Kilos de carne / kilos de alma: una escala de conversión

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Ki Tavó (Deuteronomio 26:1-29:8 )

Ideas filosóficas y cabalísticas de la parashá semanal.

Hay grandes porciones de la Torá que le hablan al pueblo judío como una unidad en lugar de hablarles cómo judíos individuales. El recuento de las bendiciones y maldiciones en el Monte Grizim y en el Monte Eival, y las 98 maldiciones de tojajá, reproche, son los temas que abarcan la mayor parte de nuestra parashá y pertenecen a estas secciones públicas. Las bendiciones y maldiciones de nuestra parashá recaen sobre cada judío individual en su calidad de miembro de la Congregación de Israel. El mérito o iniquidad individual no son un factor.

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Consecuencias públicas

Para asegurar que no haya un malentendido respecto a la naturaleza pública de las consecuencias presentadas, las bendiciones y maldiciones son impuestas en el contexto de una dramática ceremonia en la cual participa toda la nación judía de forma activa. Seis tribus en la cima del Monte Grizim y seis tribus en la cima del Monte Eival respondiendo “Amén” a las maldiciones y bendiciones que son dichas por los levitas que se encuentran en el valle intermedio.

Las 98 maldiciones enlistadas en la tojajá al final de la parashá se refieren claramente al pueblo como un todo independientemente de cuál sea el mérito individual. La mayoría de ellas se refieren a calamidades nacionales en las cuales los justos necesariamente sufren junto con los malvados. Se asume que la muerte del inocente y del justo en el contexto del cumplimiento de las maldiciones es algo natural. Quienes cuestionan el atributo de justicia de Dios basados en el inmerecido sufrimiento de los justos en eventos cataclísmicos como el Holocausto no han entendido completamente la tojajá.

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La identidad judía

Y no sólo eso, sino que no sólo los judíos que se consideran miembros de la Congregación de Israel son los que se encuentran sujetos a ellas. La historia judía nos enseña cuán difícil es para los judíos individuales excluirse de las tragedias que son predichas en las maldiciones. La asimilación voluntaria y/o conversión han sido probadas a lo largo de la historia por grandes cantidades de judíos individuales como una forma de intentar escapar a su destino judío. Dichos intentos por lo general han tenido a lo más un éxito mixto. Tienden a funcionar en las buenas épocas y a romperse cuando entran en escena las maldiciones. El caso más reciente de esto fue el Holocausto.

Los nazis enviaban a las cámaras de gas a gente cuya única conexión con el judaísmo era un solo abuelo judío junto con la gente que era racialmente “pura”. Algunos de estos “judíos” eran descendientes de individuos que habían demostrado su deseo de revocar su membresía judía eligiendo deliberadamente asimilarse en el volk alemán. Probablemente soñaban con criar hijos alemanes en lugar de hijos judíos. Pero cuando ocurrió la tragedia, esta también los afectó a ellos. El judío individual está atado a su destino y a su pueblo sin importar cuánto se esfuerce por intentar escapar. Seguirá siendo un hijo de Abraham a pesar de encontrarse separado geográficamente del pueblo judío, independientemente de las diferencias de cultura o su falta de lealtad a la religión judía y a sus tradiciones, y a pesar de su determinación de abandonar cualquier relación con el judaísmo.

La fuerza de este vínculo ante las fuerzas de separación indica que la conexión de un judío con su pueblo no es algo físico sino algo espiritual. Pareciera que los judíos comparten una especie de ‘alma común’. Cuando tu afiliación con tu nacionalidad está basada principalmente en geografía y cultura, es fácil cortar el lazo trasladándote simplemente a otra parte e internalizando una cultura diferente. Pero un principio de unidad que se basa en un alma común no es tan fácil de disolver. ¿Cómo puede uno distanciarse de su propia alma?

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Ver es creer

Una de las grandes ironías de la historia judía es el hecho que la evidencia de esta cualidad de unidad indestructible que tiene el pueblo judío es provista por las maldiciones que han sufrido durante su largo exilio, tal como fue predicho en la tojajá de nuestra parashá. El periodo de redención que le precedió, la parte color rosa de nuestra historia, mostró el opuesto a unidad. Cuando éramos un pueblo en nuestra propia tierra, un observador externo habría visto sólo discordia. Durante la época del Primer Templo Israel estaba dividido en dos naciones rivales, y nuestra tradición dice que el Segundo Templo fue destruido por el odio gratuito que había entre judíos.

Se necesitaron las tragedias que ocurrieron a lo largo de los dos mil años de la diáspora para confirmar la existencia de la unidad judía como un fenómeno real. Estas tragedias afectaron indiscriminadamente a todos los judíos, sin importar cuál fuera su nivel de compromiso o alejamiento del judaísmo. Pero el cumplimiento de la tojajá hizo mucho más que establecer la inamovible unidad del pueblo judío como un hecho irrefutable. Las tragedias del pueblo judío también revelaron que la unidad judía está construida en base a la percepción del resto de la humanidad de una cualidad espiritual que es compartida por todos los judíos. El reconocimiento de dicha espiritualidad común es la única forma para explicar el misterioso fenómeno del antisemitismo, la virulenta fuerza que materializó el cumplimiento de la mayoría de las maldiciones.

La discriminación hacia un grupo social invariablemente está asociada con una característica claramente visible que distingue a los miembros de dicho grupo. De esta forma, la discriminación racial está basada en tonalidades de piel o forma de los ojos; el prejuicio religioso es causado por otras formas de adoración que son realizadas en otras iglesias a otros dioses; la xenofobia se basa en diferencias en el lenguaje y cultura, etc. La gran incógnita que hay con respecto al antisemitismo es que el prejuicio en contra de los judíos no tiene una marca común que pueda servir de detonante. El antisemitismo sigue existiendo incluso cuando hay una asimilación total. La discriminación y persecución a los judíos continúa mucho después de que los judíos hayan perdido toda característica común que podría ser utilizada para distinguirlos de sus perseguidores.

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La necesidad de detonantes

Incluso un gran milagro como la apertura del mar debió ser gatillado por un mecanismo del mundo natural:

Moshé extendió su mano sobre el mar y Dios movió el mar con un fuerte viento del este toda la noche, y volvió el mar en tierra seca, y las aguas se partieron” (Éxodo 14:21).

Lo que ocurrió no fue que el mar simplemente se partió, sino que la fuerza de un poderoso viento lo movió hacia un lado. Incluso si consideramos que el antisemitismo es un fenómeno sobrenatural, debe tener algún mecanismo que lo detone. Debe haber alguna forma en que los judíos son identificablemente diferentes de la gente que los odia. Tiene que haber algún factor que parezca amenazante que detone el odio.

Sabemos que no es algo físico. Los judíos han sido sumamente odiados y perseguidos a lo largo de la historia incluso cuando no se veían, actuaban o hablaban diferente a las culturas en las que vivían inmersos.

Sabemos que no es algo en su comportamiento. En algunas épocas los judíos fueron odiados por ser demasiado pobres, y en otras por ser demasiado ricos; a veces por ser demasiado inteligentes y otras veces por ser demasiado primitivos; en ocasiones por ser muy prepotentes, y en otras por ser muy serviles; alguna vez nos odiaron por no tener nuestro propio estado, y ahora nos odian por el orgullo que sentimos por nuestro país. Las causas contradictorias e irracionales que han sido ofrecidas para justificar el antisemitismo no tienen fin.

Pero si el detonante no es físico ni conductual, entonces sólo hay una alternativa restante. Tiene que ser espiritual.

Sólo si asumimos que los judíos tienen un tipo de alma distinta del resto de la humanidad, una esencia espiritual a la que los otros seres humanos son sensibles, es que podremos encontrar un detonante del antisemitismo. La existencia de esta diferencia espiritual nos proporciona también la clave que nos podrá ayudar a comprender innumerables secretos de la historia judía. Si no aceptamos la existencia de estas características diferenciadoras en los judíos, entonces no tenemos ninguna forma de entender su estatus único entre la humanidad. Para el no judío, descubrir la causa subyacente del antisemitismo no es una gran prioridad, pero para los judíos es algo crucial. Entender el antisemitismo es la única forma de entender nuestra historia y de aceptar quiénes somos en realidad.

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El pueblo elegido

Es verdad, la existencia de estas diferencias espirituales nos transforma en “elegidos”. Pero, ¿cómo puede ser que la víctima de miles de años de persecuciones y prejuicios aparentemente sin base alguna sea criticada por señalar que debe haber sido ‘elegido’ de alguna forma? No está diciendo sólo palabrerías; hay hechos objetivos que lo apoyan. No hay otro pueblo que haya sido perseguido de forma tan universal, de forma tan persistente o por un período de tiempo tan largo. Nadie puede negar que la historia judía nos ha separado y nos ha hecho notoriamente diferentes al resto de la humanidad. La afirmación de que somos un pueblo ‘elegido’ ha sido dolorosamente sustentada por nuestra historia.

Es esencial que los judíos reconozcan y entiendan esta diferencia espiritual única que es inherente a ellos. Todos los sufrimientos que fueron predichos en la tojajá, la mayoría de los cuales ya han ocurrido, fueron infligidos para entregar este mensaje. Las maldiciones no deben ser entendidas como castigos. Reflejan el hecho de que nosotros los judíos somos espiritualmente diferentes del resto de la humanidad; el estilo de vida que es apropiado para otra gente es sumamente inapropiado para nosotros. Somos primordialmente espirituales; necesitamos un estilo de vida de Torá no sólo para ganar nuestra recompensa, sino porque es el único estilo de vida que calza con nosotros. Inevitablemente sufrimos cuando intentamos vivir como lo hacen los otros.

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Supervivencia

Veamos ahora cómo la existencia de esta alma nos ayuda a explicar buena parte de nuestra historia. Uno de los milagros de la historia es el fenómeno de la supervivencia judía. Sin un país al que llamar hogar, dispersos por la faz de la tierra entre diferentes pueblos y culturas, habiendo sido constantemente forzados a dejar nuestros hogares y a vagar por el mundo en búsqueda de un lugar seguro, no sólo hemos sobrevivido intactos, sino que incluso hemos prosperado. El Talmud, los grandes comentarios a la Torá, los Códigos de Ley y las más importantes obras de Cábala fueron escritas en medio del sufrimiento y la agitación de nuestro exilio. Las condiciones que causan estragos en el mundo físico fortalecen los fenómenos espirituales. La relación entre físico y espiritual es idéntica a la relación entre Esav y Yaakov; cuando uno se yergue, el otro cae (Rashi, Bereshit 25:23). Cuando lo físico se contrae, lo espiritual se expande.

Nuestra supervivencia no es un misterio. El cuerpo es sensible a la geografía, a las privaciones y a los abusos físicos. Sin embargo el alma, al ser inmaterial, no puede ser atada por el espacio físico o subyugada por medio de golpes. Dado que el factor unificador que fue implantado en la nación judía es espiritual en lugar de físico, éste no puede ser extinguido por las tribulaciones del exilio. El patrón fue establecido hace mucho tiempo, durante el primer exilio judío en la tierra de Egipto.

Cuanto más los afligían, más aumentaban y crecían; de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel (Éxodo 1:12).

Mientras más atormentaban a los judíos, más crecía su población, enfureciendo aún más a los egipcios y causando la siguiente etapa de persecución. De hecho Najmánides (Ibid.) destaca que los censos de Bamidbar muestran que la población de la tribu de Leví era mucho menor que la de las otras tribus, y atribuye esta diferencia al hecho que los levitas, al ser la clase sacerdotal judía, estaban mayormente exentos de los duros edictos y del trabajo forzado que fue impuesto por parte de los egipcios sobre las otras tribus.

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Ambiente espiritual apropiado

En un nivel más profundo, el hecho que los judíos hayan llegado a poseer esta diferencia espiritual, explica a la perfección la severidad del destino judío.

Los períodos extendidos de prosperidad amenazan la supervivencia judía en una forma en que no lo hace la persecución.

Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra, y comió el producto del campo; le hizo gustar miel de la peña, y aceite del pedernal; manteca de vaca y leche de oveja con grasa de corderos, carneros de Bashán y machos cabríos, con trigo gordo como los riñones; y bebías sangre de uvas como vino delicioso”.

¿Cuál fue el inevitable resultado?

Ieshurún (otro nombre para Israel) engordó y pateó. Engordaste, engrosaste y te volviste corpulento. Entonces abandonó a Dios, su Creador, y desdeñó a la Roca de su salvación (Devarim 32:13-15)

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Ritmo espiritual

La vida espiritual tiene su propio ritmo interno. El hombre fue creado como una mixtura entre cuerpo y alma de forma que la luz espiritual de la Divinidad pueda brillar en los confines de lo físico. Al expresar su alma a través de las actividades físicas que se requieren para cumplir con los mandamientos de la Torá, el hombre permite que la luz de su alma penetre profundamente en el mundo material.

Como hemos explicado, la esencia espiritual de lo físico es que éste parece ser autosuficiente. Por lo tanto, a pesar de que el universo necesita el aporte constante de nueva energía Divina para seguir existiendo, el mundo físico oculta esta realidad de manera casi perfecta. Incluso las mentes más dotadas suelen fallar en detectar la mano de Dios detrás de la realidad física. El hombre fue creado con un alma y fue puesto en este universo físico para exponer la luz Divina que le permite seguir funcionando. De todos los fenómenos del universo observable, el único factor que no puede ser explicado en términos físicos es el alma del hombre. Como hemos explicado, el fenómeno del antisemitismo claramente demuestra la existencia de dicha alma. Los efectos del antisemitismo sobre el pueblo judío sirven como una manifestación viva de la existencia del alma.

Pero lo positivo siempre es más fuerte que lo negativo. Como señala Najmánides, la existencia del mundo espiritual puede ser demostrada también por la existencia de un pueblo judío que ha disfrutado un milagroso nivel de prosperidad. Si siempre salieran victoriosos ante enemigos con mayor poderío militar, si todos los judíos vivieran hasta una edad avanzada, si ninguna mujer judía fuera infértil o tuviera abortos, si nunca hubiera una sequía en Israel y si el pueblo judío tuviera una constante prosperidad, entonces podrían demostrar la existencia de la espiritualidad de forma tan convincente como lo hacen por medio de sobrevivir las adversidades que produce el antisemitismo.

Dado que el deseo inicial de Dios siempre es expresar Sus características de misericordia y bondad, el pueblo judío comenzó su misión demostrando la luz de Dios en el mundo físico por medio de disfrutar del milagroso nivel de beneficios que es descrito en las bendiciones. Pero a medida que lo físico se expande, la espiritualidad se contrae. Para evitar que esto ocurra, la materialidad misma debe ser considerada como una expresión de la espiritualidad. Con el paso del tiempo esto se vuelve cada vez más difícil, y la espiritualidad del pueblo judío comenzó por lo tanto a contraerse. A medida que su conexión con Dios se fue debilitando, su prosperidad y bienestar ya no podían demostrar la luz de Dios. Si el recipiente de la bondad de Dios declara “Mi propio poder y la fuerza de mi mano me ha producido esta riqueza” (Devarim 8:17), ¿qué habrían de decir los demás?

De esta forma la riqueza y prosperidad del pueblo judío llegó a su fin; las condiciones que son descritas en la tojajá entraron en juego y causaron que la espiritualidad del pueblo judío se expandiera a medida que su fisicalidad se contraía. Dado que el aspecto espiritual del pueblo judío comenzó a expandirse, las adormecidas fuerzas del antisemitismo fueron despertadas. La persecución física de los judíos fue creciendo y expandiéndose. Entonces, el aspecto físico del pueblo judío se contrajo más aún, lo que a su vez llevó a que su aspecto espiritual se volviera claramente predominante. La unidad y singularidad del pueblo judío se volvió visible. La clara diferencia entre los grupos sociales que inspira el odio fue detonada. Nuevamente el pueblo judío demostraba la existencia de la luz de Dios en el mundo físico, pero esta vez mediante su milagrosa supervivencia.

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Mirando a otros para encontrarte a ti mismo

A menudo son los mismos judíos quienes no son capaces de ver su propio aspecto espiritual y desean no ser diferentes a los demás pueblos. Es demasiado atrevido pensar que uno mismo es especial o “elegido” de alguna forma, incluso si esta cualidad de ser elegido ha sido la fuente de mucho sufrimiento. Lamentablemente muchos de nosotros intentamos vivir un estilo de vida que está basado en una mala interpretación de nosotros mismos. Al no querer creer que somos diferentes, nos rehusamos a vivir de forma diferente a ellos y rechazamos el estilo de vida de la Torá, el cual fue especialmente diseñado para nosotros.

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