¿La Torá es antisemita?

4 min de lectura

Jukat (Números 19:1-22:1 )

¿Quién puede haber escrito descripciones tan negativas, perjudiciales y destructivas del pueblo judío?

La autoría de la Torá presenta dos posibilidades: o la escribió Dios, o un ser humano. Con el objetivo de presentar nuestros argumentos, supongamos que la escribió un ser humano. Si es así, encontramos un fenómeno muy extraño.

¡Este ser humano no pudo haber sido un judío! ¿Acaso podemos llegar a creer que un judío escribiría descripciones tan negativas, perjudiciales y destructivas de sus ancestros?

Veamos lo que describe el autor de la Torá: El patriarca Iaakov era un mentiroso que engañó a su padre Itzjak. Los hijos de Iaakov secuestraron y vendieron como esclavo a su hermano Iosef. En el desierto, los judíos prefirieron la esclavitud en Egipto a la libertad. Los judíos son un pueblo de “dura cerviz”, es decir tercos. Moshé, el profeta de Dios, se quejó y no quiso ser el líder de lo que describió como una nación rebelde. Los judíos del desierto adoraron un becerro de oro y manifestaron su falta de confianza en Dios al creer el informe malvado de los espías sobre la tierra de Israel

La lista sigue.

Esta lista incluye lo que ocurrió en la parashat Jukat (Bamidbar 20:7-13), el fracaso de Moshé y Aharón cuando para aplacar la sed del pueblo golpearon la roca en vez de hablarle para que saliera agua. Moshé y Aharón fueron castigados y no se les permitió entrar a la Tierra de Israel.

Por supuesto, los comentaristas explican el significado y la interpretación real de estos difíciles pasajes y no son tan negativos como parece. En ocasiones los versículos se malinterpretan al entenderlos en un nivel superficial, pero en realidad no expresan ningún aspecto negativo (como en el caso del aparente engaño de Iaakov a Itzjak). Sin embargo, ningún judío se arriesgaría a manchar las reputaciones de sus ancestros, ni siquiera en un nivel superficial de entendimiento.

¿Por qué un judío escribiría cosas tan terribles sobre sus ancestros? Ninguna otra nación registra una historia desfavorable sobre sus antepasados. En los libros de historia egipcia no encontramos ninguna derrota de Egipto. Para leer sobre derrotas egipcias debemos recurrir a los textos asirios, y viceversa. Incluso en la actualidad, hay grandes diferencias entre los libros de historia de los Estados Unidos y de Inglaterra en los relatos de lo que ocurrió en la guerra de la revolución estadounidense. Pero por alguna razón, la regla de que los descendientes tienden a reverenciar a sus ancestros en sus escritos históricos no se aplica a los judíos y la Torá.

Entonces, ¿qué humano escribió la Torá? ¡No pudo haber sido un judío! La única posibilidad que nos queda es que la haya escrito un antisemita. Pero en ese caso no se entiende cómo ese antisemita logró persuadir a los judíos para que la aceptaran.

Sugerir que un humano escribió la Torá no es realista.

Si la escribió Dios, entonces entendemos por qué el pueblo judío la aceptó. Ellos sabían que lo que Dios escribe es cierto y confiaron en que Él ocasionalmente escribe comentarios críticos y negativos con el objetivo de brindar enseñanzas importantes. Dios escribió esos hechos para transmitir críticas constructivas.

Este aspecto único de revelar la historia ancestral también cuando muestra a las personas bajo una luz negativa nos lleva a detenernos y entender que Dios debe haber escrito la Torá. También hay otros aspectos singulares descriptos en la Torá que llevan a la misma conclusión.

La Torá trae profecías que se hicieron realidad. Hay muchos libros con profecías sobre el futuro que algunas personas afirman que se hicieron realidad, como Nostradamus. Sin embargo, un análisis exhaustivo de esas profecías revela que son ambiguas y que es prácticamente imposible probar su precisión. Cualquier profecía que sólo se puede comprender después de que haya ocurrido un evento no puede aceptarse como profecía.

La profecía verdadera se comprende claramente antes de que el evento ocurra. Entonces podemos corroborar si la profecía se cumplió o no. Esta es la clase de profecías que encontramos en la Torá. Es imposible que un ser humano haya podido predecir estas profecías.

El destino de la nación judía si llegara a abandonar a Dios está descrito en horrendos detalles (ver Vaikrá 26, Devarim 28:15-68, 29:17:28, 30:1-10, 31:16-21, buena parte de Ieshaiá y de Iejézkel). Por supuesto, todos los detalles han ocurrido a través de la historia. La Torá escribe que los judíos serían expulsados de su tierra, que volverían y que serían expulsados nuevamente. Luego predice que los judíos volverían a Israel mucho después. Durante 2000 años los judíos se aferraron a su fe en las promesas de la Torá respecto a su retorno a Israel. Y ahora, en los tiempos modernos, los judíos retornaron. Sin duda no es coincidencia que no exista otra nación que no se haya asimilado al pueblo que la hospedó durante cientos de años de exilio y destrucción. Más aún, los judíos no sólo sobrevivieron a 2000 años de exilio, sino que lo hicieron a pesar de estar esparcidos entre numerosas naciones y carecer de un lenguaje y de una cultura en común.

¡Todo esto fue predicho! La Torá, escrita hace más de 3000 años, enseña que los judíos serían dispersados por todos los rincones de la tierra, pero que mantendrían su identidad distintiva. ¿Qué ser humano podría haber escrito semejante disparate? ¿Como podría esperar que los judíos aceptaran la Torá y vivieran con fe en ella?

Pero si Dios la escribió, obviamente se entiende. Dios podía saber que los judíos nunca se asimilarían a las naciones del mundo. Y si los judíos sabían que Él la escribió porque fueron testigos de que Él les habló en el Monte Sinaí, se comprende su fe en el eventual regreso a Israel.

(Hay otros puntos a considerar respecto a que la Torá fue escrita por Dios. Ver Kol Iaakov Vaetjanán y Behar).

Si uno se toma el tiempo para detenerse y pensar en los aspectos únicos de la Torá, es inevitable concluir que no pudo ser escrita por un ser humano. Tiene que haber sido escrita por Dios.

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