimiento Reformista se mudó de Alemania a Estados Unidos, en donde continuó con la tradición de su origen alemán. Su ideología fue descrita en la famosa Plataforma de Pittsburgh, que se delineó y adoptó en 1885 en una convención de líderes en la ciudad de Pittsburgh:

  • Reconocemos en la legislación mosaica un sistema de entrenamiento del pueblo judío para su misión durante su vida nacional en Palestina, y la aceptamos hoy como obligatoria sólo en lo referente a leyes morales, conservando sólo las ceremonias que elevan y santifican nuestra vida, pero rechazamos todo lo que no sea adoptado por la perspectiva y los hábitos de la civilización moderna…

  • Sostenemos que todas las leyes mosaicas y rabínicas que regulan la dieta, la pureza sacerdotal y la vestimenta, se originaron hace mucho tiempo y bajo la influencia de ideas completamente extrañas a nuestra situación mental y espiritual en el presente…

  • Ya no nos consideramos una nación, sino una comunidad religiosa, por lo que no anhelamos ni un regreso a Palestina ni una adoración mediante sacrificios realizados por los hijos de Aharón, así como tampoco la restauración de ninguna de las leyes referentes al estado judío… (2)

Esta última declaración, que separó al Movimiento Reformista norteamericano del anhelo judío de 2.000 años de volver a la Tierra de Israel (imitando la idea adoptada por el Movimiento Reformista alemán) es la razón por la que los primeros judíos reformistas norteamericanos no apoyaron al Movimiento Sionista ni a la fundación del Estado de Israel, como veremos en capítulos futuros.

El Hebrew Union College

El padre fundador del Movimiento Reformista en Estados Unidos fue Isaac Meyer Wise (1819-1900), un inmigrante judío alemán que fue el fundador y primer presidente del Hebrew Union College en Cincinnati, Ohio, que abrió en 1875. Este fue el primer seminario rabínico de Estados Unidos, y tenía estándares inusualmente liberales. Escribe Yosef Telushkin en Jewish Literacy (p. 393):

“Algo que separa al seminario rabínico reformista… es su negativa a imponer ningún estándar religioso a sus rabinos. En muchos aspectos, esto es una continuación del compromiso histórico del reformismo al pensamiento libre. Hoy no hay —literalmente— ninguna acción por la que un rabino reformista pueda ser expulsado/a de la Conferencia Central de Rabinos de Estados Unidos, el cuerpo oficial de los rabinos reformistas”.

En 1883, cuando la primera clase de graduados del Hebrew Union College de Cincinnati estaba lista para recibir sus diplomas, el seminario brindó un pomposo banquete.

Los invitados más tradicionales se horrorizaron al ver que cada plato presentaba una comida taref (no kósher) diferente: almejas, cangrejos, camarones, patas de ranas y carne de plato de fondo seguida por helado lácteo (3).

El llamado “banquete taref” forzó a los judíos más tradicionales —que pensaban que los reformistas habían ido demasiado lejos, pero que no querían ser ortodoxos— a encontrar otra alternativa, lo que los llevó a la fundación de otro movimiento dentro del judaísmo.

El Movimiento Conservador

En 1886, judíos más tradicionales que se sintieron ofendidos por la ideología del Movimiento Reformista, fundaron una alternativa al Hebrew Union College. Se llamó el Jewish Theological Seminary, y se convirtió en el bastión del nuevo y exclusivamente estadounidense Movimiento Conservador.

El líder del Jewish Theological Seminary fue un respetado erudito judío de Cambridge, Inglaterra, llamado Salomon Schechter (1850-1915), que ayudó a formar la ideología del nuevo movimiento y la describió en su obra La Israel católica (no eligió un buen título, ya que por ‘católica’ quería decir ‘universal’).

“No sólo la Biblia revelada es de primera importancia para el judío, sino la Biblia según como se repite en la historia. En otras palabras, la forma en que es interpretada por la tradición. Otra consecuencia de este entendimiento de tradición es que ni la escritura ni el judaísmo primitivo forman la ley real práctica, sino que la costumbre general es la que la forma. Los grandes maestros de cada generación siempre tuvieron la libertad de hacer modificaciones e innovaciones en armonía con el espíritu de las instituciones existentes. Por lo tanto, un regreso al Mosaísmo (ortodoxia) sería ilegal, pernicioso e imposible” (4).

En otras palabras, la ideología del Movimiento Conservador sería respaldar a la Torá como la palabra revelada de Dios, pero que la interpretación de esa palabra de Dios no necesita respaldar la tradición tal cual es transmitida desde Moshé.

Este fue un alejamiento dramático de la actitud tradicional hacia la interpretación y aplicación de la ley judía. Uno de los pilares de la creencia judía tradicional era (y es) que el Talmud es la fuente de toda ley judía, y que los rabinos que vivieron más cerca de la revelación en el Monte Sinaí tenían un entendimiento más claro de la ley judía y su aplicación, por lo que sus decisiones NO pueden ser descartadas. Las nuevas legislaciones sobre temas modernos deben tener en cuenta los principios ya establecidos (ver capítulo 39).

Cuando el Movimiento Conservador descartó este pilar del judaísmo tradicional, abrió la puerta a innumerables problemas. El resultado final fue que, si bien los fundadores del movimiento sintieron que el reformismo había ido demasiado lejos, el comportamiento de sus seguidores demostró ser virtualmente indistinguible de aquel de los judíos reformistas (hablaremos sobre esas repercusiones más adelante, cuando analicemos el tema de la asimilación en un próximo capítulo).

Las grandes migraciones

Este era el estado espiritual de la mayoría de la judería estadounidense (definido principalmente por los judíos alemanes que migraron alrededor de 1830, cuando las grandes migraciones de Europa Oriental comenzaron en el cambio de siglo).

¿Cuántos judíos llegaron a Estados Unidos en ese período de tiempo?

Como dijimos antes (ver capítulo 57), entre 1881 y 1914 unos 50.000 judíos dejaron Europa Oriental cada año para llegar a un total de 2,5 millones, la mayoría de los cuales emigró a Estados Unidos.

La gran mayoría de estos judíos eran pobres y arribaron a Nueva York con poco o nada. Al llegar a Estados Unidos tenían poco para perder (a excepción de su judaísmo).

Y por desgracia eso fue lo que ocurrió. Los grandes rabinos no llegaron con ellos y, careciendo de maestros y líderes religiosos que actuasen en contra de las presiones de los judíos alemanes americanizados, esos judíos pobres de Europa Oriental se asimilaron con rapidez (analizaremos el problema de la asimilación en Estados Unidos en próximos capítulos).

Los judíos piadosos de Ieshivá no llegaron en las grandes migraciones. En su mayoría, los rabinos temieron que la ‘Tierra dorada de la oportunidad económica’ fuera un disfraz que ocultase en su interior a la ‘Tierra dorada de la asimilación’, por lo que se manifestaban en contra de la inmigración.

Para la gran mayoría de los recién llegados, la prueba más difícil fue el tema de Shabat. A finales del Siglo XVIII y principios del XIX, Estados Unidos tenía una semana laboral de seis días, siendo el domingo el único día de descanso. Muchos de los recién llegados encontraron trabajos abusivos en la industria textil. Eran trabajos miserables, a cambio de salario mínimo y a menudo bajo condiciones espantosas. Charles Bernheimer, un trabajador social nacido en Philadelphia, describió el trabajo en esos talleres en 1905:

Antes de haber llegado al taller probablemente ya has subido uno, dos o tres pisos de escaleras llenas de excrementos… El cuarto probablemente huele mal y tiene mala ventilación… En consecuencia, se respira un aire anormalmente malo que hace que sea difícil para una persona ordinaria estar parada durante mucho tiempo. Como consecuencia, los inmigrantes contraen enfermedades tuberculosas y de otras índoles en sus esfuerzos para solventar sus necesidades económicas… Si aplicáramos nuestros estándares normales de salubridad a estos talleres, con seguridad no los aprobarían… En [la] temporada alta se les exige a los empleados trabajar muchas horas, llegando hasta quince o incluso dieciocho por día (5).

Bajo estas condiciones, si querías conservar tu trabajo era imposible tomarse libre el sábado para respetar Shabat, mientras que si lo perdías encontrar otro no era nada de fácil. Quienes trataban de respetar Shabat faltando al trabajo eran despedidos de inmediato. El resultado fue que una abrumadora mayoría dejó de respetar Shabat. Habiendo dejado de respetar Shabat, por lo general el resto de la observancia del judaísmo sufría el mismo destino. Esta misma historia se repitió en innumerables ocasiones, hasta que virtualmente todos los judíos que llegaron a Estados Unidos siendo observantes abandonaron su observancia religiosa poco después de su llegada.

Esto no significa que en Europa Oriental la situación haya sido buena; estaba muy lejos de eso. Doscientos años de persecuciones en la Rusia zarista y la marginalización económica habían dañado tremendamente a la comunidad judía. El antisemitismo era constante, las dificultades eran muchas y la pobreza inmensa. Tanto espiritual como ideológicamente, las comunidades judías estaban bajo un constante ataque y comenzaban a derrumbarse ante las agresiones. La seducción de la ilustración secular y otras ideologías como el marxismo y el socialismo alejaron a muchos judíos de la observancia religiosa, apartando incluso a algunos de los más brillantes estudiantes de Ieshivá. Muchos de los maskilim (intelectuales judíos seculares, ver capítulo 57) venían de hogares observantes e incluso habían estudiado en las grandes Ieshivot de Europa Oriental (6).

No hay dudas de que, si los nazis no hubieran interrumpido la vida judía en Europa Oriental durante el Holocausto, la comunidad se hubiera desintegrado gradualmente ante las tensiones internas y la presión externa. De todos modos, los líderes rabínicos de Europa Oriental entendieron que el abismo espiritual de Estados Unidos significaba una amenaza mucho mayor que la vida en Europa Oriental, particularmente debido a la falta casi absoluta de una estructura ortodoxa.

Escribe Arthur Hertzberg en The Jews of America (p. 157):

“En 1893 el moralista más distinguido entre los rabinos de Europa, Israel Meir HaKohén [más conocido como el Jafetz Jaim]… no se limitó a recomendar en contra de la migración en masa a Estados Unidos, sino que legisló en su contra. Sabía que esta migración ya no podía ser detenida, pero les rogó a quienes escuchaban las opiniones de los rabinos, que prefirieran la persecución en Rusia al éxito económico en los Estados Unidos…

Esas opiniones se arraigaron con tal fuerza, que permanecieron firmes entre los líderes principales de la ortodoxia europea incluso en el período entre guerras, cuando la situación de la judería europea empeoró radicalmente para todos los judíos de todas las clases socioeconómicas”.

A pesar de la decisión de la mayoría de los líderes rabínicos de permanecer en Europa, una cantidad importante de rabinos migró y comenzó a establecer los cimientos de lo que se convertiría más adelante en la vibrante comunidad ortodoxa de Estados Unidos. Algunas de las personalidades más notables fueron:

  • Rav Yaakov Iosef de Vilna, quien en 1887 se convirtió en el primer y único Gran Rabino de Nueva York.

  • Rav Moshé Feinstein, quien llegó en 1936 para liderar la Ieshivá Mesivta Tiferet Yerushalaim de Nueva York. Llegó a ser la autoridad halájica (legal) principal del mundo judío.

  • Rav Eliezer Silver, quien llegó a ser el líder del rabinato ortodoxo de Estados Unidos, la Agudas Ha-Rabonim.

  • Rav Shraga Feivel Mendlowitz, quien fundó el primer sistema educativo ortodoxo, Torah Umesorah, en 1944.

  • Rav Aarón Kotler, quien fundó la Ieshivá de Lakewood en 1943 y fue la fuerza motriz detrás del crecimiento del judaísmo ortodoxo en Estados Unidos.

  • Rav Moshé Soloveitchik y su hijo, Rav Yosef Soloveitchik, quienes fueron los líderes rabínicos de Yeshiva University en Nueva York.

Los cansados y los pobres

Mientras que los judíos alemanes consiguieron en su mayoría gran éxito en Estados Unidos, la vida era mucho más difícil para los judíos de Europa Oriental, quienes llegaron en las grandes migraciones. Encontramos, por ejemplo, que al comienzo del Siglo XX había 64.000 familias abarrotadas en 6.000 casas de alquiler en el Lower East Side de Manhattan.

Estos judíos pobres, que hablaban ídish, eran una mala imagen para los judíos alemanes que habían llegado antes y que para ese entonces se habían americanizado bastante. Por lo tanto, los judíos alemanes se propusieron hacer que los judíos rusos se aclimataran a la cultura lo más rápido posible, e invirtieron grandes sumas en esta causa.

Su temor principal era el antisemitismo. Este temor era real porque, a pesar de la tolerancia religiosa de Estados Unidos, el antisemitismo estaba vivo y era fuerte en el Nuevo Mundo. No había pogromos, pero sí había aislamiento social y otros tipos de discriminación.

Por ejemplo, en 1843, una docena de jóvenes solicitaron una membresía en el Odd Fellows Lodge, pero se les negó porque eran judíos (organizaron un club propio, llamado el Indepentent Order of Bnai Brith).

Otro ejemplo: en 1869 a Iosef Seligman, el conocido banquero, se le negó el hospedaje en Saratoga Springs de Nueva York, el resort de verano para los acomodados de su época porque, por más rico y famoso que haya sido, era judío.

Si los judíos que llegaron a la cima no eran suficientemente buenos como para mezclarse entre los gentiles estadounidenses, podemos imaginar cómo eran vistas las masas populares de inmigrantes.

En 1894, Henry Adams (un descendiente de John Quincy Adams) organizó la Liga de Restricción de Inmigración para limitar la admisión a Estados Unidos de “elementos insalubres”, siendo los judíos los primeros en la lista.

En su famoso libro The Education of Henry Adams (La educación de Henry Adams), él escribió sobre aquellos a los que estaba rechazando:

“Ni un solo judío polaco recién llegado de Varsovia o Cracovia, ni un escurridizo Yaakov o Itzjak aún oliendo a gueto, gruñendo un raro ídish a los oficiales de aduanas…”.

Encontró muchos seguidores para su causa, pero no ganó. De hecho, podría decirse que perdió cuando, en 1906, el Presidente Theodore Roosevelt designó a un judío, Oscar Straus, como el primer judío para servir en el gabinete de Estados Unidos y como secretario de trabajo y comercio (entre cuya competencia estaba la inmigración).

Sin embargo, los antisemitas no se dieron por vencidos con facilidad, como veremos cuando examinemos los factores que llevaron a la exposición de la malvada cara del antisemitismo en el siglo XX.


Notas:

(1) Para una fascinante opinión sobre la vida judía en Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX, ver los libros de Stephen Birmingham: Our Crowd-The Great Jewish Families of New York y The Rest of Us-The Rise of America's Eastern European Jews.


(2) Editores Ronald H. Isaacs y Kerry M. Olitzky, Critical Documents of Jewish History. (Jason Aronson Inc., 1995), pp.58-59.

(3) Editores Ronald H. Isaacs y Kerry M. Olitzky, Critical Documents of Jewish History. (Jason Aronson Inc., 1995), pp. 60-61.

(4) Paul Mendes-Flohr y Yehuda Reinharz ed., The Jew in the Modern World,

(Oxford University Press, 1995), pp. 497-498.

(5) Paul Mendes-Flohr y Yehuda Reinharz ed., The Jew in the Modern World, (Oxford University Press, 1995), pp. 481-82. Dadas esas terribles condiciones y el fuerte sentido de justicia social que siempre fue parte del pueblo judío, no sorprende que los judíos hayan tenido un rol tan crucial en la creación de los gremios laborales y la lucha por los derechos de los trabajadores y en contra del trabajo infantil.

(6) Uno de los mejores ejemplos fue Jaim Najman Bialik (1873-1934), considerado el poeta laureado del hebreo moderno y uno de los judíos intelectuales líderes de su época. Nacido en el sur de Rusia, asistió a la famosa Ieshivá de Volozhin, pero se alejó del judaísmo tradicional a los 18 años.

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