El problema está en la oreja

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Mishpatim (Éxodo 21-24 )

Seis años es más que suficiente tiempo para que un judío sea un eved ivrí, un siervo de otro judío. ¿Pero qué pasa si a él le gusta la comodidad y la seguridad de una vida de servidumbre? ¿Puede permanecer en ese estado? La Torá describe un proceso a través del cual esto es posible: el amo le perfora la oreja cerca de la puerta y entonces permanece con él a perpetuidad, hasta que el año de Iovel interrumpa su servidumbre.

¿Por qué se le perforaba la oreja? El Talmud (Kidushin 22b) explica que esa era la oreja que había escuchado a Hashem decir en el Monte Sinaí: "Avadai hem – Ellos son Mis siervos". Por eso, si elegía seguir siendo un siervo, se le perforaba la oreja.

El Sfat Emet pregunta por qué le perforaban la oreja y no el cerebro o el corazón. A fin de cuentas, el cerebro y el corazón toman todas las decisiones. La oreja (el oído) no es más que una de sus herramientas, un receptor de información. ¿Por qué la oreja toma aquí una importancia tan desproporcionada?

El Sfat Emet explica que en verdad el problema está en la oreja, porque el mensaje de Hashem nunca llegó al cerebro. Se quedó en la oreja. Esa persona escuchó a Hashem cuando dijo en el Monte Sinaí: "Ellos son Mis siervos". Pero esas importantes palabras nunca penetraron a su cerebro y a su corazón. En verdad nunca les dio demasiada consideración. Nunca se vio a sí mismo como un siervo de Hashem y, por lo tanto, no ve ningún conflicto en convertirse en el siervo de otro ser humano.

Rav Michel Twerski de Milwaukee, un rabino y psicólogo, me dijo que en terapia muchas veces los pacientes pueden discutir sobre un problema y ver la solución, pero simplemente no pueden implementarla. Ellos escuchan lo que se debe hacer, pero eso no penetra a sus cerebros. No pueden traducirlo a su realidad personal. Rav Twerski cree que nos convertimos en espectadores sociales. Las personas están condicionadas por las películas y la televisión a convertirse en espectadores, al punto en que incluso ven sus propias vidas como una novela. Ven los problemas, incluso ven las soluciones, pero no tienen verdadero control. No pueden actuar para mejorar y cambiar lo que ocurre en sus vidas más de lo que pueden cambiar lo que ocurre en la pantalla. El problema está en la oreja.

VIUDAS Y HUÉRFANOS

Nunca nadie escuchó al Jafetz Jaim decir: "Esa persona está hablando lashón hará. ¡Va a recibir un castigo!". Tampoco nadie lo escuchó decir: "Esa persona está profanando el Shabat. La van a castigar". Pero cuando se trataba de viudas y huérfanos, era otra historia.

Durante la época de los decretos cantonistas en la Rusia de los zares, los niños judíos eran conscriptos en el ejército ruso durante 25 años. Muchos de ellos no sobrevivían al rigor al que eran sometidos y sólo un puñado siguieron siendo judíos observantes. Era casi imposible mantenerse observante en el ejército ruso durante un año, mucho menos durante veinticinco.

Pero no todos los niños judíos eran obligados a ir al ejército. Había una cuota de conscriptos judíos. Cuando se completaba esa cuota, los reclutadores partían y no regresaban hasta el año siguiente. Los padres hacían todo lo posible para proteger a sus hijos del reclutamiento. A menudo daban grandes sobornos para salvar a un niño. En consecuencia, una gran proporción de los niños conscriptos eran huérfanos que no tenían a nadie que los defendiera o que diera sobornos por ellos.

Una vez, un adinerado carnicero judío sobornó a un oficial del ejército para que se llevara a un huérfano en vez de llevarse a su hijo. Cuando el Jafetz Jaim oyó la historia, dijo: "Esperen y verán. Este hombre será castigado severamente. Pagará un duro precio por lo que ha hecho". Treinta años más tarde, el hijo del carnicero enfermó de cólera y murió. La jevrá kadisha temía tocar el cuerpo contaminado por miedo a la contagiosa enfermedad. El carnicero tuvo que cavar la tumba y enterrar a su hijo con sus propias manos.

¿Por qué el Jafetz Jaim enfatizó tanto la retribución que recibiría el carnicero que había atormentado a un huérfano, cuando nunca se manifestó con tanto énfasis respecto a otros graves pecados?

La respuesta está explícita en la Torá (22:21-23): "No atormentes a ninguna viuda ni huérfano. Si los atormentas de cualquier modo, si ellos claman a Mí, por cierto escucharé su clamor. Se encenderá mi ira y los mataré con la espada y sus mujeres serán viudas y sus hijos huérfanos".

El Rambam (Iad,Hiljot Deot 6) escribió: "Uno debe estar atento a los huérfanos y las viudas… porque el castigo está detallado en la Torá… Hashem hizo un pacto especial con las viudas y los huérfanos en el que Él les responderá siempre que sean atormentados y le clamen".

El Rebe de Kotzk observó que todos los verbos en el versículo aparecen en una forma enfática doble. " Si los atormentas de cualquier modo (ané teané), si ellos claman a Mí (tzaok itzjak) , por cierto escucharé su clamor (shamoa eshmá)". Esto indica que atormentar a viudas y huérfanos inflige un dolor doble del normal. Cada burla, cada mofa, no sólo los humilla, sino que les recuerda su perdida anterior y que no hay nadie que pueda salir en su defensa. El huérfano puede pensar: "quizás si tuviera un padre no me tratarían de esta forma". La viuda puede pensar: "Tal vez esto no me pasaría si mi esposo viviera". Hashem escucha ambos niveles de tormento y Él responde con un castigo apropiado para el atormentador.

Rav Jaim Ozer Grodzinski, Rav de Vilna y autor de la clásica obra Ajiezer, era un activo líder de los judíos de Lituania y del mundo. Cuando era anciano, solía decir: "Durante años pensé que mi boleto de entrada al Mundo Venidero sería mi Ajiezer. Pero ahora creo que lo que me va a permitir entrar al Mundo Venidero es el dinero que recolecté para las viudas y los huérfanos de Europa".

Rav Iejezkel Abramsky, el autor de Jazón Iejezkel y director de la corte rabínica de Londres, se refirió a este tema al hablar de Rav Jaim Soloveitchik, el Rav de Brisk. Rav Abramsky dijo: "Rav Jaim era un hombre muy humilde. Cuando se refería a sí mismo o cuando firmaba cartas, siempre se refería a sí mismo simplemente como Jaim Soloveitchik, nunca como el Rav de Brisk. Salvo en una ocasión. Una vez oyó que una viuda de Brisk estaba deprimida y decidió ir a visitarla para alegrarla. Cuando estaba a una cuadra de la casa de la viuda, envió a su asistente para que se adelantara y le dijera a la viuda que llegaba a visitarla 'Rav Jaim Soloveitchik, el Rav de Brisk, el director de la Corte de Justicia'. Para que la viuda se sintiera importante, Rav Jaim estuvo dispuesto a dejar de lado su modestia natural y usar todos sus títulos. Pero de lo contrario, nunca lo hacía".

También Rav Abramsky se destacaba por su trato a las viudas y huérfanos. Cuando tenía 90 años y estaba muy débil, estaba sentado en su mesa de Shabat cuando llegó una vida a visitar a su rebetzin. Rav Abramsky se levantó de la silla, caminó hasta la ventana y le dijo: "Que tenga un buen Shabat". Luego sacó un abrigo del armario y se lo mostró a la viuda. "Me acaban de comprar este abrigo. ¿Qué le parece? ¿Es lindo?". ¡Sorprendente! ¿Acaso a Rav Abramsky, uno de los más grandes de su generación, a los 90 años le importaba mucho su nuevo abrigo? Todo lo que él quiso fue tener algo agradable para decirle a una viuda, algo que le permitiera sentirse reconocida e importante.

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