Alegrarse en el día final

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Vaiakel-Pekudei (Éxodo 35-40 )

De acuerdo con el Midrash, las tablas del Mishkán eran tan pesadas que no lograban mantenerlas derechas una al lado de la otra suficiente tiempo como para poder ensamblar el Mishkán. Todo el tiempo se les caían. Frustrados, le llevaron a Moshé todas las tablas y postes y él logró ensamblarlas con la fuerza milagrosa que Hashem le dio especialmente para ese propósito.

Sin embargo, la Torá dice que el pueblo judío "llevó el Mishkán a Moshé". Esto aparentemente implica que le llevaron el Mishkán completamente ensamblado. ¿Cómo podemos reconciliar el Midrash con estas palabras?

Respecto a este mismo versículo, el Midrash cita a Mishlei (31:25): "La fuerza y la dignidad son sus vestidos y se reirá en el día final". El Midrash ilustra esta idea con una historia relativa al momento en que Rabí Abahu partió de este mundo. En el umbral, le mostraron toda la recompensa que le esperaba en el Mundo Venidero, y él comentó con asombro: "¿Todo esto es para Abahu? ¡Pensé que había trabajado en vano, y ahora veo que tengo una gran porción en el Mundo Venidero!"

¿Qué nos quiere enseñar el Midrash al traer esta historia en conexión al ensamblaje del Mishkán? ¿Y cómo podemos entender la sorpresa de Rabí Abahu? ¿Realmente pensaba que dedicar su vida al estudio de la Torá y al cumplimiento de las mitzvot no sería recompensado en el Mundo Venidero? ¿En verdad pensaba que se esforzaba en vano?

Rav Shlomo Breuer explica que el judaísmo es una religión orientada a los actos. No es suficiente con decir "soy judío en el corazón". Lo que cuentan son los actos, estudiar Torá, cumplir mitzvot, hacer jésed. Ser judío se trata de hacer, desde el momento en que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Nuestra religión no es de sentimientos sino de actos.

Pero, al mismo tiempo, también la intención tiene un rol muy importante en el judaísmo. Si por circunstancias que están fuera de su control, alguien no puede hacer una mitzvá, la Torá considera como si hubiera cumplido la mitzvá (maalé alav hakatuv keilu asahu). El judaísmo demanda actos, pero no necesariamente resultados. Cuando un judío invierte un esfuerzo honesto y sincero, es recompensado incluso si no tiene éxito. Hashem considera sus intenciones como sus actos.

Esto es lo que dijo Rabí Abahu: "En mi vida hubo muchos momentos en los que lo intenté, hice el esfuerzo, pero no tuve éxito. Yo había asumido que en esas ocasiones mis esfuerzos habían sido en vano. Ahora veo que me han recompensado también por mis intenciones, por mis esfuerzos, incluso cuando no fueron exitosos". Por eso, Rabí Abahu "se alegró en el día final".

Cuando llegó el momento de ensamblar el Mishkán, los judíos se esforzaron para armarlo ellos mismos. El sudor corría por sus cejas, las venas se abultaban en sus frentes. Se esforzaron y empujaron esas pesadas tablas con todas sus fuerzas, pero no pudieron erigir el Mishkán. Simplemente estaba fuera de su alcance, y no tuvieron más opción que ir a pedir ayuda a Moshé.

De todas formas, la Torá reporta que ellos "llevaron el Mishkán a Moshé", porque eso fue lo que intentaron hacer y lo que trataron de lograr con todo su corazón. Hashem consideró como si ellos mismos hubieran erigido el Mishkán y los recompensó. Por eso ellos "se alegraron el día final"

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