El mensaje del primogénito

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Bo (Éxodo 10:1-13:16 )

La última y más espectacular de las plagas fue la plaga del primogénito, durante la cual Hashem salteó a cada uno de los primogénitos del pueblo judío y mató a todos los primogénitos egipcios. Debido a este milagro, los primogénitos del pueblo judío, tanto hombres como animales, quedaron eternamente santificados. Originalmente, los primogénitos iban a ser los sacerdotes que realizarían el servicio sagrado en el Beit HaMikdash, pero perdieron este privilegio porque pecaron con el Becerro de Oro. Sin embargo, a pesar de ese tropiezo, los primogénitos siguieron siendo santificados respecto a pidión haben, los animales primogénitos y otras observancias.

Rav Simja Zissel, el Alter de Kelm, le escribió una carta al Barón Rothschild elogiando sus esfuerzos en beneficio del pueblo judío. En esa carta, Rav Simja Zissel formula una pregunta interesante. ¿Qué hicieron los primogénitos judíos en Egipto para lograr ese elevado nivel de santificación? Es cierto, participaron en un gran Kidush Hashem, ¿pero acaso ellos hicieron algo para que eso ocurriera? Ellos no contribuyeron con nada para ser rescatados de la plaga. Tampoco tenían nada que ver con el hecho de haber nacido primero. Todo ocurrió sin su participación y sin su asistencia. Su rol fue absolutamente pasivo.

Claramente, incluso la participación pasiva en un kidush Hashem es algo muy importante, La persona obtiene impresionantes méritos si Hashem la elige para que tenga un rol en un kidush Hashem, aunque sólo sea un rol pasivo.

Rav Simja Zissel escribió: "Si esa es la recompensa de una persona que tuvo un rol pasivo en un kidush Hashem, ¿cómo podemos llegar a imaginar la recompensa de quien activamente hace un kidush Hashem? Usted, Barón Rothshild, considerando quién es y lo que ha hecho, ha santificado activa y públicamente el Nombre de Hashem, y no hay límite al honor, el respeto y la gratitud que se ha ganado".

Esta es la lección que todos debemos aprender de la mitzvá de pidión haben. Si una contribución pasiva a un kidush Hashem santificó a los primogénitos, podemos estar seguros de que una contribución activa por cierto proveerá al menos el mismo nivel de santificación, sino algo mucho mayor. Siempre tenemos oportunidades para hacerlo. Podemos hacer un kidush Hashem con la forma en que conducimos nuestra vida cotidiana, la forma en que caminamos, la forma en que hablamos, la forma en que negociamos, la forma en que comerciamos, la forma en que tratamos a otras personas, tanto judíos como no judíos. Tenemos la posibilidad de provocar que quienes nos observen digan (Ioma 86a): "¡Miren a esta persona! ¡Miren qué bello es el comportamiento de un judío religioso!". Esta es una forma muy sencilla de hacer un kidush Hashem, una forma muy simple de ganar una enorme recompensa tanto en este mundo como en el Mundo Venidero.

Una de las reglas de pidión haben es que sólo el primogénito natural de la madre es santificado como un bejor, un primogénito sagrado. Si el niño es el primer hijo del padre, pero no de la madre, o si nació por cesárea, no es un bejor.

Pensemos un momento. ¿Cuál es la razón de la mitzvá del bejor? Ella nos recuerda que Hashem salteó a los primogénitos judíos cuando mató a los primogénitos egipcios. El Talmud nos dice específicamente que Hashem mató a los primogénitos egipcios, tanto al primogénito de padre como al primogénito de madre o a cualquier otro que pudiera llegar a ser considerado primogénito. Si es así, ¿la mitzvá del bejor no debería extenderse tanto al primogénito de madre como al primogénito de padre?

El "Avnei Shoham" ofrece una solución basada en una analogía de la mitzvá de bikurim, la ofrenda de los primeros frutos. ¿Cuál es el propósito de llevar los primeros frutos? La Torá nos dice (Devarim 8:17-18): "Y tú puedes decir en tu corazón: 'Mi fuerza y el poder de mi mano han hecho para mí toda esta riqueza'. Pero recordarás a Hashem tu Dios, pues Él es el que te da el poder para hacer riquezas".

La persona puede caer fácilmente en la trampa de pensar que todo le llega naturalmente. Él sembró las semillas. Él las nutrió. El árbol creció. Dio fruto. Todo fue natural, sin ninguna participación de Hashem. Pero cuando llevamos los primeros frutos al Beit HaMikdash recordamos que el proceso más natural sigue requiriendo la intervención milagrosa de Hashem; que siempre dependemos de la providencia Divina sin importar cuán naturalmente todo parezca desarrollarse.

La mitzvá del bejor tiene un mensaje similar. Cuando tenemos un hijo primogénito, fácilmente podemos caer en la misma trampa. Cuando la gente tiene dificultades para tener un hijo, entonces acuden a Hashem con sus súplicas. Y cuando el niño finalmente nace, saben muy bien que es un valioso regalo de Hashem. Pero cuando las cosas marchan normalmente, es posible que no comprendan que el niño también es un gran regalo de Hashem., La gente se casa, tienen un hijo y piensan: ¿Qué puede ser más normal, más natural? Olvidan que tienen una enorme deuda de gratitud con Hashem. Este es el rol de la mitzvá del bejor. Ella nos recuerda que Hashem protegió con Sus alas a los primogénitos judíos en Egipto. Tal como esos primogénitos fueron un regalo Divino para sus padres, también lo son todos los primogénitos y todos los niños de todas las generaciones.

Sin embargo, la Torá nos da este recordatorio sólo cuando todo marcha de forma normal y natural, porque entonces es más probable que olvidemos que tenemos que agradecerle a Hashem. Es menos probable que cometamos este error cuando las cosas no marchan sobre rieles y por eso la Torá no considera que en esos casos sea necesario un recordatorio.

Cuando un niño es el primogénito de su madre y nació por parto natural, todo parece haber marchado tal como se esperaba. Pero cuando es sólo el primogénito de padre, pero no de la madre, obviamente algo pasó. Tal vez la madre tuvo un hijo en un matrimonio previo que no funcionó. Si el niño nació por cesárea, eso también es una desviación de lo que es normal y natural. En esos casos, dolorosamente ya tomamos consciencia de que nuestro destino está en las manos de Hashem y no necesitamos que nos lo recuerde la mitzvá del bejor.

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