El propósito de la creación del mundo

9 min de lectura

Dios creó un mundo que necesita ser perfeccionado.

 Lectura requerida: Génesis, capítulos 1 y 2.

En el comienzo del crear de Dios de los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).

La frase “en el comienzo” no responde la pregunta de cuándo se creó, sino que es la definición que la Torá tiene de existencia. Todo lo creado está perpetuamente “en el comienzo”. Si tuviese que valerse por sus propios medios, la creación se desvanecería inmediatamente y volvería al estado de vacío en el mismo instante en que Dios quitara Sus ojos de ella, por decir así. Dios no sólo creó el universo; también debe mantenerlo en estado de existencia por medio de renovar perpetuamente la obra de la creación si quiere que continúe existiendo (1).

Declaramos este punto enfáticamente en nuestras plegarias diarias. Comenzamos las bendiciones del Shemá diciendo: “Quien ilumina la tierra y a quienes moran en ella con compasión; y que en Su bondad renueva a diario, perpetuamente, la obra de la creación”.

Esta forma de ver el mundo difiere radicalmente de la teoría moderna que propone que el universo se separó del creador hace 15.000 millones de años con la ocurrencia del Big Bang. Esa teoría dice algo así: no hay dudas de que el Big Bang fue obra de Dios, pero luego comenzaron a actuar las leyes de la naturaleza; el universo en expansión en el que habitamos fue formado por las fuerzas de la naturaleza tal cual lo explica la ciencia. Si esta teoría fuera cierta, estaríamos completamente liberados de la necesidad de preocuparnos por el propósito y el significado de la creación. Cualquiera sea el significado y el propósito que haya tenido, ya no son relevantes porque ya no tenemos relación con Dios. Dios nos dio vida y existencia, para luego abandonarnos a merced de nuestros propios recursos.

En el comienzo” rechaza esta teoría. Dios debe continuar involucrado permanentemente para que el universo continúe existiendo. Él continúa teniendo un interés activo y constante en el proceso de la creación y evita que vuelva a caer en el vacío por medio de inyectarle ‘fuerza Divina creativa’ de forma ininterrumpida. Entonces, la búsqueda del propósito y significado de la creación siempre es relevante (2).

¿Cuál es este propósito?

En el comienzo” tiene una importante implicación. Una renovación constante implica una entrega constante; Dios nos está dando creación todo el tiempo, 24 horas al día los 7 días de la semana. Pero para dar se necesita un receptor. Hasta donde sabemos, sólo los seres vivos tienen la capacidad de disfrutar el regalo. No es ninguna sorpresa que el judaísmo sostenga que la creación es un acto de benevolencia Divina (3).

La consecuencia de las elecciones

Todas las formas conscientes de vida son sensibles tanto al dolor como al placer, tanto al sufrimiento como a la alegría. Como sabemos por experiencia propia, el universo que habitamos tiene cantidades iguales de ambos. ¿Por qué un creador omnisciente y omnipotente, que creó el universo para el receptor consciente, crearía un mundo que contiene tanto dolor y sufrimiento? ¡De seguro que podría haber hecho un trabajo mucho mejor!

La respuesta: Dios creó el mundo en un estado perfeccionable, creó un mundo imperfecto que tiene el potencial de llegar a la perfección. El mundo perfecto que esperamos que Dios nos traiga está disponible, pero debemos hacer que llegue con nuestro propio esfuerzo.

Mirad, He puesto hoy delante de ti la vida y lo bueno, y la muerte y lo malo… He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escogerás la vida para que vivas, tú y tu descendencia…” (Deuteronomio 30:15-19).

Un análisis cuidadoso de este pasaje lleva a los siguientes axiomas:

  1. El mundo puede ser perfeccionado mediante el uso del libre albedrío.
  2. El libre albedrío involucra la distinción entre el bien y el mal.
  3. La aplicación adecuada del libre albedrío está basada en el entendimiento de que elegir el bien significa elegir la vida y elegir el mal significa elegir la muerte.

La consecuencia de las elecciones correctas es el mundo perfecto que esperamos de Dios; las elecciones equivocadas crean el mundo imperfecto que habitamos en el presente (4).

Esto significa que los delfines, las ballenas y las moscas de la fruta no son a quienes Dios designó como receptores. Dichas criaturas son incapaces de distinguir abstracciones como bien o mal y, por lo tanto, no tienen libre albedrío. Si Dios hubiera querido que ellos fueran los receptores, los hubiera creado en un mundo perfecto y no en uno que necesita ser perfeccionado. Dios declaró que el mundo sólo puede ser perfeccionado mediante el uso del libre albedrío y sólo el ser humano tiene el poder para mejorar el mundo (5).

Perfeccionando este mundo

Entonces, ¿por qué Dios nos puso en un mundo con la ardua tarea de perfeccionarlo?

Para Él no fue ninguna sorpresa que el resultado más probable de permitirle al hombre decidir cómo debería ser el mundo sea un mundo lleno de dolor y sufrimiento. Después de todo, fue Dios mismo quien hizo que el camino de mal-muerte-maldición fuera tan atractivo para el hombre como el de bien-vida-bendición. Incluso si el dolor y el sufrimiento presente en el mundo son consecuencia de nuestras decisiones equivocadas, dichas decisiones seguramente eran predecibles para el omnisciente Dios. ¿Tiene sentido darle al hombre un mundo perfectible si este podría ir hacia cualquier lado: podría fracasar en perfeccionarlo o podría tener éxito y lograrlo?

Pero tenemos que tener cuidado en este punto. Es posible que en una escala global, la mayoría de las elecciones de libre albedrío en la historia hayan sido consistentemente malas, pero hubo muchos seres humanos en la historia que siguieron el consejo de Dios y eligieron continuamente el bien y evitaron el mal. Con seguridad, ellos deberían tener derecho al mundo perfecto que Dios les ofreció a quienes eligieran el bien. Sin embargo, esos individuos rectos sufren el dolor de este mundo imperfecto junto al resto de nosotros. ¿Cómo puede un Dios perfecto tratar tan cruelmente a las personas que siguen Su consejo?

Para que todo tenga sentido debemos distinguir entre el individuo y la comunidad. De hecho, la tradición judía enfatiza esa distinción. Los individuos que en la historia se hicieron merecedores, disfrutarán del mundo perfecto para siempre en el Mundo Venidero; cuando todo esté listo, experimentarán la resurrección y continuarán la vida eternamente en un mundo de puro disfrute. Mientras tanto, sus almas esperan en el Gan Edén, un mundo espiritual lleno de alegría en donde sus almas saborean el futuro perfecto del Mundo Venidero (6).

Este ensayo no es sobre recompensa y castigo, ni sobre el Mundo Venidero. Este es el mundo que debe ser perfeccionado; el Mundo Venidero es perfecto desde un comienzo. Todas las almas que Dios quiso crear tienen su oportunidad para ejercitar su libre albedrío en este mundo e incrementar la perfección de este. El Mundo Venidero estará habitado por quienes contribuyeron al perfeccionamiento de nuestro mundo, y la calidad de la perfección en ese mundo será el resultado acumulado del logro de quienes eligieron el bien cuando tuvieron la oportunidad de practicar su libre albedrío en este mundo (7).

Una entrega incondicional

Pero continuemos con nuestra búsqueda del significado y el propósito de nuestro mundo perfectible.

Hay un dicho muy conocido que dice: “No hay tal cosa como un almuerzo gratis”. Sin embargo, hay una excepción: los bebés y los niños obtienen absolutamente todo gratis. Las cosas comienzan a costar a medida que maduramos. Cuando desarrollamos nuestra capacidad para usar nuestra razón y aprendemos a disciplinarnos, se espera que vayamos desarrollando gradualmente la capacidad para pararnos sobre nuestros propios pies. No respetamos a los adultos que necesitan el mismo tipo de apoyo constante que necesitan los niños. Un adulto exitoso es un adulto independiente. Es a los adultos a quienes les exigimos que “paguen por su propio almuerzo”. Irónicamente, incluso cuando estamos en modalidad de ser generosos y sentimos deseos de regalar cosas, preferimos canalizar nuestra generosidad regalándoles cosas a quienes de todas formas tendrían la capacidad de pagar lo que estamos dando.

Y la verdad es que ni siquiera las cosas que les damos a nuestros hijos son completamente gratuitas: consideramos nuestros aportes como inversiones a futuro. Les proveemos alegremente de manera gratuita siempre y cuando consideremos que en largo plazo esos aportes les permitirán valerse por sí mismos, construir sus vidas independientemente y hacernos sentir orgullosos. Eso es lo que llamamos nájat.

Puede que sea triste, pero parece ser cierto: los humanos raramente damos incondicionalmente.

La Torá tiene una explicación muy sencilla de este fenómeno: fuimos creados a imagen de Dios.

Y Dios dijo: hagamos un hombre con nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, que domine sobre los peces del mar y sobre las aves de los cielos y sobre las bestias y sobre toda la tierra y sobre toda criatura rastrera que repta sobre la tierra. Entonces, Dios creó al hombre con Su imagen, con Su imagen lo creó, varón y hembra los creó (Génesis 1:26-27).

El mundo perfectible

Cuando Dios creó nuestro mundo perfectible, fue benevolente con nosotros de la misma manera en que nosotros somos benevolentes con nuestros hijos. Nos dio este mundo para que aprendamos la sabiduría necesaria para vivir felizmente como adultos independientes que sean capaces de valerse por sí mismos en el mundo perfecto que tenía en mente para nosotros.

La analogía con la crianza de niños no es perfecta; la Torá trata sobre libre albedrío y elecciones. En nuestro mundo tenemos que llegar a la adultez para adquirir control sobre nuestras vidas y estar en posición de poder tomar nuestras propias decisiones. Nosotros criamos niños, Dios cría adultos. De todos modos, si examinamos las opciones que Dios nos ofrece en Su Torá, la metáfora de criar niños nos sorprenderá gratamente.

Las directivas de la Torá, que son la definición de bien para Dios, abarcan las mismas áreas de la vida en que nos enfocamos al criar a nuestros niños.

Cashrut: Dado que nuestros hijos son muy jóvenes e inexpertos como para reconocer los alimentos que pueden ser peligrosos para su salud, nosotros debemos enseñarles a evitarlos; asimismo, Dios nos advierte sobre las sustancias que nosotros no reconocemos como venenos espirituales.

Relaciones ilícitas: Intentamos enseñarles a nuestros hijos que la gente equilibrada evita las relaciones emocionalmente dañinas o con personas potencialmente incompatibles; de la misma forma, Dios nos advierte que la gente espiritualmente saludable debe evitar relaciones amorosas que sean nocivas para otros y/o que sean improductivas.

Días sagrados: Intentamos educar a nuestros hijos para que dediquen tiempo a estimular sus mentes por medio de meditación y contemplación; Dios designó días sagrados para entrenarnos a sumergirnos en la vida espiritual y dedicarnos a recordar el objetivo de la vida.

Estudio de Torá: Tratamos de transmitirles a nuestros hijos la importancia de tener una buena educación; Dios nos instruye a estudiar Torá para que sepamos cómo mejorar la calidad de nuestra vida espiritual y la de los demás.

Leyes de relaciones interpersonales: Es particularmente importante enseñarles a los niños que la gente adaptada a la sociedad es gente disciplinada que doblega sus instintos naturales para encajar pacíficamente en la sociedad; elegir las leyes de Dios nos requiere encajar en Su congregación.

En otras palabras, la Torá nos fue dada para otorgarnos la capacidad que necesitamos para poder superar nuestras limitaciones humanas y aprender a valernos por nosotros mismos como adultos maduros e independientes en el mundo perfecto que nos espera (8).

Amor y respeto

Todos amamos a nuestros bebés, pero no nos inspiran respeto. Son absolutamente incapaces de valérselas por sí mismos: ni siquiera pueden comunicar sus deseos. Todo lo que pueden hacer es sollozar hasta que logremos darnos cuenta qué es lo que les molesta.

A medida que nuestros bebés crecen, el amor incondicional e ilimitado que les brindamos se vincula con un sentimiento de respeto. Un bebé es una alegría; un adolescente que continúa actuando como bebé es un dolor enorme; un adulto que aún actúa como bebé es una tragedia y una fuente de inmensa angustia. Si Dios hubiera querido amarnos como amamos a nuestros bebés, nos hubiera puesto directamente en el mundo perfecto con el que soñamos.

Nos puso en el mundo perfectible en el que vivimos porque quiere amarnos como nosotros amamos a nuestros hijos adultos cuando salen bien. No hay una mayor fuente de orgullo o alegría en el mundo que el niño que se transforma en un adulto exitoso. Ningún padre se cansa de la compañía de un hijo así; todo padre pasaría la eternidad en la compañía de un hijo como este; incluso ver a su hijo desde la distancia le da al padre una cálida sensación en el corazón.

De acuerdo al pensamiento judío, el propósito de la creación es producir este adulto maduro, un niño que merezca incluso el respeto de Dios. En las palabras de Isaías (49:3): "Israel, de quien Me orgullezco".

La visión personal

Esta conclusión es tanto asombrosa como vigorizante. Por un lado nos vemos a nosotros mismos y decimos: "¿Puedo realmente convertirme en algo de lo que Dios mismo se enorgullezca? ¿Yo?". Pero por otro lado, no hay otra explicación para el mundo en que vivimos; Dios realmente cree que podemos lograrlo. Realmente puedo ganarme Su respeto, realmente quiere disfrutar de mi compañía por toda la eternidad. ¡Huau!

Esto también le da a mi vida un enfoque y un propósito. En lugar de meramente intentar sobrevivir mis años en la tierra de forma tan placentera como sea posible sin causarle daño a nadie, puedo aspirar realmente a convertirme en alguien grandioso. La gente que tiene una misión importante y grandes responsabilidades rara vez piensa en la comodidad o incluso en la seguridad. Cuando las vidas de los demás dependen de tus decisiones o incluso cuando hay un millón de dólares en juego, ¿a quién le importa la comodidad o la conveniencia?

Los seres humanos somos demasiado importantes como para enfocarnos en las insignificantes consideraciones y en las pequeñas frustraciones de esta vida mundana. Tenemos la oportunidad de crecer hasta alcanzar una grandeza inimaginable; nos fue dada la oportunidad de ser los acompañantes de Dios (9).


Notas:

(1) Maimónides (Comentario a la Mishná – Sanhedrín 10).

(2) Maimónides (Fundamentos de la Torá 1:3).

(3) Jafetz Jaim (Likutei Amarim 13).

(4) Deuteronomio 11:13-21.

(5) Rav Shimshon Rafael Hirsch (Comentario a Génesis 3:1).

(6) Talmud – Brajot 5b; Maimónides (Comentario a la Mishná – Sanedrín 10).

(7) Maimónides (Teshuvá 5:5; 8:1-2).

(8) Ver Maharal (Guevurot Hashem 5-6).

(9) Maimónides (Comentario a la Mishná – Sanedrín 10).

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.