[Historia Judía #45] Las Cruzadas

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Los cruzados vinieron a liberar la Tierra Santa de los infieles; ¡pobre del judío que se pusiera en su camino!

Mientras el Imperio Bizantino —cuya capital se encontraba en Constantinopla— dominó la Iglesia Cristiana, se encargó de mantener el balance de poder entre el arzobispo de Constantinopla y el de Roma. Pero una vez que comenzó a derrumbarse, Roma comenzó a imponerse.

Como veremos, las cruzadas se originaron con Roma. Sin embargo, antes de hablar sobre las cruzadas y su impacto en los judíos, debemos preparar el terreno y volver atrás en la historia.

A partir del siglo IV, el Imperio Occidental —cuya capital se encontraba en Roma— comenzó a encogerse considerablemente debido al pueblo godo y al pueblo franco, desapareciendo por completo en el año 476. El vacío resultante en la infraestructura económica, legal y administrativa llevó a un estado de caos. La Iglesia se alineó con los francos e intervino para restaurar el orden.

La Iglesia decidió organizar su estructura burocrática en base al modelo antiguo, creando títulos y posiciones administrativas a los que la gente estaba acostumbrada. No por accidente el Papa fue llamado pontífice (de pontifex máximus o sumo sacerdote), un título que en el pasado estaba reservado para el emperador romano.

Hoy recordamos la época en que la Iglesia gobernó sobre Europa Occidental con una mano de hierro como la Era Oscura, aunque los historiadores más benévolos la llaman la Edad Media.

Feudalismo

Con su bien organizada burocracia, la Iglesia se encontró en una posición sumamente importante en la evolución del feudalismo en la sociedad europea.

El feudalismo se originó en las constantes guerras que ocurrieron durante este período de tiempo. Para apoyar a la caballería, los reyes les daban a sus soldados porciones de tierra que eran trabajadas por mano de obra dependiente. Era una inmensa pirámide que tenía en su base a la mayoría de la población trabajando como sirvientes o esclavos para otras personas.

Los sirvientes feudales trabajaban muy duro desde el amanecer hasta el anochecer. Por lo general vivían en medio de la suciedad y la inmundicia. Hoy en día nos resulta casi imposible imaginar las condiciones y las privaciones que había en esta época.

El rol de la Iglesia en el sistema feudal fue bastante irónico: la Iglesia no sólo no luchó contra esta injusticia, sino que ayudó a crearla y se benefició en gran manera de ella.

La Iglesia apoyó la desigualdad del sistema feudal por medio de sus dogmas, los cuales implicaban fuertemente que Dios quería que las cosas fueran de esa manera, que la pobreza tenía un gran valor espiritual y que el rey era un ser humano que había sido designado divinamente y cuya autoridad no podía ser cuestionada.

¿Por qué? Porque la Iglesia era un protagonista principal en el juego feudal. La Iglesia comenzó a adquirir tierra desde sus inicios. Primero se apropió de las propiedades de los templos y los sacerdotes paganos. Luego continuó expandiendo sus bienes hasta convertirse en, por lejos, el mayor propietario de tierras en Europa, recolectando grandes cantidades de impuestos de los pobres campesinos.

Henry Phelps-Brown, un investigador de Oxford, sugiere en su libro Egalitarianism and the Generation of Inequality (Igualitarismo y la generación de la desigualdad, p. 33) que la Iglesia, si bien adoptó el monoteísmo, aún tenía que deshacerse de viejas tendencias helenistas paganas:

Por consiguiente, el cristianismo y la visión sobre la riqueza y el poder que habían surgido de este no desafiaron a la desigualdad del mundo secular. En lugar de eso la apoyaron… En este aspecto siguieron la corriente principal de las filosofías paganas. La desigualdad en las capacidades humanas era obvia y la necesidad de subordinación era inescapable.

A medida que el imperio de la Iglesia creció en tamaño, también lo hizo su necesidad de dinero para sustentarlo. Si bien las Cruzadas fueron lanzadas en parte para frenar el crecimiento del Imperio Islámico, un factor clave de motivación fue obtener nuevas tierras y riqueza para la creciente población europea (1). Las Cruzadas ofrecieron una salida a las ambiciones de tierra de los caballeros y hombres de la nobleza.

Sin embargo, las razones que se dieron en ese momento para justificar dichas conquistas fue el intento de recuperar para la Iglesia el Santo Sepulcro de Jerusalem de manos de los musulmanes y de salvar al Imperio Cristiano Oriental de Bizantino de los turcos Seljuk. Originalmente, la Iglesia del Santo Sepulcro fue construida en el sitio identificado en el siglo IV por la Emperatriz Helena, la madre de Constantino, como el sitio en que Jesús había sido enterrado después de su crucifixión.

(Esta iglesia sigue en pie hasta hoy en día, después de haber sido reconstruida por los cruzados. Es un punto central de los peregrinajes cristianos a Jerusalem, a pesar de que las sectas cristianas protestantes sostienen que ese no es el sitio de entierro de Jesús).

La búsqueda noble

Para nuestras mentes occidentales, las cuales fueron educadas con la versión de Hollywood de una gran parte de la historia, las Cruzadas significan caballeros nobles rescatando damiselas en problemas. Oy vei, qué gran mentira.

Ahora, es cierto que eran caballeros y que había reyes (2), y también había un ideal caballeresco. También es cierto que el Rey Ricardo Corazón de León, un líder cruzado (que, a propósito, fue uno de los peores reyes de la historia inglesa), fue un valiente guerrero. Pero eso era todo.

Las Cruzadas se transformaron en campañas de asesinato, violación y pillaje, ¡y pobre de los judíos que se pusieran en el camino! De hecho, las Cruzadas marcaron la primera ola de violencia a gran escala dirigida en contra de los judíos de Europa, lo cual lamentablemente se convertiría en el patrón de los siglos siguientes. Los pogromos posteriores serían simplemente una repetición de esta idea.

Los judíos no eran las únicas víctimas de los cruzados; de hecho, las principales víctimas eran los musulmanes. Toda la brutalidad que fue dirigida hacia ellos devastó económicamente a los pueblos árabes, llevó al mundo islámico a ser más reaccionario y cerrado, y contribuyó al odio árabe hacia occidente.

(¿Por qué los árabes pintan de azul las puertas de sus casas hasta hoy en día? Para protegerse del mal de ojo. ¿Por qué azul? Una explicación es que ese era el color de ojos de los europeos del norte que venían a asesinarlos).

En total hubo diez Cruzadas en un período de tiempo que se extendió desde el siglo XI al siglo XIII:

  • La Primera Cruzada, entre 1095 y 1099, incluyó la toma de Jerusalem de manos de los musulmanes, el asesinato tanto de la población musulmana como de la judía de la ciudad y el establecimiento del Reino Latino en Jerusalem, el cual era regido por cruzados (y el cual duró hasta 1187).

  • La Segunda Cruzada, entre 1147 y 1149, fue organizada para ayudar a los cristianos a recuperar las tierras que habían perdido a manos de los turcos, pero fracasaron rotundamente.

  • La Tercera Cruzada, entre 1189 y 1192, fue organizada después de que Saladin, el Sultán de Egipto, recapturara Jerusalem. Esta es la Cruzada en la que figuró el rey Ricardo Corazón de León. Fue un fracaso.

  • La Cuarta Cruzada, entre 1202 y 1204, incluyó la captura de Constantinopla, la cual en ese entonces estaba ocupada por los cristianos ortodoxos orientales (que eran greco parlantes), quienes no reconocían la autoridad del papa romano.

  • La Cruzada de los Niños, en 1212, envió miles de niños hacia Tierra Santa, en donde fueron capturados por los musulmanes y terminaron siendo vendidos como esclavos o muriendo por hambre o enfermedades.

  • La Quinta Cruzada, entre 1217 y 1221, apuntó hacia Egipto pero falló.

  • Otras cuatro cruzadas que fueron organizadas en el siglo XIII fracasaron en revertir las conquistas musulmanas. En 1291 cayó la última fortaleza cruzada: la fortaleza de Aco.

Esa es la historia resumida. Ahora podemos entrar en detalle para ver los aspectos de las Cruzadas que más impactaron en los judíos.

(Quien esté interesado en saber más sobre las Cruzadas, la fuerte autoritativa es el libro de H. E. Mayer llamado The Crusades (Las Cruzadas), publicado por la Oxford Univertsity Press).

Limpieza de infieles

El Papa Urbano II montó la primera campaña en parte como respuesta a un pedido de ayuda de los cristianos de Constantinopla que estaban siendo sitiados por los musulmanes. Su objetivo fue derrotar a los infieles (así es como los cristianos les llamaban a sus pares monoteístas) y recapturar Tierra Santa. En su sermón, el Papa declaró:

De las tierras de Jerusalem y de la ciudad de Constantinopla ha llegado un grave informe sobre que un pueblo del reino de los persas, una raza extraña, una raza completamente ajena a Dios… ha invadido la tierra de esos cristianos [y] ha reducido al pueblo con su espada, saqueos y fuego…

Que quienes en el pasado han estado acostumbrados a esparcir la guerra privada tan vilmente entre los fieles avancen en contra de los infieles… que quienes eran formalmente bandoleros sean ahora soldados de Cristo; quienes alguna una vez hicieron la guerra en contra de sus hermanos... que luchen legítimamente en contra de los bárbaros, que quienes hasta ahora han sido mercenarios por unas pocas monedas consigan ahora recompensas eternas (3).

Para hacer las cosas más interesantes, el Papa les prometió a quienes se inscribieran que habría un botín inmenso, por no mencionar el beneficio espiritual de que todos sus pecados fueran perdonados por Dios.

El Papa obtuvo una entusiasta respuesta. Una fuerza armada de 15.000 hombres (incluyendo 5.000 caballeros y el resto de la infantería) se embarcaron vistiendo una gran cruz roja en sus prendas exteriores (de ahí viene el nombre cruzados, aunque ellos se llamaban a sí mismos peregrinos).

También se unió a la campaña una fuerza campesina. Estos campesinos, quienes comenzaron a marchar por toda Europa delante de los caballeros y su ejército, necesitaban comer y conseguían la comida saqueando los pueblos. Y mientras marchaban se les ocurrió la idea de que también podrían aprovechar de deshacerse de los infieles encontraran, es decir, de los judíos.

Este es un relato de alguien que atestiguó un ataque a la judería de Mainz en mayo de 1096. Este relato está en The first Crusade (La primera Cruzada), de August Krey, y es una carta que fue escrita por un judío que sobrevivió:

Los judíos de la ciudad, que sabían de la matanza de sus hermanos, huyeron hacia el obispo de Ruthard con la esperanza de encontrar refugio. Pusieron un tesoro infinito bajo su custodia y confianza, teniendo mucha fe en su protección. El obispo puso a los judíos en un salón muy espacioso de su casa para que permanecieran a salvo, un lugar que parecía ser muy seguro y fuerte.

Pero… la banda hizo un plan y, después del amanecer, atacó a los judíos que estaban en el salón con flechas y lanzas, rompiendo las cerraduras de las puertas. Mataron a los judíos, unos 700, quienes se resistieron en vano a la fuerza de un ataque de tantos miles. Mataron también a las mujeres y con sus espadas atravesaron a tiernos niños, independientemente de la edad o sexo que hayan tenido…

Así es como entre el 30% y el 50% de la comunidad judía de Europa conoció su final. Unos 10.000 judíos, de una población estimada en 20.000 o 30.000, fueron asesinados por las pandillas de cruzados.

La caída de Jerusalem

Después de conquistar Antioquía en Turquía, los cruzados se dirigieron a Jerusalem mermados en número debido a las duras peleas que habían tenido que batallar a lo largo del camino.

En las puertas de Jerusalem, luchando bajo el abrasador sol que calentaba sus armaduras blindadas, murieron otros muchos caballeros.

En la Parte 44, cuando hablamos de Rashi, mencionamos al noble francés Godfrey du Bouillon. Godfrey, junto a Raimundo de Guilles, Raimundo de Flanders y Roberto de Normandía sitiaron las puertas de Jerusalem, que en ese tiempo tenía una gran población de judíos. Sus fuerzas atravesaron las paredes e incursionaron a montones en la ciudad.

(A propósito, el grito cruzado de ¡jip! ¡jip! se originó en esta época. Fue un acrónimo del latín para Jerusalem ha caído. Con el tiempo, se convirtió en ¡Jip, jip, hurra!, un aliento que los judíos no usan jamás).

¿Qué pasó después de que los cruzados entraron a la ciudad?

Tenemos un relato de Ibn Al Kalanisi, un historiador musulmán, que describe un comportamiento de innecesaria brutalidad que pone los pelos de punta: miles de hombres, mujeres y niños musulmanes fueron asesinados. Los pobres judíos se habían amontonado todos en una sinagoga; allí los encontraron los cruzados e incendiaron el lugar, quemándolos vivos. Uno de los cruzados, Raimundo de Aguilera, relató con alegría:

Con la caída de Jerusalem y sus torres uno podía ver una obra maravillosa. Algunos de los paganos fueron misericordiosamente decapitados, otros atravesados por flechas lanzadas desde las torres y otros torturados durante bastante tiempo, incinerados con llamas ardientes. Montañas de cabezas, manos y pies yacen en las casas y las calles y los hombres y caballeros estaban tomando sol entre los cuerpos (4).

Después de conquistar Jerusalem, los cruzados emprendieron un gran proyecto de construcción en todo Israel. Las ruinas de muchas fortalezas e iglesias que construyeron pueden ser visitadas hoy en día (la mayoría de las cuales fue destruida por los musulmanes cuando recuperaron sus tierras, temiendo que los cruzados volvieran).

Los cruzados establecieron órdenes especiales de monjes militares para cuidar el reino. Los que nos interesan en particular son los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios.

Los Caballeros Templarios estaban apostados en el Monte del Templo (de allí viene su nombre). Interesantemente, los Caballeros Templarios no destruyeron el Domo de la Roca (a pesar de que los cruzados destruyeron todas las mezquitas que no convirtieron en iglesias). ¿Por qué? Creyeron que era el Templo de Salomón y que, Al Aksa, la mezquita adyacente, era el Palacio de Salomón (Ver Jerusalem: An Archeological Biography (Jerusalem: Una biografía arqueológica), de Hershel Shanks, pp. 238-239).

Entonces, ¿qué hicieron? Quitaron la luna creciente del techo del Domo de la Roca, la reemplazaron con una cruz y llamaron al lugar Templum Domini, Templo de Dios. Convirtieron a la mezquita Al Aksa, junto al espacio abovedado debajo de la misma, en un monasterio. En consistencia con sus otros errores le llamaron a este lugar, que había sido construido por Herodes, Los Establos de Salomón.

(Estos establos fueron renovados recientemente por el wakf musulmán —la autoridad religiosa musulmana— y transformados en otra mezquita en medio de una inmensa devastación arqueológica que el gobierno israelí fue incapaz de detener).

Los Caballeros Hospitalarios debían proveer hospitalidad a la gran cantidad de peregrinos cristianos que vendrían a visitar los sitios sagrados cristianos y asistir a los enfermos que hubiera entre ellos (De esta forma, la palabra hospitalidad se convirtió en sinónimo de un lugar para el cuidado de los enfermos: hospital).

Los Caballeros Hospitalarios construyeron su complejo principal cerca de la Iglesia del Santo Sepulcro, un lugar lógico para hacerlo. Otro complejo, formado por una iglesia, un hospicio y un hospital, fue construido en lo que hoy es el corazón del Cuarto Judío de la Ciudad Vieja de Jerusalem, cerca de la escalera que baja al muro occidental. Esta ruina ha sido preservada y es una atracción turística. Los edificios cruzados adyacentes han sido renovados y son usados como departamentos, escuelas y negocios (Ver Jerusalem Architecture (Arquitectura de Jerusalem) de David Kroyanker, pp. 37-43).

Demás está decir que los Caballeros Hospitalarios no les brindaban hospitalidad a los judíos. De hecho, llevaron tribus árabes cristianas para ayudar a poblar la ciudad con cristianos.

Sin embargo, los judíos deseaban ser parte de la ciudad santa. Uno de esos judíos, que le hizo frente a la ocupación cruzada de Tierra Santa, fue nada menos que el famoso escritor y poeta Yehudá HaLeví (sobre cuya obra, El Kuzari, hablamos en la Parte 44).

Yehudá HaLeví se las ingenió para llegar a la ciudad, pero murió al ser atropellado por un jinete árabe cristiano justo fuera de una de las puertas de la ciudad. Mientras yacía agonizando, se dice que recitó uno de sus propios poemas: Sión, si te viera… atesoraría tus piedras y las besaría, y tu corazón sería para mí más dulce que la miel” (ver Martin Gilbert, Jerusalem: An Illustrated Atlas (Jerusalem: Un atlas ilustrado), p. 21).

El sultán Saladín

El dominio de los cruzados sobre la Tierra Santa duró poco. En 1187, menos de cien años después de su conquista, los cruzados fueron conquistados por el Sultán Saladín de Egipto (cuya familia, dicho sea de paso, estaba empleando a Maimónides como su médico, como vimos en la Parte 44).

El Sultán Saladín derrotó a los cruzados en lo que fue una de las batallas más importantes de la historia medieval de Medio Oriente, en los Cuernos de Hatín, que es un volcán extinto al noroeste del Mar de Galilea. Allí, Saladín logró atraer con gran habilidad a los cruzados hacia campo abierto donde, en medio del verano y con un calor terrible, estos se vieron ampliamente superados en capacidad y cantidad; así es como Saladín los destruyó.

A pesar de haber perdido Jerusalem, los cruzados no se dieron por vencidos. Montaron una campaña tras otra para recuperar la Tierra Santa. Nunca recuperaron Jerusalem (aunque los musulmanes les permitieron acceso a los sitios sagrados cristianos que había allí). Finalmente, en 1291, cayó Aco (también conocida como Acre), la última fortaleza cruzada (5).

Hoy tenemos espectaculares ruinas del período cruzado a lo largo de todo Israel. Algunas de las más impresionantes y grandes están en Cesárea, Aco, Tiberias y Beovoir (cerca del sitio de batalla Hatín). Si llegas a visitar una de estas áreas, mientras las admiras ten en mente lo que los cruzados le hicieron a los judíos.


Notas:

(1) Es un error pensar que la hostilidad musulmana contemporánea hacia el Occidente es resultado de las Cruzadas y de la invasión cristiana de Medio Oriente. Es importante recordar que el mundo musulmán inició el conflicto con su invasión a España en el año 711, su intento de conquistar Francia en el año 732 (en la Batalla de Poitiers) y sus muchos intentos de conquistar Constantinopla. Estas campañas militares islámicas obtuvieron su legitimidad a partir del concepto islámico jihad (la obligación islámica de poner a todo el mundo bajo soberanía musulmana y convertir a todo el mundo en dhar al-islam, el mundo del islam, como vimos en la Parte 42). Para encontrar una buena visión general de la historia de la propagación del islam ver: Efraim Karsh, Islamic Imperialism (Imperialismo islámico), New Haven: Yale University Press, 2006.

(2) Ningún rey europeo participó en la Primera Cruzada, pero esta atrajo lo más selecto de la nobleza de Europa Occidental: Francia, Alemania e Italia, cuya mayoría tenía origen normando.

(3) Extraído de los relatos contemporáneos de Roberto el Monje y de Fulcher de Chartres, citado en The First Crusade-A New History (La Primera Cruzada: Una nueva historia), de Thomas Asbridge, Oxford University Press, 2004, pp. 33-36.

(4) Thomas Asbridge, The First Crusade - A New History (La Primera Cruzada: Una nueva historia), Oxford University Press, 2004, p. 316.

(5) Es interesante notar que, después de las cruzadas, las sucesivas dinastías musulmanas desolaron gran parte del plano costero de Israel (entre Yafo y Haifa) por temor a que los cruzados volvieran. Este hecho terminó siendo una bendición para el movimiento sionista en sus principios, a finales del siglo XIX y en el XX, ya que pudieron comprar grandes extensiones de tierra y asentarse en el plano costero. Hoy, este plano contiene ciudades como Tel Aviv, Hertzlía, Kfar Sava, Raanana, Netania, Hadera, Pardés Janá y Zijrón Yaakov.

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