Todos somos imperfectos

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Vaikrá (Levítico 1-5 )

Las personas cometen errores. Las personas grandiosas cometen errores y las personas no tan grandiosas cometen errores.

Las personas cometen errores. Las personas grandiosas cometen errores y las personas no tan grandiosas cometen errores. La imperfección es parte de la condición humana. Como especie, somos perfectamente imperfectos, y cada día proveemos nueva evidencia de esta condición.

La Torá tiene consciencia de los defectos humanos. Podemos decir que todo el libro de Bereshit es un estudio detallado de la fragilidad humana, una visión panorámica de los crímenes que somos capaces de cometer. El libro de Shemot comienza con una muestra de inhumanidad, con una nación que esclaviza a otra e intenta eliminar la imagen de Dios con la que es dotada toda alma humana.

Al comenzar un libro nuevo, Vaikrá, nos dan las herramientas para que podamos enfrentar y corregir nuestras limitaciones, y un lugar al que podemos ir para contemplar nuestros fracasos personales y comunales, para arrepentirnos y cambiar nuestro camino.

De la enumeración de las diferentes clases de sacrificios, aprendemos sobre todas las situaciones que pueden corregirse y todas las fisuras espirituales que pueden curarse. Primero aprendemos sobre la ofrenda olá. Algunos comentaristas entienden que la olá es una forma de expiación por pensamientos pecaminosos, otros creen que expía por oportunidades perdidas, por no haber cumplido una mitzvá, por no traer más santidad al mundo. El Maharal de Praga (en Gur Arié, Vaikrá 1:4), opina que la olá expía por los pecados intencionales, los actos de rebelión en contra de Dios.

La categoría siguiente, la ofrenda de pecado, se presenta de una forma inesperada: en vez de enumerar una lista de pecados que pueden expiarse a través de este sacrificio, la Torá provee una lista de personas en situaciones diferentes de la vida.

Hashem le habló a Moshé para decir: ""Habla a los Hijos de Israel, para decir: Si una persona por error comete un pecado de entre todos los Mandamientos de Hashem que no deben hacerse, y ella haya cometido uno de ellos. Si el cohen ungido [fue el que] pecó, acarreando culpa sobre el pueblo… (Vaikrá 4:2-3).

Si toda la asamblea de Israel erró y un asunto quedó oculto de los ojos de la congregación [Rashi: el público actuó conforme a lo dictaminado por los miembros de los líderes de la comunidad], y cometió uno de todos los mandamientos de Hashem que no deben hacerse, y se hacen culpables… (Vaikrá 4:13)

Las personas normales, los líderes religiosos, incluso los jueces… nadie es perfecto. En el sistema judío no existe la infalibilidad papal. Existe lo correcto y lo incorrecto, y cuando los errores de juicio llevan a una transgresión, hay culpabilidad.

Lo que llama la atención es que a todos estos ejemplos se los menciona como una posibilidad: quizás, si... Sin embargo, el lenguaje usado para presentar al siguiente pecador es muy diferente:

Cuando un nasí peca… (Vaikrá 4:22).

El nasí (que puede traducirse como un presidente, rey o cacique) es el principal líder político de la nación. En el caso del nasí, la Torá indica que la transgresión no sólo es una posibilidad, sino una eventualidad. El nasí, indudablemente, pecará. Rabenu Bejaia (Vaikrá 4:22) señala el cambio en el lenguaje y explica que la arrogancia asociada al liderazgo puede no ser un requisito previo para la tarea, pero es, por lo menos, un riesgo profesional.

A lo largo de la historia, muchas culturas consideraron a sus líderes como dioses o semidioses, o como mortales que poseían el derecho divino de los reyes: un absoluto poder moral, religioso y político. En contraste, la Torá nos enseña que los líderes no son menos responsables que cualquier otra persona por sus pecados. Más allá de lo excelsa que sea su posición, pueden y deben recibir un llamado de atención por sus transgresiones. Sus acciones no son sancionadas por el Cielo, sino lo contrario. La Torá considera que los nesiim son quienes más probabilidades tienen de errar, y provee un mecanismo para enfrentar y corregir los errores que inevitablemente cometerán los líderes.

Una nación que reflexiona sobre sí misma, que cuestiona sus propias acciones y actitudes, es una nación que puede traer mucho bien al mundo. Todos somos humanos, todos somos imperfectos, y tener consciencia de nuestras imperfecciones es el primer paso para mejorar. La perfección está fuera de nuestro alcance, pero sí podemos llegar a la grandeza. Esta es la lección que aprendemos de David, nuestro rey más grandioso. En su momento más importante, cuando logró la verdadera grandeza en el sentido judío de la palabra, él pronunció sólo dos palabras: Jatati laHashem - pequé en contra de Dios (Shmuel II 12:13). Con esas palabras el Rey David, siempre imperfecto, mostró por qué su reinado sería eterno.

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