Invocando los Trece Atributos

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Ki Tisá (Éxodo 30:11-34:35 )

A continuación de la promesa de Dios de no destruir al pueblo judío después del pecado del Becerro de Oro, Moisés le pidió a Dios que le revelara las cualidades de la misericordia divina. En respuesta, Dios le mostró a Moisés una visión profética en la que Dios estaba envuelto en un talit como un líder de una plegaria pública, mientras recitaba los Trece Atributos de Misericordia Divina (Talmud, Rosh Hashaná 17b). Dios le informó a Moisés que cuando el pueblo judío pecara en el futuro, deberían recitar los Trece Atributos y Él los perdonaría. Moisés utilizó los Trece Atributos más tarde, durante el segundo y el tercer período de 40 días en el Monte Sinaí, que culminaron con el perdón en Iom Kipur.

Rabí Yehudá agrega en el Talmud que hay un pacto respecto a estos Trece Atributos, garantizando su eterna efectividad. El Brisker Rav explica que toda la misericordia que el pueblo judío necesitará hasta la redención final de alguna manera fue depositada en una cuenta en ese día, para ser retirada cuando fuese necesario. Rabeinu Bejaie escribe que hoy en día, que no tenemos Templo Sagrado, un Gran Sacerdote ni los sacrificios que ayuden a hacer expiación por nuestros pecados, todo lo que tenemos es la capacidad para invocar estos Trece Atributos de Misericordia Divina en nuestras plegarias. A pesar de que no entendamos la verdadera naturaleza de estos términos, siguen siendo la llave que abre las puertas de la misericordia en cada generación tanto para la comunidad como para los individuos.

Hay dos opiniones básicas respecto a cómo funcionan los Trece Atributos. De acuerdo a algunos comentaristas (Tzror Hamor, Reshit Jojmá y Alshij), la mera recitación de los atributos no es suficiente, sino que debemos recitarlos y también emularlos en nuestras relaciones con nuestro prójimo (El rabino Moisés Cordovero, en el primer capítulo de Tomer Devorá, da una guía para integrar estos atributos a nuestras relaciones personales). Por esta razón, dice el Maor Vashemesh, estos atributos divinos sólo se recitan con un minián. Para un solo individuo es difícil personificar y aplicar todos estos atributos, pero en toda una congregación los podemos encontrar.

La visión profética de Dios envuelto en un talit se relaciona con esta necesidad de emular Sus Atributos recordándonos nuestra obligación de cumplir todas las mitzvot. El talit alude al hecho de que uno debe envolverse en estos atributos, no sólo recitarlos.

Ibn Ezra pregunta por qué sólo utilizamos un gran talit durante la plegaria (mientras que durante el resto del día usamos una pequeña prenda con flecos debajo de la camisa), ¿no sería más lógico usar un recordatorio de las mitzvot de Dios cuando estamos involucrados con nuestras tareas mundanas? El uso del talit es para recordarnos el peligro de pensar equivocadamente que las palabras de la plegaria son suficientes para activar la misericordia Divina. El talit nos recuerda que el homenaje verbal no es efectivo. Debemos vivir y cumplir lo que las plegarias representan.

La segunda línea de opinión (Tzedá Laderej y Bnei Isasjar) ven que la sola recitación de los Trece Atributos es efectiva. Señalan que los tres primeros Atributos, de acuerdo a muchas opiniones, son nombres propios de Dios que no pueden ser emulados.

Esta segunda opinión debe responder dos preguntas: ¿Cómo puede ser que la mera recitación de palabras sea efectiva? Y además, si puede, ¿cómo podemos reconciliar esto con el hecho de que estos atributos a menudo son recitados sin ningún resultado visible? El Maharal responde la primera pregunta: Incluso si la recitación es suficiente, escribe, debe ser hecha con concentración, intención y entendimiento. El talit que envuelve también nuestra cabeza alude a esto; el talit significa concentración y la anulación de las distracciones exteriores.

La recitación de estos Atributos crea un período de favor y gracia Divina (Malbim). En este sentido, el Reinado Divino sigue el patrón del reinado terrenal: los períodos de favor y gracia Divina equiparan a esas veces en las que un rey terrenal concede perdones sin estar obligado por la ley (Netziv). El Ramjal dice que hay dos clases de Providencia Divina, una en la que es como si Dios se subyugara a Sí Mismo a un sistema de recompensa y castigo que depende de la conducta del hombre, y otra en la que Dios actúa de manera independiente, sin relacionarse con el valor de la persona.

Podemos elucidar esta última idea como sigue: Toda la creación fue diseñada para que Dios haga llover bien sobre el hombre, siendo el bien máximo experimentar la Presencia Divina. Para eso, Dios creó un mundo físico en el que el hombre puede ganarse esta recompensa y desarrollar su relación con Dios por medio de la Torá y de las mitzvot. Al mismo tiempo, Dios creó un complejo sistema de recompensa y castigo a través del cual Su bondad es canalizada.

Bajo circunstancias normales la bondad fuera de este sistema sería perjudicial para el hombre, porque le sugeriría que la justicia no existe y que uno puede recibir un bien sin merecerlo, oscureciendo el reconocimiento de Dios. Sin embargo, en ocasiones la aplicación de justicia afectaría la bondad poniendo en peligro todo el propósito de la creación; en esas oportunidades Dios nos hace saber que Él existe haciéndonos recibir una bondad inmerecida, que está más allá de nuestro entendimiento.

Pero para recibir esta beneficencia inmerecida primero debemos reconocer que esta misericordia y bondad emanan de Dios y no son un indicativo (Dios no quiera) de que el universo es aleatorio y una refutación del control de Dios sobre el mundo. De aquí la necesidad de recitar esos atributos con intención y concentración para traer este período de favor.

Aunque hay un pacto que hace que la recitación de estos atributos sea siempre efectiva, de acuerdo a la primera opinión esto depende de nuestra emulación de esos atributos, y de acuerdo a la segunda de que sean dichos con concentración, intención y entendimiento. A pesar de que, de acuerdo al Gaón de Vilna, la recitación de los Atributos Divinos siempre es efectiva, a veces el efecto es sólo la mitigación del decreto Divino, no su completa anulación (Tzedá Ladérej). Es por eso que a veces no vemos el efecto de la recitación.

En este momento estamos en medio de tiempos difíciles para el pueblo judío, un tiempo en el que necesitamos misericordia Divina. Intentemos recitar, aprender y vivir estos Trece Atributos de Misericordia – cumpliendo así con todas las opiniones – para formar parte de este abundante manantial de misericordia Divina que ya está preparado para nosotros y crear un período de favor y gracia Divina.

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