Temor a Dios

4 min de lectura

Ekev (Deuteronomio 7:12-11:25 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

“Le temerás a Hashem, tu Dios” (1)

La mitzvá de temer a Dios es una de las mitzvot más fundamentales de la Torá, y es también una de las shesh mitzvot temidiot, las ‘seis mitvot constantes’ que uno debe cumplir en todo momento (2). Esta mitzvá parecería contradecir otra de las mitzvot constantes, ahavat Hashem, la mitzvá de ‘amar a Dios’, que nos enseña que Dios es absolutamente bondadoso y que nos ama. Si esto es así, ¿entonces cómo es posible que debamos temerle? ¡Por lo general las personas le temen a cosas o personas que no desean lo mejor para ellas! Los comentaristas explican que el temor requerido en la mitzvá de irat Hashem no es similar al temor a algo que nos quiere lastimar, sino que, en su nivel más básico, consiste en temor a las consecuencias de nuestras acciones. Irat Hashem nos enseña que Dios no es vatrán (alguien que perdona a las personas por sus malas acciones incluso cuando no corrigen su comportamiento). Dios no actúa de esa manera, sino que generó un sistema en el mundo en el que cuando una persona hace una acción espiritualmente negativa, sufre como consecuencia un daño espiritual.

Los sabios llevan este punto un paso más allá y nos explican exactamente de qué debemos temer y de qué no. La Guemará en el tratado de Brajot (3) nota una aparente contradicción entre un versículo del libro de Proverbios y uno de Yeshaiá. En Proverbios, el Rey Salomón escribe: “Afortunado es el hombre que siempre teme” (4). En contraste, el profeta Yeshaiá dice: “Los pecadores en Sión temen” (5). La Guemará explica que el versículo de Proverbios se refiere a dibrei Torá. Rav Itzjak Bérkovits explica que puede entenderse que dibrei Torá se refiere a temas espirituales. Sólo tenemos control sobre nuestro libre albedrío en búsquedas espirituales, por lo que la Guemará nos dice que lo correcto es temer el fracaso personal en la esfera espiritual, porque tenemos control sobre ella y tenemos la capacidad de equivocarnos. Sin embargo, en todas las otras áreas, sabemos que Dios tiene el control absoluto, y como Dios es absolutamente generoso y poderoso, es tonto temer que nos ocurran cosas malas. Cuando Hashem está en control, nada realmente malo nos puede ocurrir; puede que parezca malo, pero sabemos que a final de cuentas, cuando Dios está a cargo no hay nada que temer. Lo único que tenemos que temer es a nosotros mismos y al daño que nosotros podemos ocasionarnos.

Otra Guemará muestra cuán importante es temer a las consecuencias de nuestras acciones: la Guemará de Guitín relata la historia de Kamtza y Bar Kamtza y cómo el odio infundado en esa historia causó la cadena de eventos que terminó en la trágica destrucción del Templo. Como introducción a este trágico episodio, la Guemará cita el versículo que mencionamos de Proverbios que alaba las virtudes de temer (6). ¿Cómo está relacionada la idea del temor con los eventos del episodio de Kamtza y Bar Kamtza? Tosafot explica que las personas que pecaron en la historia deberían haber sido más temerosas de las consecuencias de sus acciones, como el haber permitido que Bar Kamtza sea avergonzado en público sin interceder. Si hubieran tenido más en cuenta el resultado de sus acciones, hubieran sabido que debían actuar de otra forma. Vemos de aquí la importancia de temer de nosotros mismos; fue su falta de ese temor lo que permitió que se desencadenaran aquellos trágicos errores.

Estas guemarot nos enseñan que cuando tenemos libre albedrío en determinada situación, debemos temer no tropezar, mientras que si no tenemos nada para hacer, temer es un error y debemos confiar en Dios.

El Brisker Rav, Rav Itzjak Zev Soloveitchik, era famoso por su temor a no hacer las mitzvot apropiadamente. Sin embargo, cuando no había nada que pudiera hacer, se mantenía sumamente calmo. Rav Shlomo Lorincz cuenta que durante el sitio a Jerusalem en la guerra de la independencia, el Brisker Rav se quedaba en calma incluso cuando toda la ciudad estaba siendo bombardeada. Sin embargo, apenas terminaba el bombardeo, se tensionaba mucho por quienes estaban lejos. Cuando le pidieron que explicara su comportamiento, respondió que cuando las bombas caían en la cercanía, estaba en una situación de ones —aquel que está en una situación fuera de su control—, por lo que estaba exento de ayudar a otros. Como no tenía responsabilidad, no tenía tensión. Pero cuando su vecindario no estaba siendo bombardeado, no dejaba de pensar en lo que podría hacer por quienes estaban en peligro, y el tema no lo dejaba en paz (7). El Brisker Rav tenía claro cuáles eran los momentos correctos para temer y cuáles para estar en calma: cuando no había nada para hacer estaba en calma, mientras que cuando tenía una responsabilidad no se relajaba.

Estas enseñanzas son muy pertinentes ahora que nos acercamos al mes de Elul. En este momento del año evaluamos nuestra vida y nuestro comportamiento, siendo un aspecto clave de ello reconocer que tenemos el gran regalo del libre albedrío, pero que está acompañado del hecho de que no podemos apoyarnos en Dios para que nos obligue a tomar las decisiones correctas. Nuestro control sobre nuestras acciones es causa de un gran temor, ya que implica que podemos ignorar las oportunidades que Dios nos da, desperdiciar nuestros talentos y no lograr materializar nuestro potencial en la vida. Pero si nos hacemos consientes de nuestro potencial para tomar las decisiones adecuadas y comenzamos el camino ascendente en nuestro servicio a Dios, no tenemos nada que temer. 


Notas:

1. Ékev, 10:20.

2. Séfer HaJinuj, Mitzvá 431. Hay mucha discusión respeto a la forma en que podemos cumplir muchas mitzvot al mismo tiempo.

3. Brajot, 60a.

4. Mishlé, 28:14.

5. Yeshaiá, 33:14.

6. Guitín, 55b.

7. Lorincz, In Their Shadow (BeMejitsatam), p. 167. 

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