Un momento para permanecer callado

4 min de lectura

Vaierá (Génesis 18-22 )

Ideas avanzadas basadas en el Midrash y la Cábala.

En un día muy caluroso, Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda y tuvo una epifanía:

Dios se le apareció en las planicies de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de la tienda, en el calor del día (Bereshit 18:1).

A continuación de este versículo hay algo que pareciera ser una "interrupción":

Alzó sus ojos y miró, y tres varones estaban parados ante él. Al verlos corrió al encuentro de ellos desde la entrada de la tienda, y se prosternó en tierra (Bereshit 18:2).

Esta descripción es problemática en varios aspectos. En primer lugar, los versículos introductorios por lo menos deberían mencionar al sujeto. Estos versículos no lo hacen. ¿A quién se le apareció Dios? ¿Quién tuvo esa epifanía? ¿Quién corrió hacia los tres huéspedes inesperados? El lector debe asumir que es Abraham, pero a no ser por el contexto, es imposible saberlo. El segundo problema es mucho más exasperante: ¿Cuál fue el contenido de esa revelación? Cada vez que la Torá registra una comunicación entre Dios y el hombre, el texto incluye el contenido de la misma.

El versículo introductorio, Dios se le apareció, obliga al lector a asumir que los versículos siguientes son una continuación de la sección anterior (los últimos versículos de la parashá previa) para poder identificar al protagonista:

Abraham tenía noventa y nueve años de edad, cuando fue circuncidado en la carne de su prepucio. …Todos los varones de su casa, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero de extranjero, fueron circuncidados junto con él (Bereshit 17:24,27)

Dios se le apareció en las planicies de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su tienda en el calor del día (Bereshit 18:1).

A partir del contexto, sabemos que el sujeto de estos versículos, el receptor de esa comunicación Divina, es Abraham. Sin embargo, la redacción es extraña, salvo que su intención fuera crear una fuerte conexión entre estas dos secciones: la escena en que Abraham está sentado en su tienda es una continuación de la sección anterior, en la que él y toda su casa son circuncidados. Esta idea es acorde con la conocida opinión rabínica de que Dios se le apareció a Abraham específicamente en ese momento para visitarlo cuando estaba débil. Por la misma razón, esta revelación no tiene contenido verbal: Dios no apareció para transmitir un mensaje, como ocurre normalmente, sino que fue a visitar a un enfermo.

Este mensaje no verbal es importante, particularmente para el lector moderno. En un mundo bombardeado con tanto ruido, con una abundancia de mensajes e infinitas conversaciones, hubiera sido fácil no entender que esa visita silenciosa tiene algún valor. Pero Dios visitó a Abraham simplemente para estar con él, y es posible que este sea el mensaje más profundo: después de cumplir la mitzvá de brit milá, Abraham tuvo una sensación inmediata de la cercanía de Dios. Él sintió que la presencia Divina lo acompañaba, la sintió en su interior. Como a menudo ocurre entre personas que comparten una relación íntima: las palabras no eran necesarias.

La halajá estipula las directrices para cumplir la importante mitzvá de bikur jolim, de visitar al enfermo. No sólo es importante estar allí, distraer a quien sufre o escuchar sus quejas, tener empatía o entretenerlo, sino también atender a cualquier necesidad que el paciente pueda tener. De hecho, esta halajá se aprende del comportamiento de Hashem con Abraham. Abraham tenía una necesidad insatisfecha, y aparentemente eso le causaba angustia. Él necesitaba hacer actos de bondad, ayudar a otros; necesitaba invitados. Entonces Dios, que visitó a Abraham y lo confortó con Su presencia y cercanía, respondió a sus necesidades enviándole invitados para que Abraham y Sará pudieran recibirlos y atenderlos.

Este episodio puede ser la clave para entender lo que ocurre más adelante. Hacia el final de la parashá, Dios le pide a Abraham algo imposible:

Ocurrió después de esos hechos, que Dios puso a prueba a Abraham, y le dijo: "¡Abraham!" Él dijo: "Aquí estoy". Él dijo: "Por favor toma a tu hijo, a tu único hijo, a quien amas, itzjak, y ve a la tierra de Moriá. Ofrécelo allí en ofrenda de olá en una de las montañas que Yo te diré" (Bereshit 22:1-2).

Abraham subió la montaña con su hijo, sin decir una palabra. No protestó, no negoció… ni una palabra. Esto contrasta con la incesante negociación que Abraham hizo en favor de los habitantes de Sodoma y con su plegaria por Avimélej, quien casi viola a Sará. Sin dudas Itzjak merecía al menos una buena defensa.

Quizás lo que vimos en los versículos que dan comienzo a nuestra parashá explica el silencio de Abraham: el Abraham a quien se le ordena sacrificar a su hijo es un hombre que ha cambiado. Ahora Abraham tiene una relación íntima con Dios, esa intimidad que quedó en evidencia con la visita silenciosa de Dios. Abraham siente la cercanía a Dios, Su compañía constante, y no necesita interrumpir ese silencio íntimo. Años antes, cuando Dios le ordenó tomar un cuchillo para usarlo sobre su hijo de ocho días, Abraham no imaginó que el brit milá sería un mero preludio de la Akedá, pero la intimidad que logró en su relación con Dios como resultado del brit milá se refleja en la serena reacción de Abraham a esta última orden. Abraham siente que Dios está con él. Tal como Dios estuvo callado después de su circuncisión, ahora Abraham elige el silencio como máxima expresión de su relación íntima.

El habla es una de las características distintivas de la humanidad, pero Dios le enseñó a Abraham que a veces el silencio no sólo vale oro, sino que es Divino.

Mientras avanzaba decidido hacia el lugar designado para la Akedá, Abraham fue capaz de permanecer en silencio porque sabía, con cada célula de su ser, que caminaba con Dios. Abraham entendió que de la misma manera en que Dios atendió a sus necesidades después de su circuncisión, también ahora los cuidaría a él y a su hijo. Así como Abraham se transformó después de cumplir el mandamiento del brit milá, también Itzjak se vio transformado por la experiencia de la Akedá. Tal como su padre, Itzjak compartió una intimidad con Dios que se expresó en su profundo pero poderoso silencio.


Este shiur es en honor a la memoria de Pinjas Meyer Ben Hershel Avraham haLeví.

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