Los valiosos momentos finales

3 min de lectura

Vaiejí (Génesis 47:28-50:26 )

El mensajero que llegó de Goshen le informó a Iosef: "He aquí que tu padre está enfermo" (Génesis 48:1). Podríamos pensar que se trata de un mensaje muy común, en especial respecto a personas ancianas. Pero en verdad fue un mensaje diferente, algo que hasta entonces no se había oído.

De acuerdo con Pirkei DeRabí Eliezer, hasta ese momento, nunca antes hubo enfermedad en el mundo. La muerte nunca llegaba como la culminación de una larga enfermedad. La persona estaba en perfecta salud en un momento y moría al instante siguiente. Simplemente estornudaba y su alma salía por sus fosas nasales.

Pero Iaakov rezó y le pidió a Hashem que las personas se enfermaran antes, para que pudieran entender que su muerte era inminente. Él rezó: "Por favor, no te lleves mi alma antes de que tenga la oportunidad de dejar instrucciones a mis hijos y a mi familia".

Hashem aceptó la plegaria de Iaakov y él se enfermó. El mensajero fue a informarle a Iosef sobre algo sorprendente que había ocurrido en Goshen: "He aquí que tu padre está enfermo". Esta era una noticia sensacional.

Una vez oí a un locutor de radio comentar sobre un desastre aéreo: "Gracias a Dios, nunca supieron qué fue lo que los golpeó. Cuando una bomba estalla en un avión a diez mil metros de altura, no hay tiempo para pensar. Mueres en un instante. Nunca tuvieron la oportunidad de pensar: 'Vaya, estoy a punto de morir'. Se salvaron del dolor y la angustia de mirar a la muerte a la cara. ¡BUUUM!, y estaban muertos. Así de simple".

Bueno, supongo que esta es una forma de ver las cosas, pero no es la forma judía. Pirkei deRabí Eliezer describe la forma judía. Las enfermedades terminales pueden ser dolorosas, pero por lo menos le advierten a la persona que está por partir de este mundo. Recibe un aviso de que debe acomodar sus asuntos.

La persona que parte de este mundo debe hacer un jeshbón néfesh, hacer un balance espiritual de su vida, ver qué logró y qué no. Debe volver en teshuvá por sus transgresiones y defectos y preparar su alma para el próximo mundo. Debe revisar sus obligaciones y asegurarse de haberlas cumplido correctamente. Debe dejar instrucciones a sus hijos y a su familia. Debe asegurarse de no dejar un desastre para que otra persona tenga que limpiarlo y ordenarlo. Una vida de actividad requiere mucho trabajo final. La persona que es atropellada por un autobús y nunca sabe qué la golpeó, no tiene la oportunidad de dar a su vida una conclusión adecuada. Se pierde una gran bendición.

Cuando estalló el transbordador espacial Challenger, se especuló mucho respecto a si los miembros de la tripulación supieron que estaban a punto de morir. Cuando finalmente encontraron las grabaciones, oyeron a algunos decir: "¡Oh, oh!". Esto provocó gran alboroto. Sus abogados querían demandar a la NASA por el trauma adicional de saber que el desastre era inminente.

Un columnista gentil escribió en ese entonces: "¿Acaso de esto se desprende que hubiera sido más misericordioso que la muerte ocurriera de forma instantánea y que la emoción consciente final fuera una sensación de regocijo? ¿O quizás ese fin le quita a la persona el derecho de reflexionar, aunque sea por unos pocos instantes valiosos, sobre aquellas cosas que hacen que la vida valga la pena?".

Para quienes creen que la muerte es el final, quizás es preferible una dichosa ignorancia en el momento de la muerte antes que unos momentos de agonía. Pero para quienes creen en la inmortalidad del alma, en el castigo y la recompensa en el otro mundo, en una vida eterna después de esta vida, unos pocos momentos de preparación realmente son invaluables.

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