La mitzvá de Shmitá: El secreto del número 7

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El ciclo del número siete es la clave para reconectarnos con la realidad fundamental.

La vida en la modernidad es multifacética y avanza rápidamente. Estamos sobrecargados con correos electrónicos, mensajes de texto, faxes, panfletos, cupones, llamadas de telemercadeo, canciones para el teléfono móvil de lo más diversas, y sobre todo, noticias de todos los medios de comunicación posibles. Periódicos, Internet, mensajes y cotizaciones de acciones brillan iluminados afuera de edificios, y ahora, incluso en televisores dentro de ascensores de edificios de oficinas, transmitiendo a su audiencia cautiva. La mayoría de las noticias no nos afectan, un gran porcentaje de las llamadas son innecesarias e intrusas, y los avisos publicitarios, nos presionan, nos imponen cosas y no reflejan nuestros valores.

Históricamente puede haber habido una menor cantidad de estímulos diarios, pero eran igualmente abrumadores. Las cosas que hoy tomamos por obvias como la plomería, la electricidad, la comida preparada y por supuesto, los productos desechables, requerían complejas tareas. La vida diaria era, en si misma, difícil y abrumadora para la mayoría de los seres humanos en el planeta.

En diferentes formas, el hombre siempre ha estado abrumado por tareas o necesidades que lo presionan. Si bien ellas se han transformado, de cosas necesarias para la supervivencia, a cosas para el entretenimiento o la sed de información, aquellas cosas que aparentemente son urgentes siempre están compitiendo con las cosas que son realmente importantes.

Imagínate una pausa...

Imagínate si existiera una forma de dejar todo atrás por un momento. ¿Qué haríamos? Puede ser que nos encontraríamos desesperados y aburridos, y quizás enfrentados con el hecho que sin toda la sobrecarga sensorial estamos totalmente solos. Que sin un Ipod, un periódico, una radio o un computador portátil, un viaje se transforma en una pesadilla. Alternativamente podríamos elegir enfocarnos en las cosas que estimamos importantes. Podría ser una oportunidad para preguntarnos en que creemos, o en que estamos realmente interesados. En vez de dejar que empresas comerciales o sociales, con agendas sutiles u obvias, manejen nuestros pensamientos.

Ese espacio existe. Semanalmente es llamado Shabat y en el ciclo de los años, es llamado Shmitá; el año sabático, el Shabat de la tierra. Es un tiempo durante el cual las actividades normales de siembra y cosecha en la tierra de Israel, que a lo largo de la historia ha sido una sociedad primordialmente agrícola, se detienen. La tierra queda inactiva y la gente ya no se preocupa por sembrar, podar, mantener, cosechar; los precios de mercado y otras preocupaciones pasan a ser irrelevantes.

Shmitá es un tiempo que está por sobre su significado histórico. Contiene un mensaje tan relevante hoy en día como lo era cuando recibimos la Torá hace miles de años. Dado que Shmitá ocurre cada siete años, no debe sorprendernos que su secreto interno esté relacionado con el numero siete.

Sietes por Todos Lados

Los sietes abundan en el judaísmo. Hay siete ciclos de siete que conducen a Yovel, el año cincuenta o de jubileo. Hay siete cielos de acuerdo a la tradición judía. El nacimiento de nuestra nación, como tal, en Pesaj, es seguido de siete semanas de siete días, culminando con la recepción de la Torá. El Rey David, el símbolo de la monarquía judía y la era mesiánica que su descendiente traerá, era el séptimo hijo de Yshai y estaba casado con Bat Sheva, que significa literalmente la hija de siete. Hay siete días de celebración después de una boda, en los cuales cada comida está acompañada por siete bendiciones especiales. Estamos de duelo durante siete días por un fallecimiento. Hay siete días de la semana en prácticamente todas las sociedades, fenómeno que proviene de nuestra tradición.

¿Por qué tanto alboroto sobre el numero siete?

Una pista para la respuesta a esta pregunta se encuentra en el idioma hebreo, como fue revelado a nuestro patriarca Abraham (cuyo séptimo descendiente fue Moisés, quien sacó a los judíos de Egipto) y al rey filisteo Avimelej. La Torá describe en detalle como Abraham y Avimelej hicieron un convenio, que también serviría de testimonio de que los pastores de Abraham habían cavado cierto pozo, del cual se estaba disputando su propiedad. Abraham le ofreció a Avimelej siete – sheva – corderos, que describe como testimonio de que él había cavado el pozo. Ambos hicieron un juramento, llamado shavua en hebreo, y el lugar fue llamado Beer Sheva (Beersheba), a causa de los sheva corderos y la shavua.

¿Cuál era el sentido de siete corderos y cómo podemos explicar la similitud entre la palabra sheva, que significa siete y shavua que significa juramento (tanto como los siete días de la semana y un ciclo completo de siete años), las cuales se componen de casi las mismas letras en Hebreo ?

Los homónimos y otras similitudes en hebreo, un idioma que nuestra tradición afirma que es de origen divino, no son coincidencia, especialmente cuando están compuestos de prácticamente las mismas letras. Por ejemplo, la palabra en hebreo para oreja es ozen. Hace no demasiado tiempo la ciencia descubrió que nuestras orejas hacen más que escuchar, ellas también controlan el equilibrio del cuerpo. No nos sorprende que la palabra en Hebreo para equilibrio es, y ha sido por miles de años, izan, que no solamente tiene un sonido similar a la palabra ozen, sino que está compuesta por prácticamente las mismas letras.

La conexión clave entre sheva y shavua se encuentra en el significado de shavua. Una shavua, juramento, que se encuentra comúnmente en una corte de justicia, es esencialmente una afirmación de que el testimonio actual de una persona describe de forma precisa un hecho pasado. En el caso de Abraham, el juramento y la ciudad nombrada por él hasta el día de hoy, verificarán para siempre el convenio realizado entre Avimelej y Abraham. En el judaísmo el número siete cumple la misma función, es el hilo que fusiona las cosas a su fuente.

Los Siete Días de la Semana

Shabat y los siete días de la semana ilustran esto. No es nada menos que una maravilla que el único sistema temporal para contar los días, que ha sobrevivido a lo largo de la historia de forma significativa, sea la semana de siete días que todos los gobiernos utilizan hoy. A diferencia de los días, que van de acuerdo a la rotación de la tierra en su eje, los meses que van de acuerdo al ciclo lunar, y los años que van en paralelo a la rotación de la tierra alrededor del sol, los siete días de la semana no tienen ningún paralelo natural o base astronómica. Al parecer, surgieron de la nada. A pesar de haber sido utilizados por los hindúes, babilonios, chinos, romanos, egipcios y luego por cristianos y musulmanes, quienes cambiaron el Shabat a diferentes días, el sistema universal de siete días derivó de la práctica judía.

Su mensaje de acuerdo a nuestra tradición es muy claro: seis días corresponden a la creación activa del mundo y el séptimo corresponde al "descanso" de Dios. Shabat, por lo tanto, da testimonio de la creación. Nos reconecta con la fuente de todo, con el comienzo. De hecho, la palabra sheva en si misma, viene de la palabra shav, retornar.

Los místicos describen el mismo concepto en el espacio. En un plano tridimensional, un punto puede expandirse en seis direcciones opuestas, a ángulos de noventa grados – derecha o izquierda, atrás o adelante, arriba o abajo. Sin embargo, es el punto en el centro, donde los tres ejes (x,y,z) se encuentran, el que los vincula. En el caso de los días, ese punto es Shabat, y en cuanto a años, es Shmitá.

Shmitá

Como Shabat, Shmitá es un medio para reconectar todo a su fuente. Mientras nos alejamos cada vez más del punto inicial de la creación, necesitamos de Shmitá para que nos regrese a él. Justamente cuando la creación parece un recuerdo borroso, sentimos que la humanidad maneja el mundo y que nuestra inteligencia nos ha traído la recompensa de lo que ella ha logrado, Shmitá trae un Shabat a la tierra y cambia todo.

De acuerdo con la ley judía, los frutos que crecen durante este año especial en la tierra de Israel son de dominio público y nadie, pobre o rico, puede comerlos. Nos es recordado que cualquier propiedad privada que tenemos es nada más que un préstamo Divino. Las clásicas leyes de propiedad que nos dan consuelo y nos llevan a pensar que nosotros manejamos el mundo, quedan suspendidas, mientras las deudas son perdonadas y en yovel, siguiendo la culminación de siete ciclos de Shmitá, las ventas de tierra se revierten y la propiedad vuelve a la distribución que tenía en la época de las tribus, en el tiempo en que los judíos entraron a la tierra de Israel. Shmitá nos da la oportunidad de disolver la distancia entre nosotros y la creación, y devolver la tierra a su fuente, es decir, a Dios.

En un nivel más profundo, Shmitá es un tiempo para que volvamos a nosotros mismos. Por un lado, nos recuerda de nuestra inherente pequeñez e ineptitud, desafiando nuestro sentido de dominio del mundo. Por otro lado, acentúa nuestra grandeza ofreciéndonos un puente que, cuando contemplamos el significado interno del año, nos reconecta con los asombrosos momentos de la creación y nos proporciona la oportunidad de cercanía con nuestro Creador.

Una persona que interioriza el sentido profundo de Shmitá tiene las herramientas para escapar de la monotonía de estímulos que sobrecargan nuestro día. No podemos bloquearnos por todo un año, pero podemos ponernos en perspectiva. Una vez que contemplamos el significado de abandonar el dominio sobre la producción propia, entendemos que pidiendo a nuestro Creador por sustento, el significado de la sobrecarga sensorial que atestan nuestro día desaparece. Shmitá y el mensaje de los patrones de siete que penetran toda la vida judía, nos proporcionan una oportunidad única de volver a la fuente.

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