El Shabat Egoísta

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Yo apenas creía en la existencia de Dios cuando comencé a observar Shabat. Mi observancia comenzó por una sola razón: yo era egoísta.

Quisiera poder decir que comencé a observar Shabat porque era una persona muy espiritual y deseaba con desesperación conectarme con Dios. Pero eso sería una mentira. Apenas creía en la existencia de Dios cuando comencé a observar Shabat.

También desearía decir que comencé a observar Shabat después de experimentar cosas realmente interesantes, como meditar con los budistas y bailar con los sufistas. Pero eso también sería una mentira. No investigué otras religiones en una búsqueda por la verdad espiritual antes de explorar el judaísmo.

Comencé a observar Shabat por una sola razón. Yo era egoísta.

Miré a mi alrededor y vi amigos y familia que nunca supieron cuándo dejar de trabajar. Nunca dejaron de perseguir el sueño americano. Vi amigos que estaban deprimidos y se preguntaban: “¿De esto se trata la vida?”. Pero suprimían la pregunta de varias formas, porque no sabían dónde encontrar respuestas.

Vi familias desintegrarse, en parte debido a un compromiso con la “búsqueda de la felicidad” (leer: bienestar financiero) a cambio de la vida familiar y del crecimiento espiritual. Vi un país que reflejaba trágicamente más y más la consecuencia de esas decisiones.

Entonces comencé a observar Shabat, porque quería una vida mejor.

El Aburrido Fin de Semana

Pero primero un poquito de historia. Hasta los 12 años, recibí una típica educación judía, asistiendo a una escuela judía. En ocasiones, mi familia tenía cenas de viernes por la noche, cuidaba cashrut en el hogar y celebraba las festividades más importantes. Yo amaba ser judía, pero el judaísmo no era realmente parte de mi vida diaria.

Después de mi bat mitzvá, la mayoría de nuestras observancias se desvanecieron en un segundo plano, hasta que llegué a la universidad. Allí estaba involucrada con la organización Hillel (¿en qué otro lugar conocería buenos chicos judíos?), pero no estaba interesada en el judaísmo per se. Pensé que ya había estado en ese lugar, había hecho eso, y no era muy interesante ni inspirador. Como es a menudo el caso con muchos graduados de escuelas judías, el conocimiento sobre judaísmo que adquirí durante la infancia no satisfacía las necesidades de mi mente adulta. Yo pensaba que sabía casi todo lo que había para aprender.

Luego tomé un libro llamado “Alfabetización Judía: Las Cosas Más Importantes para Saber Sobre la Religión Judía, Su Pueblo y Su Historia” por el rabino Yosef Telushkin. Todo cambió. De ese libro, aprendí que había mucho que no sabía sobre judaísmo, que literalmente había todo un cofre de sabiduría esperando a que yo abriera un libro o hiciera una pregunta.

Por lo que pregunté y pregunté. Hablé con gente de todas las corrientes del judaísmo: reconstruccionista, reformista, conservador – hasta esos locos ortodoxos con los que mi papá hacía negocios. Continué con los programas de estudios judaicos y seguí leyendo y leyendo y leyendo. Eventualmente ya no podía rehusarme a las invitaciones de nuestros amigos observantes, por lo que me uní a ellos para Shabat.

Lo que vi realmente me conmovió hasta las lágrimas.

Recuerdo el viaje en auto hasta allí, chequeé una lista de cosas como: “Bueno, esta gente es ortodoxa, por lo que debes utilizar una pollera, cuidar tu lenguaje, no prendas ni apagues las luces, y trata de sobrevivir este aburrido fin de semana con una sonrisa”.

Pero lo que encontré no era nada de aburrido. Lo que vi realmente me conmovió hasta las lágrimas. Vi una familia, no sólo un grupo de gente relacionada entre sí, sino una familia de gente relacionándose entre sí. Vi a una familia unida por el conocimiento de que por las próximas 24 horas no tenían donde ir, y por ende estaban comprometidos a interactuar entre sí –no hay negocios que atender, ni comida que cocinar, ni llamadas telefónicas que devolver.

En los ojos de los niños, vi una inocencia y una seguridad que no había visto en el mundo secular. Vi una satisfacción y una relajación en los padres que es tan rara hoy en día. Todos vestidos con sus mejores prendas de Shabat, y una atmósfera de absoluta libertad en el aire (es decir, la libertad de lo mundano), y luego entendí por qué se dice: “Más que los judíos han conservado al Shabat, el Shabat ha conservado a los judíos”.

Sin embargo, admirar Shabat y respetar todas las leyes que hacen que la atmósfera sea tan especial son dos cosas distintas. Eventualmente decidí que quería Shabat en mi vida, y que lo quería para mi futura familia. Por lo que en algún momento de mi último año de universidad, le dije a una amiga observante: “Bueno Susi. Tengo buenas y malas noticias: la buena noticia es que quiero comenzar a respetar Shabat. ¡La mala es que no lo voy a hacer hasta que me gradúe!”.

De todas las mitzvot, quería Shabat y sólo Shabat – como si fuese un ítem de un menú. Sólo Shabat.

Ahí fue cuando comenzó mi verdadera travesía, porque en lugar de sólo leer sobre judaísmo, comencé a vivirlo, paso a paso. En el primer Shabat después de graduarme de la universidad no fui a ningún lado. No fui al shopping, ni al cine, ni salí con amigas. Me quedé en casa, cociné, construí estantes para libros y miré televisión - ¡muchas cosas que un judío observante no haría en Shabat! Pero no salí.

Después de unas semanas de esto, una amiga me dijo: “Sarah, eso es bueno, pero Shabat no consiste sólo en no hacer cosas. También consiste en hacer cosas. ¿Por qué no vas a la sinagoga la semana que viene?”.

Estaba completamente perdida en un mar de hebreo.

El Shabat siguiente caminé a la sinagoga, en donde estuve completamente perdida en un mar de hebreo. No podía esperar para que llegaran a alguna de las plegarias que conocía de mi niñez, en especial “Aleinu”, la plegaria del cierre del servicio. No porque esa plegaria me gustara mucho, sino porque una vez que escuchara “Aleinu” sabría que el servicio terminaría pronto.

Sobreviví al servicio, pero después ocurrió algo inesperado. Muchas familias, antes de saber mi nombre, me invitaron a pasar con ellos el almuerzo de Shabat, la cena, ¡Pésaj y Janucá del año que viene si es que estaba desocupada! Esto era una experiencia nueva para mí. Me pregunté: “¿Quiénes son estas personas y cómo pueden invitarme a mí, una extraña, a sus hogares?”.

Mi primera reacción fue: “Eh… ¿puedo ver alguna identificación, por favor?”. Más tarde me enteré que estaban haciendo algo muy normal de acuerdo a la Torá. Hajnasat Orjim (recibir invitados) es una mitzvá especial. Esta mitzvá hizo mi proceso de observar Shabat mucho más fácil. Iba a casa con estas familias para almorzar con ellas y disfrutar mi tiempo allí. Luego iba a casa y prendía todas las luces, ¡sólo para demostrar que podía!

Durante el curso de un año, eventualmente dejé de prender las luces, de usar el teléfono, y me convertí en una observante de Shabat completamente.

Había sido fiel a mi promesa de la universidad y había logrado mi objetivo –era una observante de Shabat. Ahí era donde se suponía que terminaría. Pero no frené allí. Al igual que un goteo constante de agua puede eventualmente perforar una gran roca, la Torá puede entrar en el corazón de alguien tan necio como yo.

Después de estar con familias observantes de Torá todos los Shabat durante un año, quise más. Si esta mitzvá sola podía mejorar tanto mi vida personal y familiar, quizás otras mitzvot también podían. Por supuesto, no iba a hacer las mitzvot que no pensaba que mejorarían mi vida, o que creía que eran demasiado difíciles. Te dije que era egoísta y que mi observancia no tenía nada que ver con Dios.

Me sentí como una hipócrita. Estaba haciendo esas mitzvot sin ninguna fe en Dios.

Pero me di cuenta que no podría mantener a Dios fuera de mi vida por mucho tiempo. Estaba haciendo esas mitzvot sin ninguna fe en Dios, o quizás debería decir, con grandes dudas y temores sobre el Creador del Universo. Sin embargo estaba normalmente alrededor de familias con su hermosa fe y conexión con Dios, y era el momento de avanzar. Sabía que si continuaba haciendo las mitzvot que quería, sólo por mí, no podría sostener todos los cambios positivos que había hecho en mi vida, y con certeza no sería capaz de transmitírselos a la generación siguiente.

Fue ahí cuando viajé a Israel para estudiar en una yeshivá. Fui en una búsqueda para conseguir que mis preguntas fueran respondidas y derrumbar las paredes de duda y miedo que se interponían en el camino de mi conexión con Dios. El camino era largo, entre quien era yo cuando me subí al avión, a la mujer que soy ahora, quien habla con Dios a diario y le pide fortaleza y dirección.

Un Paso Más Cerca

En esos días, a menudo conocía gente de veinte y algo y me veía en ellos. Quería decirles gentilmente: Si piensas que sabes todo lo que hay para saber sobre judaísmo, piensa de nuevo. Ni siquiera el rabino más grande sabe todo lo que hay para saber de Torá. Coge un libro. O mejor aún, toma una clase. No confíes en tu conocimiento de judaísmo de la infancia. Comprométete a estudiar judaísmo de adulto. Te sorprenderás, tanto por lo que no sabías como por lo que pensaste que sabías.

Comienza con sólo una mitzvá.

Y para aquellos de ustedes que, como yo, encuentran que las mitzvot son tan hermosas, y quieren sumarlas a sus vidas pero se ven abrumados por su número y complejidad, comiencen con sólo una mitzvá. Aprender cómo vivir de acuerdo a la Torá no es una propuesta de “todo o nada”. Comiencen por donde quieran. Memoricen una bendición y díganla. Dejen de hacer quehaceres domésticos en Shabat. Hagan un compromiso de estudiar más sobre Torá.

Y lo más importante, continúen pensando, aprendiendo y preguntando. Si dan un paso para acercarse a Dios, entonces Su fortaleza y Su amor, reflejados a través de las mitzvot, los llevarán por el resto del camino.

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