Lo universal y lo particular

6 min de lectura

Itró (Éxodo 18-20 )

La expresión básica de agradecimiento, gratitud y reconocimiento judío es Baruj Hashem, que significa "Gracias a Dios", "Alabado sea Dios" o "Bendito sea Dios".

Los jasidim dicen que el Baal Shem Tov viajaba por los pequeños pueblos y aldeas de Europa Oriental y les preguntaba a los judíos cómo estaban. Sin importar cuán pobres fueran ni cuántos problemas tuvieran, invariablemente le respondían: Baruj Hashem. Esta es una expresión instintiva de fe, y todos los judíos lo sabían. Puede que no tuvieran el nivel de estudio de los grandes eruditos del Talmud, ni la riqueza de los más exitosos, pero ellos creían que tenían mucho por lo cual debían agradecerle a Dios, y lo hacían. Cuando le preguntaban por qué hacía eso, el Baal Shem Tov respondía citando el versículo: "Tú eres santo. Te alzas en Tu Trono con las alabanzas de Israel". (Salmos 22:4). Por lo tanto, cada vez que un judío dice Baruj Hashem, está ayudando a crear un trono para la Shejiná, para la Presencia Divina.

Las palabras Baruj Hashem aparecen en la parashá de esta semana. Pero no las pronuncia un judío. Quien las dice es Itró, el suegro de Moshé. Al reunirse con Moshé después del Éxodo, llevando con él a la esposa y a los hijos de Moshé, y al escuchar de su yerno todo lo que ocurrió en Egipto, Itró dijo: "Bendito sea Dios (Baruj Hashem) que los salvó de la mano de Egipto y del faraón, y Quien liberó al pueblo del dominio de Egipto" (Éxodo 18:10).

En la Torá hay tres personas que usaron esta expresión, y todos ellos no eran judíos, sino personas ajenas del pacto de Abraham. El primero fue Nóaj: "Bendito sea el Eterno, el Dios de Shem" (Génesis 9:26). El segundo fue el siervo de Abraham, Eliezer, cuando lo enviaron a buscar una esposa para Itzjak: "Bendito sea el Eterno, el Dios de mi amo Abraham, que no ha retenido Su bondad y Su verdad de mi señor" (Génesis 24:27). El tercero fue Itró, en la parashá de esta semana.1

¿Acaso esto tiene algún significado? ¿Por qué esta alabanza a Dios se atribuye a Nóaj, a Eliezer y a Itró, mientras que los israelitas, con la excepción del Cántico del Mar, parecen estar constantemente quejándose? Puede ser que simplemente esa sea la naturaleza humana: vemos con más claridad que otros lo que falta en nuestras vidas, mientras que otros ven más claramente que nosotros las bendiciones que tenemos. Nos quejamos, mientras que otros se preguntan de qué nos quejamos cuando tenemos tanto para estar agradecidos. Esta es una explicación.

Pero es posible señalar un punto más fundamental. La Torá nos señala una idea sumamente sutil y poco comprendida: que el Dios de Israel es el Dios de toda la humanidad, a pesar de que la religión de Israel no sea la religión de toda la humanidad. Como dijo Rabí Akiva: "Amada es la humanidad, porque fue creada a imagen de Dios. Amado es Israel, porque somos llamados los hijos de Dios".2

Nosotros creemos que Dios es universal. Él creó el universo. Él puso en movimiento los procesos que llevaron a que existan estrellas, planetas, vida y humanidad. Su preocupación no se limita a Israel. Como decimos en la plegaria Ashrei: "Él extiende Su misericordia a todas Sus creaciones". No es necesario ser judío para sentir reverencia hacia el Creador o reconocer Su mano en los eventos milagrosos, tal como lo hizo Itró. Es difícil encontrar otra literatura religiosa que confiera tanta dignidad a figuras que se encuentran fuera de sus límites.

Esto es cierto no sólo con respecto a las tres figuras que dijeron Baruj Hashem. La Torá llama al contemporáneo de Abraham, Malkitzédek, rey de Shalem, un "Sacerdote de Dios Supremo". También él bendijo a Dios: "Bendito es Abram para el Dios Supremo, Amo de los cielos y de la tierra. Y bendito es el Dios Supremo, que entregó a tus enemigos en tus manos" (Génesis 14:19-20).

En Génesis 18, Abraham desafió la justicia de Dios cuando Él iba a castigar a Sodoma: "¿Acaso el Juez de toda la tierra no hará justicia?". Pero sólo dos capítulos más adelante, Dios le dijo a Avimélej, rey de Guerar, que se mantuviera alejado de Sará porque ella era la esposa de Abraham, a pesar de que Abraham había dicho que ella era su hermana. En términos muy similares a los de Abraham, Avimélej desafió a Dios: "Eterno, ¿acaso destruirás a una nación inocente?".

O consideremos el hecho de que el título de la parashá de esta semana, que contiene los Diez Mandamientos y el evento más significativo de toda la historia judía, el pacto en el Sinaí, lleve el nombre de un no judío. Todavía más, inmediatamente antes de la revelación en el Sinaí, la Torá nos dice que Itró, el sacerdote midianita, fue quien le enseñó a Moshé cómo organizar el liderazgo del pueblo.

Estas son expresiones remarcables de generosidad espiritual de aquellos que están fuera del pacto.

O consideremos el mes de tishrei, el mes sagrado del calendario judío. En el primer día de Rosh Hashaná, además de leer sobre el nacimiento de Itzjak, leemos cómo un ángel llegó a ayudar a Hagar e Ishmael. "¿Qué tienes, Hagar? No temas pues Dios ha escuchado la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho y toma su mano, pues Yo lo convertiré en una gran nación" (Génesis 21:17-18). Ishmael no estaba destinado a ser parte del pacto, sin embargo fue rescatado y bendecido.

En la tarde de Iom Kipur, después de haber pasado la mayor parte del día ayunando y confesándonos, leemos el libro de Ioná, en donde descubrimos que el profeta pronunció sólo cinco palabras en hebreo: "En cuarenta días Nínive será destruida"), y entonces toda la población (asirios, enemigos de Israel), se arrepintió. La tradición lo presenta como un modelo de arrepentimiento colectivo.

En Sucot leemos la profecía de Zacarías respecto a que en el futuro todas las naciones vendrán a Jerusalem a celebrar la festividad de la lluvia (Zacarías 14:16-19).

Estos son tres ejemplos impresionantes de universalismo. No implica que en algún momento todos se convertirán al judaísmo, sino que todos reconocerán al único Dios, al Creador y Soberano del universo. Es algo muy diferente.

Esta idea de que uno puede estar fuera de la fe y de todos modos ser reconocido por personas dentro de la fe como alguien que reconoce a Dios, es muy extraña. Mucho más común es el enfoque de un Dios, una verdad, un camino. Quien está fuera de ese camino no tiene Dios, no se salva, es un infiel, no tiene redención, pertenece a una clase más baja dentro de la humanidad.

¿Por qué entonces el judaísmo distingue entre la universalidad de Dios y la particularidad de nuestra relación con Él? Porque esto nos ayuda a resolver el mayor problema que la humanidad ha enfrentado desde comienzos del tiempo. ¿Cómo reconocemos la dignidad y la integridad del "otro"? La historia y la biología escribieron dentro de la mente humana una capacidad de altruismo hacia las personas que son semejantes a nosotros, y de agresión hacia quienes son diferentes. Nosotros somos buenos, ellos son malos. Nosotros somos inocentes, ellos son culpables. Nosotros tenemos la verdad, ellos tienen mentiras. Nosotros tenemos a Dios de nuestro lado, ellos no. Muchos crímenes de naciones contra naciones se deben a esta propensión.

Por eso el Tanaj nos enseña otra cosa. Nóaj, Eliézer e Itró fueron personas de Dios sin ser miembros de Israel. Incluso el pueblo de Nínive se convirtió en un ejemplo de cómo aceptar la palabra de un profeta y arrepentirse. Dios bendijo a Ishmael así como a Itzjak. Estas son lecciones muy poderosas.

Es difícil pensar en un principio más adecuado para el siglo XXI. Los grandes problemas que enfrenta la humanidad (cambio climático, inequidad económica, guerra cibernética, inteligencia artificial), son globales, pero nuestras agencias políticas más efectivas son nacionales. Existe un desajuste entre nuestros problemas y las soluciones disponibles. Necesitamos encontrar una manera de combinar nuestra humanidad universal con nuestra particularidad cultural y religiosa.

Esto es lo que hace la Torá al decirnos que Nóaj, Eliézer e Itró dijeron Baruj Hashem. Ellos agradecieron a Dios tal como hoy nosotros le agradecemos a Dios. Dios es universal. Por lo tanto, la humanidad, creada a Su imagen, es universal. Pero la revelación y el pacto en el Monte Sinaí fueron particulares. Ellos pertenecen a nuestra historia, no a la historia universal de la humanidad,

Creo que esta capacidad de ser tanto particular en nuestra identidad como universales en nuestro compromiso con el futuro humano es uno de los mensajes más importantes que como judíos tenemos que transmitir en el siglo XXI. Somos diferentes, pero somos humanos. Por lo tanto, trabajemos juntos para resolver los problemas que sólo podemos llegar a resolver juntos.

Shabat Shalom


NOTAS

  1. Hay otros dos ejemplos. Labán le dijo al siervo de Abraham: "Tú eres bendito del Eterno" (Génesis 24:31). Avimélej, rey de Guerar, le dijo a Itzjak: "Tú eres bendito del Eterno" (Génesis 26:29). Una vez más, prestar atención que ninguno de los que habló formaban parte del pacto.
  2. Mishná Avot 3:14
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