El Cruel Juego de las Citas

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Como una comunidad, nuestras actitudes en las citas deben cambiar.

Recientemente leí en Aish.com el artículo de Rachel Davids, “Another Break Up”. Finalmente, después de tantos años de salir con tanta gente, ella pensó que estaba al borde de sentar cabeza y comenzar su propio hogar. Luego vino el rechazo. Y ahora, con esta última ruptura, ella está “tratando de entender lo que Dios quiere de mí”.

Eso es, por supuesto, la pregunta que todos tienen que continuar preguntándose. Pero me parece que otras preguntas deberían plantearse: ¿Por qué le está pasando esto a tanta gente? ¿Debería pasar? ¿La comunidad está haciendo todo lo que puede para evitarlo?

Incapaz de afrontar la perspectiva de rechazos futuros, simplemente bloqueé esa parte de mi vida.

Mi caso es el siguiente: soy una mujer a la que los peores de los miedos de Rachel David se le hicieron realidad. Tengo 68 años, nunca me casé, y mientras que la gente me incita a seguir intentando, nadie tiene prospectos reales para mí. La verdad es que dejé de intentar cuando tenía alrededor de 30 años. Incapaz de afrontar la perspectiva de rechazos futuros, simplemente bloqueé esa parte de mi vida.

De joven odié el juego de las citas, sentía que era cruel y artificial. A veces deseaba que mi padre, que era profesor universitario, simplemente trajera a casa un agradable estudiante graduado para mí. Pero nadie hacía las cosas de esa manera en nuestros círculos. Desafortunadamente, durante mis veintes también experimenté varias relaciones cortas en donde hubo intimidad física. El recuerdo de esas relaciones es amargo. Ahora sé que no se pareció en nada a lo que experimenta la gente en una relación con compromiso. En la promiscuidad, uno no aprende sobre el matrimonio más de lo que aprendería sobre Mozart escuchando Muzak.

Y en el mundo de Facebook de hoy en día, rápido y vacío, tantas relaciones—incluso sin intimidad física— se parecen a este vacío más y más. Puede haber una especie de promiscuidad sin contacto físico. Ocurre cuando la gente “se conoce” entre sí sin llegar a preocuparse el uno por el otro. En respuesta a una amistad que no se desarrolló, expresé el dolor resultante de la siguiente manera:

Yo sentí,

dedos sintiendo

la esencia de mi alma,

dudando, decidiendo no...

comprar.

La gente no debería estar sujeta a esto. Quienes están sujetos a esto tienen que tratar de enfrentarlo con coraje y con fe. Pero todos deberíamos hacer alguna introspección para encontrar por qué está pasando.

Obviamente hay muchas razones. Pero sospecho que es una manifestación de una actitud subyacente sobre la felicidad –la idea de que seré feliz si consigo lo que es perfectamente apropiado para mí. Nuestra sociedad promueve constantemente la idea de que, de entre todas las opciones posibles, yo merezco obtener la opción óptima.

La peor expresión de esto es en las citas. Dado que, especialmente para los hombres jóvenes existe un número desconcertante de opciones disponibles, es muy difícil de que estén seguros en algún punto de haber encontrado “la mejor opción”.

La creencia tradicional de que para cada persona hay una pareja que es su “bashert”, se ha transformado misteriosamente en esta búsqueda por la pareja ideal. La gente olvida que existe el destino, que tu pareja ideal puede que no sea la persona con la que fantaseas, sino que puede acercarse a tu alma mediante cualquier grupo de circunstancias. Me vienen a la mente unas pocas palabras de Goethe:

Las cosas pequeñas dependen de nuestro deseo y capricho,

Pero lo que es grandioso viene de quién sabe dónde.

Buscar la perfección es fútil, porque no la encontrarás. Nadie es perfecto. La única manera es guiarse por los porcentajes, y con compromiso encontrarás la verdadera felicidad.

Ser feliz y obtener lo que deseas no son sinónimos.

Ser feliz y obtener lo que deseas no son sinónimos. En cambio, la felicidad proviene de aceptar lo que te llega y hacer lo mejor que puedes con ello. Significa reconocer las restricciones externas como expresiones de la voluntad de Dios, y tratar de vivir bien con ellas. Y las restricciones externas incluyen los deseos y las necesidades de los demás. Un hombre joven que sale con una mujer, llega a conocerla, disfruta de su compañía, infla sus esperanzas y luego corta porque piensa que podría conseguir algo un poquito mejor, está seguramente viviendo una ilusión colmada de egoísmo.

Espero que Rachel Davids encuentre lo que Dios quiere de ella. Mejor aún, espero que pronto encuentre un buen hombre. Pero yo le preguntaría a la comunidad: ¿Les enseñan a los hombres jóvenes, con el énfasis suficiente, a preguntar lo que Dios quiere de ellos? ¿Les enseñan el sentido de que todo ser humano es precioso? ¿Poseen los jóvenes herramientas para contrarrestar las actitudes aprovechadoras del sistema occidental de citas?

La gente está sufriendo en muchos grados, tanto en el mundo de citas como en todos los tipos de relaciones interpersonales. Yo rezo para que se encuentre una manera de proteger a la comunidad en contra de esas actitudes, que amenazan al pueblo judío y al alma judía.

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