Removiendo la cáscara

10 min de lectura

Tazriá (Levítico 12-13 )

Ideas filosóficas y cabalísticas de la parashá semanal.

"Al octavo día circuncidaras la carne del prepucio" (Levítico 12:3).

Hasta hace poco, todo el pueblo judío realizaba fervientemente la práctica de la circuncisión sin importar su nivel general de compromiso con la observancia de los demás mandamientos. Pero en las últimas décadas, incluso esta sagrada costumbre judía que comenzó con la circuncisión del primer judío, Abraham, se ha visto bajo ataque, siendo acusada de no ser más que un ritual barbárico.

¿Qué significado espiritual puede tener la remoción de un pliegue de piel del cuerpo humano?

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El mismo argumento de siempre

"No hay nada nuevo bajo el sol", dijo el Rey Shlomó. Y resulta que la práctica de la circuncisión ya se ha visto sujeta a estos mismos ataques en épocas anteriores.

Turnusrufus, el gobernador romano que dominó Judea poco después de la destrucción del Segundo Templo y ejecutó a Rabí Akiva —uno de los diez mártires— le preguntó a Rabí Akiva: "¿Las acciones de quién son más bellas, las de Dios o las del hombre?".

Rabí Akiva le respondió: “Las acciones humanas son más bellas y completas”. Turnusrufus le dijo: “Con respecto a los cielos y la tierra, ¿podría acaso un logro humano unirlos?”. Rabí Akiva le respondió: “No puedes señalar un fenómeno que esté más allá de la capacidad humana, yo me refería a los asuntos que están dentro del dominio humano”.

Entonces Turnusrufus le preguntó: “¿Por qué los judíos se circuncidan?”. Rabí Akiva le respondió: “Yo entendí inmediatamente que esta era la pregunta qué estabas haciendo realmente, y por lo tanto me adelanté y te respondí que las acciones de los seres humanos son más completas que las acciones de Dios. Tráiganme gavillas de trigo y panecillos horneados... [cuando se los trajeron, Rabí Akiva los señaló y dijo:] este es el producto de Dios y este es el producto del hombre, ¿acaso no son los panecillos más completos? Tráiganme manojos de lino y telas de lino que fueron producidas en Bet Shan... [cuando se las trajeron, Rabí Akiva señaló y dijo:] este es el producto de Dios y este es el producto del hombre, ¿acaso no son las telas de lino más hermosas y perfectas?”.

Entonces Turnusrufus le preguntó: “Si Dios prefiere a los hombres circuncidados, entonces ¿por qué no salen del útero de sus madres en ese estado?”. Rabí Akiva le preguntó entonces: “¿Por qué el cordón umbilical sale con el bebé si tendrá que ser cortado por la madre? Dios no creó a los seres humanos circuncidados, sino que les dio los mandamientos a los judíos de forma que pudieran perfeccionarse a sí mismos mediante su observancia... (Tanjuma, Tazriá 7).

Rabí Akiva podría haber enunciado su respuesta de forma más simple sin gavillas de trigo y manojos de lino. Si estos eran tan convincentes, ¿por qué Turnusrufus no estuvo de acuerdo? Y más aún, ¿por qué Dios no creó un universo en el que crezcan panecillos y telas de lino en los árboles? ¿Sobre qué discutían realmente?

Es importante tener en mente que esta discusión era entre:

  1. Turnusrufus, el representante de la cultura romana que dominaba al mundo antiguo, la cual a su vez representaba la fuerza del progreso y la civilización moderna de aquellos tiempos.

  1. Rabí Akiva, el representante por excelencia del judaísmo ortodoxo rabínico, el cual siempre ha sido considerado la antítesis misma de las ideas "progresistas".

Y también es importante tener en mente que el asunto sobre el cual estaban discutiendo es fundamental para entender todos los mandamientos.

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La idea de los mandamientos

Desde una perspectiva superficial, los mandamientos son una mezcla de cosas. Algunos de ellos buscan mejorar el carácter, mientras que otros hablan de amar al prójimo y honrar a los padres. Otros buscan fomentar una ideología adecuada, como aquellos cuyo propósito es conmemorar los eventos del Éxodo o Shabat, cuya observancia es un recordatorio de que Dios es el autor de la creación.

Hay otros que están relacionados con la observancia ritual, como las leyes de pureza y aquellas relativas a los sacrificios del Templo, las cuales buscan hacer que el servicio Divino sea un elemento central en nuestras vidas. Y hay otras leyes que claramente están dirigidas a mantener la pureza familiar y a servir como barreras en contra de un posible descenso hacia un comportamiento licencioso.

La circuncisión es uno de los pocos mandamientos que no pueden ser clasificados de forma convincente.

La circuncisión es uno de los pocos mandamientos que no pueden ser clasificados de forma convincente. Circuncidar a un niño en su octavo día de vida no parece servir ningún propósito espiritual. A esa edad, cualquier cosa que le pase al niño no sólo es involuntaria, sino que está muy cerca de ser incluso inconsciente. Resulta difícil ver cómo una experiencia como aquella podría afectar el carácter humano. Además, como una marca indeleble que sirve para identificar a quien está circuncidado como un sirviente de Dios, tiene la desventaja de haber sido impresa en una parte del cuerpo que suele estar tapada. Por lo tanto, pareciera no tener otro propósito que la corrección en un defecto físico de nacimiento.

Ese era precisamente el problema de Turnusrufus con la circuncisión. ¿Por qué Dios crearía al hombre con un defecto físico que debía ser reparado, cuando la realización de dicha reparación pareciera no tener un propósito real? Este era el significado subyacente de la pregunta.

La respuesta de Rabí Akiva equivale a una declaración de que Dios deliberadamente creó al hombre defectuoso y dejó en manos del hombre los retoques finales.

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El primer hombre

El Maharal traza la raíz de esta idea al nombre Adam (que significa 'tierra'), el nombre que le asignó la Torá al primer hombre. La Torá explica que dado que el hombre fue creado a partir del polvo de la tierra, entonces era apropiado que fuera nombrado en base a la tierra de la cual había sido formado, pero en realidad este concepto podría ser aplicado también a cualquier otra criatura. De acuerdo a la historia del Génesis, todos ellos fueron creados por Dios a partir del polvo de la tierra.

El Maharal explica que la verdadera razón que hay tras el nombre del hombre es que él necesita trabajar para poder sacar a luz su potencial oculto. De todas las formas vivientes, él era el único que había sido creado en un estado imperfecto. Otras formas de vida se llaman beemá, que significa 'lo que es, ya está allí', o jaya, que significa simplemente 'criatura viviente'. Puede que también provengan de la tierra, pero no son parecidos a ésta.

Pero el hombre es precisamente como la tierra. La tierra no produce nada sin una labor intensiva, pero si uno la trabaja, puede generar una abundancia de vegetación capaz de mantener a todas las otras formas de vida. De la misma forma, el hombre es capaz de lograr grandes cosas a pesar de sus defectos inherentes.

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Defectos inherentes

¿Cuál es la naturaleza de estos defectos inherentes que simboliza la necesidad de una circuncisión?

Rami Bar Aba dijo: "[De acuerdo a la tradición judía, un hombre judío tiene 248 órganos, que corresponden a los 248 mandamientos positivos de la Torá]. Abraham fue conocido primero como Abram, lo cual suma 243, que es el número de órganos que Dios puso bajo el control del hombre cuando lo creó. La adición de la letra hebrea hei [cuyo valor numérico es cinco] en el cambio de nombre de Abram a Abraham hizo que la cuenta aumentara a 248. Los cinco órganos adicionales implicaban que el hombre estaba ahora en control de las dos orejas, los dos ojos y el órgano sexual. [El cambio de nombre y este control adicional fueron producto de la circuncisión]" (Nedarim 32b).

El hombre tiene dos aspectos. Por un lado es una criatura de este mundo al igual que todas las demás especies. Puede que tenga una mayor inteligencia, pero tiene las mismas motivaciones y fuerza vital que el resto de las criaturas vivientes. Por otro lado el hombre es también el vínculo que hay entre este mundo y el mundo espiritual superior. Cuando Dios quiere enviar algo al mundo físico, siempre lo hace por medio del alma de los seres humanos. Incluso los milagros de Egipto y la entrega de la Torá en el monte Sinaí requirieron que Moshé actuase como el intermediario de Dios.

Los ojos y oídos son por lo general receptores pasivos de información que ya se encuentra en la naturaleza.

Esta dimensión adicional de los seres humanos —su habilidad para ver más allá de los físico y para escuchar el mensaje de lo infinito—, requiere un control especial sobre los ojos y oídos que no viene programado de forma innata en el hombre. Los ojos y oídos son por lo general receptores pasivos de información que ya se encuentra en la naturaleza. El hombre escucha y ve lo que otras formas inferiores de vida también pueden escuchar y ver. Su capacidad de interpretación es superior, pero tiene acceso a la misma información.

Para poder ver y oír más allá de la naturaleza, el hombre debe enseñarle a sus ojos y oídos a ser más que receptores pasivos. Él deberá utilizar estos órganos de percepción para acceder a información del mundo espiritual, tomar la información que obtenga y hacerla parte del mundo natural. En el proceso, él transformará su mundo en un lugar en el que el espíritu de Dios podrá residir.

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Nueva vida y nueva inteligencia

Cuando llega una nueva vida al mundo mediante el proceso de la reproducción humana, ésta trae consigo una nueva inteligencia. Todo el tiempo que los ojos y oídos del hombre estén sintonizados sólo con este mundo, entonces no podrá haber ninguna nueva inteligencia que no sea ya parte de la naturaleza. Todo el tiempo que sus ojos y oídos sean ojos y oídos ordinarios, y que él no esté abierto a ver y escuchar el mensaje Divino que viene de más allá, entonces la nueva vida que traiga el hombre a este mundo no va a ser más que el reciclaje de información que ya estaba allí.

El pensamiento judío dice que Dios maneja el mundo utilizando principalmente dos atributos Divinos: la fuerza Divina y la bondad Divina. Cuando maneja el mundo con el atributo de la fuerza, entonces la energía Divina que fluye al mundo sólo es suficiente para mantener lo que ya existía; no permite la expansión y el crecimiento. Estos períodos están marcados por épocas de depresión económica y guerras. La falta de expansión de los recursos del mundo genera una dura competencia por lo que ya existe, causando inflación, depresión y guerra.

En períodos en los cuales el atributo Divino de la bondad es el que predomina hay una sobreabundancia en el mundo. Estas épocas están marcadas por la paz y prosperidad. La energía Divina fluye a través del alma humana. Si el alma humana está abierta al más allá y los ojos y oídos del hombre están sintonizados con Dios, entonces, la fuerza de vida que el hombre trae a este mundo mediante el proceso de reproducción será una fuente de expansión y de nueva energía.

No es que Abraham haya sido el primer ser humano en hablar con Dios. Pero incluso hablar con Dios no es suficiente para remover los defectos inherentes que hay en el hombre. Hasta que estos defectos sean corregidos para alcanzar la completitud, el mundo no podrá progresar. Abraham fue el primero en alcanzar la completitud humana, y de esta forma fue el primero en ser circuncidado.

Rebi dijo: "El mérito de la circuncisión es muy grande. A pesar de todos los actos de devoción que hizo nuestro patriarca Abraham, la Torá no se refirió a él como completo sino hasta que se circuncidó, como está escrito 'camina delante de mí y sé completo' (Génesis 17:1)".

Otra forma de expresar esta idea: El mérito de la circuncisión es muy grande. Si no fuera por ella, Dios no habría creado el mundo, como está escrito: "si no fuera por mi pacto, el cual está presente constantemente de día y de noche, [lo cual es una referencia a la circuncisión, el único mandamiento cuyo cumplimiento es constante] Yo nunca habría establecido las leyes de los cielos y la tierra (Jeremías 33) (Mishná, Nedarim 3:11).

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Un mundo de capas

Nosotros estamos en este mundo sólo para tener la posibilidad de perfeccionarnos. Todo el tiempo que los ojos y oídos del hombre estén cerrados a lo que está más allá de la existencia física y que él dedique toda su fuerza vital solamente a mantener y mejorar el mundo físico, entonces estará meramente en la capa más exterior de la existencia. Este estado se conoce en el pensamiento judío por el nombre de klipá, que literalmente significa 'capa' o 'cáscara'. Cualquier bondad de Dios que fuese vertida en un mundo que esté conformado sólo por personas que no han ganado control sobre sus ojos y oídos sería utilizada sólo para mejorar la cáscara.

Ahora bien, la cáscara existe sólo para proteger lo que está en su interior. Dios quiere verter Su bondad en el interior. La cáscara debe ser removida para que el flujo de bondad llegue al interior. La remoción del prepucio representa la remoción de la "cáscara".

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Lepra espiritual

El tema principal de nuestra parashá es tzaraat, una enfermedad que no tiene una traducción clara al español. Pareciera ser un tipo de lepra espiritual. De acuerdo a la tradición judía, ésta aparece debido al lashón hará, o habla prohibida, y su cura es el arrepentimiento espiritual y el ofrecimiento de un sacrificio. Esta enfermedad afectaba la piel, las ropa o las murallas de una casa habitada, es decir, la interfaz entre el mundo interior y exterior del hombre.

El lashón hará tiene como objetivo la separación y el juicio.

El Sefer Yetzirá, el 'Libro de la Creación', uno de los libros más antiguos de la librería judía, hace una conexión entre el brit hamoar, la circuncisión propiamente tal, y el brit halashón, la circuncisión de la lengua. El lugar de la circuncisión es el lugar a través del cual el hombre vierte su fuerza vital física al universo, mientras que la lengua es el lugar por medio del cual el hombre vierte sus pensamientos e ideas al mundo.

El lashón hará tiene como objetivo la separación y el juicio. Los ojos y oídos se enfocan en encontrar las fallas y debilidades, y la lengua es utilizada para exponer los defectos que fueron encontrados por la inteligencia.

La inteligencia del hombre es el poder de la bondad que debe esparcir en el mundo. Enfocar su poder en lo negativo es similar a que Dios maneje el mundo con fuerza en vez de con bondad. Representa un enfoque en la superficie (la cáscara) en lugar de un enfoque en lo interior (el fruto).

La apariencia externa de este poder humano mal utilizado se manifiesta en la aparición física de defectos en la interfaz entre el mundo interno y externo del hombre, la “cáscara de su existencia”. Su piel, su ropa o las murallas de su casa se enferman.

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Tres lugares de circuncisión

La fuerza vital del hombre se encuentra en tres lugares: en su inteligencia, sus órganos reproductivos y su corazón. Debemos circuncidar dos de estos lugares. Los padres circuncidan el órgano reproductivo en el octavo día de vida, ya que de ellos depende transformar a su hijo en un canal para que la bondad de Dios ingrese en este mundo mediante un entrenamiento y educación adecuada. Si ellos hacen bien su trabajo, entonces los padres podrán corregir este defecto.

Circuncidar la lengua, es decir emplear su inteligencia de adulto para abrir sus ojos y oídos a lo positivo que hay en los otros y en el mundo, dependerá de la persona misma.

La circuncisión del corazón es más compleja y ocurrirá al final de los días.

Hashem tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, para amar a Hashem tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas (Deuteronomio 30:6).

La circuncisión final tendrá el efecto de remover completamente la inclinación del mal y de cerrar la era actual de la historia humana por medio de finalizar con el libre albedrío.

El mandamiento de la circuncisión, que en hebreo se llama brit, tiene un valor numérico de 612, que es sólo uno menos que el numero de mandamientos que hay en la Torá, 613. La palabra brit significa también pacto y de acuerdo a Najmánides deriva de la palabra briá, que significa creación.

El objetivo de los otros 612 mandamientos sólo se revela por medio del mandamiento de la circuncisión. El objetivo de la existencia humana y del cumplimiento de los mandamientos en general es corregir el defecto humano de vivir en la klipá —la cáscara de la existencia—, y perfeccionar al hombre por medio de enseñarle cómo vivir en lo principal. El objetivo de la creación es tener una vida como esta; sólo una vida así podrá liberar la bondad de Dios.

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