El coraje de la persistencia

8 min de lectura

Toldot (Génesis 25:19-28:9 )

Itzjak y el antisemitismo

Hay un pasaje extraño en la vida de Itzjak, ominoso en su presagio de gran parte de la historia posterior. Al igual que Abraham, Itzjak se vio obligado por la hambruna a partir a Guerar, en la tierra de los filisteos. Allí, como ocurrió con Abraham, él sintió que su vida podía estar en peligro porque estaba casado con una mujer hermosa. Itzjak temió que lo mataran para poder llevarse a Rivká al harem del rey Avimélej. La pareja se hace pasar por hermano y hermana. Descubren el engaño, Avimélej se indigna, presentan las explicaciones del caso y todo pasa. Génesis 26 parece prácticamente una repetición de Génesis 20 una generación más tarde.

En ambos casos, Avimélej les promete a los patriarcas que estarán a salvo. A Abraham le dijo: "He aquí que mi tierra está delante de ti; habita donde mejor te parezca" (20:15). Respecto a Itzjak ordenó: "Quien toque a la mujer de este hombre ciertamente morirá" (26:11). Sin embargo, en ambos casos después hubo un problema. En Génesis 21 leemos sobre una disputa que surgió respecto a un pozo que Abraham había cavado: "Abraham se quejó con Avimélej por el pozo de agua que habían robado los siervos de Avimélej" (21:25). Los dos hombres hicieron un pacto. Sin embargo, como descubrimos ahora, eso no fue suficiente para evitar futuras dificultades en los días de Itzjak.

Itzjak sembró en esa tierra y en ese mismo año cosechó cien medidas porque Dios lo bendijo. El hombre se enriqueció y su riqueza continuó creciendo hasta que se hizo muy grande. Poseía mucho ganado y rebaños y una gran hacienda y los filisteos lo envidiaron. Y todos los pozos que habían cavado los siervos de su padre en los días de su padre Abraham, los filisteos los taparon y los llenaron de tierra. Entonces Avimélej dijo a Itzjak: "Vete de nosotros, pues has llegado a ser más fuerte que nosotros". Así, pues, Itzjak se marchó de allí y acampó en el valle de Guerar y habitó allí. Itzjak había vuelto a cavar los pozos de agua que habían cavado en los días de su padre Abraham, que los filisteos habían tapado después de la muerte de Abraham. Y los llamó con los mismos nombres con los que su padre los había llamado. Los siervos de Itzjak cavaron en el valle y hallaron allí un pozo de agua fresca. Pero los pastores de Guerar riñeron con los pastores de Itzjak, diciendo: "Las aguas son nuestras". Y llamó el nombre del pozo Esek, porque hubo una disputa por él. Entonces cavaron otro pozo y también riñeron por él, y llamó su nombre Sitná. Se trasladó de allí y cavó otro pozo y ya no riñeron a causa de él. Y llamó su nombre Rejovot, porque dijo: Pues ahora Dios nos ha dado amplitud y fructificaremos en la tierra" (26:12-22)

Hay tres aspectos de este pasaje a los que debemos prestar atención. El primero es el indicio que nos da de lo que más tarde será un punto de inflexión en el destino de los israelitas en Egipto. Avimélej dice: "Te has vuelto demasiado poderoso para nosotros". Siglos más tarde, al comienzo del libro de Éxodo, el faraón dijo: "He aquí que el pueblo de los Hijos de Israel es más numeroso y poderoso que nosotros. Vengan, seamos astutos contra él, no sea que se multiplique y suceda que si hay guerra también él se una a nuestros enemigos y nos haga la guerra y suba de esta tierra" (Éxodo 1:9-10). En ambos casos aparece la misma palabra, atzum, poderoso. Nuestro pasaje señala el nacimiento de uno de los más mortales fenómenos humanos: el antisemitismo.

El antisemitismo en algunos aspectos es único. En las palabras de Robert Wistrich, es el odio más antiguo del mundo.1 Ningún otro prejuicio duró tanto tiempo, mutó de forma persistente, atrajo mitos tan demoníacos, ni tuvo efectos tan devastadores. Pero en otros sentidos, no es singular, y podemos tratar de entenderlo en la medida de nuestra capacidad.

Uno de los mejores libros sobre el antisemitismo en verdad no es en absoluto sobre el antisemitismo, sino sobre fenómenos similares en otros contextos: "El mundo en llamas", de Amy Chua.2 Su tesis es que cualquier minoría conspicuamente exitosa atraerá una envidia que puede profundizar y convertirse en odio y provocar violencia. Las tres condiciones son esenciales. El grupo odiado debe ser conspicuo, notable, porque de lo contrario no será singularizado. Debe ser exitoso, porque de lo contrario no será envidiado. Y debe ser una minoría, porque de lo contrario no será atacado.

Estas tres condiciones estaban presentes en el caso de Itzjak. Él era conspicuo: no era un filisteo, era diferente de la población local, era un extranjero, alguien con una fe diferente. Era exitoso: sus cosechas habían tenido cien por ciento más éxito de lo habitual, su ganado y su rebaño eran numerosos. Y las personas lo envidiaban. Y era una minoría: una sola familia en medio de la población local. Todos los ingredientes estaban presentes para la destilación de hostilidad y odio.

Pero hay todavía más. Otra idea profunda sobre las condiciones que dan nacimiento al antisemitismo fueron dadas por Hanna Arendt en su libro "Los orígenes del totalitarismo" (la sección fue publicada separada como "Antisemitismo").3 Ella argumenta que la hostilidad contra los judíos se vuelve peligrosa no cuando los judíos son fuertes, sino cuando son débiles.

Esto es una profunda paradoja, porque a primera vista la verdad es la contraria. Hay una misma línea que une la reacción de los filisteos a Itzjak, la del faraón ante los israelitas y el mito creado a finales del siglo XIX, conocido como "Los protocolos de los sabios de Sion".4 Todos ellos dicen que los judíos son poderosos, demasiado poderosos. Ellos controlan los recursos. Son una amenaza. Deben ser extirpados.

Sin embargo, Arendt dice que el antisemitismo sólo se vuelve peligroso cuando los judíos pierden el poder que tuvieron en un momento.

Cuando Hitler subió al poder, los bancos alemanes ya estaban prácticamente Judenrein (y aquí era donde los judíos habían tenido puestos claves durante más de cien años) y la judería alemana en general, luego de un largo y firme crecimiento en número y en estatus social, estaba declinando rápidamente, tanto que las estadísticas predecían su desaparición en unas pocas décadas.5

Lo mismo ocurrió en Francia:

El caso Dreyfus no tuvo lugar durante el Segundo Imperio, cuando los judíos de Francia se encontraban en la cumbre de su prosperidad e influencia, sino bajo la Tercera República, cuando los judíos prácticamente habían desaparecido de los puestos importantes.6

El antisemitismo es un fenómeno complejo y cambiante porque los antisemitas deben poder mantener unidas dos creencias que parecen contradecirse mutuamente: que los judíos son tan poderosos que deben ser temidos, y que al mismo tiempo son tan impotentes que pueden ser atacados sin tener miedo.

Aparentemente nadie sería tan irracional como para creer ambas cosas simultáneamente. Pero las emociones no son racionales, a pesar del hecho de que a menudo son racionalizadas, porque existe un mundo de diferencia entre racionalidad y racionalización (el intento de dar justificativo racional a creencias irracionales).

Así, por ejemplo, en el siglo XXI podemos encontrar que a) los medios de comunicación occidentales son casi universalmente hostiles respecto a Israel, y b) personas que de otra forma parecen ser inteligentes argumentan que los medios están controlados por los judíos que apoyan a Israel. La misma contradicción interna de ser percibidos como impotentes y de tener todo el poder.

Arendt resume su tesis en una sola frase que conecta su análisis al de Amy Chua. Ella dice que lo que da lugar al antisemitismo es el fenómeno de "riqueza sin poder". Esta era precisamente la posición de Itzjak entre los filisteos.

Hay un segundo aspecto de nuestro pasaje que tuvo reverberaciones durante siglos: la naturaleza autodestructiva del odio. Los filisteos no le pidieron a Itzjak que compartiera con ellos su agua. No le pidieron que les enseñara cómo él y su padre habían descubierto una fuente de agua que ellos, los residentes del lugar, no habían logrado identificar. Ni siquiera le pidieron simplemente que se fuera. Ellos taparon los pozos llenándolos con tierra. Este acto los dañó a ellos más que a Itzjak. Les quitó a ellos un recurso que, en definitiva, cuando terminara la hambruna e Itzjak regresara a su hogar, quedaría para ellos.

Más de lo que el odio destruye a los odiados, destruye a quienes odian. También en este caso, Itzjak y los filisteos fueron un presagio de lo que eventualmente les ocurriría a los israelitas en Egipto. Cuando tuvo lugar la plaga de las langostas, leemos:

Los siervos del faraón le dijeron: "¿Hasta cuándo será este una trampa para nosotros? Envía afuera al pueblo para que sirvan al Eterno, su Dios. ¿Todavía no has comprendido que Egipto está perdida?" (Éxodo 10:7)

En efecto, ellos le dijeron al faraón: Puede que tú pienses que estás dañando a los israelitas. Pero en verdad nos estás dañando a nosotros.

Rabí Shimon bar Iojai dice que tanto el amor como el odio "trastornan el orden natural" (mekalkelet et hashurá).7 Ambos son irracionales. Nos hacen hacer cosas que de otra forma no haríamos. En el Medio Oriente actual, tan a menudo como antes, esos intentos de destruir a los enemigos terminan haciendo más daño a los intereses propios, a su propio pueblo.

Tercero, la respuesta de Itzjak sigue siendo correcta en la actualidad. Tras haber sido derrotado una vez, lo vuelve a intentar. Él cava otro pozo. Eso también genera oposición. Sigue adelante y vuelve a intentarlo, y eventualmente encuentra la paz.

Qué apropiado es que la ciudad que hoy lleva el nombre que Itzjak dio al sitio de este tercer pozo sea la sede del Instituto de Ciencias Weizman, la Facultad de Agricultura de la Universidad Hebrea y el hospital Kaplan, anexo de la Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea. Israel Belkind, uno de los fundadores del asentamiento en 1890, lo llamó Rejovot precisamente por el versículo de nuestra parashá: "Lo llamó Rejovot, diciendo: ahora Dios nos ha dado amplitud y floreceremos en la tierra".

Itzjak es el menos original de los tres patriarcas. Su vida carece del drama de la vida de Abraham o las luchas de Iaakov. En este pasaje vemos que Itzjak mismo no buscaba ser original. El texto es inusualmente enfático en este sentido: Itzjak "volvió a abrir los pozos que habían sido cavados en la época de su padre Abraham, los cuales los filisteos habían tapado después de la muerte de Abraham, y les dio los mismos nombres que les había dado su padre". Por lo general nos esforzamos por individualizarnos y diferenciarnos de nuestros padres. Hacemos las cosas de forma diferente, o incluso si no lo hacemos, les damos diferentes nombres. Itzjak no era así. Él estaba satisfecho con ser un eslabón en la cadena de las generaciones, fiel a lo que su padre había comenzado. Itzjak representa la fe de la persistencia, el coraje de la continuidad. Él fue el primer niño judío, y representa el mayor desafío de ser un niño judío: continuar el camino que comenzaron nuestros ancestros y no alejarnos del mismo provocando un final de la travesía antes de que lleguemos a destino. Itzjak, debido a esta fe, fue capaz de lograr el objetivo más difícil de alcanzar, la paz, porque nunca se rindió. Cuando fallaba un intento, comenzaba de nuevo. Lo mismo ocurre con todos los grandes logros: una parte es originalidad, nueve partes persistencia.

Me resulta emotivo que Itzjak, quien pasó tantas pruebas, desde el sacrificio cuando era joven, a la rivalidad entre sus hijos cuando era anciano y ciego, lleve un nombre que significa "se reirá". Tal vez el nombre que le dio Dios mismo antes de que naciera, significa lo mismo que nos enseña el Salmo al decir: "Quienes siembran con lágrimas cosecharán con alegría" (Salmos 126:5). La fe implica tener el coraje de persistir a pesar de todos los contratiempos, de todo el dolor, nunca darse por vencido, nunca aceptar la derrota. Porque al final, a pesar de la oposición, la envidia y el odio, se encuentran los espacios amplios, Rejovot, y la risa, Itzjak: la serenidad del destino después de superar las tormentas a lo largo del camino.


NOTAS

1. Robert S. Wistrich, Anti-Semitism: The Longest Hatred (New York: Schocken, 1991).

2. Amy Chua, World on Fire: How Exporting Free Market Democracy Breeds Ethnic Hatred and Global Instability (New York: Anchor Books, 2004). (En español: El mundo en llamas - Consecuencias de la globalización)

3. Hannah Arendt, Antisemitismo (part one of The Origins of Totalitarianism), (Harcourt Brace and Company, 1979). (Los orígenes del Totalitarismo)

4. Los protocolos de los sabios de Sion es una falsificación producida por un periodista ruso a finales del siglo XIX, proclamando que existe una conspiración judía para lograr dominar el mundo. La obra clásica sobre el tema es el libro de Norman Cohn, Warrant for Genocide: The Myth of the Jewish World-Conspiracy and the Protocols of the Elders of Zion (New York: Harper & Row, 1966) (en español: El mito de la conspiración judía mundial). Ver tambiém Hadassa Ben-Itto, The Lie That Wouldn't Die: The Protocols of the Elders of Zion (London: Vallentine Mitchell, 2005) (La mentira que no ha querido morir: cien años de los protocolos de los Sabios de Sión).

5. Ibid., 4.

6. Ibid., 4-5.

7. Bereshit Rabá 55:8

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