Los 5 niveles de placer

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La vida está llena de placeres. Pero algunos de ellos están muy por encima de otros.

¿Qué tipo de placeres quiere un padre que disfruten sus hijos? Buena comida, unas vacaciones divertidas, jugar tenis, música. ¡Maravilloso!

Pero cuando cumplen 25 años y siguen jugando tenis en vez de estudiar, comienzas a pensar: “¡Es hora de que madures y avances en tu vida!”. Es muy divertido jugar un partido de tenis de vez en cuando, pero la vida tiene mucho más para ofrecer que simplemente diversión. Te gustaría que tus hijos tuvieran una carrera significativa, que se casaran y tuvieran hijos.

Si cumplen 35 años y siguen jugando tenis día y noche, probablemente gritarías: “¡Ayuda por favor!”.

El judaísmo dice que Dios es nuestro Padre Celestial y que nosotros somos Sus hijos. Al igual que todo padre, Dios quiere que Sus hijos disfruten de los placeres de la vida.

Existen cinco diferentes niveles de placer y cada uno es un tipo independiente de placer.

El avión del placer

Las diferentes clases de placer se pueden comparar con los asientos de un avión. La mejor manera de viajar es en primera clase. ¿Cuál es la segunda mejor manera? La segunda clase. Obviamente a nadie le gusta pensar que está viajando en segunda clase, por lo que la llaman Clase Ejecutiva o Business.

¿Tercera clase? A esa la llamamos Clase Turista o Clase Económica.

¿Cuál es la cuarta clase? Te ponen en los compartimentos inferiores con los animales y el equipaje.

¿La quinta clase? Simplemente te dan una cuerda y te dicen: ¡Agárrate!

Todos preferirían viajar en primera clase. Pero algunas personas nunca descubren cómo hacerlo. Viajan toda su vida en quinta clase, agarrados de la cuerda. Y lo más triste es que a veces se vuelve tan difícil seguir agarrados, que simplemente se sueltan.

La medida del placer

Cada una de estas cinco clases de placer es tan especial y única, que ni siquiera puedes cambiar diez unidades de placer de quinta clase por una sola unidad de placer de cuarta clase. Si estuvieras hambriento, ¿cambiarías una buena comida por una vista panorámica de la ciudad de Nueva York? ¿Cambiarías al amor de tu vida por una casa de veraneo en la ribera francesa?

Un placer no puede ser medido en comparación a otro. Pero entonces, ¿cómo le asignamos valor a los placeres?

Imagina el placer como si fuesen caballos de fuerza. ¡El placer te da energía!

Imagina el placer como si fuesen caballos de fuerza. ¡El placer te da energía! Si tienes placer tendrás mucha más confianza para sobreponerte a pruebas difíciles. Podrás soportar muchas más circunstancias adversas, porque la energía que obtienes del placer te da las fuerzas necesarias.

Cuando trates de evaluar el valor de un placer determinado, pregúntate: “Cuando tomo un helado, ¿cuánto placer —cuánta energía— obtengo de él? Si escucho música, ¿cuánta energía obtengo? Si amo a alguien, ¿cuán revitalizado me siento? ¿Cuándo siento más energía, al amar a alguien o al tomar un helado?”. Esa es una manera racional de medir el placer.

Placeres falsificados

A veces las personas creen que están obteniendo verdadero placer, pero en realidad están siendo engañadas. Por ejemplo, el sexo es un placer verdadero, pero la pornografía es una falsificación. Sólo estimula el deseo sexual y la persona termina deprimida en lugar de energizada. Puede parecer excitante al principio, pero la excitación y la energía no son lo mismo y no deben confundirse.

El placer falsificado que más se vende en el mundo occidental es la decadencia. He aquí porqué es falsificado:

Cuando le peguntas a la gente: “¿Cuál es el opuesto del dolor?”, la mayoría responde: “El placer”. Sin embargo, ¡la ausencia de dolor no equivale automáticamente a placer!

El opuesto al dolor no es placer. Mucha gente piensa que el mayor placer son unas vacaciones en Hawai: acostados en una cama de agua, con una fría brisa que entra por la ventana, bebiendo alguna bebida exótica, completamente relajados. Pero no te vayas a quedar dormido, ¡porque entonces te perderás todo!

El dormir y la comodidad no conllevan dolor, ¡pero no son la meta de la vida!

En realidad, el dolor es el precio que hay que pagar por el placer. Si te quieres graduar de la universidad y conseguir un buen trabajo, tienes que estudiar duro. Si te quieres ganar una medalla de oro en las olimpiadas, tienes que experimentar dolor en algunos músculos. No vas a llegar al podio si estás acostado en una playa de Hawai.

Confundir comodidad con placer es una farsa. El verdadero placer viene sólo como resultado del esfuerzo.

El precio del placer

Para tener éxito en tu búsqueda de placer, tienes que enfocarte en el placer y no en el esfuerzo.

Imagina a un equipo de jugadores de básquetbol que corren de un lado a otro de la cancha, forzándose hasta el límite. ¿Acaso se percatan del dolor físico que experimentan? Apenas lo sienten. El placer de jugar sobrepasa cualquier otro sentimiento.

Ahora imagina qué pasaría si les pidieras que hicieran el siguiente experimento:

“Jueguen básquetbol como lo hacen normalmente —corran, salten, tiren y defiendan—, ¡pero esta vez sin la pelota!”.

¿Cuánto tiempo crees que podrían aguantar? Tal vez cinco minutos. Sin la pelota, no hay nada que los distraiga del esfuerzo. Ahora cada paso les parece muy doloroso.

¡Dales de regreso la pelota y seguirán jugando por lo menos dos horas más!

En la vida debes mantener en mente cuál es el objetivo de todo. Debes enfocarte en ello, ¡y convertir cada esfuerzo en un placer!

Aprendiendo a disfrutar el placer

Generalmente pensamos que el placer debería venir automáticamente, pero no es tan simple. Tal como no puedes disfrutar completamente de la música sin tomar un curso de apreciación de la música, de la misma manera tienes que aprender primero sobre los placeres.

Es como catar un vino. El vino es mucho más que un líquido que humedece tu boca y te hace sentir mareado. Si quieres convertirte en un conocedor de vinos, lo primero que tienes que examinar es el corcho. Después tienes que examinar el color del vino, sentir su aroma, y sólo después puedes probarlo, saboreándolo lentamente y dejando que el sabor y la textura impregnen todas las diferentes zonas de tu lengua.

No tomaríamos un vino de buena cosecha sin saborearlo; ¿no deberíamos darle el mismo nivel de respeto a la vida misma?

Nuestro mundo está lleno de tesoros y recompensas. De olores y belleza, relaciones y energías, potencial y logros. Si no nos tomaríamos un vino de buena cosecha sin saborearlo, ¿no deberíamos darle el mismo nivel de respeto a la vida misma?

En resumen, recuerda los tres criterios que se aplican a las diferentes clases de placer:

  • No hay ninguna tasa de cambio entre los distintos niveles de placer.

  • Ten cuidado de los placeres falsificados.

  • Para cada placer el precio a pagar es: esfuerzo.

La quinta clase de placer

El placer de la quinta clase es el más básico y accesible. Es el placer físico y material. Buena comida, ropa bonita, una casa agradable, música placentera, un bonito paisaje. Este placer incluye los “cinco sentidos”.

Dios hizo el mundo físico para que lo disfrutemos. El Talmud dice que, si una persona tiene la oportunidad de probar una fruta nueva y se rehúsa a hacerlo, tendrá que rendir cuentas por ello en el mundo venidero.

¿Qué tienen de especial las frutas? Dios podría haber creado un puré insípido que contuviera todas las vitaminas necesarias para nuestra supervivencia. Pero las frutas son el postre que Dios hizo para nosotros. Es un acto de amor. ¿Te imaginas que ocurriría si le prepararas una cena especial a una persona que amas y que ésta se negara a probarla? Pero existe una diferencia entre probar frutas y empacharte de ellas. Este es precisamente el problema con el quinto nivel de placer: tomar demasiado de algo bueno. Cuando utilizas los placeres de este nivel sin valorar que son un regalo, acabas siendo incapaz de disfrutarlos. El vino es excelente en moderación, pero ingerir una botella rápidamente te hará vomitar. Si te llenas en demasía de comida terminarás sintiéndote deprimido por la experiencia en lugar de sentirte energizado.

La clave es la conciencia. Cuando estás consciente, no pierdes el control ni dejas que tus deseos te dominen.

Esto no significa que debas considerar el ascetismo o el celibato. Los placeres físicos fueron creados por Dios para que los disfrutemos. Las relaciones íntimas son consideradas como uno de los actos más sagrados que podemos realizar. De hecho, la palabra en hebreo para matrimonio es kidushin, que proviene de la palabra kadosh, que significa sagrado. Es por eso que en Shabat, el día más sagrado de la semana, el Talmud recomienda especialmente que marido y mujer tengan relaciones íntimas.

Disfruta de todos los placeres físicos de este mundo. Son la quinta clase de placer que Dios, nuestro Padre, creó para que disfruten Sus hijos.

La cuarta clase de placer

Como dijimos anteriormente, no existe una tasa de cambio: Ninguna cantidad de placer de la quinta clase puede comprar ni siquiera un poco de de placer de la cuarta clase.

¿Qué es más valioso que todo el dinero del mundo?

El amor.

Aquí está la prueba:

Imagina al Sr. Schwartz, un inversionista de una de las mejores firmas de Wall Street. Pasa la mayoría del día tratando de alcanzar la meta de su vida: llegar a tener diez millones de dólares. Él y su esposa tienen tres hijos.

Un día, un rico filántropo llamado Cohen decide hacerle a Schwartz una oferta muy generosa. Cohen le dice: “Estás gastando toda tu vida tratando de obtener diez millones de dólares, así que voy a ayudarte a cumplir tu objetivo rápidamente. Te ofrezco diez millones de dólares en efectivo si me das a cambio el derecho de adoptar a uno de tus hijos. Tu hijo va a tenerlo todo, lo mejor de lo mejor. La única condición es que vas a tener que romper contacto con él, de aquí en adelante nunca más podrás verlo u oír algo de él.

¿Qué diría el Sr. Schwartz? ¿Alcanzar su sueño económico en un instante a cambio de uno de sus hijos? ¡Imposible! “No hay trato, ¡fuera de mi oficina!”.

Diez millones de dólares. Una increíble cantidad de placer de quinta clase no va a inducirlo a vender a uno de sus hijos. El amor no puede cambiarse por ninguna cantidad de dinero.

Pero, ¿cuánto tiempo pasa realmente el Sr. Schwartz con sus hijos? Si son tan valiosos, ¿por qué se olvidó de disfrutar del placer de compartir con sus hijos?

Después de su encuentro con Cohen, Schwartz tiene un momento de inspiración: “Tengo que pasar más tiempo con mis tesoros”. Llama a su secretaria y le anuncia que va a tomarse dos semanas de vacaciones para pasarlas con sus hijos.

Schwartz se apresura en llegar a casa. Después de luchar una hora para abrir el carrito del bebé, finalmente llega al parque. Él y sus hijos pasan un rato muy divertido. Pero entonces llega la hora de la cena, de bañarlos y contarles un cuento. Después de soportar las guerras de comida, inundaciones en el baño e innumerables lecturas de “Babar va al circo”, Schwartz se acuesta en el sofá, se dirige a su esposa y le dice: “Tal vez exageré un poco en tomarme dos semanas de vacaciones...”.

Aprendiendo a amar

Schwartz sabe que sus hijos valen más que diez millones de dólares, pero no sabe cómo disfrutar ese placer.

El primer paso es definir qué es el “amor”.

El Talmud define el amor como el placer emocional que obtenemos al enfocarnos en las virtudes del otro. Si haces eso, podrás amar incondicionalmente a tus hijos, aunque estén lanzando albóndigas por todo el cuarto (y al mismo tiempo disciplinarlos).

Sin un claro entendimiento de qué es el amor, en lo único que podrás pensar será en el esfuerzo y dolor que implica criar hijos, y terminarás concluyendo que es demasiado costoso.

¿Cuál es la mayor fuente de “placer” para los padres? Sus hijos.

¿Cuál es la mayor fuente de “dolor” para los padres? Sus hijos.

No es casualidad que la mayor fuente de placer para los padres sea también la mayor fuente de dolor. Porque mientras mayor sea el placer, mayor será el esfuerzo que se requiere.

Por lo tanto, si quieres tener éxito en la vida, la clave no es eliminar el dolor completamente, ya que eso es imposible, sino enfocarse en el placer que recibes como premio por ese esfuerzo.

Amor vs. enamoramiento

La falsedad que hay en el amor es pensar que no requiere esfuerzo; que es algo que simplemente sucede, un golpe de suerte sin razón alguna; no trabajas para amar a la gente, sino que, o bien sucede o bien no lo hace. Por eso es tan fácil “enamorarse” como “desenamorarse”.

Bob y Susy están solos en el parque, caminando bajo la luna llena. Llega cupido volando y les arroja una flecha. ¡Listo! ¡Bob y Susy están locamente enamorados!

Se casan, tienen hijos, una casa grande y una costosa hipoteca. Bob trabaja duro para pagar las cuentas e inclusive trabaja horas extra. Una noche, mientras Bob trabajaba con su secretaria Carol, aparece Cupido y le arroja otra flecha. ¡Boing! ¡Ahora Bob está enamorado de Carol!

Bob regresa a su casa y le dice a Susy: “Me enamoré de la secretaria. ¿Qué puedo hacer querida? ¡Me flechó!”.

Sale Susy y entra Carol.

¿Cuál es el problema? Bob no se dedicó a explorar en profundidad el carácter de cada una de estas mujeres para enamorarse. El amor de Bob no está basado en compromiso y esfuerzo por revelar sus virtudes.

Mientras más íntimo sea el conocimiento, más podrás amar.

La Torá dice que “Adam conoció a su esposa Javá”. El amor se construye en base al conocimiento. Mientras más íntimo sea el conocimiento, más podrás amar.

Pero el mundo occidental piensa que el amor no es algo que uno puede escoger, sino que es algo de lo cual uno es “víctima”. Por lo tanto, si quieres seguir casado, ¡lo único que puedes hacer es rezar para que Cupido no te dispare otra flecha! ¿Te sorprende que haya una tasa de divorcio de más del 50%?

El enamoramiento no es amor. Es sólo atracción física; es una falsificación. El verdadero amor es para siempre.

Esto lo vemos en las relaciones entre padres e hijos. Ningún padre se levanta por la mañana y dice: “He decidido que prefiero a los hijos del vecino. No tosen por la noche y obtienen mejores calificaciones en matemáticas. Niños, váyanse de aquí. Los vecinos van a venir a vivir a casa”.

Una locura, ¿no? No nos desenamoramos de nuestros hijos, porque estamos comprometidos a amarlos.

¿Cómo sabes si amas a alguien o si sólo estás enamorado? Si te encuentras a ti mismo diciendo “es perfecto” o “es perfecta”, ¡ten cuidado! Esa no es la realidad. Es una señal segura de enamoramiento.

El verdadero amor requiere trabajo. Tienes que estar dispuesto a hacer el esfuerzo.

La Tercera Clase de Placer

¿Qué cosa podría hacer que una persona deje aquello que más ama?

Una causa. La motivación de cambiar el mundo. El deseo de tener una vida más significativa. La necesidad de hacer lo correcto.

Imagina que unos terroristas secuestran un avión y te dicen: “Mata a todos los pasajeros o te matamos a ti y a tus hijos”.

No podrías hacerlo. No puedes matar a personas inocentes incluso si eso significaría salvar la vida de tu propia familia. Preferirías morir.

En el judaísmo decimos: si no sabes por qué estás dispuesto a morir, entonces no has empezado a vivir. Sólo estás jugando un juego. Si no tienes un objetivo en tu vida, entonces todos los placeres físicos —las vacaciones e inclusive tu esposa y tus hijos— no podrán llenar el vacío; sentirás que algo te falta.

Aprendiendo a valorar la bondad

Toma mucho esfuerzo llegar a ser genuinamente una buena persona. Pero mucha gente nunca llega a esta meta. Terminan siendo meramente “no tan malos”, es decir, no asesinan, no roban y no cometen adulterio. Pero “ser bueno” es mucho más que simplemente “no ser tan malo”.

¿Por qué no intentamos serlo? Porque la responsabilidad que eso conlleva parece una carga en lugar de un placer.

Estás de vacaciones en Nueva York y te encuentras de paseo en uno de esos barcos para excursiones que navegan alrededor de Manhattan. Mientras admiras la Estatua de la Libertad, uno de los pasajeros se cae por la borda. Él no sabe nadar, se está ahogando. Entonces saltas al río, el cual está lleno de basura y pescados muertos, pero no te importa: estás tratando de salvar una vida. Lo agarras, él forcejea, se sumergen en el agua mugrosa... finalmente él deja de forcejear, pero ahora está pesado como el plomo; lo sacas del agua con todas tus fuerzas... estás sofocado, el agua huele terrible.

Finalmente, después de lo que te pareció ser una eternidad, lo arrastras hasta la costa. La gente está ahí lista para darte una mano y una ambulancia lo lleva al hospital. Gracias a Dios vive, está tosiendo y escupiendo un poco de agua turbia, pero estará bien. Regresas al hotel y tomas 12 duchas para limpiarte de la suciedad y el olor a pescado podrido. Dices: “Nunca más regresaré aquí en mi vida”.

Ahora, 30 años y 100 vacaciones después de aquel incidente, ¿cuáles fueron tus vacaciones más memorables? ¡Fueron las vacaciones en las que el individuo se cayó del barco y tú le salvaste la vida!

Es increíble el placer que sientes cuando miras en retrospectiva una buena acción que hiciste. Entonces, ¿por qué no buscar constantemente la oportunidad de hacer el bien? Es más, ¡enfócate en lo “bueno” que eres mientras lo haces! ¿No sería ese un placer muy grande?

Pareciendo buenos vs. siendo buenos

A veces la gente realiza actos de valentía que son realmente tontos. Algunas personas juegan “Ruleta Rusa” y terminan muertos. Se confunden y piensan que están haciendo un acto noble. Esta es la falsificación de la tercera clase de placer.

La sociedad occidental tiene otra versión de la falsificación de la tercera clase de placer: el éxito económico. Puedes ser un buen esposo, un buen amigo, un ser humano leal, un pensador, un intelectual... pero si no has ganado mucho dinero eres un fracaso.

Hace unos cuantos años, un camión repartidor de Brink’s perdió varias bolsas de dinero. La puerta posterior se abrió y cayeron millones de dólares a la calle, los cuales fueron esparcidos por el viento. Todos tomaron lo que pudieron. Pero hubo un individuo que fue al banco y les regresó 50.000 dólares.

La prensa interrogó a su padre, quien dijo: “Mi hijo es un tonto”, y entrevistaron a uno de sus compañeros de trabajo, quien dijo: “Dios le dio un regalo y el tonto lo regresó”.

“Soy un corredor de bolsa, vicepresidente de mercadotecnia, graduado de Harvard”.

La falsificación de “ser bueno” es “parecer bueno”. Mucha gente invierte una gran cantidad de esfuerzo tratando de ganarse la admiración de otros. Por eso la gente se identifica a sí misma con la profesión que ejerce. “Soy un corredor de bolsa, vicepresidente de mercadotecnia, graduado de Harvard”. Si los otros se impresionan, eso reafirma que somos importantes.

No te engañes “pareciendo bueno”. La verdadera bondad viene de hacer lo que es correcto.

¿Qué motivó a Alfred Nobel, el gran magnate sueco, a crear el Premio Nobel?

Nobel fue el inventor de la dinamita y uno de los productores más grandes de explosivos. Cuando murió su hermano, el periódico local cometió un error e imprimió el obituario de Alfred en lugar del obituario de su hermano. Cuando Alfred Nobel leyó que su vida había promovido mucha destrucción y muerte, quedó devastado.

“¿¡Esta es mi vida!? Tengo que hacer algo bueno”. Y así fue que decidió establecer el premio Nobel para aquellos que hacen el bien en el mundo.

La Segunda Clase de Placer

Es más fácil identificar la segunda clase de placer por medio de su falsificación. ¿Por qué razón la gente estaría dispuesta a sacrificar vidas inocentes? Para obtener poder.

Stalin, Idi Amin, Hitler... hay una larga lista de tiranos que estuvieron dispuestos a matar a millones de personas para obtener poder; para crear un estado comunista; para crear un mundo dominado por la raza aria. Pero este tipo de placer es una falsificación. Este poder sólo destruye.

El verdadero placer de la segunda clase es el poder de la creatividad. Por ejemplo, el artista tiene control sobre sus ojos, su brazo y la pintura, para traducir sus ideas a la realidad. El artista toma materia inerte y la transforma en algo productivo, útil, hermoso.

Pero la gente muchas veces comete el error de intentar ejercer un control forzado. El dictador manipula las piezas, pero en el proceso destruye vidas y sociedades. Es sólo una ilusión de creatividad.

La manera de saber si estás creando o controlando es mediante el resultado. La creatividad le da placer a los demás. El control lleva a la destrucción.

¿Qué preferirías ser, un trabajador o el jefe? A pesar de que una compañía no puede funcionar sin trabajadores, existe una mayor satisfacción al ser el jefe. En lugar de simplemente recibir órdenes, tienes el poder de crear, de dirigir, de planear y de concebir. Entras en el centro del poder creativo: sabiduría y entendimiento.

Similarmente, una de las manifestaciones más grandiosas de la segunda clase de placer es crear una familia: tener hijos, inculcarles valores y transformarlos en individuos sanos, productivos y preocupados por el resto.

¿Por qué la creatividad es tan excitante? Porque está relacionada con la esencia de Dios. La máxima expresión de creatividad fue la creación del mundo. Dios lo hizo de la nada absoluta. Sólo un ente infinito puede hacer eso. Expresar nuestra propia creatividad es como saborear ese poder.

La Primera Clase de Placer

Imagina a alguien que ha dominado las cuatro clases de placer; disfruta de una gran riqueza y placeres materiales, de una familia hermosa, su vida es sumamente significativa y utiliza el poder para hacer el bien en el mundo. Pero todavía hay algo que falta.

Un encuentro con Dios.

Ningún ser humano puede estar totalmente satisfecho a menos que esté en contacto con la dimensión trascendental. Cuando todo está dicho y hecho, lo único que buscamos es salir de este mundo finito y conectarnos con el infinito. Ser uno con Dios.

¿Qué harías si te dijera: “Tengo un cuarto en el que te puedes sentar y conversar con Dios por una hora”? ¿No te apresurarías a tomar esta oportunidad? ¿No sería la máxima experiencia posible?

¡Sería impresionante!

Todos hemos tenido momentos en los que nos hemos maravillado con la grandiosidad de la vida: el nacimiento de un bebé, observar las estrellas, observar una tormenta eléctrica. Nos quita el aliento.

Admirar es la experiencia de unir nuestro pequeño y relativamente insignificante ser con algo mucho más grande. Rompemos nuestras propias limitaciones y nos conectamos con Dios.

El placer de primera clase es incomparable a cualquier otra experiencia. Nada finito, nada de este mundo se puede comparar con lo infinito.

Actitud de gratitud

Para obtener el máximo placer debemos pagar el máximo precio: gratitud.

Para conectarte con Dios, tienes que aprender a apreciar lo bueno que ha hecho Dios por ti. Eso significa dejar de lado la ilusión de que eres el único responsable de todos tus logros. Todo es un regalo de Dios. Así como cada pincelada de Picasso tiene su firma, todo lo que hay en este mundo tiene la firma de Dios. Tenemos que aprender a apreciarlo.

Todo lo que hay en este mundo tiene la firma de Dios.

Si haces el esfuerzo de apreciar los regalos que Dios te ha otorgado, entonces estarás tan consciente de la presencia de Dios que todo lo que hagas irá acompañado de Su amor y guía. El sentimiento superará a cualquier otro placer posible.

De hecho, esta es la meta para la cual fuimos creados. Fuimos puestos en la tierra para sobreponernos a las ilusiones y utilizar nuestro libre albedrío para construir una relación con Dios. Él podría haber creado robots, pero eso no es lo que quiere. Dios quiere una relación verdadera, lo cual significa que nosotros debemos elegir tener una relación con Él.

¿Por qué la gratitud es un nivel de consciencia tan difícil de mantener? Porque el ego del ser humano siempre busca reconocimiento e independencia. Bloqueamos toda noción de sentirnos en deuda. ¡Preferimos pensar que lo hicimos nosotros mismos!

Otra falsificación de los placeres de primera clase es pensar que otra persona u otra cosa es la que nos está proveyendo de nuestras necesidades. Si piensas que tu carrera o tu pareja cubrirá tus necesidades, entonces estás equivocado. Porque todas esas cosas pueden desaparecer. Sólo Dios tiene poder absoluto y es Eterno.

Alcanzando las estrellas

Imagina el lanzamiento de un cohete. En la primera fase se enciende el cohete y se produce el lanzamiento. En la segunda fase, el cohete perfora la atmósfera a 150 kilómetros por segundo. En la tercera fase, los propulsores del cohete lo sitúan en órbita. En la cuarta fase, el cohete se dirige a una dirección específica. Y finalmente, en la quinta fase, aterriza en la luna.

Lo mismo ocurre con los cinco niveles de placer. El quinto nivel es el placer físico, que te da la energía para levantarte. Pero si no llegas al cuarto placer —matrimonio, hijos, amor— entonces plop. Pero lo que realmente te pone en órbita es el amor propio, tener una vida significativa y hacer el bien en el mundo. Pero una vez que estás en órbita, todavía necesitas la propulsión del segundo nivel —energía— para dirigirte en una dirección específica. Y finalmente, el primer nivel es vivir con Dios.

En el judaísmo, Shabat representa nuestra oportunidad de disfrutar todas las clases de placer en un solo día. Primero, tienes una mesa puesta con un hermoso mantel blanco, la mejor vajilla de porcelana y cubiertos de plata, flores, unos brillantes candelabros, comida deliciosa y vino. Ese es el placer de quinta clase, el lanzamiento. Después, bendices a tus hijos, los besas y los abrazas, mientras se sientan todos juntos alrededor de la mesa; la calidez hogareña brilla por doquier. Sientes amor, el placer de la cuarta clase, y estás viajando a 2 kilómetros por minuto. Si cantas algunas canciones inspiradoras y hablas palabras de Torá, entenderás el significado y la profundidad del día, y ya estarás en órbita. Si sabes cuáles son tus objetivos de vida, entonces estás en la segunda clase de placer. Y luego llegas al propósito del día: conexión con Dios.

Debes saber por qué estás viviendo. Dios nos creó para tener placer. Es muy difícil ser un corredor olímpico, y es aún más difícil ser un excelente ser humano. Pero no naciste para vivir en comodidad. Naciste para tener placer. Por lo tanto, toma la decisión: ¡Viaja en primera clase!

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