El rol del cuerpo en la espiritualidad

4 min de lectura

Vaikrá (Levítico 1-5 )

Ideas de la parashá inspiradas en las enseñanzas de Rav Yaakov Weinberg zt''l.

Llevamos varias semanas leyendo en el libro de Éxodo sobre la construcción del Tabernáculo. ¡Vaya que era un Tabernáculo hermoso! Estudiamos en gran detalle su majestuosa belleza y su maravillosa arquitectura.

Sin embargo, al comienzo de Levítico, nos sorprendemos al descubrir que la función principal del Tabernáculo era el derramamiento de sangre y el sacrificio de animales. Para nuestras mentes modernas es muy difícil aceptar esta práctica aparentemente primitiva. ¿Cómo podemos estudiar sobre sangre y sacrificios sin sentir un gran rechazo? Después de todo, es una parte importante de la Torá de Dios, Sus instrucciones para la vida. No podemos simplemente dejar este tema de lado por considerar que ya no es relevante, porque la Torá de Dios es eterna. ¿Qué hay detrás de este énfasis en la sangre?

En esta parashá además de la fascinación general de la Torá por la sangre de los sacrificios, también vemos su importancia para tener una relación cercana con Dios. El primer comentario de Rashi sobre Vaikrá (y llamó) es: "Llamar (a Moshé por su nombre) precedió toda declaración u orden (que Dios le dijo a Moshe). El uso de vaikrá muestra afecto".

La pregunta obvia es: si es cierto que Dios llamó a Moshé por su nombre cada vez que le habló en toda la Torá, ¿por qué esto sólo se menciona en el comienzo de Levítico?

La única respuesta convincente es que el tema tratado en Levítico, es más apropiado para este afecto. Es por eso que el hecho de llamar a Moshé por su nombre, una señal de cariño, sólo aparece aquí, porque por alguna razón la sangre y los sacrificios son más apreciado por Dios.

Entonces no sólo debemos explicar por qué la Torá se preocupa por la sangre, sino también por qué el servicio de sangre es el más querido por Dios. Esto también elucida la antigua costumbre de comenzar la educación de Torá de los niños con Levítico. De alguna forma, percibimos que los sacrificios y la sangre son una parte tan integral del judaísmo que con ellos formamos la base de la educación de nuestros hijos. ¿Por qué? (1). 

La clave está en tener una visión realista de quiénes somos como seres humanos. Algunas religiones y filosofías espirituales pregonan que para ser sagrado, se debe trascender el mundo físico. El cuerpo humano, con sus deseos básicos, es una distracción del crecimiento puro, inteligente y sofisticado. Por lo tanto, involucrarse en actividades físicas carece de importancia. En cambio deberíamos pasar el tiempo concentrados en nuestros pensamientos, emociones y sentimientos. Enfócate en la mente, no en el cuerpo.

Esas filosofías se burlan de la Torá y de su énfasis en el detalle de las comidas que puedes y no consumir, cuándo puedes o no encender las luces, etc. Dicen que la Torá es una "religión culinaria" y que no es apropiada para los individuos educados y morales.

Sin embargo, la historia demostró que un enfoque exclusivamente intelectual no da como resultado la moralidad. De hecho, al reprimir el cuerpo y no permitirle ser santificado mediante el respeto de las reglas espirituales, quienes afirman ser morales terminan causando las atrocidades más terribles. El libro de Ian Kershaw, Hitler, 1889 a 1936, describe cómo Hitler (que su memoria sea eliminada), amaba las sinfonías de Wagner como una persona espiritual, sofisticada y culta. Kershaw también muestra una foto de Hitler alimentando con cuidado a un venado, tal como corresponde a un moral y responsable amante de los animales. Sin embargo, ese hombre supuestamente moral y sofisticado perpetró un genocidio de proporciones gigantescas.

Eso es lo que representa la sangre en el Templo. Podemos llegar a pensar que al acercarnos a Dios en Su Templo sólo deberíamos tener pensamientos elevados y espirituales, e ignorar el cuerpo físico. Por eso la Torá habla de sangre. Debemos reconocer que la sangre, el cuerpo físico y la fuerza vital, también deben utilizarse como parte de nuestra espiritualidad. El alma no está atrapada en un cuerpo malvado. No castigamos al cuerpo ni a sus deseos. La Torá nos dice que el cuerpo es un componente necesario para acercarse a Dios y, mediante los mandamientos, nos indica cómo utilizar la espiritualidad del cuerpo.

Estas ideas también explican por qué creemos en la recompensa de la resurrección del alma con el cuerpo. Después de la muerte, el alma asciende al cielo y el cuerpo se entierra. Nosotros creemos que al final de los días el cuerpo y el alma serán reunificados para recibir su eterna recompensa. Esto demuestra claramente que valoramos al cuerpo como parte de nuestra espiritualidad, porque de lo contrario Dios no daría una recompensa eterna enviando el alma para que sea aprisionada en él.

Como describe el Talmud (Sanedrín 91b), la relación del cuerpo y el alma puede compararse a la relación entre un hombre ciego y uno cojo que son socios en un crimen. El dueño de un huerto los contrata para cuidar su campo, pero les prohíbe comer de sus frutos. Poco después, los cuidadores no resisten la tentación. El ciego pone al cojo sobre sus hombros y, juntos, logran tomar algunos frutos. El dueño se enfurece porque le robaron.

El ciego dice: "No pude haber sido yo, ¡no puedo ver!"

El cojo dice: "No pude haber sido yo, ¡no puedo caminar!"

En ese momento, el perspicaz dueño del huerto puso al cojo sobre el ciego y los castigó a ambos.

Un alma no puede pecar por sí sola. Un cuerpo no puede ser amable por sí solo. La recompensa y el castigo sólo pueden aplicarse a la entidad que es la persona completa, al cuerpo y el alma juntos. Sólo cuando están juntos hay libre albedrío y es una imagen de Dios.

Ignoramos la espiritualidad del cuerpo a nuestro propio riesgo. Si reprimimos al cuerpo, y no materializamos su santidad, puede que distorsionemos el significado verdadero de la moral y que terminemos como otras personas llamadas sagradas y cultas.

Por lo tanto, el enfoque de Levítico en la sangre no es ni salvaje ni primitivo, sino simplemente la forma de conectarnos con nuestra realidad de seres humanos sagrados y corpóreos.


Nota al pie:

(1) Es importante señalar que, por más razones que le demos a un mandamiento, nunca daremos LA razón. Dado que Dios es infinito, tiene razones infinitas para Sus mandamientos. Ofrecer razones para las mitzvot es meramente una forma a través de la cual logramos derivar beneficios prácticos de ellas. En hebreo, razón se dice táam, que también significa sabor. Al ofrecer razones obtenemos un sabor de la mitzvá, pero debemos entender que nuestras razones no son razones en todo el sentido de la palabra. Un mandamiento de Dios tiene aplicación en todo momento y en todas las generaciones. Por lo tanto, si una razón para una mitzvá ya no se aplica, la mitzvá sigue en vigencia, porque las razones infinitas de Dios al dar la mitzvá siempre se aplicarán.

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