Vaetjanán 5779

6 min de lectura

Vaetjanán (Deuteronomio 3:23-7:11 )

El semanario electrónico más popular del mundo judío, con más de 300.000 lectores.

¡Buen día! Hace un par de semanas conté que llevé a mi hijo a una habitación para castigarlo y decidí no darle una palmada porque él ya sabía que lo que había hecho era incorrecto, lo lamentaba y no iba a volver a hacerlo. En ese momento le dije: “Voy a golpear mi rodilla y tú gritarás”. Él sonrió, le encantó la idea. Yo golpeé mi rodilla y él gritó. Volví a golpear mi rodilla y él volvió a gritar. Lo repetimos una tercera vez y él gritó todavía más fuerte. Le advertí que debía mantener una expresión solemne de arrepentimiento y salimos de la habitación.

Durante 25 años amé esta historia, mi sabiduría, el nexo que creé con mi hijo, la manera en que expresé mi amor y mi comprensión. Hasta que hace poco recibí el siguiente e-mail de Rubin Guttman: “Dar o no una palmada es una pregunta válida. Pero enseñarle a tu hijo que mentir y engañar es una virtud está lejos de ser algo bueno. Enseñarle a mentirles a sus hermanos está lejos de ser una buena base para tener buenas relaciones como adulto y está lejos de ser una lección de buen comportamiento acorde con la Torá. Si evitar una palmada es una buena razón para que padre e hijo colaboren en mentir a sus hermanos, ¿qué lección aprende de eso el niño? ¿Acaso comer en Tishá BeAv o en Iom Kipur está bien siempre y cuando se lo haga atrás de una puerta cerrada y después te quejes ante los demás de “tener hambre”? Respetuosamente lo aliento a que vuelva a pensar lo que ha hecho y lo que ha escrito”.

¡Esto fue una epifanía! Durante 25 años nunca se me ocurrió ese punto de vista. De inmediato le respondí: “¡Estoy de acuerdo!”. De hecho, fue un poco estremecedor. Me había cegado por mi propia arrogancia y sentido de rectitud. Por supuesto, el señor Guttman tiene razón. Le estoy sumamente agradecido.

La Torá nos enseña a esforzarnos por nuestros objetivos, para ser rectos, cumplir la voluntad de Dios, perfeccionar nuestro carácter. Nos esforzamos por lograr nuestros objetivos y cometemos errores… y es de esperar que los corrijamos. Como mencioné la semana pasada, este proceso se llama teshuvá, regresar al camino correcto. La teshuvá es un proceso de cuatro partes: 1) Debemos reconocer lo que hemos hecho mal y arrepentirnos 2) Debemos dejar de cometer la transgresión y corregir el daño causado en la medida que sea posible. Esto incluye pedir perdón a quienes hemos dañado y si es necesario pagar la restitución necesaria. 3) Aceptar no volver a hacerlo. 4) Pedirle verbalmente a Dios que nos perdone.

Nuestros Sabios nos dicen que quienes se esfuerzan por mejorar hacen un repaso de su día antes de irse a dormir y no descansan hasta que no hacen teshuvá por sus errores. Esta es una lección que todos debemos aprender.

Educar a los hijos es complejo. Uno puede desear enseñar una lección y terminar enseñando algo completamente diferente. Un padre puede reprender a su hijo por mentir, y que en ese momento le avisen que alguien lo llama por teléfono y decir: “Dile que no estoy en casa”. Una desconexión de valores y comportamiento. Tenemos que tener consciencia de “actuar tal como predicamos”, tener claro qué queremos que aprendan nuestros hijos. Un amigo una vez me dijo: “Un padre sólo le debe tres cosas a su hijo: ejemplo, ejemplo, ejemplo”.

Durante años me angustió una decisión que tomamos con mi esposa cuando a mi hijo menor le robaron la bicicleta. Él se ganó la bicicleta en un concurso. La primera vez que la usó, tres niños mayores le sacaron la bicicleta y se la llevaron. De inmediato lo llevamos a un comercio que vendía bicicletas y le compramos una nueva. ¿Qué era lo que me angustió tanto? Esa era una oportunidad para que mi hijo aprendiera a enfrentar las dificultades de la vida. En el mundo hay personas crueles, egoístas, a quienes no les importa lastimar a los demás, y uno tiene que aprender a enfrentar sus emociones y crecer a partir de esa situación. Hubiéramos podido ayudarlo a entender esa lección y luego comprarle una bicicleta.

Hace poco, le conté a mi hijo (que ya tiene 30 años) la angustia que eso me provocó. Él me respondió: “¡Pero me enseñaron lo que es tener padres que te aman y se preocupan por ti! Esa es una lección que nunca olvidaré”.

Dicen que ser padre es el único trabajo que cuando llegas a tener entrenamiento y experiencia ya estás desempleado.

Mientras tanto, el padre inteligente busca ayuda de aquellos que tienen conocimientos, experiencia y sabiduría. Hay varios buenos libros, entre ellos “Cultivar rosas entre espinas” y “Mi hijo, mi discípulo” del Rav Noaj Orlowek y ”Educación con amor” del Rav Shalom Arush. También puedes leer en Aishlatino.com los artículos de la Rebetzin Slovie Jungreis-Wolff

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La porción semanal de la Torá

Vaetjanán Deuteronomio 3:23 – 7:11

Moshé le suplica a Dios que lo deje entrar a la Tierra Santa, pero su plegaria no es aceptada. (Recuerda que Dios siempre responde a tus plegarias… A veces dice “sí”, a veces “no” y a veces “todavía no”). Moshé les ordena a los Hijos de Israel no agregar ni quitar nada a las palabras de la Torá y cumplir todos los Mandamientos. Luego les recuerda que Dios no tiene forma ni imagen y que no debemos hacer ni servir a ídolos de ninguna clase.

Las ciudades de Bezer, Ramot y Golán son designadas como ciudades de refugio al oriente del río Iardén. Los asesinos accidentales pueden escaparse a ellas para salvarse de los parientes vengativos. Allí deben esperar hasta ser juzgados.

Se repiten los Diez Mandamientos ante todo el pueblo judío. Moshé luego habla sobre el Shemá, afirmando la unicidad de Dios, a Quien todos deben amar y sobre la obligación de transmitir Sus mandamientos a la siguiente generación. El hombre debe colocarse tefilín sobre el brazo y sobre la cabeza. Todos los judíos deben colocar una mezuzá (la parte esencial es el rollo) en cada una de las puertas de su hogar (excepto en el baño).

A continuación Moshé transmite el mandamiento de Dios de no casarse con personas de otros pueblos “porque eso alejará de Mí a sus hijos” (Deuteronomio 7:3-4).

***

 

La porción semanal de la Torá

Basado en 'Twerski on Chumash' por Rav Abraham J. Twerski 

La Torá dice:

“Amarás a tu Dios con todo tu corazón” (Deuteronomio 6:5)

¿Qué lección aprendemos de este versículo?

“Cumple Su voluntad por amor. Quien sirve a Dios por amor no puede compararse con quien le sirve por temor. Cuando un individuo sirve a su maestro por temor, cuando este le sobrecarga la tarea, lo deja y se va” (Rashi).

Estas palabras son el mejor método para que los padres puedan prevenir que sus hijos se desvíen del camino. Los hijos que obedecen a sus padres por temor, ya sea temor al castigo o a recibir su desaprobación, pueden reaccionar tal como dice Rashi. Cuando ellos sienten que las demandas de los padres son excesivas, pueden rebelarse o irse por su propio camino. Pero esto no ocurre cuando obedecen a sus padres por amor.

El amor de los padres hacia sus hijos es innato. También los animales cuidan y nutren a sus crías. El amor de los hijos a los padres debe ganarse. Si los padres actúan de una manera que merece la admiración de sus hijos, recibirán su amor. Es probable que esos hijos evitarán hacer cualquier cosa que pueda disgustar a sus padres. El padre que se apoya en la autoridad para lograr que sus hijos cumplan sus deseos puede terminar desilusionado y decepcionado cuando los hijos “lo dejan y se van”, tal como dice Rashi.

Los padres  por cierto deben disciplinar a sus hijos, pero deben hacerlo de forma tal que no los humillen ni los avergüencen. La disciplina por intimidación provoca resentimiento, no amor.

***

 

Encendido de Velas

16 de agosto

(O consultar: www.aishlatino.com/sh/hedv/109619944.html)

Jerusalem: 6:42
Barcelona 8:31 – Bogotá 5:50 - Buenos Aires 6:06
Caracas 6:27 - Ciudad de México 7:46 - Guatemala 6:06
Los Ángeles 7:21 – Madrid – 8:53
Miami 7:38 - Montevideo 5:56 – Nueva York 7:35
Panamá 6:16 - San José (Costa Rica) 5:35 – Santiago 5:56

 

Cita de la semana

No eduques a tus hijos para que tengan más de lo que tú tuviste. Edúcalos para que sean más de lo que tú eras.

 

Shabat shalom, Rav Kalman Packouz

 


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