Tus aviones descansarán en Shabat

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Recordando el día en que Menajem Begin hizo que El-Al, la aerolínea nacional de Israel, dejara de viajar en Shabat.

Durante mucho tiempo, Menajem Begin deseó imponer algo sobre uno de los sindicatos más poderosos del país, la aerolínea nacional israelí El-Al. Él quería detener las operaciones de la aerolínea desde el viernes al atardecer hasta el sábado al anochecer (las horas del Shabat judío) y también en las principales fiestas judías. Y fue precisamente sobre este tema que el Sr. Begin se dirigió a la Kneset (parlamento) en mayo de 1982 desde el estrado y no desde una silla de ruedas (era la primera vez que hacía esto desde que se había quebrado la cadera casi seis meses atrás). Sin embargo, dado que aún estaba adolorido, se levantó con dificultad, apoyándose en el brazo de una acompañante y con la ayuda de su bastón.

Durante varios días hubo en la Kneset una creciente tensión en el ambiente. Musculosos y fornidos hombres deambulaban por sus pasillos y cafeterías, y se acercaban a los comités; el número aumentaba diariamente. Ellos eran los jefes de la unión de trabajadores de El-Al, acompañados por sus abogados, quienes tenían la intención de frustrar el plan del Primer Ministro Begin respecto a detener los vuelos de la empresa en los días santos. Ellos presionaron, fastidiaron e hicieron peticiones a los parlamentarios sin descanso…

“Sr. Presidente, damas y caballeros, miembros de la Kneset”, comenzó diciendo Begin. “El gobierno ha decidido que en un periodo de tres meses, los aviones de nuestra aerolínea nacional, El-Al, ya no volarán en Shabat y en las fiestas”.

Este anuncio causó que apareciera una mirada de odio en las caras de los hombres de la unión de trabajadores, quienes estaban sentados viendo el congreso desde la galería publica. Las bancas de la oposición hicieron erupción en un ataque de preguntas:

“¿Y entonces por qué no apagas también la televisión en Shabat?”, gritó uno.

“¿Vas a detener también los barcos mercantes de Israel en el mar?”, gritó otro.

El Primer Ministro ni siquiera se inmutó con las burlas. Por el contrario, le dieron nueva inspiración.

“Griten todo lo que quieran”, se burló él… y luego, cambiando su tono, este hombre, quien creía en la oratoria como el arma suprema, considerándola una artística combinación de estilo, cadencia y energía intelectual, dijo:

“Hace cuarenta años regresé del exilio a Israel. Aún están grabadas en mi memoria las vidas de millones de judíos, personas simples y comunes, que a duras penas se ganaban el sustento en aquella desolada diáspora, donde constantemente arrasaban las tormentas de antisemitismo. A ellos no se les permitía trabajar en el día cristiano de descanso, el domingo, y ellos se rehusaban a trabajar en su día de descanso, el sábado, ya que vivían bajo el mandamiento de ‘recuerda el día de Shabat para santificarlo’. Por lo tanto, cada semana perdían dos días completos y se les hacía muy difícil ganar un sustento. Para muchos esto significaba vivir en la pobreza. Pero ellos no profanarían el día del Shabat”.

“Entonces, ¿por qué no detienes también el fútbol en Shabat?”, interrumpió un legislador, desatando otra ráfaga de burlas, abucheos y ofensas.

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Una sola nación

Astutamente, Begin contó la historia de Salónica, y mientras lo hacia la Kneset escuchó atentamente.

“En Grecia había una ciudad portuaria llamada Salónica, la cual tenía una gran población judía antes de la guerra. La mayoría de los trabajadores del puerto eran judíos, y en Shabat no trabajaban. Estos estibadores preferían renunciar a su pago antes que profanar el Shabat. Los goim aceptaban esto como un hecho de la vida, y el puerto estaba cerrado en el día de Shabat. ¡Imaginen eso!”.

“Y tú quieres cerrar todo el país y regresar a la Edad Media”, gritó alguien.

Shabat consagra un principio social-ético sin igual.

“Ah, la Edad Media”, repitió el Primer Ministro sarcásticamente, y para el deleite de sus partidarios, él tranquilamente levantó su mano derecha como si fuera a atajar una pelota, la lanzó de regreso hacia el objetante y continuó con su flujo retórico.

“La Edad Media, dices. Pues déjame decirte algo mi querido amigo socialista: Shabat consagra un principio social-ético sin igual. Shabat es uno de los valores más nobles de toda la humanidad. Se originó con nosotros, los judíos. Es absolutamente nuestro”.

“Ninguna otra civilización en la historia tuvo un día de descanso. El antiguo Egipto tenía una gran cultura cuyos tesoros están a la vista hasta hoy en día; sin embargo, el Egipto de la antigüedad no tenía un día de descanso. Los griegos de antaño sobresalieron en filosofía y artes, pero sin embargo, ellos no tuvieron un día de descanso. Tampoco lo hicieron las civilizaciones de Asiria, Babilonia, Persia, India, China. Ninguno de ellos tuvo un día de descanso”.

“Entonces ponte una kipá”, se burló alguien.

“¡Jutzpá!”, estalló Begin enfureciéndose. “Yo estoy hablando de los valores más sagrados de nuestro pueblo y tú te atreves a rebajarlos a una burla. ¡Que vergüenza!”.

Con los brazos en alto, él gritó: “Solamente una nación santificó el Shabat, una pequeña nación, la nación que escuchó la voz en Sinaí, 'para que tu siervo y tu sierva también descansen como tú'. Nuestra nación le transmitió a la humanidad el imperativo de que un día de descanso aplique para los seres más humildes. Nuestra nación es la que le dio a los trabajadores una dignidad igual a la de sus empleadores, afirmando que ambos son iguales ante los ojos de Dios. Nuestra nación es la que transmitió este regalo a las otras creencias: cristianismo, domingo; islam, viernes. Nuestra nación es la que coronó a Shabat como la reina soberana”.

Un coro de aprobación se elevó desde las bancas del gobierno, envolviendo hasta el último vestigio de discrepancia. Begin, ídolo de la gente, inmerso en su entusiasmo y sentido de misión, se elevó hasta el clímax.

“Así que aquí estamos, en nuestro propio renacido Estado Judío, ¿y vamos a permitir que nuestros aviones azules y blancos de El-Al vuelen de un lado para otro y le transmitan al mundo el mensaje de que no hay Shabat en Israel? ¿Acaso debemos nosotros, quienes por fe y tradición escuchamos los mandamientos en Sinaí, entregar un mensaje a todo el mundo a través de nuestros aviones de El-Al diciendo 'No, no recuerden el día de Shabat. ¡Olviden el día de Shabat! Profanen el día de Shabat'? Me estremezco al pensar que los aviones de nuestra compañía de transportes nacional han viajado de un lado al otro del mundo en el séptimo día durante todos estos años, a vista de judíos y gentiles por igual”.

Restaurando el alma de una nación

La conmoción resultante fue genial. El Presidente de la Kneset golpeaba en vano su martillo, el cual hacía un ruido sordo como si fuera un mazo de terciopelo. Entonces, Begin mismo levantó sus palmas y luego las bajo gentilmente, una, dos, tres veces, hasta que el furor se calmó. Cuando hubo silencio, fijó sus ojos en la galería pública y dio una solemne mirada a sus ocupantes.

No se puede evaluar el valor de Shabat en cuanto a pérdida o ganancia financiera.

“Déjenme decirles esto, buenos trabajadores de El-Al. El gobierno ha sido objeto de amenazas de algunos de ustedes si seguimos adelante con nuestra decisión. Nosotros ignoramos estas amenazas. En una democracia, las decisiones de gobierno no se toman bajo amenaza. No podemos involucrarnos en cálculos de ganancias y pérdidas cuando se trata de la eterna herencia del pueblo judío. No hay forma de evaluar el valor religioso, nacional, social, histórico y ético del día de Shabat con la vara de las ganancias o perdidas financieras. Si no fuera por el Shabat que restauró las almas y revivió la vida espiritual, semana tras semana, de nuestra muy sufrida nación, nuestras pruebas y vicisitudes nos habrían arrastrado a los niveles más bajos de materialismo y decadencia moral e intelectual”.

Y para reforzar su punto, concluyó su discurso con el celebrado dicho de que "más que los judíos han cuidado el Shabat, el Shabat ha cuidado a los judíos".

Con eso, se volteó para regresar cojeando a su asiento entre alabanzas y mofas. Pero apenas había dado un paso cuando, golpeado por un repentino pensamiento adicional, cojeó de regreso al micrófono y declaró:

“Sr. Presidente, permítame agregar solamente un punto más. Todos aquí deberíamos saber que no es necesario ser observante para apreciar la histórica y santa aura que consagra este 'regalo perfecto' llamado Shabat. Sus prohibiciones no son arbitrarias; nos proveen de aislamiento contra la corrosiva rutina diaria. Construyen cercas contra invasiones de lo profano, y enriquecen el alma creando un espacio para el tiempo sagrado. En una palabra, uno no necesita ser piadoso para aceptar el preciado principio de Shabat. Uno tan sólo necesita ser un judío orgulloso”.

El Presidente vociferó que sometería la propuesta del Primer Ministro a voto, e instruyó a los escrutadores comenzar a contar. El conteo fue 58 a favor y 54 en contra, y Menajem Begin exhaló un largo suspiro de alivio mientras se alejaba cojeando hacia afuera.

Reimpreso de The Prime Ministers por Yehuda Avner, con permiso de Toby Press.

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